martes, 30 de abril de 2013

Visiones de la Beata Ana Catalina Emmerich: El Embalsamamiento de Jesús y la Sábana Santa (858)


Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús
El embalsamamiento

La Virgen Santísima se sentó sobre una amplia tela extendida sobre el suelo; con la rodilla derecha un poco levantada y un hatillo de ropas en la espalda. Lo habían dispuesto todo para facilitar a la Madre de alma profundamente afligida, la Madre de los dolores. Las tristes honras fúnebres que iban a dispensar al Cuerpo de su Hijo. La sagrada cabeza de Jesús estaba reclinada sobre las rodillas de la Madre; su Cuerpo, tendido sobre una sábana. La Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el Cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras Magdalena reposaba la suya sobre sus pies.

Mientras los hombres se retiraron a una hondonada pequeña al suroeste del Calvario, a preparar todo para el embalsamamiento del cadáver. Casio, con algunos de los soldados que se habían convertido al Señor, se mantenía a una distancia respetuosa. Toda la gente malintecionada se había vuelto a la ciudad y los soldados presentes formaban únicamente una guardia de seguridad para impedir que nadie interrumpiese los últimos honores que iban a ser rendidos a Jesús. Algunos de esos soldados prestaban su ayuda cuando se lo pedían. Las santas mujeres entregaban vasijas, esponjas, paños, ungüentos y aromas, cuando les era requerido y el resto del tiempo permanecían atentas a corta distancia. Magdalena no se apartaba del Cuerpo de Jesús, pero Juan daba continuo apoyo a La Virgen e iba de aquí para allá, servía de mensajero entre las mujeres y los hombres, ayudando a unas y otros. Las mujeres tenían a su lado botas incipientes a su lado de boca ancha y un jarro de agua, puesto sobre un fuego de carbón. Entregaban a María y a Magdalena, conforme lo necesitaban, vasijas llenas de agua y esponjas que exprimían después en los recipientes de cuero.

La Virgen Santísima conservaba un valor admirable en su indecible dolor. Era absolutamente imposible dejar el Cuerpo de su Hijo en el estado en que lo había dejado el suplicio, por lo que procedió con inefable dedicación a lavarlo y a limpiarle las señales de los ultrajes que había recibido. Le quitó, con la mayor precaución la corona de espinas, abriéndola por atrás y contando una por una las espinas clavadas en la cabeza de Jesús, para no abrir las heridas al intentar arrancarlas. Puso la corona junto a los clavos, entonces La Virgen fue sacando los restos de espinas que habían quedado, con una especie de pinzas redondas y las enseñó con tristeza a sus compañeras. 

El divino Rostro de Nuestro Señor, apenas se podía conocer, tan desfigurado estaba con las llagas que lo cubría, la barba y el cabello estaban apelmazados por la sangre. María le alzó suavemente la cabeza y con esponjas mojadas fue lavándole la sangre seca. Conforme lo hacía, las horribles crueldades ejercidas sobre Jesús se hacían más visibles en el Rostro de Jesús y se acrecentaban herida tras herida. Lavó las llagas de la cabeza, la sangre que cubría los ojos, la nariz y las orejas de Jesús, con una pequeña esponja y un paño extendido sobre los dedos de su mano derecha. Lavó del mismo modo, su boca entreabierta, la lengua, los dientes y los labios. Limpió y desenredó lo que restaba del cabello del Salvador y lo dividió en tres parte, una sobre cada sien y la tercera sobre su nuca.

Tras haberle limpiado la cara, La Santísima Virgen se la cubrió después de haberla besado, luego se ocupó del cuello, de los hombros y el cuello, de los brazos y de las manos. Todos los huesos del pecho, todas las coyunturas de los miembros estaban dislocados y no podían doblarse. El hombro que había llevado la Cruz, era una llaga enorme, toda la parte superior del Cuerpo estaba cubierta de heridas y desgarrada por los azotes. Cerca del pecho izquierdo se veía una pequeña abertura, por donde había salido la punta de la lanza de Casio. Y en el lado derecho, el ancho corte por donde había entrado la lanza por donde había entrado la lanza que le había atravesado el corazón.

La Virgen María lavó todas las llagas de Jesús. Mientras Magdalena, de rodillas le ayudaba en algún momento, pero si apartarse de los pies de Jesús que bañaba con lágrimas y secaba con sus cabellos. La cabeza, el pecho y los pies del Salvador estaban ya limpios: el Sagrado Cuerpo, blanco y azulado como carne sin sangre, lleno de manchas moradas y rojas, allí donde se le había arrancado la piel reposaba sobre las rodillas de la Madre, que fue abriendo las partes elevadas, después se encargó de embalsamar todas las heridas, empezando por la cara.

Las santas mujeres arrodilladas frente a María, le presentaron una caja donde sacaba algún ungüento precioso con el que untaba las heridas y también el cabello. Tomó en su mano izquierda las manos de su Hijo, las besó con amor y llenó con ungüento y perfume las heridas de los clavos. Ungió también las orejas, la nariz y la herida del costado. No tiraban el agua que habían usado, sino que la vertían dentro de las botas de cuero, en las que exprimían las esponjas. Yo vi muchas veces a Casio ir a por agua a la fuente de Gihón, que estaba bastante cerca. Cuando La Virgen hubo ungido todas las heridas, envolvió la cabeza del Salvador en paños, mas no cubrió todavía la cara; le cerró los ojos entreabiertos y dejó reposar un tiempo su mano sobre ellos. Cerró su boca y abrazó el Sagrado Cuerpo de su Hijo y dejó caer su cara sobre la de Él.

José y Nicodemo llevaban un rato esperando en respetuoso silencio cuando Juan, acercándose a la Virgen, le suplicó que se separase de su Hijo para que le pudieran embalsamar, porque se acercaba el sábado. María abrazó el Cuerpo de su Hijo y se despidió de Él en los términos más tiernos. Entonces los hombres cogieron la sábana donde estaba depositado el Cuerpo y así lo tomaron de los brazos de su Madre y lo llevaron aparte para embalsamar lo. María Santísima de nuevo abandonada a su dolor, que habían aliviado un poco los tiernos cuidados dispensados al Cuerpo de Nuestro Señor, se derrumbó ahora con la cabeza cubierta en brazos de las santas mujeres. Magdalena como si hubieran querido robarle a su amado corrió algunos pasos hacia Él con los brazos abiertos, pero tras un momento volvió junto a la Santísima Virgen.

El Sagrado Cuerpo fue trasladado a un sitio más bajo y allí lo depositaron encima de una roca plana, que era un lugar adecuado para embalsamar lo. Vi como primero pusieron sobre la roca un lienzo de malla, seguramente para dejar que corriese el agua; tendieron el Cuerpo sobre ese lienzo calado y mantuvieron otra sábana extendida sobre Él. José y Nicodemo se arrodillaron y, debajo de esta cubierta, le quitaron el paño con el que lo habían cubierto al descenderlo de la Cruz y el lienzo de la cintura, y con esponjas le lavaron todo el Cuerpo, lo untaron con mirra, perfume y espolvorearon las heridas con unos polvos que había comprado Nicodemo y, finalmente envolvieron la parte inferior del Cuerpo.

Entonces llamaron a las santas mujeres, que se habían quedado al pie de la Cruz. María Santísima se arrodilló cerca de la cabeza de Jesús, puso debajo un lienzo muy fino que le había dado la mujer de Pilatos, y que llevaba Ella alrededor de su cuello, bajo su manto; después, con la ayuda de las santas mujeres lo ungió desde los hombros hasta la cara con perfumes, aromas y perfumes aromáticos. Magdalena echó un frasco de bálsamo en la llaga del costado y las santas mujeres pusieron también hierbas en las llagas de las manos y de los pies. Después, los hombres envolvieron el resto del Cuerpo, cruzaron los brazos de Jesús sobre su pecho y envolvieron su Cuerpo en la gran sábana blanca hasta el pecho, ataron una venda alrededor de la cabeza y de todo el pecho. Finalmente colocaron al Dios Salvador en diagonal sobre la gran sábana de seis varas que había comprado José de Arimatea y lo envolvieron con ella; una punta de la sábana fue doblada desde los pies hasta el pecho y la otra sobre la cabeza y los hombros; las otras dos, envueltas alrededor del Cuerpo.

Cuando la Santísima Virgen, las santas mujeres, los hombres, todos los que, arrodillados rodeaban el Cuerpo del Señor para despedirse de Él, se operó delante de sus ojos un conmovedor milagro: el Sagrado Cuerpo de Jesús, con sus heridas, apareció representado sobre el lienzo que lo cubría, como si hubiese querido recompensar su celo y su amor y dejarles su retrato a través de los velos que lo cubrían. Abrazaron su adorable Cuerpo llorando y reverentemente besaron la milagrosa imagen que les había dejado. Su asombro aumentó cuando, alzando la sábana, vieron que todas las vendas que envolvían el Cuerpo estaban blancas como antes y que solamente en la sábana superior había quedado fijada la milagrosa imagen. No eran manchas de las heridas sangrantes, puesto que todo el Cuerpo estaba envuelto y embalsamado, era un retrato sobrenatural, un testimonio de la divinidad creadora, que residía siempre en el Cuerpo de Jesús. Esta sábana quedó después de la Resurrección en poder de los amigos de Jesús; cayó también dos veces en manos de los judíos y fue venerada más tarde en diferentes lugares. Yo la he visto en Asia, en casa de cristianos no católicos; he olvidado el nombre de la ciudad, que estaba situada en un lugar cercano al país de los tres Reyes Magos. 



Ante todo, el cadáver presenta un rostro de una impresionante y grandiosa calma serena y de una belleza varonil infrecuente, en el que se acusan numerosos golpes, uno de ellos, seguramente un garrotazo, deforma la nariz con una posible fractura de cartílagos nasales. En la región molar derecha destaca la huella de un puñetazo con acusada hinchazón con varios regueros de sangre fresca que se empaparon en la tela funeraria.

Destaca claramente pecho y vientre del cadáver con un tórax levantado en fase inspiratoria, en el que se dibujan con gran relieve los múlsculos pectorales. Da la impresión de un tórax de atleta sobre un epigastrio deprimido, en hueco, cruzado por los brazos. La mano izquierda sobre la derecha presenta una herida en su cara dorsal; redonda y bien definida de la que parte un reguero de sangre que por la posición del cadáver aparenta ascendente... La herida es la salida del clavo que crucificó aquella mano pasando por entre los metacarpios a través del espacio de Destock. El reguero es la sangre que se deslizó desde la herida buscando el codo... Esta mano aún presenta una estructura normal, con el pulgar en oposición por la lesión de los nervios medianos y los dedos ligeramente flexionados.

Pero por debajo de esta mano izquierda asoma una horrible, mano derecha, cuyos dedos índice y medio están completamente dislocados y proyectados hacía delante, tanto que sobrepasa el índice su longitud normal en casi un centímetro y medio. No presenta además la semiflexión característica de la otra mano, sino una forzada rigidez. Esto revela que la mano derecha debió ser mal clavada, o sea, que no encontró el verdugo el espacio de Destock y clavó el clavo forzando la unión entre el escafoides y el hueso grande, por encima del trapezoide, empujando así el estiramiento forzado del dedo. En el antebrazo derecho también aparece el reguero de sangre.

En la parte del tórax y en el vientre destacan en el plano anterior numerosas huellas de los azotes, que también se observan formando abanico en la parte alta de los muslos, sobre todo en el derecho, y en la parte anterior de las piernas. Esto permite curiosas observaciones, como la de que uno de los verdugos flageladores era más alto que el otro, usando dos instrumentos de tortura distintos, el uno el clásico “flagrum” con sus tres ramales rematados con dos bolitas de plomo cada uno. Cada golpe del “flagrum” da tres latigazos que producen además cada uno dos contusiones más o menos intensas con los plomos. El otro instrumento es el “flagellum” formado por dos tiras de correas que cada una tenía en su terminación un pasador metálico que terminaba en dos bolitas. Estas bolitas era algo así como una minúscula pesa de las que antiguamente se usaban en los gimnasios formada por dos esferas de hierro unidas por una barra.

Según el doctor Pedro Barbet, uno de los que con más entusiasmo han estudiado la Sábana Santa de Turín, se cuentan: en el dorso de Jesucristo más de cien, tal vez unas ciento veinte lesiones. Esto hace su poner que los verdugos descargaron en conjunto unos sesenta golpes, calculándose que cada instrumento, tenía dos ramales. Debe observarse que sólo los golpes que produjeron heridas han quedado marcados en la Sábana, pero no aquellos que sólo acardenalaron la piel, pues las equimosis no pueden producir imagen, alguna.

Lo que sí queda fuera de duda es que se rebasó el máximo de cuarenta golpes de la costumbre judía. Si le atribuímos diecinueve golpes a cada uno de ellos, el del “flagrum” con sus tres ramales habrá producido cincuenta y siete latigazos y el del “flagellum” de dos ramales, treinta y ocho, que sumados dan noventa y cinco, número muy inferior al contado por el doctor Barbet. No es pues, cálculo exagerado el de cincuenta golpes por verdugo. Como lógicamente golpeaban alternativamente y no ambos a la vez, hay que calcular que la flagelación duraría de cuarenta a cuarenta y cinco minutos.

En ambas rodillas se aprecian claramente las lesiones producidas por las caídas en los desfallecimientos bajo el ingente peso de la Cruz. Son lesiones clásicas, redondeadas, profundas y de bordes anfractuosos. Sobretodo en la rodilla derecha se aprecian tres: una grande, central y dos más pequeñas que pueden atribuirse a dos guijarros pequeños y de bordes cortantes que bajo el peso del cuerpo se clavaron en la maltrecha rodilla.

Página oficial: www.sindone.org
Visión profética de la Sábana Santa de Ana Catalina


Juan Pablo II: 
-"Lo que realmente cuenta para los creyentes es que la Sabana Santa es espejo del Evangelio".
-"Todo hombre sensible se siente interiormente tocado y conmovido al contemplarlo","con libertad interior y cuidadoso respeto, tanto de la epistemología científica como de la sensibilidad de los creyentes", "sin posiciones preconcebidas que den por descontado resultados".
-"Imagen del sufrimiento humano", "que revela y esconde".
-"Recuerda al hombre moderno, el drama de tantos hermanos y lo invita a interrogarse sobre el misterio del dolor para profundizar en sus causas".
-"La Sábana Santa no sólo nos lleva a salir de nuestro egoísmo, sino que además nos permite descubrir el misterio del dolor, que santificado por el sacrificio de Cristo, genera salvación para toda la humanidad".
-"Es el pecado, los pecados de cada ser humano"
-"Al hablarnos de amor y de pecado, la Sábana Santa nos invita a imprimir en nuestro espíritu el rostro del amor de Dios".

