martes, 6 de noviembre de 2012

Aniversario de la visita de Juan Pablo II a España y de los Mártires de la II República (650)





Entre el 31 de octubre y el 9 de noviembre de este año de 2012 se celebra el trigésimo aniversario del primer viaje de Juan Pablo II a España. Se puede decir que era la primera vez, desde Benedicto XIII en el siglo XIV o desde el 22 de enero de 1522, en que el electo Adriano VI se hallaba a la sazón en Vitoria, como regente de España, y preparando la defensa de Navarra frente a la invasión francesa, que un Romano Pontífice pisaba suelo español.


Y este martes seis de noviembre, además del aniversario de las visitas del hoy Beato Juan Pablo II a Loyola, Javier y Zaragoza -tres sitios en Vascongadas, Navarra y Aragón que no pueden ser mayor exponente de la tradición mariana, evangélica, católica y misionera de España- se celebra, también, la Fiesta de los beatos Mártires de la persecución religiosa en la II República.

Esa II República española que llegó a ser un régimen estalinista donde la persecución y el martirio de los católicos era tan común como en la Roma de Nerón y Domiciano o en los actuales regímenes islamistas; pero que hoy hay gente interesada en calificarla de modelo de convivencia democrática. Y nadie en su sano juicio y con una auténtica memoria histórica, debería olvidar que nuestra segunda república mereció la condena de la Iglesia manifestada explícitamente en la encíclica de Pío XI Dilectissima Nobis de junio de 1933.

Considerando el aniversario de la visita de un papa Beato, que también sufrió en su vida la persecución comunista y la indiferencia del occidente democrático, y la Fiesta de los Beatos de los mártires de la república, entiendo que, en el día de hoy, los españoles tenemos un doble motivo para regocijarnos.

Y, coincidiendo con el Año de la Fe recientemente inaugurado por Benedicto XVI, procurar afianzar nuestra fe y nuestra esperanza, al saber que tenemos tantos intercesores en el cielo, que dieron su testimonio de vida por la Vida, pudiendo muchos de ellos librarse del martirio si renegaban y perdonando expresamente la mayoría de ellos, a quienes ejecutaban las penas de muerte impuestas por el odio a la fe. A diario tenemos noticias de mártires en la Iglesia pero los de los años 34 y 36-39, en nuestra España, en nuestros pueblos y ciudades, con personas que podían ser de nuestras familias y entornos, tiene un valor infinito. Estuvieron preparadas para el Martirio y lo aceptaron con valor.

Juan Pablo II, desde joven conocía a España y sus estudios, en la lejana Polonia -un paese lontano... lontano, ma sempre così vicino per la comunione nella fede e nella tradizione cristiana- de San Juan de la Cruz son prueba fehaciente de ello. Y las difíciles circunstancias que atravesamos, no sólo en lo económico, porque posiblemente hoy nuestro Tribunal Constitucional votará la sentencia del matrimonio homosexual, que será favorable a la denominación de “matrimonio” para las bodas entre personas del mismo sexo, son un buen momento para recordarle y pedirle para que ruegue por nosotros.

Yo no vivía en los años de 1930, pero sí fui testigo del encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes en el Santiago Bernabeu y del acto mariano que él mismo celebró, hace hoy treinta años ante la imagen de la Virgen del Pilar.


Del primero, siempre he recordado especialmente la enseñanza que dice:


“Somos nosotros, bautizados y confirmados en Cristo, los llamados a acercar ese reino, a hacerlo visible y actual en este mundo, como preparación a su establecimiento definitivo. Y esto se logra con nuestro empeño personal, con nuestro esfuerzo y conducta concorde con los preceptos del Señor, con nuestra fidelidad a su persona, con nuestra imitación de su ejemplo, con nuestra dignidad moral. Así, el cristiano vence el mal; y vosotros, jóvenes españoles, vencéis el mal con el bien cada vez que, por amor y a ejemplo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a tener más y no a ser más”. 

Del segundo escojo las siguientes palabras:


 “El Pilar de Zaragoza ha sido siempre considerado como el símbolo de la firmeza de fe de los españoles. No olvidemos que la fe sin obras está muerta. Aspiremos a “la fe que actúa por la caridad”. Que la fe de los españoles, a imagen de la fe de María, sea fecunda y operante. Que se haga solicitud hacia todos, especialmente hacia los más necesitados, marginados, minusválidos, enfermos y los que sufren en el cuerpo y en el alma. Como Sucesor de Pedro he querido visitaros, amados hijos de España, para alentaros en vuestra fe e infundiros esperanza. Mi deber pastoral me obliga a exhortaros a una coherencia entre vuestra fe y vuestras vidas. María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. 

Para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del futuro. Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero finalmente encomendarte, Virgen Santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas”.