domingo, 9 de junio de 2013

Mafia Siciliana: Pino Puglisi, Primer Mártir de la Iglesia (905)


Aceprensa-SERGIO FENIZIA/Palermo (30.MAY.2013:   Por primera vez una víctima de la mafia se ha convertido en mártir de la Iglesia. Veinte años después de su asesinato en Palermo, el sacerdote don  ha sido beatificado el pasado 25 de mayo, en presencia de unas 80.000 personas, provenientes sobre todo de Sicilia y también del resto de Italia.

Giuseppe Puglisi nació el 15 de septiembre de 1937 en Palermo, en el barrio de Brancaccio, donde morirá en 1993, el día de su 56 cumpleaños. Era el tercero de cuatro hijos varones, hijos de Carmelo Puglisi, zapatero, y de Giuseppina Fana, sastre. A los 16 años ingresó en el seminario y fue ordenado sacerdote en 1960. Fue párroco de pueblo, profesor de religión en varias escuelas estatales y, entre otros encargos, director del Centro Regional de Vocaciones. El tema de la vocación ocupó siempre un papel central en su acción pastoral.

En 1990 fue nombrado párroco en Brancaccio, el barrio palermitano en que había nacido, un barrio profundamente marcado por la actividad criminal de algunas familias que, en el lenguaje sociológico y judicial contemporáneo, son calificadas de mafiosas.

Su acción pastoral comenzó pronto a influir en la vida espiritual de sus parroquianos y, en consecuencia, en la realidad social del barrio. Algunos jóvenes que antes habían sido fácilmente captados por organizaciones criminales, comenzaron a tomarse en serio las enseñanzas del Evangelio. Los jefes de los clanes delictivos de la zona comenzaron a manifestar su irritación ante la acción evangelizadora de aquel pequeño sacerdote de grandes orejas, como él mismo se definía.

Su sonrisa antes de ser abatido fue el origen de la conversión de los que dispararon contra él.

“Me lo esperaba”

Numerosas amenazas, pequeños actos de violencia, y sobre todo el temor de que sus parroquianos pudieran sufrir represalias por parte de criminales del lugar, no frenaron su empeño. Tenía ideas claras y mucha fe. Tenía miedo, pero lo ocultaba. Desde hace tiempo había ofrecido su vida a Dios, y toda su vida era un continuo gastarse.

Es consciente del grave riesgo que corre. No se expone de modo temerario, pero no se sustrae a su deber de buen pastor. El secreto de don Pino está en su unión con Dios, y en su consiguiente amor por los demás, también por los mafiosos, por cuya conversión trabajaba.

Después de algunos atentados fallidos (como la simulación de un accidente de tráfico), la tarde del 15 de septiembre de 1993, según los datos de las investigaciones judiciales, don Pino es asesinado a tiros, a la puerta de su casa, por Salvatore Grigoli y Gaspare Spatuzza, por orden de los hermanos Filippo y Giuseppe Graviano.

Cuando Salvatore Grigoli es detenido, confiesa otros muchos crímenes, y parece emprender un proceso de conversión. El mismo cuenta que don Pino, antes de ser abatido, sonrió y dijo: “Me lo esperaba”. Esa sonrisa amable, que conquistaba a tantos jóvenes y menos jóvenes, ha estado en el origen de la conversión de los dos asesinos, y es un signo del amor que albergaba don Pino en su corazón y que alcanzaba también a sus perseguidores. No ha muerto haciendo declaraciones antimafia, sino cumpliendo su labor de sacerdote

Iglesia y mafia

La mafia siciliana tiene facetas que en el curso de las décadas se han hecho más variadas y complejas. Algunas simplificaciones han retrasado un proceso de pacificación y de civilización que podrían dar más frutos con una mayor apertura al diálogo, una atención a los problemas reales, y un reconocimiento del hecho de que a veces la violencia se ejerce también “en nombre de la ley”.