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lunes, 29 de abril de 2013

REIKI-Secta Espiritista-Nueva Era: Terapia oriental peligrosa (831)

ReL (4/4/13)-Testimonio real de un joven español: Eduardo es un joven español que ha explicado su experiencia con el Reiki y Nueva Era a ReL: "Yo aprendí en mis carnes que las ofertas de la Nueva Era no son lo que parecen, que las supuestas energías que te venden no son energías, no vienen ni de la tierra, ni muchísimo menos de Dios. La gente no sabe dónde se está metiendo", denuncia Eduardo.

La forma más común de caer en el Reiki es sufrir alguna enfermedad y buscar algo alternativo, a menudo por consejos de amigos, pseudo-terapeutas, etc... 

- Uy, tú lo que necesitas es que te hagan un poco de Reiki...
- Rei... ¿qué? ¿Eso qué es lo que es?
- ¡Reiki, hombre! Es una terapia buenísima para todo… Te cura y te mejora todo tipo de enfermedades físicas y psicológicas. Incluso te puede ayudar a morir, si es que ya ha llegado tu hora. Puede ser como una terapia o tratamiento paliativo…

Diálogos así, señala Eduardo, llevan al Reiki a muchas personas.

Sin formación sobre el mal y lo sobrenatural

"Te quedas con cara de póker. Suele resultar que tú eres (como lo era yo) un total analfabeto en temas religiosos. De pequeño te bautizaron, pero tú no te acuerdas. Hiciste la Primera Comunión vestido de blanco, porque la hacían tus amigos pero realmente no te habías enterado muy bien de lo que estabas haciendo. 

Y jamás ningún cura en 12 años de colegio católico y catecismo te habló sobre el mal, Satanás, el demonio... Nunca te advirtieron que no debes abrir una puerta al demonio, que después cerrarla cuesta meses o años de oración y de ni-te-imaginas", explica Eduardo. Y así la persona se apunta un teléfono, llama y acude a su primera sesión de Reiki. 

El anzuelo del bienestar

»El Reiki habla de una técnica japonesa de energía canalizada para la sanación. Te explican que tenemos chakras -puntos energéticos en el cuerpo- y seguramente nos dirán que tenemos el aura de color un poco pálido y que eso denota enfermedad. Y te dicen que no te preocupes porque impondrán sus manos sobre nuestro cuerpo y todo se irá yendo progresivamente… 

»Y el problema es que eso parece al principio. Llegas a notar una pseudo sensación de bien estar, una falsa sanación de síntomas… Es un anzuelo para que pienses que todo eso es maravilloso. También piensas: Uy, yo aquí tomando medicamentos y destrozándome el hígado, cuando todo esto se puede resolver con una imposición de manos".

El segundo paso, dice Eduardo, es preguntar al operario: 

- Oye, perdona, y para hacer esto, ¿qué es lo que hay que estudiar?
- Pues nada en especial, esto lo puede hacer todo el mundo -suele ser la respuesta. -Solamente tienes que hacer un sencillo curso y pasado el primer nivel ya uno empieza a ser canal de energía y ya la empiezas a notar en las manos. Y a partir de ahí ya no tienes que venir a que te lo hagamos aquí, porque tú mismo ya puedes autosanarte. 

"El tercer paso si eres un poco curioso, como yo lo fui en su día, es apuntarte al siguiente curso que hagan", señala Eduardo. "Y no se crean ustedes que en estos cursos se mete gente rara, con problemas sociales o con una vida diferente a la de cualquiera. No, esos cursos están llenitos de gente de toda edad y clase social. Especialmente jóvenes como yo, ansiosos de poder sanar a otra gente. Jóvenes que no saben que le están abriendo la puerta al demonio". 

Amor, meditación y buen rollito


»Llegas al curso y un grupo de gente te habla de paz, amor, meditación y buen rollito… Energía positiva para tu vida y la capacidad de auto-sanación que tiene el mundo entero. Una energía que Dios repartió a la tierra. 

»Según algunos de ellos, a los sacerdotes no les conviene contar esto porque a ellos les interesa tener el poder de sanación de enfermos en exclusiva. Y te dicen aquello de: “con la iglesia hemos topao, ya sabes”. Y tú lo ves todo claro y piensas que puede que tengan toda la razón e inmediatamente te metes en vereda con los chakras, las capas, el aura, la reencarnación, los seres de luz, los maestros de luz, etc… Y te compras un millón de libros porque acabas de descubrir un maravilloso mundo nuevo".

»Durante ese curso, se realiza un ritual. Antes, te dan una enseñanza teórica sobre chakras y un batiburrillo de todas las religiones del mundo mezcladas y manipuladas. Y eso se convierte en el dogma de fe número uno en tu vida. Ya hasta te apetece comprarte una túnica y pintarte un lunar en la frente, el tercer ojo".

Das permiso para sentir las energías

"Después te sometes a un ritual donde te hacen un bailecito japonés y das permiso para sentir las energías. Te tiras 3 horas intentando aprender un símbolo japonés. Te pones a dibujarlo hasta que ya te sale hacerlo sobre un papel, sobre una pared y sobre un cuerpo, hasta que ya lo dibujas con la vista sin tener que trazarlo. Luego, otras 2 horas para aprenderte su extraño nombre en japonés. Pero a las pocas horas, al fin, el símbolo ya es tuyo. Y ya empiezas a utilizarlo. Hay que repetirlo 3 veces para “llamar a la energía curativa”. 

Y a partir de ahí ya empiezas a sentir esa energía, como eléctrica en las manos. Y te dicen que se puede utilizar para todo. 

»Vas a tu casa, marcas la casa entera con el símbolo y se lo cuentas a tus amigos y amigas y vecinos y a la gente que más aprecias en la vida y les dices: amigo, amiga, tienes que aprender a hacer esto. 

»El paso siguiente es reunir a tu grupo de amistades más fiel y convencerlos para que ellos también se hagan el curso… Hasta que lo hacen… 

Maestros invisibles y cosas sobrenaturales

»Y el penúltimo paso antes de enfermarte, es meterte ya en esa secta hasta puntos insospechados y de repente ir descubriendo que los maestros de Reiki (se alcanza el grado de maestría cuando te has sometido a 4 rituales fantásticos, cada uno con sus símbolos japoneses) son capaces de hacer cosas “sobrenaturales”.

Según Eduardo, a partir de cierto nivel, los "maestros de Reiki" parecen realmente ser "capaces de adivinar cosas, saber cuándo va a haber un terremoto, entender lenguas muertas, ver espíritus pasando por por el salón de su casa". Además, ellos mismos explican que obedecen las órdenes de un invisible "guía espiritual” que según ellos es un “ángel de luz” que es el encargado de guiarlos por su camino espiritual.

Así, lo que empezaba como "una energía curadora", impersonal, canalizable... pasa a ser, a niveles altos, una relación con entidades espirituales invisibles que otorgan conocimientos ocultos. 

Es decir, el Reiki implica el trato con las entidades espirituales malignas que la tradición judeocristiana y la Iglesia llama demonios.

El demonio se cobra su precio

"El demonio, que ya sabe que tú lo sabes, no va a permitir que tú vayas contando esto tan alegremente por ahí. Irá a por ti. Lo más leve que te podrá hacer es empezar a arruinarte la vida en todos sus campos, especialmente en el económico/laboral. No te extrañes si tienes una racha de mala suerte que perdura en el tiempo y que no se termina nunca. Ni te extrañes de discusiones en tu hogar que no sabes ni porqué empiezan ni mucho menos, porqué no se terminan nunca. Y luego empezarás a enfermar en mayor o en menor medida. Todo es progresivo, no suele ser de un día para otro", afirma Eduardo.

»Las personas que practican el Reiki, en general no están conscientes de que están llamando a los espíritus de Reiki cuando envían Reiki o están iniciando a otros. Invitan a los espíritus del Reiki dibujando el símbolo japonés de un demonio específico y les invitan llamando su nombre 3 veces, de esta manera pueden enviar la energía Reiki a alguien. También por los mismos símbolos, inician a alguien espiritualmente al Reiki, abriendo, por rituales, acceso a estos espíritus del Reiki para que el fluir de la energía Reiki pueda venir. Los Reikianos son engañados por las manifestaciones y el bienestar a corto plazo".

Eduardo identifica así los 5 dibujos clásicos de la iniciación en el Reiki:


1- Dai-ko-myo, demonio principal, soberano del Reiki
2- Hon-cha-se-shonen, el espíritu de contacto del Reiki. Símbolo y espíritu para el segundo nivel de Reiki, para hacer contacto con una persona o una situación distante. Significado: “de mi divinidad a la tuya”. Se usa en todas las iniciaciones e incluso está escrito en la mano en el ritual para el segundo nivel de Reiki.
3- Sei-heki, espíritu de guía, del Reiki. Símbolo y espíritu para el segundo nivel de Reiki, para influir en los niveles subconscientes. Se puede usar en la manipulación de personas. Este espíritu revela mucho sobre la gente y sus situaciones, y envía esta información al "tercer ojo". Este símbolo también se usa en todas las iniciaciones de Reiki.
4-Tjoko-rei, principal espíritu del Reiki. Símbolo y espíritu para el segundo nivel, activa o incrementa la energía reiki que se envía sobre alguien. Significa: "dios, ven aquí", mandando actuar a la divinidad del reiki.
5- Ling, espíritu principal del Harbori-reiki. Símbolo y espíritu para enviar o incrementar energía: es popular en España. 

Hay muchas diferentes formas de reiki que usan otros símbolos, dan nombres a espíritus (ling, raku, dragon de fuego, etc y demonios del satanismo). Cada maestro de Reiki es libre de mezclarlo con lo que quiera. Eduardo señala distintos gurús orientales y líderes de sectas que han creado su variante: reiki de Osho o Reiki de Bagwan, Reiki de Saibaba, Reiki de Yoga, de Karuna, de Harbori, de Rainbow-reiki...etc. 

Cuando los materialistas hacen espiritismo


Eduardo señala que muchos usuarios de Reiki son personas vagamente materialistas, atraídos por esa idea de una energía que no es religiosa, y es difícil explicarles lo que se descubre a niveles más avanzados: que es un edificio construido sobre el trato con espíritus. 

"A la gente a la que le he intentando explicar que esto viene del demonio, se han echado a reir y se piensan que el que estoy en una secta soy yo", lamenta. Sin embargo, la experiencia pastoral de sacerdotes exorcistas católicos de todo el mundo confirma lo vivido por Eduardo.

»Tengo más de 50 amigos y amigas metidos en esto, y estoy rezando para que no se enfermen como yo lo hice, pero creo que es inevitable. En la escuela de masajes que hay en los bajos de mi edificio anuncian cursos de 2º nivel de reiki por 200 euros. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Rezar Rosarios, rociar con agua bendita el local? Es complicado hacerles entender que están invocando demonios japoneses en el edificio donde vivo". 

Por eso, pide "instruir a los jóvenes en los colegios y en las parroquia".

Para los ateos, tiene un mensaje muy concreto. "Si eres ateo y no crees en nada, al menos no hagas nada: mejor eso, que hacer algo de lo que te puedes arrepentir el resto de tu vida". 

Eduardo también cree que el gesto de imposición de manos del reiki es como una mofa o burla del demonio respecto a la oración con gesto de imposición de manos de los cristianos, como se da por ejemplo en la Renovación Carismática Católica, "que en Latinoamérica es muy normal que ayuden en las liberaciones, mientras que aquí en España estamos a uvas como con casi todo". 

Los 5 consejos para dejarlo

"Si ya te metiste y ya empezaste a darte cuenta de tu gran error, estos son mis consejos:

1- Haz una Confesión completa de vida. Busca un sacerdote y confiesa todo. Empieza por decirle que faltaste al primer mandamiento y que hiciste una práctica espiritual que es una gran ofensa a Dios. Arrepiéntete de corazón y recibe absolución. Infórmate bien de lo que conlleva cumplir los mandamientos porque en España, casi nadie los está cumpliendo.
2- A partir de ese momento, haz vida 100% cristiana. Misa y comunión diaria. Rezar mínimo un Rosario al día. 
3- Busca en Internet oraciones católicas de sanación, liberación y renuncia al mal, y rézalas.
4- Haz alguna novena pidiendo una completa sanación y liberación. Esto no es magia, salir de esto se tarda y es proporcional al tiempo que hayas estado practicando…
5- En casos muy graves, busca un sacerdote exorcista experimentado. 

Eduardo aporta su correo electrónico (victimasdeldemonio@gmail.com ) en el que está dispuesto a recibir consultas, comentarios y también "sugerencias, direcciones de exorcistas de cualquier parte del mundo y todo lo que pueda ayudar en estos temas". 

Lea también: 
-"He tratado muchos que vienen del reiki, ¡es como el espiritismo, es abrir una puerta a los espíritus!", dice el exorcista de Cartagena

domingo, 28 de abril de 2013

EL Padre José Antonio Fortea habla claro sobre las señales del "Fin de los Tiempos" (830)


"Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso... ... Tempestades que destruirán ciudades, terremotos que engullirán países; se oirán voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros, llamarán a la muerte. ... La sangre correrá por todas partes. ¿Quién podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de la prueba?" (Virgen de La Salette). 

"Soy el Arcángel San Miguel. Si los hombres no cambian y no dejan de ofender a Dios, habrá manifestaciones que causarán terror a los habitantes de la tierra, se oirán grandes sonidos en el aire; habrá toda clase de temblores, las casas volarán por los aires, muchos cuerpos volarán y la piel se desprenderá de su cuerpo. Todos los ojos lo verán y aun muchos no lo creerán. Así de endurecidos están los corazones de los humanos. Haced penitencia y haced oración. Acercaos a la Eucaristía, confesad vuestras culpas. Pedid al Padre Eterno. Apresuraos a escuchar mis palabras, que el tiempo se aproxima. Pedid por los que no rezan y haced penitencia por los que no la hacen". Mensaje dado a Amparo Cuevas (Vidente de El Escorial) el 19 de Marzo de 1982.

