domingo, 18 de agosto de 2013

Exorcismos y entrevista al Padre Amorth (968)



–Y dale con el demonio…
–Que deje Satanás de atacar a la humanidad, procurando su perdición temporal y eterna, y dejaremos de hablar contra él.

El combate del cristiano por el Reino –«venga a nosotros tu Reino», a mí, a todo el mundo–, como ya vimos en los dos artículos anteriores, no es tanto contra el mundo y la carne, sino contra los espíritus del mal, contra los demonios (Ef 2,1-7; 6,10-12). Se inicia ya en el bautismo, que incluye exorcismos, y se prolonga en toda la vida cristiana por la oración –en el mismo Padrenuestro, «líbranos del Maligno»–, los sacramentos, el ejercicio de las virtudes, la evitación del pecado, de la cautividad del mundo –pensamientos y costumbres–, las bendiciones, como el agua bendita, etc. Pero en casos extremos, cuando hay signos suficientes de que el demonio ha logrado un dominio especial sobre un hombre, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, practica los exorcismos. Por medio de ellos el hombre atormentado por el demonio se refugia en Jesús, el Salvador, y en él encuentra una acogida llena de misericordia y de paz.

Los exorcismos son, según enseña el Catecismo, con las bendiciones y consagraciones (1671-1672), los más importantes sacramentales de la Iglesia:

1673 «Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf. Mc 1,25-26; etc.), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf. Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne llamado “el gran exorcismo” sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de un presencia del Maligno y no de una enfermedad (cf. CIC can. 1172)».

Bibliografía:
–Remito a los lectores más interesados en el tema a otros textos: Corrado Balducci,La posesión diabólica, Martínez Roca, Barcelona 1976, 212 pgs.; posteriormente en edit. San Pablo. Mons. Alfonso Uribe Jaramillo, Ed. Lumen 1995, 221 pgs. (incluye los exorcismos delRituale Romanum antiguo tradicodps al español); René Laurentin, El demonio ¿símbolo o realidad? Desclée de Brouwer 1998, 325 pgs. (orig. 1995). Gabriele Amorth, Habla un exorcista, Planeta 2001, 3ª ed., 214 pgs. Francesco Bamonte, Possessioni diaboliche ed esorcismo, Paoline 2006, 216 pgs.

Crece hoy el dominio del diablo en las naciones descristianizadas, y por eso aumenta en ellas la necesidad de los exorcismos. Allí donde el Reino de Cristo disminuye –por la herjía y el pecado, la infidelidad y la apostasía­–, crece necesariamente el poder efectivo del diablo sobre los hombres y las naciones. Esta realidad histórica ya fue discernida en la Iglesia sobre todo a partir del siglo XVIII, cuando se van preparando en las naciones de antigua tradición cristiana armas renovadas al servicio del diablo para su dominio sobre el mundo.

En 1886, León XIII, después, al parecer, de una visión sobrenatural de los poderes de los demonios en el mundo, compuso contra ellos una oración de exorcismo, que había de rezarse, y se rezó, en toda la Iglesia al terminar la Misa: Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio»… Fue integrada esta oración en el Rituale Romanum tradicional de Paulo V (ed. 1954, tit. XII, c.III). Y fue recuperada en el nuevo Ritual de exorcismos (1999), al final del mismo, entre las «Súplicas que pueden ser empleadas privadamente por los fieles en la lucha contra las potestades de las tinieblas».

Los Papas vienen alertando más y más de este mysterium iniquitatis creciente sobre todo en el Occidente apóstata (Pío X, Supremi apostolatus cathedra, 1903, nn. 131-132; Pío XI (Divini Redemptoris 1937, n.22; Pío XII, Nous vous adressons 1950). Pablo VI denuncia en varias ocasiones que en el mundo actual «una potencia adversa ha intervenido. Su nombre es el diablo… Nosotros creemos en la acción que Satanás ejerce hoy en el mundo» (29-VI-1972). «¿Cuáles son las necesidades más grandes de la Iglesia? Que no os maraville como simplista o incluso supersticiosa o irreal nuestra respuesta: una de las más grandes necesidades de la Iglesia es la defensa contra este mal que llamamos demonio… El Mal no es solamente una deficiencia. Es la acción de un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Realidad terrible, misteriosa y temible» (15-XI-1972).