En la realidad siciliana, junto a la frecuente instrumentalización de las expresiones “mafia”, “lucha a la mafia”, etc., parece cada vez más clara la necesidad de distinguir entre mentalidad mafiosa y criminalidad mafiosa, en el sentido de que no necesariamente la primera degenera en la segunda. Además, la realidad a la que se aplica el término “mafia” no es fácilmente circunscribible, también porque cambia con el tiempo.

En cuanto a la Iglesia, no es fácil decir si ha cambiado su actitud respecto a ciertas realidades sociales o si son estas las que han cambiado y, por lo tanto, requieren ser tratadas de otro modo. Ciertamente es poco verosímil la opinión según la cual la Iglesia habría cambiado su actitud ante la criminalidad, también la llamada “mafiosa”, que siempre ha sido considerada incompatible con el Evangelio.

Mons. Vincenzo Bertolone, arzobispo de Catanzaro-Squillace y postulador de la etapa final de la Causa de beatificación de Puglisi, escribe: “La muerte violenta del sacerdote ha llevado a madurar la nueva actitud de las iglesias de Sicilia (…) Esta muerte provocada por la mafia impresiona más por el hecho de que la víctima no era un hombre que se había significado, sino de un párroco que sencillamente había desempeñado su misión pastoral con fidelidad al Evangelio. (…) No ha muerto haciendo declaraciones antimafia, sino cumpliendo su labor de sacerdote, es decir, viviendo el Evangelio y sembrando esperanza. Sin embargo, hacer de sacerdote, es decir, anunciar el Evangelio en aquel lugar, en aquel tiempo y en aquel modo significaba y significa también hacer frente a la mafia”.

Por odio a la fe

Francesco Deliziosi, redactor jefe del Giornale di Sicilia y primer biógrafo de don Pino Puglisi, subraya que “la conclusión positiva de la Causa de beatificación tiene un alcance histórico. En efecto, don Puglisi es la primera víctima de la mafia reconocida como mártir cristiano. Esta Causa es la primera –en la historia de la Iglesia– en la que se utilizan declaraciones de colaboradores de la Justicia, actas de procesos contra la mafia, reconstrucciones de la magistratura en el periodo 1992-93, que fue la encrucijada de los asesinatos de [los jueces] Falcone y Borsellino, y también de los atentados de Roma, Florencia y Milán”.

La Causa se inició en 1998, cinco años después del asesinato del sacerdote, por iniciativa del cardenal Salvatore De Giorgi, entonces arzobispo de Palermo. El postulador ha debido demostrar que don Pino había sido asesinado por “odio a la fe”. “Su intuición –escribe Deliziosi– ha sido demostrar que –con el ritual de sangre de la afiliación– los mafiosos reniegan de hecho del bautismo cristiano. Escogen ser los representantes de otra religión. Usurpando rituales y fórmulas cristianas, la mafia crea un sistema propio de poder, en el cual el Padrino ocupa el puesto del Padre, con la habilidad de revestirse de formas de religiosidad exteriores que son utilizadas para reforzar el propio dominio y la influencia del clan en su territorio. (…) De esta manera se supera la dificultad de proclamar un mártir como don Puglisi, asesinado por mafiosos que formalmente están bautizados en su misma iglesia de Brancaccio. Por eso los mafiosos pueden ser equiparados a perseguidores de otras épocas”.

Para demostrar que don Puglisi fue asesinado por “odio a la fe”, como debe ser en un caso de martirio, el postulador aportó declaraciones juradas de sacerdotes y amigos de don Puglisi, testimonios que concuerdan en que el asesinato fue cometido para silenciar la palabra de fe del sacerdote.

El Papa francisco, al término del Angelus del domingo 26, ha recordado la beatificación de don Pino: “Don Puglisi fue un sacerdote ejemplar, dedicado especialmente a la pastoral juvenil. Educando a los jóvenes según el Evangelio, les apartaba de la delincuencia, por lo que ésta ha tratado de derrotarlo matándolo. Sin embargo, en realidad él venció en Cristo resucitado”.

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