Blog del P.Fortea (28/3/13): Los signos de los tiempos. En mi oración le pido al Señor que me ayude a interpretar los signos, los muchos signos, que se están acumulando en todo el mundo acerca de lo que se avecina en este cambio de época que nos ha tocado vevir. Que vivimos un cambio de época, eso no lo duda nadie. Que se ha acumulado mucho pecado, eso es algo de lo que nos llevan advirtiendo los profetas del Altísimo desde hace una generación. Que la Biblia nos advierte que cada acción conlleva consecuencias es algo que ya nos dice hasta la misma razón.

No quiero asustar al personal. Pero, desde hace tiempo, los signos de los tiempos son tremendos. Entre otros signos, tales como la caída de pájaros muertos del cielo, están los ruidos inexplicables que se oyen del cielo o de lo profundo de la tierra. Nunca lo había dicho aquí, pero yo fui testigo de uno de esos ruidos inexplicables. Algún día lo contaré por aquí. Pero fue una cosa que me impactó muchísimo. Me ocurrió en un paseo con un franciscano por Roma. Fue algo que me impresionó muchísimo. Por eso, cuando más gente ha hablado de esos ruidos inexplicables en todo el mundo, he sabido que es cierto, que no son imaginaciones de la gente.

Se acerca un gran viernes santo para la Humanidad. No quiero parecer un visionario. Cuanto me gustaría aparecer como alguien serio y respetable. Pero como pastor debo advertir en la medida de mis posibilidades que tanto aborto, tanta infidelidad en la familia, tanto egoismo, tanta soberbia contra Dios, tanto olvido del sentido de la existencia, tanta agresividad contra la verdadera religión, tantas y tantas iniquidades se han acumulado y han decantado la balanza del rigor divino.

Pero tranquilos, no os preocupéis, según otros todo esto que padecemos y lo que nos va a ocurrir, es sólo economía, sociología y geopolítica. 

Blog del P.Fortea (29/3/13): Estimado amigo, me pides en tu e-mail que no tarde en contar el episodio de Roma del que hablaba ayer. Me acordé de ti y pensaba llamarte. Pero opté por dedicarme más a la oración estos días del Triduo. Paso ahora al episodio.

Hace dos años, iba yo paseando con mi amigo franciscano por una calle de Roma. Una calle medio kilómetro del centro de Roma. Íbamos enfrascados en nuestra conversación sobre cuestiones eclesiásticas o similares. De pronto, justo en la primera calle perpendicular a la nuestra, suena el estruendo de una explosión, una gran explosión.

Nos quedamos inmóviles en la acera y nos miramos. Al instante, me dirigí hacia la calle para dar los sacramentos a los heridos que hubiera. El estruendo había sido tan impresionante que la gente impresionada con cara de susto salió de los bares a ver qué había sido aquello. Recuerdo dos policías que se dirigieron corriendo hacia el lugar. 

No tardé nada en llegar, me hallaba a unos veinte metros del sitio. En cuanto doblé la esquina, no pude dar crédito a lo que vi. Había mucha gente en las aceras preguntándose qué había pasado. Pero ninguna bomba había explotado, ningún coche había saltado por los aires, no había en el aire ninguna nube de humo, no se había roto ni siquiera el cristal de una ventana. 

Todos los presentes estábamos inmóviles, tratando de comprender. Había una sensación de incredulidad en los rostros. ¿Cómo era posible semejante explosión sin que nada se hubiera destruido?

Aquello me dejó muy perplejo, pero varias semanas más tarde escuché por primera vez la noticia (poco creíble) de que en distintos lugares del mundo se estaban escuchando explosiones y extraños sonidos que procedían del aire, que eran enteramente inexplicables.Como le dije a una persona: jamás hubiera creído la noticia, si no fuera porque yo mismo fui testigo de una de esas explosiones.

Podéis ver en el vídeo de abajo que los noticiarios que dan las noticias en cada lugar del mundo, no son precisamente noticiarios de canales desconocidos. Son canales serios y lo extraño es que la noticia no haya pasado a ser primera noticia en los grandes canales del mundo. Aunque hay que reconocer que la noticia no parece creíble y hubiera restado credibilidad a lo que se considera un noticiario riguroso como la BBC o la CNN. Pero el fenómeno HUM y el fenómeno BOOM es completamente real:



¿Es esto un signo del cielo? ¿Es un signo del cielo el que caigan pájaros muertos de lo alto? No, seguro que la economía, Freud y la sociología tienen una buena y seria explicación para todo esto.


Blog Pensamiento Disidente (9/4/13): La revista GeoChange Journal ha entrevistado el profesor de Azerbaiján Elchin Khalilov, líder de un grupo de científicos expertos en geofísica que han estado estudiando los extraños sonidos provenientes del cielo que han sido reportados por multitud de personas durante el pasado 2011 y este principio de 2012. Khalilov afirma que muchos de los reportes no son un fraude y ofrece una explicación sólida.

GCJ: Sr. Khalilov, ¿cuál es la naturaleza de los inusuales sonidos graves reportados por un gran número de personas, en diferentes partes del planeta, desde el verano de 2011? Muchos los llaman ”El Sonido del Apocalipsis”. Información sobre el fenómeno ha llegado desde varias partes del mundo: EE.UU., Reino Unido, Costa Rica, Rusia, República Checa, Australia, etc.

Khalilov: Hemos analizado los registros de estos sonidos y descubrimos que la mayor parte de su espectro se encuentra dentro del rango del infrasonido, es decir, que no es audible para los seres humanos. Lo que la gente escucha es sólo una pequeña fracción de la potencia real de estos sonidos. Son emisiones acústicas de baja frecuencia, en el rango entre 20 y 100 Hz, modulados por ondas infrasónicas ultra-bajas de 0,1 a 15 Hz. En geofísica, se les llama ondas de gravedad acústica; se forman en la atmósfera superior, en el límite entre la atmósfera y la ionosfera, en particular.

Puede haber un buen montón de causas por las que estas ondas se generan: terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, tormentas, tsunamis, etc. Sin embargo, la magnitud del zumbido analizado, tanto en términos de área cubierta como por su potencia, supera con creces las que pueden ser generadas por los fenómenos antes mencionados.

GCJ: En ese caso, cuál podría ser la causa de este zumbido en el cielo?

Khalilov: En nuestra opinión, el origen de esta poderosa e inmensa manifestación de ondas acústicas gravitacionales deben ser procesos energéticos a muy grande escala. Estos procesos incluyen potentes llamaradas solares y enormes flujos de energía, que acometen hacia la superficie de la Tierra y desestabilizan la magnetosfera, la ionosfera y la atmósfera superior. El impacto de las ondas de choque en el viento solar, las corrientes de corpúsculos y las explosiones de radiación electromagnética son las principales causas de generación de ondas gravitacionales acústicas después de un aumento de la actividad solar.

Dado el aumento en la actividad solar, manifestado en el aumento y la energía de las llamaradas solares desde mediados de 2011, podemos suponer que existe un alta probabilidad de que ésto tenga impacto en el aumento sustancial del inusual zumbido proveniente de el cielo. Cabe señalar que la actividad solar comenzó a subir considerablemente desde principios de 2011, con una amplitud significativamente mayor que todas las previsiones dadas por una serie de influyentes instituciones científicas en 2010 y 2011. El incremento observado en la actividad solar es totalmente consistente con el pronóstico del Comité Internacional GEOCHANGE, publicado en el Informe de la Comisión en junio de 2010. Si esta tasa de crecimiento de la actividad solar continúa, su amplitud a finales de 2012 será mayor que la amplitud del vigesimotercer ciclo solar, y en 2013-2014 la actividad solar alcanzará su pico de amplitud, el cual predecimos que sería de 1.5 - 1,7 .

GCJ: Pero usted dijo que la causa del ”zumbido del cielo” puede estar en el núcleo de la Tierra, ¿qué significa?

Khalilov: Hay otra causa posible más para estos sonidos, y puede estar en el núcleo de la Tierra. El hecho es que la aceleración de la deriva del polo norte magnético de la Tierra, que aumentó más de cinco veces entre 1998 y 2003, se encuentra hoy en el mismo nivel de intensificación que los procesos de energía del núcleo de la Tierra, ya que son los procesos en el núcleo interior y exterior los que forman el campo geomagnético de la Tierra.

Como ya hemos informamos, el 15 de noviembre de 2011, todas las estaciones geofísicas ATROPATENA registraron variaciones en tres dimensiones del campo gravitatorio de la Tierra, y casi al mismo tiempo se registró un impulso gravitatorio de gran alcance. Las estaciones están desplegadas en Estambul, Kiev, Baku, Islamabad y Yogyakarta; la primera y la última están separadas por una distancia de unos 10.000 km. Este fenómeno sólo es posible si la fuente de esta emanación es a nivel del núcleo de la Tierra. Esa enorme liberación de energía desde el núcleo de la Tierra a finales del año pasado fue una especie de señal de salida, que indica la transición de la energía interna de la Tierra hacia una nueva fase activa.

La intensificación de los procesos de energía en el núcleo de la Tierra son capaces de modular el campo geomagnético que, a través de una cadena de procesos físicos en el límite de la ionosfera y la atmósfera, genera ondas acústica gravitatorias audibles, las cuales han sido escuchadas por la gente en la forma de alarmantes sonidos de baja frecuencia en diferentes partes de nuestro planeta.

En ambos casos, aunque las causas de la acústica de las ondas de gravedad son de naturaleza geofísica un poco incomprensible, son indicativos del importante aumento previsto de la actividad solar y la actividad geodinámica de nuestro planeta. No hay duda de que los procesos en el núcleo rigen la energía interna de nuestro planeta, por lo tanto, habrá que esperar a finales de 2012 un fuerte aumento de fuertes terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis y fenómenos climáticos extremos, con niveles máximos en 2013 - 2014.

PUBLICADO POR ANTONIO M.R.

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sábado, 27 de abril de 2013

USA pro-VIDA: "October Baby" en el Top 10 de películas estrenadas (828)


La Fundación DIF (Desarrollo Integral de la Familia) ha organizado, en colaboración con European Dreams Factory, un pase especial en Madrid de la película October Baby, que llegará a las pantallas el próximo día 12 de abril. Con esta iniciativa, DIF quiere materializar su compromiso con la vida, y promover entre los adolescentes y las familias una película inspirada en una historia real sin moralinas fáciles ni juicios ligeros, que presenta una visión realista y humana sobre el drama del aborto, sobre el perdón, sobre el valor de la vida y sobre la posibilidad de reconducirla.

InfoCatólica/DIF (2/4/2013): October Baby se situó en la lista top ten de los filmes más vistos en su estreno en Estados Unidos. La cinta está inspirada en la historia real de Gianna Jessen, quien a los 19 años descubrió que había sido adoptada tras sobrevivir a un aborto fallido. La película narra la historia de una joven –Hanna- quien tras descubrir varias mentiras en torno a su vida, emprende un camino para encontrar a su madre biológica –que la quiso abortar- y un viaje interior en busca de su propia identidad. Atravesada por una historia de amor, y con un medido toque de humor, es una película para todos los públicos, y una propuesta idónea para compartir en familia con adolescentes.

DIF (Desarrollo Integral de la Familia) es una fundación orientada a promover los fines de la familia y la realización de las personas a través de formación y orientación en todas las etapas de la vida. Entre otras actividades, ofrece escuelas de padres, conferencias temáticas, cursos prematrimoniales con reconocimiento oficial, y un Curso Experto en Matrimonio y Familia on-line en colaboración con la Universidad Francisco de Vitoria, que en septiembre iniciará su IV edición. DIF es un apostolado del Regnum Christi presente actualmente en Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia.

El pase especial de October Baby tendrá lugar a las 21:00 el miércoles 3 de abril en los cines Roxy B (C/ Fuencarral 123, Madrid). 

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viernes, 26 de abril de 2013

"Cielo e Infierno: Verdades de DIOS" por María Vallejo-Nágera. Bajada al Infierno de Tamara Laroux y Conversión de María en Medjugorje (827)


María Vallejo-Nágera cuenta historias reales de Cielo e infierno en su último y sorprendente libro. La escritora madrileña incluye testimonios sobrecogedores de personas que han sobrevivido y que relatan lo que experimentaron sobre el Más allá (Madrid, noviembre de 2012).

Después de varios best-seller a sus espaldas (Un Mensajero en la noche, Luna Negra, El patio de los silencios, El Castigo de los ángeles, La nodriza o Mala Tierra…) María Vallejo-Nágera regresa a la República de las Letras con un ensayo religioso que está llamado a convertirse en un libro de obligada lectura.

Con "Cielo e infierno: Verdades de Dios" (LibrosLibres), que es su décimo trabajo literario y segundo ensayo, la autora se sumerge en el fascinante mundo de lo que la Iglesia católica define como “Cielo e infierno”. Dice la autora que “este libro es el que, con diferencia, más me ha costado escribir ya que me ha exigido muchos años de estudio y casi un año de trabajo para ponerle letra”.

Existencia del demonio

“Quizás el gran triunfo del demonio en nuestros días –señala María- es que el mundo crea que no existe. Esa ha sido su mayor trampa. Muchos jóvenes, incluso sacerdotes, les cuesta creer en la existencia del demonio; pero es un ser real”.

“Desgraciadamente, el católico de hoy desconoce lo que es la figura del demonio y el infierno. Ha habido una tendencia dentro de la Iglesia de hablar poco de estos temas que son desagradables, no gustan y no atraen, pero que, sin embargo, son una realidad”, dice María Vallejo-Nágera.

Experiencias de Cielo

“El lector de este libro –continúa la escritora madrileña- va a encontrar muchas sorpresas, casos reales y personas que han contando la experiencia de haber vivido el Cielo o que han experimentado el infierno. Hay personas que tras esa breve muerte en el quirófano han podido describir todo lo que vieron, y he tenido la enorme suerte de que me han contado sus experiencias… y no me lo podía guardar”.

“Con Cielo e infierno: Verdades de Dios intento llevar esperanza al lector, hacerle saber la realidad, que esté despierto, que se dé cuenta que existe un Cielo, purgatorio e infierno”.

Pautas para evitar el infierno

La autora subraya que “todo el libro está encauzado para que el lector sepa que su destino en todo el momento es el Cielo… y también doy pautas de cómo evitar el infierno, basándome en los consejos que da la Iglesia católica”.

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Video-Presentación del libro "CIELO e INFIERNO: Verdades de DIOS" (María Vallejo-Nágera):
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Ee1c6_sn3Xs

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Video-Testimonio  de la adolescente Tamara Laroux, sobre su bajada al Infierno, citado en el libro de Mª. Vallejo-Nágera: 

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Video-Testimonio de María Vallejo Nágera sobre su Conversión en Medjugorje (año 2000): http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=8y64vBKfTcw#!