En el mismo sentido advierte Juan Pablo II que «las impresionantes palabras del Apóstol Juan, “el mundo entero está bajo el Maligno” (1Jn 5,19) aluden a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios» (13-8-1886; cf. 20-8-1886).

Son muchos los signos de la demonización creciente del mundo:
 Ateísmo, agnosticismo, irracionalismo, magia, espiritismo, adivinación, cultos esotéricos, satanismo, maleficios, perversión de la filosofía, política destructora del orden natural, guerras, enormes injusticias internacionales, destrucción de la familia, aborto, anticoncepción, divorcio, promiscuidad sexual, pornografía omnipresente, que por vías informáticas llega a todo el mundo, también hasta el rincón de un patio de escuela durante el recreo; celebrities casi siempre escandalosas, predominio creciente de unaintelligentzia anticristiana en política, leyes, universidades y medios de comunicación; orientación anti-Cristo de los grandes Organismos internacionales; idolatría del cuerpo y de las riquezas; falsificación de las identidades nacionales, desprecio de la razón y de la cultura, de la historia y de la tradición, etc. Todas estas realidades, difícilmente discutibles, hacen ver que gran parte del mundo actual está bajo el dominio de Satanás, sobre todo en los países descristianizados. Por lo demás, el crecimiento de las tinieblas y el apagamiento de la luz son fenómenos absolutamente relacionados. Es, pues, obligado pensar que en la raíz de esa demonización creciente de la humanidad, especialmente en los países apóstatas de la fe cristiana, está el oscurecimiento del Evangelio, el alejamiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y de su Santa Iglesia –oración, Eucaristía, sacramentos, vida cristiana–.

«¿Existen señales, y cuáles, de la presencia de la acción diabólica? –se pregunta Pablo VI–. Podremos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios se hace radical, sutil y absurda; donde la mentira se afirma, hipócrita y poderosa, contra la verdad evidente; donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde (1Cor 16,22; 12,3); donde el espíritu del Evangelio es mistificado y desmentido; donde se afirma la desesperación como última palabra» (15-XI-1972)…

Si esto es así, es indudable que en nuestro tiempo se dan claramente las señales de la acción del diablo. Estas señales también en otras épocas se han dado, pero no tanto como en el presente. Ya hemos visto que los últimos Papas no han dudado en atribuir el «lado oscuro» de nuestro tiempo al influjo diabólico.

Disminuye la fe en el diablo, que en muchas Iglesias descristianizadas viene a desaparecer de la predicación y de los escritos de espiritualidad. Poner entre paréntesis el tema del demonio y silenciarlo sistemáticamente se considera como exigencia de un «cristianismo correcto», es decir, moderno, aceptable en el mundo actual, alejado de un Evangelio primitivo, demasiado afectado por las culturas paganas. Quienes hoy niegan al diablo y su acción en el mundo se creen muy inteligentes, capaces de superar un cristianismo necesitado de verificación; pero en realidad, «alardeando de de sabios, se hicieron necios» (Rm 1,22), y no entienden absolutamente nada de cuanto sucede en la Iglesia y el mundo. Están «más perdidos que un perro en Misa».

Pablo VI, cuando se iba generalizando esta herejía, que hoy se mantiene fuerte, dejó claro que «se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer la existencia [del demonio]; o bien la explica como una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias» (15-XI-1972).

