InfoCatólica
Daniel Iglesias
(6.01.13)
Una nueva disciplina científica denominada “neuroteología” ha descubierto que ciertas zonas cerebrales “se activan” durante ciertas experiencias místico-religiosas. En bien de la brevedad, supongamos que esto fuese una descripción aproximadamente correcta de un hecho real.
Hechos son hechos e interpretaciones son interpretaciones. El problema de la “neuroteología” es su tendencia a la interpretación materialista de esta clase de hechos.
Lo realmente importante aquí es la cuestión de la causalidad: ¿El fenómeno neurológico causa el fenómeno religioso o el fenómeno religioso causa el fenómeno neurológico? El propio nombre de la “nueva ciencia” hace pensar en una tendencia (científicamente injustificable) hacia la primera de ambas alternativas.
El hombre es una unidad de cuerpo y alma. Sus emociones, por ejemplo, afectan a estas dos dimensiones de su ser. Cuando siente vergüenza, su cara enrojece; cuando siente miedo, el latido de su corazón se acelera. Pero no siente vergüenza porque su cara enrojece ni siente miedo porque el latido de su corazón se acelera, sino al contrario. ¿Por qué habría de ser diferente en el caso de las “emociones religiosas"?
Ni siquiera es seguro que dos hechos concomitantes estén relacionados causalmente entre sí. Al menos en eso David Hume tenía razón.
Lamentablemente con demasiada frecuencia las estadísticas se usan para establecer relaciones disparatadas entre fenómenos concomitantes pero no relacionados causalmente entre sí (al menos en forma directa). Por ejemplo, se podría demostrar matemáticamente que existe una fuerte correlación positiva entre el porcentaje de cristianos en la población de un país y los puntos ganados por su selección en los campeonatos mundiales de fútbol. Pero de allí no se puede inferir que ser cristiano favorezca el talento futbolístico ni menos aún que la buena performance futbolística de una selección favorezca el crecimiento del cristianismo en su país.
Por otra parte tenemos el hecho de que la mística (al menos la cristiana) no puede de ninguna manera reducirse a determinadas emociones. La mística cristiana en sustancia no depende de ningún fenómeno extraordinario ni de emociones particulares. Por desgracia con mucha frecuencia la mística cristiana es casi totalmente desconocida en ambientes no creyentes. Los cristianos no sentimos a Dios a través de algún oculto sexto sentido. Lo conocemos por la razón y por la fe.
La religiosidad humana, en su esencia más propia, no tiene absolutamente ninguna relación con ninguna “sensación de infinito” ni de “pérdida de linealidad del tiempo", como sostienen los partidarios de la “neuroteología". Ésta no es la actual interpretación de los momentos místico-religiosos, sino tan sólo la interpretación de la corriente de pensamiento materialista. La fe cristiana provee una interpretación alternativa.
La ciencia no es ni puede ser materialista. El materialismo es la doctrina (filosófica, no científica) que postula que todo es materia. La ciencia experimental prescinde metodológicamente del espíritu, pero no lo niega ni puede hacerlo. Es decir, no trata del espíritu simplemente porque no es su tema. Cuando algunos científicos apoyan el materialismo no hacen ciencia, sino filosofía. Y no tienen derecho a utilizar el prestigio de la ciencia a favor de su falsa filosofía.
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