El infierno según.....sor faustina kowalska (relato):

http://www.youtube.com/watch?v=gdRCsAzA70A&feature=youtu.be



"Profecía" de San Malaquías sobre los Papas y la destrucción de Roma: Lo que hay que saber (826)



Fe y Razón/ReL-Pablo Ginés (1/4/2013): Con el anuncio de la renuncia de Benedicto XVI, mucha gente habla de "la profecía de los Papas" atribuida a San Malaquías. Pero ¿qué importancia tiene esto? ¿Es algo que deba inquietar o quitar a la paz a los creyentes? Lo analizamos en nueve puntos, que siguen bastante de cerca un análisis del popular bloguero y evangelizador Jimmy Akin.

1. ¿Qué es la "la profecía de los Papas"?

Es un documento que publicó en 1595 un benedictino llamado Arnoldo de Wyon dentro de una historia de la orden benedictina que estaba escribiendo. Se trata de una lista de 112 frases cortísimas y enigmáticas en latín, que se supone que representan a papas desde la época del obispo irlandés San Malaquías, del siglo XII, en adelante. Es Wyon quien dice que el autor es San Malaquías. También él dice que no le consta que nunca antes se hubieran publicado en forma impresa. Además del listado de frases enigmáticas, Wyon añade una serie de interpretaciones y análisis que él atribuye al historiador y dominico español en Roma Alfonso Chacón (c. 1530-1599).

2. ¿Quién fue San Malaquías? ¿Es fiable?

San Malaquías (1094-1148) fue el arzobispo de Armagh, en Irlanda. Fue monje, abad, obispo y finalmente Primado de Irlanda, un gran reformador de la Iglesia y avivador de la fe. Murió en 1148, en Claraval (Francia), en brazos de San Bernardo de Claraval, quien le admiraba y escribió de él, de sus obras y de sus milagros. Por él sabemos que en 1139 el irlandés visitó Roma y se entrevistó con el Papa.

Que San Malaquías es santo y modelo de pastor y reformador no lo duda la Iglesia. Pero San Bernardo, que tanto lo quiso y que tanto escribió sobre su amigo, milagros incluidos, nunca escribió nada sobre ninguna profecía, visión, ni lista enigmática que hubiera dejado este santo. Ni rastro de esta lista profética hasta 450 años después.

3. ¿Por qué la gente habla de San Malaquías y la supuesta profecía estos días?

Porque la lista se acaba con el papa 112º. Benedicto XVI sería el número 111 de la "lista de San Malaquías". Y para el 112, la última anotación, en vez de un par de palabras, encontramos esta frase:
"Pedro el Romano, que nutrirá las ovejas en muchas tribulaciones; cuando acaben, la ciudad de las siete colinas será destruida, y el juez terrible juzgará a su gente. Final."

Así, el Papa que surgiera del Cónclave actual sería el último, Roma sería destruida, llegaría el juicio final, etc. Por eso la gente repasa listas de papables que se llamen "Pedro", a saber: Péter Erdo (arzobispo de Budapest), Peter Turkson (africano, de Ghana, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz) y, como segundo nombre, Odilo Pedro Scherer (arzobispo de Sao Paulo).

4. Pero, ¿qué credibilidad da el Magisterio de la Iglesia a esta "profecía"?

Ningún documento del Magisterio ha aprobado de ninguna manera nada de esta profecía ni se le ha dado ningún reconocimiento.

5. ¿Hasta qué punto podemos decir que sea "auténtica"?

San Malaquías murió en 1148, era un personaje bien conocido y popularizado por su amigo, San Bernardo de Claraval, el eclesiástico más influyente de su época. Pero ni San Bernardo ni nadie habló jamás de ninguna profecía de San Malaquías hasta que en 1595 la publicó Arnoldo de Wyon, casi 450 años después.

Quizá Arnoldo de Wyon se la inventó. O quizá un bromista, estafador o falsificador creó efectivamente la lista misteriosa en el siglo XVI, la puso en un archivo romano y ahí la encontró Arnoldo, documentándose para su historia benedictina.

6. Pero ¿la profecía acierta en los 111 papas que ya ha cubierto?

Los investigadores se han dado cuenta de que acierta mucho con los papas anteriores a 1590. Y acierta poco con los papas posteriores. Eso refuerza la idea de que el autor la escribió en 1590. Esto ya lo veía el historiador y benedictino gallego Benito Jerónimo Feijóo en su Teatro Crítico Universal (1724-1739).

Jimmy Akin, popular bloquero y apologista católico, hizo recientemente el experimento personal de repasar cada papa con su “profecía”: hasta 1590, el 95% de las profecías aciertan claramente, y sólo un 5% son vagas o dudosas. Desde 1590, sólo un 8% aciertan claramente (un 41% fallan y un 51% son vagas e indemostrables).

Curiosamente, los aciertos (¡y sobre todo los fallos!) de las frases anteriores a 1590 coinciden sospechosamente con un libro de historia de los Papas que escribió en 1557 el historiador agustino Onofrio Panvinio, bibliotecario del cardenal Alejandro Farnesio. Parece que el verdadero autor de las profecías usó ese libro.

7. ¿Ejemplos de "profecías" que aciertan?

"Ex castro Tiberis" (de un castillo en el Tiber) se refiere evidentemente a Celestino II (1143-1144), nacido en Citta di Castello, al lado del río Tiber. "Frigidus abbas" es Benedicto XII (1334-1342), que fue abad de Fontfroide (Fuentefría). "De parvo homine" (De un hombrecito), es Pío III (1503), cuyo apellido era Piccolomini (de piccolo y uomo, en italiano “hombre pequeño”).

8. ¿Ejemplos de "profecías" que encajan sólo forzadas?

"Aquila rapax" (águila rapaz) correspondería a Pío VII (1800-1823). ¿Por coincidir con el reinado de Napoleón? Pero entonces la frase no define al Papa sino a alguien más o algo más que actúa durante su papado... y entonces cualquier cosa sería aplicable: ¡siempre habrá algún gobernante rapaz como un águila en el mundo! Las profecías anteriores a 1590 se refieren a los Papas, no a eventos de su tiempo.

"Religio depopulata" (religión destruida) correspondería a Benedicto XV (1914-1922); de nuevo, no habla del Papa. Sí, la Revolución Rusa en 1917 dañó la religión en Rusia (pero no en Italia). Siempre hay algún poder que daña la fe en alguna parte del mundo.

9. ¿Y Jesús y la Iglesia que dicen de todo esto?

De la lista supuestamente profética, como de tantas otras supersticiones o engaños, la Iglesia no dice nada. Jesús, respecto a calcular días del fin del mundo o el Juicio Final dice, básicamente: "Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora" (Mateo 25,13); y sobre cómo vivir teniendo en cuenta el futuro Jesucristo enseña esto: "No estéis ansiosos sobre el futuro, que tiene sus propias ansiedades. Cada día ya trae su propia preocupación" (Mateo 6,34).

El Catecismo de la Iglesia Católica, en su párrafo 67, habla de las "llamadas revelaciones privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia". Incluso las reconocidas cumplen una condición: "su papel no es mejorar o completar la Revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivirla más plenamente en un cierto periodo de la historia".

Tratar de ligar papas y frases enigmáticas es una curiosidad intelectual o incluso supersticiosa, no algo que ayude a vivir la fe con plenitud. Sería más útil, por ejemplo, conocer al verdadero San Malaquías, ver sus obras y celo evangelizador en la Irlanda del siglo XII y tomarlo como modelo, en vez de perder el tiempo con lo que con toda seguridad es una falsificación del siglo XVI.

Fuente: FE y RAZÓN
Nº 80 – 1º de abril de 2013

miércoles, 24 de abril de 2013

NOVIOS: De la abstinencia sexual al Amor auténtico (851)


3. Noviazgo: ¿seguros? Ideas para acertar
4. Noviazgo y matrimonio
5. Cartas del diablo a su sobrino 


1. ¿Como novios? ¡Oh, no!

UNAV/Nuesto Tiempo-Enrique García-Maíquez: Las rupturas matrimoniales son pandemia, según expresión que ha hecho fortuna del psiquiatra Enrique Rojas. Para prevenirlas, se ofrecen cursos de orientación familiar de enorme interés. Que un matrimonio se apunte es un paso de gigante, pues supone que ambos dan al asunto la importancia que tiene. Sólo por eso, ya compensarían, aunque merecen la pena por mucho más. 

Ahora bien, sería bueno que los cursos afinaran al máximo. A mí se me ponen los pelos de punta cada vez que allí se propone que hay que quererse… como novios. ¡Oh, no! No es sólo que mi noviazgo fuera, como suelen, una montaña rusa, con subidas de vértigo y vertiginosas bajadas, discusiones cósmicas por nimiedades microscópicas, angustias melodramáticas y reconciliaciones de culebrón, sino que no fue más que el prólogo; y las circunstancias abismalmente distintas. C. S. Lewis en su ensayo Los cuatro amoresconcluye que todo amor acaba recurriendo a la caridad. Eso sí son palabras mayores. La última sesión de todos los cursos de amor matrimonial tendría que culminarse con una reflexión sobre la caridad y su necesidad insoslayable. Lo cual no es una derrota, ni mucho menos, siendo la caridad la expresión más alta del amor. Yo he visto de reojo a menudo a mi mujer darme unas generosas limosnas de cariño cuando menos las merecía, y uf, gracias a Dios. 

Pero al asediado amor conyugal hay que defenderlo por los cuatro costados, así que nos vendrán muy bien defensas más mundanas, que protejan todos los flancos. Habría que dedicar otra clase a la importancia y a la gestión eficaz de los proyectos compartidos, grandes, como los bebés, y pequeños, como el patrimonio, por ejemplo. Es lo de la famosa cita de Tierra de hombres deAntoine de Saint-Exupéry: “Amar no significa en absoluto mirarnos el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección”. Se ha repetido mucho con entonación dulce y mirándose, paradójicamente, a los ojos; pero en la práctica se olvida. 

El tercer flanco lo cubriría la convicción intelectual de que el matrimonio indisoluble es una magnífica idea. Kierkegaard explicaba que es casi imposible que en una isla desierta un hombre y una mujer no acaben por entenderse a las mil maravillas, superando en un santiamén sus desavenencias. Una vez convencidos ambos cónyuges, el matrimonio es esa isla desierta, presta a transfigurarse en un jardín del Edén. A favor del matrimonio como institución argumenta, con el vigor de la casa, G. K. Chesterton en La superstición del divorcio. 

El cuarto costado es el más mundano, pero hay que fortalecerlo como a los demás. Se requiere comprender a fondo el mecanismo del deseo si se quiere manejar con cierta seguridad material tan inflamable. Para eso, recomiendo estudiar muy bien las cartesianas ideas del antropólogo René Girard. En su último libro, Geometrías del deseo, profundiza en todo lo que descubrió en el primero, Mentira romántica y verdad novelesca. Los humanos no deseamos en línea recta, sino mediante triángulos. Desde niños, aprendemos a desear imitando a los otros. Y en la adolescencia, no digamos. Y de mayores, igual. Los grandes escritores —Cervantes, Shakespeare, Stendhal, Proust…— lo saben desde siempre. Y los publicistas. Y nuestras mujeres, quizá inconscientemente, cuando se arreglan para salir a cenar fuera mucho más que para pasar la tarde en casa. Si somos atractivos e interesantes para los demás, lo seguiremos siendo, por ósmosis, para el cónyuge, que es lo que importa. Esto, utilizado con sensatez y mesura, es muy aprovechable. Las tesis de Girard, que han abierto fecundos campos de investigación en la literatura, en la antropología, en la política y en la teología, también tienen su sitio en los cursos de orientación familiar. 

Vivir una aventura, estando como están las estadísticas, es atravesar los años con un matrimonio insumergible. O sea, un marido y una mujer a los que, cuando les vengan con lo de amarse como novios, se sonrían, se guiñen y se digan al oído: “Entonces…, qué poco nos queríamos todavía”.



2. De la abstinencia al amor auténtico

Aceprensa (15/12/2007): La capital filipina ha sido la sede del II Segundo Congreso Internacional sobre Educación en el Amor, Sexo y Vida (19-22 de noviembre), que reunió a un millar de personas que trabajan en la formación del carácter, provenientes de doce países y de diferentes sectores y religiones. El encuentro fue organizado por la Fundación EDUCHILD, Developmental Advocacy for Women Volunteerism, e Intermedia Consulting, entidad con sede en Roma. Durante la reunión fueron presentadas una selección de iniciativas que han ayudado a los jóvenes a reducir y evitar comportamientos sexuales de riesgo.

La efectividad de estos programas ha probado que los jóvenes están dispuestos a escuchar y cambiar si padres, profesores y educadores trabajan de la mano. Entre estos programas se incluyenProtege tu Corazón (México), Educarse (Chile), Sex Respect (EE.UU.), Choicez Media (Australia),Women’s Foundation for World Peace (Taiwan), True Love Waits (EE.UU. y Filipinas), y I Am Strong(Filipinas).

En el congreso, bajo el eslogan “I Keep Love Real” (“Mantengo auténtico mi amor”), se ha lanzado una campaña dirigida a proteger a los jóvenes asiáticos de los elevados índices de embarazos de adolescentes, sexo antes del matrimonio y otros problemas asociados a comportamientos sexuales de alto riesgo.

Manuel Escueta, presidente de la Fundación EDUCHILD, explicó los métodos de esta iniciativa, que durará en principio cinco años. Durante los tres años siguientes al congreso se iniciarán o continuarán planes como los presentados. Los participantes podrán copiar cualquiera de los programas que consideren de mejor aplicación en sus países. En Taiwán y Hong Kong, por ejemplo, se pondrán en marcha sendas iniciativas inspiradas en I Am Strong. Además, se llevarán a cabo estudios e investigaciones que sirvan para conocer mejor a la juventud actual, y se evaluará continuamente cada programa para introducir mejoras.

Algo más que abstinencia sexual

Antonio Torralba es decano de la facultad de Ciencias y Letras de la Universidad de Asia-Pacífico en Manila. Como uno de los encargados del programa I Am Strong, explicó el énfasis en educación del carácter: “La educación en la castidad no se construye en el vacío. Tiene como premisa el esfuerzo personal para adquirir muchas otras cualidades: fortaleza, templanza, perseverancia, incluso un sentido de justicia social, y prudencia”. En cuanto a los programas basados en la abstinencia sexual que se centran solo en ayudar a los jóvenes a “evitar riesgos”, dijo que “una posible razón por la que la educación en la abstinencia falla, cuando falla, es que está centrada en el sexo y basada en negaciones antes que en afirmaciones”.