Disminuyen al mismo tiempo los exorcismos, hasta el punto de que el ministerio de exorcista desaparece en muchas Iglesias descritianizadas. Las mismas Iglesias que toleran en los bautizados la ausencia masiva de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y de la penitencia (90% de los bautizados), toleran también la extinción de los sacramentales, bendiciones y exorcismos. El pueblo cristiano fiel sigue pidiendo a Dios «líbranos del Maligno», pero son muchas las Iglesias locales que no tienen exorcistas, o que si tienen alguno, es a veces alguien que se honra en declarar que no hace exorcismos.

El profesor Antonio Doñoro, sacerdote, en su obra Exorcismos. Fuentes y teología del Ritual de 1952 (Toledo, 2011), estudia la situación de los exorcismos en España en los últimos cincuenta años. De 69 diócesis españolas, únicamente 25 (un 36%) han tenido algún exorcista, pero sólo 18 lo conservan hoy. Son 44 las diócesis que no tienen exorcista nombrado por el Obispo. Por otra parte, he podido yo saber de algún sacerdote exorcista que, en el ejercicio de los exorcismos, hallaba una de las mayores dificultades en su Curia diocesana o en el Consejo de Pastoral. En efecto, en muchas Iglesia locales, por acción o por omisión, eliminan prácticamente los exorcismos de la vida pastoral, o simplemente les ponen tantas exigencias y dificultades, que prácticamente los impiden.

Se va produciendo, al parecer, en los últimos años una recuperación del ministerio del exorcismoen distintas Iglesias locales. En junio de 2013, por ejemplo, el Sr. Arzobispo de Madrid, Card. Antonio María Rouco, encomendó a ocho sacerdotes que se preparasen para exorcistas de las ocho Vicarías pastorales de la Archidiócesis.

La desaparición de exorcistas y exorcismos se produce justamente cuando más se necesitan. Y no hay en ello contradicción o paradoja alguna. Es perfectamente lógico que se fortalezca y extienda más el poder del demonio allí donde los exorcismos sacramentales no son ejercidos por la Iglesia. Causæ ad invicem sunt causæ. Como he dicho, el pueblo cristiano fiel sigue pidiendo al Padre celestial diariamente «líbranos del Maligno». Y sabemos bien que nuestro Señor Jesucristo, gran exorcista, dió misión y poder a sus apóstoles para expulsar los demonios. Por eso hemos de considerar como una de las más graves deficiencias de las Iglesias descristianizadas la omisión de los exorcismos, es decir, de las ayudas sacramentales que necesitan aquellos hijos suyos especialmente asediados o poseídos por el diablo. Estos bautizados se ven afligidos por terribles sufrimientos y sujetos a graves peligros espirituales, y no reciben la ayuda sacramental de aquellas Iglesias que se niegan a darles el auxilio poderoso de los exorcismos. Obispos, sacerdotes y diáconos resisten así a la misión apostólica y a la palabra de Cristo: «en mi nombre expulsarán los demonios» (Mc 16,17).

El Rituale Romanum de exorcismos fue establecido después del Concilio de Trento por Paulo V (1614) partiendo, naturalmente, de formularios precedentes. Siglos más tarde, con leves modificaciones y añadidos, tuvo una reedición autorizada por Pío XI (1925). Y en el pontificado de Pío XII (1952), fue objeto de una nueva edición (Rituale Romanum. Editio typica 1952, Libreria Editrice Vaticana 2008, 970 pgs.). Resumo el contenido del Título XI.

-Capítulo 1, De exorcizandis obsessis a dæmonio. Las 21 observaciones y normas previas que se dan en este inicio proporcionan al exorcista unas orientaciones muy prácticas, llenas de sabiduría y prudencia, que vienen a concentrar en un texto muy breve la experiencia secular de la Iglesia en el ministerio del exorcismo. Merece la pena leerlas (véase el enlace que he indicado, en las páginas 269-270).

