lunes, 15 de julio de 2013

Santo Sudario de la Catedral de Oviedo y Sábana Santa de Turín. Estudios Científicos y Visiones de la beata Ana Catalina (928)

Capilla pre-románica del rey Alfonso II el Casto
Acoge el Tesoro Catedralicio en el que destacan joyas como la Cruz de los Ángeles, símbolo de Oviedo; la Cruz de la Victoria, emblema de Asturias y la Caja de las Ágatas. También es importante el Arca Santa, que contiene las reliquias de la cristiandad, entre ellas el conocido como Santo Sudario.

Desde hace más 1.000 años, en la Catedral de Oviedo (España) se conserva un lienzo fino relativamente pequeño, que la Tradición denomina "Santo Sudario" de Cristo. No se debe confundir con la "Síndone" o "Sábana Santa" (4x1 metros), que se venera en la Catedral de Turín (Italia).

Centro de Sindonología: Visual Interactivo


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La Agencia Nacional para las Nuevas Tecnologías, la Energía y el Desarrollo Económico Sostenible italiana (ENEA) ha realizado un estudio durante los últimos cinco años para intentar reproducir la Sábana Santa, que se encuentra custodiada en Turín. Los científicos han corroborado en su intento por realizar una copia que no se trata de una falsificación, como aseguran algunos, sino que el sudario es real.

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Visiones de la Beata Ana Catalina Emmerich
El Embalsamamiento de Jesús y la Sábana Santa


Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús
El embalsamamiento

CapillacatolicaLa Virgen Santísima se sentó sobre una amplia tela extendida sobre el suelo; con la rodilla derecha un poco levantada y un hatillo de ropas en la espalda. Lo habían dispuesto todo para facilitar a la Madre de alma profundamente afligida, la Madre de los dolores. Las tristes honras fúnebres que iban a dispensar al Cuerpo de su Hijo. La sagrada cabeza de Jesús estaba reclinada sobre las rodillas de la Madre; su Cuerpo, tendido sobre una sábana. La Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el Cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras Magdalena reposaba la suya sobre sus pies.

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