No por casualidad, el eslogan “I Keep Love Real” defiende la educación de los afectos y la voluntad como elementos esenciales de la educación del carácter. A lo largo del congreso, varios ponentes subrayaron el papel crucial de padres y madres para formar el carácter de sus hijos, para educarlos en la castidad y especialmente en el amor y la fidelidad de por vida.

Patrick Fagan, del Family Research Council (Washington), presentó unas estadísticas que mostraban que castidad y matrimonios estables están directamente relacionados. Un análisis de una encuesta nacional entre mujeres norteamericanas concluyó que de aquellas que solo habían tenido una pareja sexual en su vida, el 80% formaban parte de una relación estable. El porcentaje se reduce en el caso de aumentar el número de parejas sexuales, habitualmente previas al matrimonio.

La influencia de los padres

El papel de la religión en la familia para educar a los jóvenes no puede pasarse por alto. En la medida en que una madre practica más su religión –católica, protestante, musulmana o judía–, mejor es la relación con el marido y los hijos prosperan más. Cuando ambos padres practican, mejor es la relación y la mejora de los hijos, observó Fagan.

La relación con los padres también influye en la castidad adolescente. Otra encuesta entre adolescentes de EE.UU. señala que chicas y chicos que proceden de familias casadas intactas tienen menor número de parejas sexuales que sus compañeros que proceden de familias rotas.

Por ello, Thomas Lickona, profesor de Educación en la State University de Nueva York, afirmó que “los jóvenes necesitan sistemas adecuados de apoyo si se comprometen consigo mismos para ser castos. En un mundo hostil a una vida casta, familias, amigos, escuelas y comunidades deberían ofrecer a los jóvenes el ambiente para vivir la castidad”.

Se recordó que es vital hacer ver a los jóvenes el cuadro completo de motivos por los que deben rechazar el sexo antes del matrimonio. Colleen Mast, fundadora de Sex Respect, dijo que ese marco es el amor. Educar a los jóvenes en el amor es más que decir no al sexo fuera del matrimonio. Más bien, requiere una profunda comprensión de la persona humana, del conocimiento del sexo opuesto, y del valor del compromiso y el matrimonio. Se puede ayudar a los jóvenes a madurar en el amor enseñándoles a pensar críticamente frente a la simple respuesta a los impulsos. Los jóvenes quieren respuestas sobre el amor, la vida y el sexo, como reveló una encuesta entre jóvenes filipinos presentada en el congreso. Además, quieren que sus padres les orienten.

La juventud filipina

La encuesta se hizo con 4.000 bachilleres y universitarios de 13 a 24 años –con una media de edad de 17– de centros educativos públicos y privados. El 80% de los jóvenes filipinos encuestados consideran el sexo como un regalo especial para la persona con quien compartirán sus vidas. En otras palabras, quieren reservar el sexo para el matrimonio. De hecho, tres cuartas partes de los encuestados no habían tenido relaciones sexuales. Y una gran mayoría –80%– quieren saber cuándo están preparados para empezar a salir con jóvenes del otro sexo y cómo tener una cita sin contacto sexual, cómo pueden conocer mejor a su chico o chica, cómo manejar sus sentimientos, y cómo distinguir entre deseo, atracción sexual y amor.

Los resultados del estudio confirman la necesidad de desarrollar programas para la población joven basados en educación del carácter y no solo en información biológica. “Con demasiada frecuencia las políticas referidas a sexualidad adolescente están basadas en la agenda sobre planificación familiar de entidades internacionales”, afirmó el Dr. Torralba, codirector del estudio. Pero la agenda de “sexo seguro” no responde a la educación para el amor que reclama la juventud filipina.


3. Noviazgo: ¿seguros? Ideas para acertar

ZENIT (14/4/2010): Tienen 80 años. Algunos 16. Y todos se han enamorado y han emprendido un noviazgo. El libro del sacerdote Rafael Hernández Urigüen recoge sus experiencias y saca conclusiones acerca del amor, el enamoramiento, la fidelidad y el"para siempre". En menos de un año se ha agotado la primera edición del volumen, que lleva por título "Noviazgo: ¿seguros? Ideas para acertar", de la editorial Eunsa. La obra de este profesor y capellán universitario surge como fruto de los seminarios mantenidos con jóvenes en Issa, el instituto universitario en el que trabaja.

El autor explica a ZENIT que la obra ofrece "pistas prácticas para entablar un nuevo diálogo que evite los graves problemas que se están detectando desde hace años en los matrimonios".

Desde el flechazo hasta el compromiso, el itinerario de la obra transcurre deteniéndose en breves apuntes de "caracterología práctica y la antropología profunda del genio femenino", hasta la explicación de "la castidad fundamentada en una antropología cristiana inteligible y bien divulgada".

Como escribe en su prólogo el catedrático de psiquiatría, Enrique Rojas: "Me parece de una gran pedagogía lo que ha realizado el autor de este libro, jóvenes de distintas edades y estirpes hablan, comentan, dicen, subrayan, muestran acuerdos y ofrecen desacuerdos sobre todo este gran tema que es el mundo del amor. Cuando el amor llega puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. De ahí la importancia de acertar en la elección y éste me parece un asunto central".

El doctor Hernández Urigüen ha recibido consultas muy dispares desde primera aparición del libro en verano de 2008.

Un señor de 80 años preguntaba a través del correo electrónico dónde podía adquirir el libro, ya que en 50 años de casado enamoradísimo de su mujer, jamás terminaba de comprenderla. Adquirió el libro y volvió a escribir al autor narrando una larga historia en la que manifestaba sus sospechas de que su esposa le era infiel.

El doctor Hernández Urigüen continuó aquel diálogo con el anciano hasta que descubrió que podía padecer alguna patología mental y decidió remitirlo a un psiquiatra. Efectivamente padecía celos patológicos y con la terapia médica, algunos consejos de crecimiento en su vida cristiana y lo que había leído en el libro sobre lo que esperan las mujeres de los hombres está viviendo una nueva etapa renovada en el afecto y comunicación con su esposa.

Una chica joven manifestaba que después de leer el libro y lo que en él se afirma acerca de la necesidad del respeto, sinceridad y horizonte de compromiso, había decidido romper con su novio, muy parecido a un personaje reflejado en la obra bajo el nombre de Marcos (romántico, pero inmaduro y constantemente infiel).

Tres meses antes de casarse, puesta la fecha de bodas, unos novios acudieron al autor porque estaban replanteándose dejarlo por las dudas que les suscitaba su disparidad de caracteres. Leyeron el libro primero por separado y después juntos supieron comentar sus diferencias y decidieron mejorar sus caracteres rectificando aquellos detalles que los separaban. Al final se casaron y siguen muy felices.

Un obispo escribía al autor interesándose por el libro, porque en su afán por formar bien a los futuros matrimonios estaba convencido de que no son suficientes los cursos prematrimoniales y convenía establecer una "escuela de novios". Según dijo, contaba con el libro como bibliografía fundamental y encargó muchos ejemplares.

Las escuelas de padres y madres también están incorporando el libro, y comienza a ser referencia frecuente en los cursos de orientación familiar.

El diálogo intergeneracional surge también a partir de la compra del libro. Unos padres quieren regalárselo a su hija o a su hijo. Lo leen antes y se dan cuenta de que había asuntos de su comunicación matrimonial que no habían tratado nunca. De hecho, el libro recopila abundantes historias que los jóvenes narran en las que aparecen los logros o fracasos de sus padres o parientes en el amor humano.

En el libro se insiste en la importancia que tiene el período de novios para conocerse en un clima de "respeto, sinceridad y horizonte de compromiso". Así aparece una frase que casi suena a slogan: "Más vale un trauma en el noviazgo —romper antes si no marcha bien— que un matrimonio traumático".

Más que preguntarse: ¿cómo sé que esto va a ser para siempre?, el autor propone una cuestión más audaz: ¿Cómo debo comportarme —cómo debemos comportarnos— para que esto sea para siempre? Es otra versión de aquel viejo refrán: "Nos casamos para querernos". Sin duda el enamoramiento, y el amor está al comienzo, pero hay que"querer querer".

Presenta también el caso de la señora Merche que afirma no haberse enamorado de su marido (con el que fue extremadamente feliz) hasta un año después de comenzar a salir. A partir de ese momento siempre estuvo enamorada, y ahora que es viuda, continúa enamorada de él y como cristiana habla en su oración continuando los diálogos que tuvieron en la tierra.

Un factor muy importante según el autor es "la fe y la gracia del sacramento que los cristianos vemos como ayudas eficaces en el cultivo de la fidelidad, la ternura, y la renovación del amor, también dando y recibiendo el inestimable regalo del perdón".

El libro recuerda "el papel fundamental de los sentimientos que conviene armonizar dejando que la razón, la voluntad y la prudencia analicen las situaciones y cada persona sepa discernir si está 'ciega' o la inclinación y el 'feeling' que siente por quien le enamora tiene fundamento, y sobre todo futuro".



4. Noviazgo y matrimonio

Collationes.org-Michele Díaz (16 enero 2012): La íntima comunidad de vida y amor conyugal entre hombre y mujer es sagrada, y está estructurada según leyes establecidas por el Creador, que no dependen del arbitrio humano.

Sumario
1. El noviazgo como preparación al matrimonio
a) Preparación remota, próxima e inmediata al matrimonio
b) Algunos criterios morales sobre la castidad en el noviazgo

2. El matrimonio cristiano
a) El matrimonio como vocación divina
b) Algunos criterios morales sobre la castidad conyugal
c) Sobre la custodia de la fidelidad en la vida matrimonial
d) Educación de los hijos

En esta exposición me limitaré, sobre todo, a recordar algunos principios esenciales de la moral católica que conviene conocer para ayudar a las personas en su camino de santidad y de apostolado en el noviazgo y en el matrimonio. La extensión de estas líneas me impide desarrollar con mayor profundidad otros aspectos, importantes también, en relación al modo, comprensivo y exigente a la vez, con el que se puede facilitar el crecimiento en la vida espiritual.

1. El noviazgo como preparación al matrimonio

a) Preparación remota, próxima e inmediata al matrimonio

En la Exhortación apostólica Familiaris Consortio, Juan Pablo II afirma que «En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar. (…) Muchos fenómenos negativos que se lamentan hoy en la vida familiar derivan del hecho de que, en las nuevas situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista la justa jerarquía de valores, sino que, al no poseer ya criterios seguros de comportamiento, no saben cómo afrontar y resolver las nuevas dificultades. La experiencia enseña en cambio que los jóvenes bien preparados para la vida familiar, en general van mejor que los demás»[1].

«La preparación al matrimonio ha de ser vista y actuada como un proceso gradual y continuo. En efecto, comporta tres momentos principales: una preparación remota, una próxima y una inmediata. La preparación remota comienza desde la infancia (…). Es el período en que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa para la formación del carácter, para el dominio y el recto uso de las propias inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo, etc. Se exige, además, especialmente para los cristianos, una sólida formación espiritual y catequística, que sepa mostrar en el matrimonio una verdadera vocación (…)[2].

«Como parte de la preparación próxima, será necesario preparar a los jóvenes a la vida en pareja que, presentando el matrimonio como una relación interpersonal del hombre y de la mujer a desarrollarse continuamente, estimule a profundizar en los problemas de la sexualidad conyugal y de la paternidad responsable (…).

La preparación inmediata a la celebración del sacramento del matrimonio debe tener lugar en los últimos meses y semanas que preceden a las nupcias (…). Entre los elementos a comunicar en este camino de fe (…), debe haber también un conocimiento serio del misterio de Cristo y de la Iglesia, de los significados de gracia y responsabilidad del matrimonio cristiano, así como la preparación para tomar parte activa y consciente en los ritos de la liturgia nupcial»[3].

b) Algunos criterios morales sobre la castidad en el noviazgo

En muchos ambientes, por desgracia, existe una cierta confusión acerca de los criterios morales en las relaciones afectivas entre novios, y no sólo por parte de los mismos interesados, sino también en los padres y educadores. La fuerte presión de un ambiente paganizado hace que incluso personas que han recibido una buena formación doctrinal, lleguen a pensar —quizá no del todo conscientemente— que las normas morales sobre el modo de comportarse en el noviazgo “ya no son tan exigentes como antes”, o que hay que ser condescendientes con ciertas prácticas bastante generalizadas, que no son conformes a la ley de Dios.

Para ayudar a las personas que se encuentran en esta situación a formarse una recta conciencia, que les lleve a santificarse en el noviazgo, preparándose con delicadeza y sentido de responsabilidad a crear un hogar limpio, hay que recordar primero que la vocación cristiana exige a todos santidad: no hay cristianos de segunda categoría; en el noviazgo un cristiano coherente también ha de buscar la santidad, adecuar su comportamiento a la ley de Dios, sin cesiones de ningún tipo. Sólo quienes se deciden a vivir castamente el noviazgo —luchando contra las tentaciones y sin hacer equilibrios en la frontera del pecado—, ponen las bases de generosidad necesarias para poder construir después un matrimonio feliz y santo.

Por eso, las muestras de confianza o de afecto entre personas no casadas de distinto sexo no pueden depender exclusivamente de los sentimientos, sino también de la relación objetiva que exista entre ellos. Así como hay unas expresiones propias del amor entre esposos, y otras que son adecuadas entre hermanos y hermanas, así también son distintas las que resultan del simple conocimiento, o de la amistad personal, o del compromiso de contraer matrimonio.

La Iglesia enseña que «la lujuria es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión»[4]. Conviene recordar a los jóvenes que cualquier placer sexual directamente procurado o consentido, no ordenado al legítimo acto conyugal, constituye objetivamente un pecado mortal; en este caso, no existe parvedad de materia.

Juan Pablo II señalaba en un discurso a los jóvenes que, «para la preparación al matrimonio, es esencial vuestra vocación a la castidad. (…) El honesto “lenguaje” sexual exige un compromiso de fidelidad que dure toda la vida. Entregar vuestro cuerpo a otra persona significa entregaros vosotros mismos a esa persona. Ahora bien, si aún no estáis casados, admitís que existe la posibilidad de cambiar idea en el futuro. La donación total, en consecuencia, estaría ausente. Sin el vínculo del matrimonio, las relaciones sexuales son mentirosas, y, para los cristianos, matrimonio significa matrimonio sacramental»[5]. Por tanto, «losnovios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad»[6].