-Capítulo 2, da los textos usados por el exorcista (pgs. 271-284). –Se incia el exorcismo por las Letanías y el Padrenuestro: «libera nos a malo». –Salmo 53. –Oración. –Mandato al diablo de decir su nombre. –Prólogo del Evangelio de San Juan, con otros varios Evangelios, y oración. –Exorcismo imperativo, fuerte y solemne, en varias oraciones. –Credo: el Símbolo Atanasiano. –Una docena de Salmos optativos. –Oración «post liberationem».

-Capítulo 3, ofrece un exorcismo que sólo el Obispo puede administrar (pgs. 285-286).


Las fórmulas de los exorcismos tienen la profundidad doctrinal, la claridad y la concisión potente que caracteriza los textos de la Liturgia romana, y han tenido, sobre todo algunas, muchos siglos de práctica en la Iglesia. Destaco un caso, por ejemplo. –Exigir al diablo que dé su nombre, al decir de los exorcistas experimentados, es una acción muy fuerte y eficaz, y muy resistida por el diablo: «Præcipio tibi… dicas mihi nomen tuum, diem, et horam exitus tui, cum aliquo signo: et ut mihi Dei ministros licet indigno, prorsus in omnibus obedias». Es una oración imperativa que repite la pregunta-mandato que Cristo hace al endemoniado de Gerasa: «¿Cuál es tu nombre?» (Mc 5,9). Conocer el nombre del diablo da al exorcista dominio sobre él. Por eso, en las observaciones del capítulo primero, se establece en el n. 15: «Necessariæ vero interrogationes sunt, ex. gr. de numero etnomine spirituum obsidentium, de tempore quo ingressi sunt, de causa, et aliis hujusmodi». Para el exorcista es también muy útil conocer cuándo y cuál fue el medio que sirvió al diablo para iniciar su dominio sobre el obseso o poseso; si el satanismo, el espiritismo, el reiki, tal forma de esoterismo, adivinación, maleficio, etc.

El nuevo Ritual de los Exorcismos es establecido después del Concilio Vaticano II (1999), bajo la autoridad del papa Juan Pablo II. En el comienzo del documento, el Cardenal Jorge Medina, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, advierte en una Notificación providencial y sorprendente –Dios sea bendito– que el Obispo puede solicitar para el exorcista de su diócesis licencia para «emplear el rito hasta ahora usado según el título XII de la edición de 1952 del Ritual Romano». Y adelanta que la Congregación «concede con gusto la facultad pedida».

Describo el contenido del Ritual. El Decreto pertinente y una amplia Presentación oficial del Card. Medina, van seguidos de unos largos Prenotandos, que desarrollan la doctrina y la práctica de los exorcismos (nn. 1-38). A continuación, el texto mismo de los exorcismos (39-84). Termina el Ritual con algunos Apéndices, que entre otras cosas incluyen oraciones ya tradicionales, como Bajo tu amparo, Acordáos, la oración a San Miguel arcángel, de León XIII, etc.

Como puede comprobar el lector con más detalle, consultando el enlace que ya he dado, el rito de exorcismo renovado sigue el orden siguiente. Capítulo I (39-66): Agua bendita, Letanías, Salmos, con sus oraciones correspondientes. Prólogo del Evangelio de San Juan. Imposición de manos. Promesas bautismales y renuncias. Señal de la Cruz. Soplo. Oración de exorcismo, deprecativa primero, imperativa después. Acción de gracias. Conclusión. Capítulo II (67-84): Fórmulas alternativas al rito anteriormente descrito. Apéndices.

El nuevo Ritual de los exorcismos ha recibido serias críticas de los exorcistas, no sólo de los antiguos, acostumbrados al Ritual tradicional, sino también de los que comenzaron su ministerio ya publicado el Ritual nuevo de 1999. El padre Gabriele Amorth, exorcista oficial entonces del Vaticano, inició la crítica, como veremos en la entrevista que recojo al final como Apéndice. Y a ella se unieron otros exorcistas, según refiere el periodista José María Zavala en Así se vence al demonio. Hablan los poseídos. Hablan los exorcistas (LibrosLibres 2012, 260 pgs.).Señalo las objeciones principales que suelen hacerse al nuevo Ritual de Exorcismos.