Dentro de este marco moral, que es siempre válido, también hay que tener en cuenta que el proceso afectivo entre los novios, por su misma naturaleza, madura y se afianza gradualmente a lo largo del tiempo, en diversas fases más o menos formalmente diferenciadas. Al inicio de su relación, el trato entre esas dos personas es más parecido a la simple amistad; por tanto, en ese período, las expresiones de confianza o de simpatía mutua que resultan adecuadas se miden con los cánones propios de la amistad en general.

Hay personas que consideran que cuando se formaliza el noviazgo se afirma ya una intención formal de contraer matrimonio, y eso autorizaría a tener expansiones afectivas más íntimas que las propias de una sólida amistad. Aseguran que esas muestras de cariño surgen y manifiestan el amor que se profesan y que no les suponen un peligro directo contra la castidad. A esto cabría responder que esas manifestaciones podrían convertirse en una ocasión próxima de pecado y constituirían, por lo menos, una imprudencia seria, pues con ese comportamiento se habitúan a un régimen de intimidad que les expone a tentaciones graves y que, en sí mismo, empaña la limpieza de sus relaciones y lleva muchas veces a un oscurecimiento de la conciencia.

Desaconsejar vivamente este tipo de trato no supone pensar mal, ni ver malicia donde no la hay; es, por el contrario, advertir con juicio —con realismo— el peligro de ofender a Dios y de que la concupiscencia, alimentada por esa intimidad impropia, llegue a presidir las relaciones recíprocas, determinándolas reductivamente por la atracción sexual; esto no une sino separa[7]. Comportándose de este modo, llegarían a verse el uno al otro, progresivamente, más como un objeto que satisface el propio deseo que como una persona a la que el amor inclina a darse[8].

También por este motivo, la prudencia cristiana ha aconsejado siempre que la duración del compromiso antes del matrimonio sea relativamente breve. Esto no significa que no deba haber un profundo conocimiento mutuo, sino que para alcanzar ese conocimiento es suficiente una fase más o menos larga de trato y de amistad, previa al establecimiento del compromiso.

Ante la perspectiva concreta, real, y relativamente próxima, de matrimonio —aunque no exista la certeza plena de que se llegará a contraerlo— cabe hablar de una nueva situación en la que el compromiso tiene garantías objetivas y externas de estabilidad, como son la edad, la situación profesional, la maduración del conocimiento recíproco, etc. En estas circunstancias, pueden ser moralmente rectas ciertas demostraciones afectivas del amor mutuo, delicadas y limpias, que no encierran ni siquiera implícitamente una intención torcida, y que en todo caso se han de cortar enérgicamente si llegaran a representar una tentación contra la pureza, en los dos o en uno sólo[9]. Estas expresiones de cariño no son “en parte iguales y en parte diversas” a las propias de los cónyuges, sino esencialmente diversas, como es diverso su compromiso del pacto matrimonial; por tanto han de estar presididas por el peculiar respeto recíproco que se deben dos personas que aún no se pertenecen.

Algunos moralistas seguros afirman que, en el trato entre novios —supuesta una intención no lujuriosa—, sería pecado venial una manifestación de cariño —razonable, pero no necesaria— que produjese un desorden incompleto, si éste es positivamente rechazado; pero sería pecado mortal continuar esa misma acción si incumbiese el peligro próximo de que el desorden se hiciese completo[10]. No es necesario descender a una casuística más detallada, pero sí recordar que no tendría sentido buscar “escapatorias”, para justificar más o menos ocultamente la propia concupiscencia. Además, en esta materia, “más pegajosa que la pez”[11], quien no lucha, con humildad y fortaleza, por evitar aun lo más leve, fácilmente acaba por caer en pecados graves o, por lo menos, se sitúa en un estado de tibieza espiritual.

Al tratar estas cuestiones, es preciso recordar que las normas morales no suponen barreras para el auténtico amor humano, sino que indican las expresiones que debe tener en cada momento, si es verdadero amor. De este modo, exaltan su nobleza y su dignidad, queridas por Dios; lo radican en el don de sí, preservándolo del egoísmo; lo transforman, ya antes del matrimonio, en instrumento de santificación, y sientan el fundamento de su estabilidad y fecundidad futuras[12].

Quienes se ocupan de la atención y formación de los jóvenes han de tener criterios muy claros; no sería suficiente, por ejemplo, hacer las advertencias oportunas cuando se observa que pasan ya alguna dificultad: es preciso adelantarse y prevenir los obstáculos que pueden encontrar, para salir al paso enseguida y poner los remedios a tiempo. En las conversaciones de dirección espiritual, hay que exigir con firmeza, facilitando la sinceridad con preguntas oportunas y delicadas, para que todos vivan el noviazgo con una gran rectitud moral. Con frecuencia, será preciso recordar que para vivir limpiamente esa situación es necesario fortalecer la vida interior —que se alcanza con el recurso asiduo a los Sacramentos y las demás prácticas de piedad cristiana—, pedir humildemente al Señor y a la Virgen la pureza de conducta, y ser sinceros en la dirección espiritual personal.

Los jóvenes han de considerar también su deber de ser ejemplares ante su novia/o, ante sus padres, parientes y conocidos. Todos los cristianos estamos obligados a rechazar decididamente las conductas que pudieran menoscabar —aún mínimamente— lo que es propio de un hijo de Dios; así, por ejemplo, hay que evitar situaciones que, aunque en algunos sitios puedan estar muy generalizadas, no son compatibles con la moral cristiana: ciertas muestras de afecto, frecuentar algunos ambientes, que los novios viajen juntos, modos de vestir poco decentes, etc.

También hay que insistir a los padres en la importancia de su papel en la formación de sus hijos, para que les ayuden en aquellas virtudes que más contribuirán a que se mantengan fuertes y limpios durante el noviazgo. Entre otras, han de educarles en el pudor y en la modestia, que se adquieren —en primer lugar— con el buen ejemplo que les den en sus hogares, y que les permitirán evitar conductas que desdicen de un hijo de Dios.

2. El matrimonio cristiano

a) El matrimonio como vocación divina

El matrimonio como vocación es una determinación concreta de la vocación cristiana y de la misión divina que a todos los cristianos se confiere en el Bautismo.

La llamada de Dios al matrimonio es realmente una vocación que lleva a sobrenaturalizar todos los derechos y deberes propios de ese estado. «El auténtico amor conyugal es asumido por el amor divino, y gracias a la obra redentora de Cristo y a la acción salvadora de la Iglesia, se rige y se enriquece para que los esposos sean eficazmente conducidos hacia Dios y se vean ayudados y confortados en el sublime oficio de padre y de madre. Por eso los esposos cristianos son robustecidos y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado, con un muy peculiar sacramento; en virtud del cual, si cumplen con su deber conyugal y familiar imbuidos del espíritu de Cristo, con el que toda su vida está impregnada por la fe, esperanza y caridad, se van acercando cada vez más hacia su propia perfección y mutua santificación y, por lo tanto, a la glorificación de Dios»[13].

«El don del sacramento es al mismo tiempo vocación y mandamiento para los esposos cristianos, para que permanezcan siempre fieles entre sí, por encima de toda prueba y dificultad, en generosa obediencia a la santa voluntad del Señor»[14]. Los esposos han de tener siempre presente este aspecto fundamental, que da sentido a todos los derechos y deberes inherentes a su estado: «Es importante que los esposos adquieran sentido claro de la dignidad de su vocación, que sepan que han sido llamados por Dios a llegar al amor divino también a través del amor humano; que han sido elegidos, desde la eternidad, para cooperar con el poder creador de Dios en la procreación y después en la educación de los hijos; que el Señor les pide que hagan, de su hogar y de su vida familiar entera, un testimonio de las virtudes cristianas»[15].

b) Algunos criterios morales sobre la castidad conyugal

Del hecho de que «el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de los hijos»[16], nace el correspondiente derecho y deber al acto conyugal, que ha de ejercerse virtuosamente —regido no sólo por la virtud de la castidad sino, en los cristianos, por la fe, la esperanza y la caridad—, sin olvidar una profunda realidad teológica: que el cuerpo ha de ser morada del Espíritu Santo (cf. 1Co 3,16-17; 6,19-20).

No hay obligación per se de pedir el débito conyugal, aunque sí la hay de darlo siempre y cuando lo pida el otro cónyugeserie et rationabiliter[17], aunque pueda suponer un sacrificio personal. Y esto por una razón de justicia que es grave, en virtud de la alianza matrimonial, que incluye, entre otros, este punto; por eso afirma la Sagrada Escritura: «El marido cumpla su deber conyugal con la mujer; y lo mismo la mujer con el marido» (1Co 7,3).

La obligación del débito conyugal admite parvedad de materia; por ejemplo, si hay una causa leve para negar el débito y a la otra parte no le supone peligro próximo de incontinencia. Esta obligación no existe si el otro cónyuge pide el débito con intención de abusar del matrimonio.

Conviene tener presentes algunos principios morales básicos sobre el uso del matrimonio:

— Los cónyuges que usan del matrimonio privándolo intencionalmente de su virtud procreadora, obran contra la ley natural y cometen un pecado grave ex toto genere suo[18];

— un acto conyugal hecho voluntariamente infecundo, y por eso intrínsecamente pecaminoso, no puede ser justificado por el conjunto de una vida conyugal recta[19];

— son intrínseca y gravemente deshonestos todos los actos que, en previsión de la unión conyugal, se propongan como fin o como medio hacer imposible la procreación. La sucesiva unión es igualmente ilícita mientras no se remuevan los efectos de aquellos actos o, si éstos fuesen temporal o perpetuamente irreversibles, no hubiese verdadero arrepentimiento del mal cometido[20];

— también son gravemente ilícitas las acciones que en la realización del acto conyugal, o después, lo destituyan voluntariamente de su capacidad generadora [21];

— por último, es un crimen gravísimo la interrupción directa del proceso generador ya iniciado: el aborto directamente querido y provocado, aunque fuese por razones terapéuticas[22].

Como en cualquier otra materia, la cooperación formal, es decir, la que se presta aprobando interna o externamente el pecado, es siempre ilícita.

En alguna circunstancia, ante la obligación moral de evitar males gravísimos —como, por ejemplo, la ruptura de la convivencia familiar, o prevenir el peligro próximo y cierto de adulterio del otro cónyuge— puede ser lícita la cooperación material y pasiva al pecado del otro cónyuge:

— La materialidad de esta cooperación consiste en no aprobar externamente ni consentir internamente en el pecado ajeno, aunque no se ha de inquietar la conciencia del cónyuge inocente si se complaciera en lo que hay de natural en la unión en cuanto tal: el cónyuge inocente debe manifestar la propia desaprobación a esos actos, del modo más conveniente en cada caso;

— la pasividad no se refiere a la unión en cuanto tal: significa que el cónyuge inocente no puede ser el causante de la acción que priva a la unión matrimonial de su orden a la procreación, ni siquiera indirectamente; por ejemplo, quejándose de los inconvenientes que traería consigo un nuevo hijo, etc.[23].

Sobre la posible licitud de la cooperación material y pasiva:

— Puede ser lícita la cooperación de la mujer al acto conyugal, cuando sabe que el marido tiene intención de practicar el onanismo[24];

— también puede ser lícita la cooperación por causas muy graves cuando el otro cónyuge se ha esterilizado definitiva o temporalmente, ya sea con medios quirúrgicos o por medio de fármacos no abortivos; o cuando pretende realizar la unión conyugal utilizando instrumentos que eviten la procreación, y que no sean potencialmente abortivos;

— no cabe la cooperación cuando el otro cónyuge pretende realizar una unión sodomítica[25].

Como ya se ha dicho, para la licitud de esta cooperación material y pasiva al pecado del otro cónyuge, es necesario un motivo grave y proporcionado. Cuando estos peligros sean especialmente agudos, la parte inocente puede incluso lícitamente pedir el débito, aun sabiendo que el otro cónyuge abusará casi seguramente del matrimonio.

Sin embargo, como se deduce de los principios morales establecidos más arriba, estas causas nunca son proporcionadas para hacer lícita la cooperación del varón, cuando la mujer ha tomado antes un fármaco abortivo, medios mecánicos (como el DIU, que puede impedir la implantación del embrión) que pueden tener efectos abortivos si se produce la fecundación; pues cooperaría no sólo a un acto conyugal gravemente pecaminoso para la mujer, sino además a un posible aborto, crimen gravísimo y totalmente desproporcionado respecto a los males que se evitarían con la cooperación material pasiva.

Conviene recordar que un fin esencial del matrimonio es la procreación y educación de los hijos. El Concilio Vaticano II enseñó que «son dignos de mención muy especial los cónyuges que, de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente»[26]. Y el Catecismo de la Iglesia Católica ha subrayado que «la Sagrada Escritura y la praxis tradicional de la Iglesia ven en las familias numerosas una señal de la bendición divina y de la generosidad de los padres»[27].

Ahora bien, «por válidos motivos los esposos pueden distanciar el nacimiento de sus hijos»[28], limitando el uso del matrimonio a los periodos infecundos de la mujer[29]: la continencia periódica es el único medio lícito —conforme a la naturaleza y a la dignidad de la persona humana— para ejercer la unión conyugal evitando la generación; método que es objetiva y esencialmente diverso de los medios contraceptivos[30].

En todo caso es patente que la simple licitud no basta por sí sola para asegurar la rectitud moral de su uso: es necesario que el deseo de retrasar los hijos «no sea fruto del egoísmo, sino conforme a la justa generosidad de una paternidad responsable»[31]. De hecho, si la continencia periódica se practicase con una mentalidad y actitud anticonceptivas —de rechazo de la vida— éstas viciarían en su raíz el comportamiento de los cónyuges.

El lícito uso de la continencia periódica radica en la intención y en los motivos por los que se decide practicarla[32]. Y se entiende que esos motivos han de ser necesariamente graves o serios, para resultar proporcionados a lo que se excluye: la transmisión de la vida humana, que es uno de los bienes máximos de la creación, a la que, además, están por naturaleza orientados el amor y la unión conyugales[33].

Además, hay que tener presente que «en relación a las condiciones físicas, económicas, psicológicas, sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de recibir un número mayor de hijos, ya sea con la decisión, tomada por serias causas y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido»[34].