–Los maleficios son la causa más frecuente de las posesiones, y el Ritual antiguo ayudaba a combatirlos. Pero el nuevo, en el punto 15 de los Prenotandos, establece que en estos casos «no debe acudirse de modo alguno al exorcismo». –El exorcista solamente llega a estar cierto de que existe una posesión diabólica cuando, después de los discernimiento previos necesarios, ejercita el exorcismo. Pero el Ritual nuevo, en el punto 16 manda que «debe proceder a celebrar el exorcismo sólo cuando tenga seguridad de la verdadera posesión demoníaca». Los números 15-16, prácticamente, acaban con los exorcismos. –El Ritual nuevo compone ex novo un buen número de oraciones, menos imperativas y contundentes que las del Rito antiguo. De éste omite otras que venían usándose con gran eficacia desde hacía muchos siglos; algunas procedían de San Ambrosio (+397) o de San Martín de Tours (+397). –El Ritual antiguo (cp. 1, n.15), como ya vimos, consideraba «necesario» que el exorcista afirmara su dominio sobre el demonio exigiéndole que dijera su nombre, número, modo de entrada en el poseso: «præcipio tibi… dicas mihi nomen tuum», etc. (cp. 2,2). Pero esta oración-acción imperativa se ha eliminado en el Ritual nuevo, lo que, según nos dicen, es una gran pérdida. –El P. Gabriele Amorth en varias ocasiones ha afirmado que el nuevo Ritual fue elaborado por teólogos o liturgistas que no tenían ninguna experiencia personal del ministerio de los exorcismos, como veremos más extensamente en el Apéndice final.

Los exorcistas actuales pueden usar el Ritual Romano antiguo sin necesidad de pedir licencia para ello. Ya vimos que, desde la promulgación del nuevo Ritual, una Notificación previa, providencialmente introducida por el Card. Medina, Prefecto de la Congregación del Culto, advertía que se concedería «con gusto» la facultad de usar el Ritual antiguo a quien lo solicitara. Este mismo Sr. Cardenal, como ya vimos (222), es quien en un Decreto –no tenido después en cuenta– mandó que en todas las oraciones del nuevo Bendicional se hiciera la señal de la cruz, que había sido omitida en la mayoría de ellas. Dios se lo pague. Esta norma, con el favor de Dios, acabará aplicándose.

Después del Motu Proprio Summorum Pontificum, de Benedicto XVI (2007), la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei», presidida por el Card. William Levada, publicó con la aprobación del Papa la Instrucción Universæ Ecclesiæ (2011), para interpretar oficialmente el Motu Proprio anterior. Y en el n. 35 dispone: «Se permite el uso del Rituale Romanum vigente en 1962». Esta decisión de la Santa Sede, en la práctica, deja a un lado el nuevo Ritual de exorcismos, aunque no lo retire. De hecho, según parece, la mayoría actual de los exorcistas sigue usando el Ritual antiguo, tanto los que antes de 1999 venían usándolo, como los más recientes.

Pero téngase en cuenta que también puede ser usado, sin solicitar licencia, el Bendicional contenido en el Rituale Romanum antiguo, a tenor de esa misma Instrucción que acabo de citar. Muchas veces aprovechar esta licencia es altamente aconsejable. El nuevoBendicional (1984) reconoce que también deben ser bendecidas actividades, cosas y lugares (12-13). Pero muchas veces no cumple este principio. Después de organizar una «celebración» con moniciones, lecturas de la Escritura, salmo y preces, más algún cántico eventual de «la asamblea», el objeto mismo de la bendición queda sin bendecir (?), pues las oraciones bendicen solamente a Dios y a las personas que usen esos objetos y lugares o realicen tal actividad. ElBendicional del Ritual antiguo, por el contrario, realmente bendice personas, objetos, lugares y actividades. Y lo hace, sin vacilaciones teológicas, con breve y contundente claridad. Pongo un ejemplo:

BENEDICTIO PANIS. –Adiutorium nostrum in nomine Domini. –Qui fecit cælum et terram. –Dominus vobiscum. –Et cum spiritu tuo. –Oremus. Domine Jesu Christe, panis Angelorum, panis vivus æternæ vitæ, bene + dicere dignare panem istum, sicut benedixisti quinque panes in deserto: ut omnes ex eo gustantes, inde corporis et animæ percipiant sanitatem: Qui vivis et regnas in in sæculasæculorum. Amen. (Et aspergatur aqua benedicta).

Apéndice:…«Y líbranos del Maligno». 
Entrevista con el padre Gabriele Amorth

El padre Gabriele Amorth (Módena, 1925-), ordenado sacerdote católico (1954), es miembro de la Sociedad de San Pablo, fundada por Santiago Alberione. Fue nombrado en 1986 exorcista oficial de la diócesis de Roma. En ese año hizo su primer exorcismo bajo la guía del padre Candido Amantini. Fundó la Asociación Internacional de Exorcistas en 1990, de la que fue presidente hasta su retiro a los 75 años de edad (2000). Entre 1986 y 2010 realizó unos 70.000 exorcismos (unos 8 exorcismos por día), de los cuales algunos duraban minutos, y otros varias horas. El escritor Stefano Maria Paci publicó en la revista italiana 30 Giorni (30 Días, año XIX, n.6 [junio] 2001, pgs. 28-34) una extensa entrevista que hizo al P. Amorth, y que aquí transcribo íntegra, quitándole sólo la introducción. Se encuentra en español en muchos lugares de internet, pero son diversas traducciones del italiano, no siempre fiables. Por eso, en lugar de dar algún enlace, que hubiera sido lo más fácil, he preferido transcribir el mismo texto que se publicó en la edición española de la revista.

-Padre Amorth, por fin está lista la traducción italiana del nuevo Ritual para los exorcistas.
-GABRIELE AMORTH: Sí, está lista. El año pasado la CEI [Conferencia Episcopal Italiana] se negó a aprobarla porque había errores de traducción del latín. Y los exorcistas, que tenemos que utilizarla, aprovechamos para señalar una vez más que no estamos de acuerdo con muchos puntos del nuevo Ritual. El texto latino sigue siendo el mismo en esta traducción. Un Ritual tan esperado al final se ha transformado en una burla. Un increíble tocho que podría impedirnos actuar contra el demonio.

-Es una acusación dura. ¿A qué se refiere?
-AMORTH: Le pongo sólo dos ejemplos, increíbles. En el punto 15 se habla de los maleficios y de cómo comportarse. El maleficio es un mal causado a una persona recurriendo al diablo. Se puede hacer de varias formas, como hechizos, maldiciones, aojos, vudú, macumba. El Ritual romano [antiguo] explicaba cómo había que afrontarlo. El nuevo Ritual, en cambio, afirma categóricamente que está totalmente prohibido hacer exorcismos en estos casos. Absurdo. Los maleficios son con mucho la causa más frecuente de posesiones o de males causados por el demonio: no menos del 90 por ciento. Es como decirles a los exorcistas que dejen de ejercer. El punto 16, además, afirma solemnemente que no se han de hacer exorcismos si no se tiene la certidumbre de la presencia del diablo. Es una obra maestra de incompetencia: la certidumbre de que el diablo está presente en una persona se tiene sólo haciendo el exorcismo. Por lo demás, los redactores no se han dado cuenta de que en ambos puntos han contradicho el Catecismo de la Iglesia Católica, que indica que hay que hacerel exorcismo tanto en el caso de posesiones diabólicas como en los casos de males causados por el demonio. Y dice además que hay que hacerlo tanto sobre las personas como sobre las cosas. Y en las cosas nunca está presente el demonio, sólo su influencia. Las afirmaciones contenidas en el nuevo Ritual son gravísimas y muy dañosas, fruto de ignorancia e inexperiencia.