En esta materia, lo general será mover a las almas a la generosidad y a la confianza en la Providencia divina: que vivan con agradecimiento y rectitud esa participación del poder de Dios, y que no quieran cegar las fuentes de la vida. Hay que ayudarles a que reciban siempre con alegría los hijos que Dios quiera enviarles. Y, siempre, que no olviden el sentido sobrenatural en la función de transmitir la vida y las exigencias de la fe cristiana. No corresponde al director espiritual decidir si, en las circunstancias planteadas por quien recurre a él, es lícita la continencia periódica. El director espiritual deberá dar los criterios generales sobre la necesidad de justas y proporcionadas causas para su eventual licitud y, si conoce bien el caso, puede aconsejar, pero dejando bien claro que el juicio y la decisión competen a los cónyuges, que han de obrar sabiéndose no “árbitros” de la situación, sino responsables ante Dios.

c) Sobre la custodia de la fidelidad en la vida matrimonial

El matrimonio es el pacto de amor conyugal de un solo hombre y una sola mujer para toda la vida, en virtud del cual el «hombre y la mujer “no son ya dos, sino una sola carne” (Mt 19,6) y están llamados a crecer continuamente en esa comunidad a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total»[35]. Esta exigencia de unidad, profundamente radicada en la naturaleza humana[36], es asumida por Dios en Cristo, que «la confirma, la purifica y la eleva conduciéndola a perfección con el sacramento del Matrimonio: el Espíritu Santo infundido en la celebración sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la Iglesia el indivisible Cuerpo místico del Señor Jesús»[37]. Este sacramento «es signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casan y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra»[38].

El matrimonio también se caracteriza por la indisolubilidad, pues «esa unión íntima, en cuanto donación mutua de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen la plena fidelidad de los cónyuges y reclaman su indisoluble unidad»[39]. «Enraizada en la donación personal y total de los cónyuges y exigida por el bien de los hijos, la indisolubilidad del matrimonio halla su verdad última en el designio que Dios ha manifestado en su Revelación: Él quiere y da la indisolubilidad del matrimonio como fruto, signo y exigencia del amor absolutamente fiel que Dios tiene al hombre y que el Señor Jesús vive hacia su Iglesia»[40]. Esta comparación de la fidelidad matrimonial con la fidelidad del amor divino muestra que el matrimonio establece entre los cónyuges una fusión natural tan fuerte que su desintegración es comparable a la desmembración de un cuerpo vivo[41].

La unidad y la indisolubilidad son un querer de Dios y un don precioso, que los esposos han de custodiar celosamente día a día, «por encima de toda prueba y dificultad, en generosa obediencia a la santa voluntad del Señor: Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre (Mt 19,6)»[42]. Además, continúa diciendo Juan Pablo II, «dar testimonio del inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial es uno de los deberes más preciosos y urgentes de los cónyuges cristianos de nuestro tiempo. Por esto, (…) alabo y aliento a los numerosos matrimonios que, aun encontrando no leves dificultades, conservan y desarrollan el bien de la indisolubilidad; cumplen así, de manera útil y valiente, el cometido a ellas confiado de ser un “signo” en el mundo —un signo pequeño y precioso, a veces expuesto a tentación, pero siempre renovado— de la incansable fidelidad con que Dios y Jesucristo aman a todos los hombres y a cada hombre»[43].

San Josemaría ha recordado al mundo el valor santificador y apostólico del empeño por santificarse en la vocación matrimonial. Enseñaba que el matrimonio «es una auténtica vocación sobrenatural (…). Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar.

«La fe y la esperanza se han de manifestar en el sosiego con que se enfocan los problemas, pequeños o grandes, que en todos los hogares ocurren, en la ilusión con que se persevera en el cumplimiento del propio deber. La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria»[44].

La vida diaria de quienes siguen la vocación matrimonial está entretejida de sacrificios y de alegrías, de goces y de renuncias: «La realización del significado de la unión conyugal, mediante la donación recíproca de los esposos, llega a ser posible sólo a través de un continuo esfuerzo, que incluye también la renuncia y el sacrificio. El amor entre los cónyuges debe modelarse sobre el amor mismo de Cristo, que ha amado y se ha dado a sí mismo por nosotros, ofreciéndose a Dios en sacrificio de olor agradable (Ef 5,2; 5,25)»[45]. «La unión matrimonial y la estabilidad familiar comportan el empeño, no sólo de mantener sino de acrecentar constantemente el amor y la mutua donación. Se equivocan quienes piensan que al matrimonio es suficiente un amor cansinamente mantenido; es más bien lo contrario: los casados tienen el grave deber —contraído en los esponsales— de acrecentar continuamente ese amor conyugal y familiar»[46].

La fidelidad cotidiana al amor conyugal, inseparable de una actitud positiva y generosa ante el bien de la vida humana, exige ciertamente esfuerzo y sacrificio, pero no ha de olvidarse que los cónyuges cuentan con la gracia de Dios, que se les otorga —como a todos los cristianos— en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, y con la gracia sacramental del Matrimonio, que les fortalece para que en todas las circunstancias, aun en las más difíciles, sepan mantener y acrecentar el amor, que les llevó a responder a la llamada de Dios en el matrimonio. Y tienen también presente el recurso a la oración, y la ayuda que reciben en la dirección espiritual.

Como en cualquier género de vida, las dificultades en la vida matrimonial se superan con la ayuda de Dios y por amor, de modo que las mismas pruebas sirven para confirmar y acrecentar el cariño mutuo: «Durante nuestro caminar terreno, el dolor es la piedra de toque del amor. En el estado matrimonial, considerando las cosas de una manera descriptiva, podríamos afirmar que hay anverso y reverso. De una parte, la alegría de saberse queridos, la ilusión por edificar y sacar adelante un hogar, el amor conyugal, el consuelo de ver crecer a los hijos. De otra, dolores y contrariedades, el transcurso del tiempo que consume los cuerpos y amenaza con agriar los caracteres, la aparente monotonía de los días aparentemente siempre iguales. Tendría un pobre concepto del matrimonio y del cariño humano quien pensara que, al tropezar con esas dificultades, el amor y el contento se acaban. Precisamente entonces, cuando los sentimientos que animaban a aquellas criaturas revelan su verdadera naturaleza, la donación y la ternura se arraigan y se manifiestan como un afecto auténtico y hondo, más poderoso que la muerte (cf. Ct 8,6)»[47].

En general, las dificultades más graves —objetivas o subjetivas— para la felicidad matrimonial proceden de la soberbia. Además, no es infrecuente que el deterioro de las relaciones afectivas entre los esposos también venga provocado o seguido por relaciones sentimentales extramatrimoniales, que ofrecen la falsa promesa de una nueva felicidad o de la serenidad que se ha perdido durante un periodo de tiempo más o menos largo.

Sea cual sea la causa, las dificultades han de resolverse poniendo los medios humanos y sobrenaturales, pero «sin falsificar ni comprometer jamás la verdad»[48], pues, en esas circunstancias en que el horizonte de la felicidad conyugal aparece empañado, puede insinuarse la tentación de pensar —equivocadamente—, que no es posible mantener la unidad hoy y ahora, o que no podrá serlo en el futuro; o que toda la vida matrimonial anterior ha estado fundada sobre presupuestos engañosos, retrotrayendo las dificultades del momento presente al inicio mismo del compromiso. Y, en consecuencia, plantearse como "remedio” de las dificultades presentes la ruptura de la relación conyugal, aduciendo que “probablemente” nunca llegó a existir un verdadero vínculo matrimonial.

En esta situación –como en otras semejantes–, si las disposiciones personales no son completamente rectas, si no se procura luchar contra todo aquello que sea contrario a la fidelidad conyugal, si no se es humilde y sincero con uno mismo, es muy fácil encontrar argumentos y razones para reinterpretar falsamente la realidad del propio matrimonio, resaltando con parcialidad lo que conviene a las pasiones y olvidando cuanto no interesa valorar. De ese modo, aunque al principio la conciencia haya reconocido la necesidad de mantener el verdadero bien de la fidelidad —porque Dios lo quiere y porque se aceptó libremente al contraer el vínculo—, puede terminar prefiriendo el bien aparente de una “solución” contraria a la fidelidad conyugal.

A quien pasara por un estado de este tipo, habría que ayudarle a considerar de nuevo que, para quien está casado, mantener y defender el vínculo libremente contraído no es una carga sino precisamente la base segura para edificar su propia vida: la fidelidad es el único camino para responder a la vocación matrimonial y para encontrar la auténtica felicidad temporal y eterna. Las alternativas de aparente felicidad y de paz al margen del querer divino, que pueden resultar fuertemente atractivas en momentos de dificultad, son radicalmente falsas e ilusorias, y no tardan en manifestarse como inquietud profunda, fragilidad y —lo atestigua la experiencia— en la multiplicación de uniones contrarias al matrimonio, basadas sólo en el sentimiento, que, entre otros males, provocan gravísimos daños en los hijos y en todo el tejido social[49].

Además de los atropellos que se puedan cometer en los casos concretos, este equivocado modo de proceder está acarreando otro gravísimo daño de tipo social: fomentar en muchos fieles el error de considerar que es siempre lícito recurrir al tribunal eclesiástico para solicitar la nulidad del matrimonio, cuando existe sólo la simple sospecha de que pueda haber sido nulo el consentimiento, sin tener en cuenta el grave deber de custodiar la fidelidad matrimonial; o de remover los obstáculos que hacen nulo un matrimonio, que puede ser regularizado para conseguir el bien auténtico de las partes, de los hijos nacidos de esa unión y de la sociedad entera[50].

Si se tiene presente que el matrimonio «representa un verdadero camino vocacional para la gran mayoría de la humanidad», es lógico deducir que «en la evaluación de la capacidad o del acto de consentimiento necesarios para la celebración de un matrimonio válido, no se puede exigir lo que no es posible pedir a la mayoría de las personas». Se trata de una visión realista del hombre, «como realidad siempre en crecimiento, llamada a realizar opciones responsables con sus potencialidades iniciales, enriqueciéndolas cada vez más con su propio esfuerzo y con la ayuda de la gracia»[51].

Esta presunción favorable a la validez de la unión conyugal —es decir, que se ha de considerar siempre que el matrimonio es válido mientras no se pruebe lo contrario—[52] no es sólo la aplicación de un principio general del derecho, sino también una consecuencia que está en sintonía con la realidad específica del matrimonio, porque responde a la verdad de la persona humana, varón y mujer, y a la inclinación natural a su unión en matrimonio. El bien de los cónyuges, muy en especial el bien de los hijos, y el bien de toda la sociedad y de la Iglesia, mueven la conciencia en la dirección de salvar la unión conyugal y, en su caso, llevarla al matrimonio válido. Existe el deber de poner —siempre, y más aún ante las dificultades— todos los medios permitidos no sólo para mantener la vida conyugal cuando hay un matrimonio válido[53]; y, de modo análogo, si fuera el caso, es preciso intentar la convalidación o la sanación de una unión matrimonial irregular, siempre que pueda ser objeto de una convalidación[54]. Este espíritu responde al más elemental sentido común y cristiano.

A los esposos que se encuentran con dificultades serias en su convivencia conyugal, se les ha de ayudar a alcanzar un recto planteamiento cristiano de su situación; y a poner los medios humanos y sobrenaturales para cumplir la voluntad de Dios, es decir, custodiar la fidelidad a su vocación matrimonial. En concreto, conviene recomendarles que:

a) fortalezcan su vida espiritual, mediante la práctica de los sacramentos, la oración y la ayuda de la dirección espiritual[55];

b) consideren de nuevo el sentido cristiano del matrimonio y el valor de la fidelidad conyugal[56];

c) examinen las causas de las dificultades —egoísmo, soberbia, etc. — y los medios que han de poner para conservar, aumentar y madurar el afecto conyugal, superando los obstáculos que se hayan podido introducir contra ese amor[57];

d) procuren rechazar la idea de que la separación o la ruptura serían la solución para sus dificultades, ya que han sido llamados por Dios a ser santos en la fidelidad a su unión matrimonial, y tienen el grave deber de poner todo el esfuerzo para conseguirlo: apartarse del camino querido por Dios supondría poner en juego su felicidad terrena y eterna a cambio de —en el mejor de los casos— una satisfacción pasajera;

e) aunque se trate de una situación muy difícil, acompañada de una separación de hecho, deben buscar, con esfuerzo y sacrificio, la reconciliación, para recomenzar la vida conyugal, sobre todo si han tenido hijos[58].

Si los esposos que atraviesan graves dificultades hubieran pensado ya en la posibilidad de intentar una causa de nulidad, además de lo ya dicho, habría que:

a) hacerles considerar que, si bien pueden existir situaciones en las que un matrimonio aparente puede ser declarado nulo por los tribunales eclesiásticos, conforme a lo establecido por el Derecho de la Iglesia, es difícil pensar que se pueda comenzar a “dudar” recta y razonablemente de la validez del propio matrimonio después de años de haberlo contraído y precisamente en momentos de dificultad, a menos que hayan surgido hechos o circunstancias graves, nuevos y no conocidos antes[59];

b) prevenirles ante la posibilidad real de que los sentimientos originados por las contrariedades que encuentran —las pasiones, el amor propio, etc. — pueden fácilmente oscurecer y deformar el propio juicio de conciencia; por eso, deben pedir a Dios humildad para ver, con claridad y con verdad, la historia real de su relación esponsal, tomándose todo el tiempo que sea necesario —por la gravedad de la materia— para no dejarse engañar por la proyección de su actual estado de ánimo sobre el momento del consentimiento;

c) señalarles que, aun cuando la duda sobre la validez del matrimonio hubiera surgido legítimamente, la línea de conducta que exige la moral cristiana es:

— poner todos los medios para recuperar y mantener la rectitud de conciencia —afectada muy probablemente por la situación difícil en que se encuentran—;

— custodiar la fidelidad conyugal;

— si es el caso, intentar la convalidación o la sanación del matrimonio, teniendo en cuenta que las obligaciones de justicia y caridad entre los cónyuges son muy fuertes, lo mismo que las que corresponden al bien de los hijos, y sin olvidar el bien común y el peligro de escándalo;

d) si, puestas por obra todas estas consideraciones, se mantuviera el deseo de ir a los tribunales, junto al reconocimiento de la habilidad jurídica para impugnar el matrimonio acudiendo al tribunal eclesiástico[60], habría que darles los consejos morales oportunos. A saber:

— por la singularidad y la gravedad de la materia, la decisión personal de acudir a ese proceso exige estar convencido en conciencia de que objetivamente es al menos probable la existencia de una verdadera nulidad[61];

— es preciso asesorarse con personas no sólo técnicamente expertas en este campo, sino profundamente imbuidas de espíritu cristiano sobre la verdad del matrimonio y su indisolubilidad: y esto porque el derecho a pedir la declaración de nulidad no puede concebirse como una facultad que podría ejercitarse al margen de una atenta valoración de sus requisitos;

— es necesaria la disposición de someterse al juicio de la Iglesia, sin pretender anticipar ese juicio: incluso si tuviera certeza moral subjetiva de la nulidad del propio matrimonio[62], la persona debe someterse también en el ámbito externo a la sentencia, y no puede pasar a nuevas nupcias mientras no lo autorice la Iglesia;

— ni aun en el caso de una declaración de nulidad, se pueden olvidar los compromisos adquiridos con el otro cónyuge y con los hijos: la sentencia no “anula” esos deberes[63].