-¿Pero no lo habían preparado expertos?
-AMORTH: De expertos nada. En estos diez años han trabajado en el Ritual dos comisiones: una compuesta por cardenales, que se ocupó de la Prenotanda, es decir, las disposiciones iniciales, y otra que se ocupó de las oraciones. Yo puedo afirmar con seguridad que ninguno de los miembros de las dos comisiones ha hecho nunca un exorcismo, ni ha asistido a exorcismos, ni tiene la menor idea de qué es un exorcismo. Este es el error, el pecado original, de este Ritual. Ninguno de los que han colaborado es un experto en exorcismos.

-¿Cómo es posible?
-AMORTH: No me lo pregunte a mí. Durante el Concilio Ecuménico Vaticano II en todas las comisiones había un grupo de expertos que ayudaban a los obispos. Esta costumbre se ha mantenido después del Concilio cada vez que se han retocado partes del Ritual. Pero no fue así en este caso. Y si había un tema en el que eran necesarios los expertos, era éste.

-¿Y qué es lo que ha pasado?
-AMORTH: Pues que los exorcistas nunca fuimos consultados. Y, además, las comisiones han recibido con desdén las sugerencias que hemos dado. La historia es paradójica. ¿Quiere que se la cuente?

-Por supuesto.
-AMORTH: Como había pedido el Concilio Vaticano II, cada vez que las diferentes partes del Ritual romano se retocaban, los exorcistas esperábamos que se tocara también el título XII, es decir, el Ritual del exorcismo. Pero evidentemente no se consideraba un tema relevante, dado que pasaban los años y no pasaba nada. Luego, de repente, el 4 de junio de 1990, salió el Ritual provisional, de prueba. Esto fue una verdadera sorpresa para nosotros, ya que no habíamos sido consultados antes. Y sin embargo hacía tiempo que teníamos preparadas las solicitudes, en vista de la revisión del Ritual. Entre otras cosas, pedíamos que las oraciones se retocaran , introduciendo invocaciones a la Virgen, que faltaban completamente, y que se aumentaran las oraciones exorcistas específicas. Pero nos habían cerrado todas las puertas. Nosotros no nos dimos por vencidos: el texto había sido hecho para nosotros. Y visto que en la carta de presentación del entonces Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Eduardo Martínez Somalo, les pedía a las conferencias episcopales que le hicieran llegar, en los dos años siguientes, «consejos y sugerencias dados por los sacerdotes que lo hubieran utilizado», nos pusimos manos a la obra. Reuní a dieciocho exorcistas, elegidos entre los– más expertos del planeta. Examinamos con gran atención el texto. Lo utilizamos. Elogiamos la primera parte, en la que se resumían los fundamentos evangélicos del exorcismo. Esta parte es el aspecto bíblico-teológico, sobre el que, desde luego, eran más que competentes. Una parte nueva, con respecto al Ritual de 1614, compuesto bajo el pontificado de Pablo V: por lo demás, en aquella época no era había que recordar estos principios, que todos conocían y aceptaban. Hoy, en cambio, es indispensable.

Pero cuando pasamos a examinar la parte práctica, que exige un conocimiento especifico del tema, advertimos la total inexperiencia de los redactores. Nuestras observaciones fueron muchas, artículo por artículo, y se las hicimos llegar a todas las partes interesadas: Congregación para el Culto Divino, Congregación para la Doctrina de la Fe, conferencias episcopales. Una copia fue entregada directamente al Papa.