En la dirección espiritual personal, además de tener en cuenta todo lo anterior, podría ser necesario dar al interesado consejos imperativos —es decir, aquéllos que expresan y ayudan a descubrir algo que constituye de por sí un deber moral, imperado por la ley de Dios y la recta conciencia de la misma persona— con el fin de que abandone la decisión de recurrir al tribunal eclesiástico para conseguir una sentencia de nulidad, haciendo ver muy claramente el deber de conciencia de no proseguir ese proceso, o de poner todos los medios para oponerse a la declaración de nulidad que pretende ilegítimamente el otro cónyuge, o la de obtener la convalidación y reconciliación.

Quienes intervengan en la dirección espiritual de una persona en estas circunstancias, cuidando con la máxima delicadeza el respeto que se debe a la intimidad de cada alma, han de estar muy unidos en los criterios de fondo: cualquier fisura puede perturbar mucho a quien ya se encuentra confundido y generalmente deseoso de encontrar apoyo para hallar una solución a sus dificultades. Además, es preciso compaginar una gran paciencia y comprensión, con toda la fortaleza necesaria, para orientar —desde el primer momento— a recomponer la vida matrimonial y conseguir la plena reconciliación de los cónyuges. Lo exige la santidad del matrimonio, el fin del sacramento, la estabilidad de la familia, el provecho de los hijos y de los mismos esposos, el bien de la Iglesia y de la sociedad[64].

Ciertamente, el director espiritual no puede olvidar que existen algunas situaciones —que no son pocas— en donde el cónyuge que quiere vivir fielmente su vocación cristiana se encuentra con una auténtica imposibilidad de remover el obstáculo que ha hecho nulo el matrimonio: verdaderas incapacidades psíquicas que, si son tales, se manifiestan en la imposibilidad de establecer una mínima unión conyugal; indisponibilidad absoluta del otro contrayente para remover el obstáculo que impide el nacimiento de la unión conyugal (por ejemplo, cuando el otro cónyuge excluye la prole y no está dispuesto a cambiar de decisión). En estos casos, la solución justa y prudente podría ser la de comenzar un proceso de nulidad.

Por lo tanto, al ofrecer consejo sobre la licitud de introducir un libelo de nulidad del matrimonio, se debe tener en cuenta la situación real de la persona. Por ejemplo, la situación de un fiel que, teniendo una sucesiva unión estable (y con hijos), ha vivido un proceso de conversión y acercamiento a la fe. No sería insólito que existan elementos reales que le lleven a cuestionarse la validez de su matrimonio precedente. Dadas sus actuales circunstancias objetivas (nueva relación, con hijos), se le podría recomendar —sin crear falsas esperanzas y explicando muy bien el sentido de la nulidad— que acuda a un abogado de clara doctrina y competencia para que le asesore y le ayude a ver si existen motivos para introducir la causa de nulidad[65].

En cualquier caso, en las conversaciones de dirección espiritual, habrá que fomentar la disposición de acatar dócilmente lo que determinará la autoridad eclesiástica. Por esto, cuando no se reconoce la nulidad del vínculo matrimonial y se dan las condiciones objetivas que hacen la convivencia de hecho irreversible, el director ha de ayudar a estos fieles a esforzarse por vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, absteniéndose de los actos propios de los cónyuges[66].

d) Educación de los hijos

Entre los fines del matrimonio se encuentra la educación de los hijos: «El derecho–deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros»[67].

Para que la educación de la prole se realice adecuadamente, se requiere, en primer lugar, que los padres tengan personalmente una buena formación —espiritual y humana— y procuren incrementarla sin cesar. Más aprenden los hijos del ejemplo vivo de sus padres, que de muchas palabras no respaldadas por los hechos. Por esta razón: «El marido y la mujer deben crecer en vida interior y aprender de la Sagrada Familia a vivir con finura —por un motivo humano y sobrenatural a la vez— las virtudes del hogar cristiano»[68].

Además, se requiere que en el hogar haya un ambiente de paz y cordialidad: «La paz conyugal debe ser el ambiente de la familia, porque es la condición necesaria para una educación honda y eficaz»[69].

Los padres deben iniciar a los hijos en la vida de piedad para que, aprendida con el ejemplo, arraigue en ellos profundamente: «En todos los ambientes cristianos se sabe, por experiencia, qué buenos resultados da esa natural y sobrenatural iniciación a la vida de piedad, hecha en el calor del hogar. El niño aprende a colocar al Señor en la línea de los primeros y más fundamentales afectos; aprende a tratar a Dios como Padre y a la Virgen como Madre; aprende a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres»[70].

Han de educarles siempre en un ambiente de libertad, rectamente entendida: «Los padres han de guardarse de la tentación de querer proyectarse indebidamente en sus hijos —de construirlos según sus propias preferencias—, han de respetar las inclinaciones y las aptitudes que Dios da a cada uno. Si hay verdadero amor, esto resulta de ordinario sencillo»[71].

Especialmente importante es el respeto a la libertad de los hijos, cuando llega el momento en que ellos deben escoger su propio camino y, en concreto, si deciden entregarse a Dios: «Los padres pueden y deben prestar a sus hijos una ayuda preciosa, descubriéndoles nuevos horizontes, comunicándoles su experiencia, haciéndoles reflexionar para que no se dejen arrastrar por estados emocionales pasajeros, ofreciéndoles una valoración realista de las cosas (...) Pero el consejo no quita la libertad (...) llega un momento en el que hay que escoger: y entonces nadie tiene derecho a violentar la libertad (...) después de los consejos y de las consideraciones oportunas, han de retirarse con delicadeza»[72].

Otros consejos a los padres para una buena educación de los hijos, son los siguientes:

a) Saber ponerse a su nivel y hacerse verdaderamente amigos de ellos: «Aconsejo siempre a los padres que procuren hacerse amigos de sus hijos. Se puede armonizar perfectamente la autoridad paterna, que la misma educación requiere, con un sentimiento de amistad, que exige ponerse de alguna manera al mismo nivel de los hijos»[73];

b) descubrirles, poco a poco, nuevos horizontes: «Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que “el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene”»[74];

c) en concreto, conviene que sean los padres quienes instruyan a sus hijos respecto al origen de la vida: «Esa amistad de que hablo, ese saber ponerse al nivel de los hijos, facilitándoles que hablen confiadamente de sus pequeños problemas, hace posible algo que me parece de gran importancia: que sean los padres quienes den a conocer a sus hijos el origen de la vida, de un modo gradual, acomodándose a su mentalidad y a su capacidad de comprender, anticipándose ligeramente a su natural curiosidad»[75];

d) orientar las amistades de sus hijos, para que puedan desarrollarse en ambientes sanos;

e) particular cuidado exige la elección de los colegios. Los padres, ejercitando la libertad que tienen en este aspecto, han de ocuparse cuidadosamente de que los hijos reciban una educación cristiana; siempre tienen la obligación de estar muy atentos a la enseñanza que se da en los colegios, poniendo en su caso los remedios oportunos: «Si en las escuelas se enseñan ideologías contrarias a la fe cristiana, la familia, junto con otras familias, si es posible mediante formas de asociación familiar, debe con todas las fuerzas y con sabiduría ayudar a los jóvenes a no alejarse de la fe»[76].

Por otra parte, si los esposos cristianos —después de agotados todos los recursos— no tuvieran descendencia, «no han de ver en eso ninguna frustración: han de estar contentos, descubriendo en este mismo hecho la Voluntad de Dios para ellos. Muchas veces el Señor no da hijos porque pide más. Pide que se tenga el mismo esfuerzo y la misma delicada entrega, ayudando a nuestros prójimos, sin el limpio gozo humano de haber tenido hijos: no hay, pues, motivo para sentirse fracasados, ni para dar lugar a la tristeza»[77].

Finalmente, es necesario que los padres «no olviden que el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el trabajo de todos los días, en el que colabora la familia entera; en el buen humor ante las dificultades, que hay que afrontar con deportividad; en el aprovechamiento también de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, la formación más eficaz»[78].


5. Cartas del diablo a su sobrino
La tentación sexual (XVIII)
C. S. Lewis

“Mi querido Orugario:

Hasta con Babalapo tienes que haber aprendido en la escuela la técnica rutinaria de la tentación sexual, y ya que para nosotros los espíritus todo este asunto es considerablemente tedioso (aunque necesario como parte de nuestro entrenamiento), lo pasaré de largo. Pero en las cuestiones más amplias implicadas en este asunto creo que tienes mucho que aprender.

Lo que el Enemigo exige de los humanos adopta la forma de un dilema: o completa abstinencia o monogamia sin paliativos. Desde la primera gran victoria de Nuestro Padre, les hemos hecho muy difícil la primera. Y llevamos unos cuantos siglos cerrando la segunda como vía de escape. Esto lo hemos conseguido por medio de los poetas y los novelistas, convenciendo a los humanos de que una curiosa, y generalmente efímera, experiencia que ellos llaman «estar enamorados» es la única base respetable para el matrimonio; de que el matrimonio puede, y debe, hacer permanente este entusiasmo, y de que un matrimonio que no lo consigue deja de ser vinculante. Esta idea es una parodia de una idea procedente del Enemigo.

Toda la filosofía del Infierno descansa en la admisión del axioma de que una cosa no es otra cosa y, en especial, de que un ser no es otro ser. Mi bien es mi bien, y tu bien es el tuyo.
Lo que gana uno, otro lo pierde. Hasta un objeto inanimado es lo que es excluyendo a todos los demás objetos del espacio que ocupa; si se expande, lo hace apartando a otros objetos, o absorbiéndolos. Un ser hace lo mismo. Con los animales, la absorción adopta la forma de comer; para nosotros, representa la succión de la voluntad y la libertad de un ser más débil por uno más fuerte. «Ser» significa «ser compitiendo».

La filosofía del Enemigo no es más ni menos que un continuo intento de eludir esta verdad evidente. Su meta es una contradicción. Las cosas han de ser muchas, pero también, de algún modo, sólo una. A esta imposibilidad El le llama Amor, y esta misma monótona panacea puede detectarse bajo todo lo que El hace e incluso todo lo que El es o pretende ser. De este modo, El no está satisfecho, ni siquiera El mismo, con ser una mera unidad aritmética; pretende ser tres al mismo tiempo que uno, con el fin de que esta tontería del Amor pueda encontrar un punto de apoyo en Su propia naturaleza. Al otro extremo de la escala, El introduce en la materia ese indecente invento que es el organismo, en el que las partes se ven pervertidas de su natural destino —la competencia— y se ven obligadas a cooperar.

Su auténtica motivación para elegir el sexo como método de reproducción de los humanos está clarísima, en vista del uso que ha hecho de él. El sexo podría haber sido, desde nuestro punto de vista, completamente inocente. Podría haber sido meramente una forma más en la que un ser más fuerte se alimentaba de otro más débil —como sucede, de hecho, entre las arañas, que culminan sus nupcias con la novia comiéndose al novio—. Pero en los humanos, el Enemigo ha asociado gratuitamente el afecto con el deseo sexual. También ha hecho que su descendencia sea dependiente de los padres, y ha impulsado a los padres a mantenerla, dando lugar así a la familia, que es como el organismo, sólo que peor, porque sus miembros están más separados, pero también unidos de una forma más consciente y responsable. Todo ello resulta ser, de hecho, un artilugio más para meter el Amor. 

Ahora viene lo bueno del asunto. El Enemigo describió a la pareja casada como «una sola carne». No dijo «una pareja felizmente casada», ni «una pareja que se casó porque estaba enamorada», pero se puede conseguir que los humanos no tengan eso en cuenta. También se les puede hacer olvidar que el hombre al que llaman Pablo no lo limitó a las parejas casadas. Para él, la mera copulación da lugar a «una sola carne». De esta forma, se puede conseguir que los humanos acepten como elogios retóricos del «enamoramiento» lo que eran, de hecho, simples descripciones del verdadero significado de las relaciones sexuales. Lo cierto es que siempre que un hombre yace con una mujer, les guste o no, se establece entre ellos una relación trascendente que debe ser eternamente disfrutada o eternamente soportada. A partir de la afirmación verdadera de que esta relación trascendente estaba prevista para producir —y, si se aborda obedientemente, lo hará con demasiada frecuencia— el afecto y la familia, se puede hacer que los humanos infieran la falsa creencia de que la mezcla de afecto, temor y deseo que llaman «estar enamorados» es lo único que hace feliz o santo el matrimonio. 

El error es fácil de provocar, porque «enamorarse» es algo que con mucha frecuencia, en Europa occidental, precede matrimonios contraídos en obediencia a los propósitos del Enemigo, esto es, con la intención de la fidelidad, la fertilidad y la buena voluntad; al igual que la emoción religiosa muy a menudo, pero no siempre, acompaña a la conversión. En otras palabras, los humanos deben ser inducidos a considerar como la base del matrimonio una versión muy coloreada y distorsionada de algo que el Enemigo realmente promete como su resultado. Esto tiene dos ventajas. 

En primer lugar, a los humanos que no tienen el don de la continencia se les puede disuadir de buscar en el matrimonio una solución, porque no se sienten «enamorados» y, gracias a nosotros, la idea de casarse por cualquier otro motivo les parece vil y cínica. Sí, eso piensan. Consideran el propósito de ser fieles a una sociedad de ayuda mutua, para la conservación de la castidad y para la transmisión de la vida, como algo inferior que una tempestad de emoción. (No olvides hacer que tu hombre piense que la ceremonia nupcial es muy ofensiva.) 

En segundo lugar, cualquier infatuación sexual, mientras se proponga el matrimonio como fin, será considerada «amor», y el «amor» será usado para excusar al hombre de toda culpa, y para protegerle de todas las consecuencias de casarse con una pagana, una idiota o una libertina. Pero ya seguiré en mi próxima carta.

Tu cariñoso tío, ESCRUTOPO”