-¿Cómo fueron recibidas sus observaciones?
-AMORTH: Acogida pésima, eficacia nula. Nos habíamos inspirado en la constitución Lumen gentium, en la que a la Iglesia se la describe como «pueblo de Dios». En el número 28 se habla de la colaboración de los sacerdotes con los obispos, y en el número 37 se dice con claridad, incluso refiriéndose a los laicos, que «conforme a la ciencia, la competencia y el prestigio que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su opinión acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia». Ése era exactamente nuestro caso. Pero fuimos unos ilusos pensando ingenuamente que las disposiciones del Vaticano II iban a llegar a las congregaciones romanas. Chocamos con un muro de rechazo y de desprecio. El Secretario de la Congregación para el culto divino presentó una relación a la comisión cardenalicia en la que decía que sus únicos interlocutores eran los obispos, y no los sacerdotes o los exorcistas. Y añadía textualmente, a propósito de nuestro humilde intento de ofrecer ayuda como expertos: «Llegamos a constatar el fenómeno de un grupo de exorcistas y autodenominados demonólogos, los cuales posteriormente crearon una Asociación internacional, que estaban orquestando una campaña contra el rito». Una acusación indecente: ¡nosotros nunca hemos orquestado una campaña! El Ritual iba dirigido a nosotros, y a las comisiones no habían convocado a ninguna persona competente: era más que lógico que tratáramos de dar nuestra opinión.

-Entonces, ¿quiere eso decir que el nuevo Ritual es inutilizable en la lucha de ustedes contra el demonio?
-AMORTH: Sí. Querían darnos un fusil sin balas. Se han eliminado las oraciones eficaces, oraciones que tenían doce siglos de historia, para crear otras nuevas, ineficaces. Pero, por suerte, en el último momento, nos tiraron una chalupa salvavidas.

-¿Cuál?
-AMORTH: El nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Jorge Medina, agregó al Ritual una Notificación, en la que se afirma que los exorcistas no estamos obligados a usar este Ritual, pero que si queremos seguir usando el viejo tenemos que hacer una solicitud al obispo. Los obispos han de pedir autorización a la Congregación, aunque ésta, como escribe el Cardenal, «la concede con gusto».

-¿La concede con gusto? Una concesión bien rara…
-AMORTH: ¿Quiere saber de qué nace esto? De un intento del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y del propio Cardenal Medina de introducir en el Ritual un artículo –entonces era el artículo 38– por el que se autorizaba a los exorcistas a usar el Ritual precedente. Qué duda cabe de que se trababa de una maniobra in extremis para que evitáramos los grandes errores contenidos en este Ritual definitivo. Pero el intento de los dos cardenales no pasó el examen, por lo que el Cardenal Medina, que había comprendido qué es lo que estaba en juego, decidió en todo caso ofrecernos esta tabla de salvación, añadiendo una notificación separada.

-¿Cómo se les considera a ustedes dentro de la Iglesia?
-AMORTH: Nos tratan fatal. Los sacerdotes a quienes se les encarga esta delicadísima tarea están vistos como locos, como exaltados. Por lo general ni siquiera los aguantan los mismos obispos que los nombraron.

-¿Cuál ha sido el hecho más llamativo de esa hostilidad?
-AMORTH: Celebramos un convenio internacional de exorcistas cerca de Roma, y pedimos al Papa que nos recibiera. Para que no tuviera que añadir otra audiencia más a las muchas que ya tiene, simplemente pedimos que nos recibiera en audiencia pública, la del miércoles en la Plaza de San Pedro. Ni siquiera pedíamos que nos nombrara en sus saludos. Hicimos la petición como mandan los cánones, como recordará perfectamente Monseñor Paolo De Nicolò, de la Prefectura de la Casa Pontificia, quien recibió de buena gana nuestra petición. Sin embargo, el día antes de la audiencia, el propio Monseñor Nicolò nos dijo –con gran embarazo, ésa es la verdad, por lo que estaba claro que la decisión no la había tomado él– que no fuéramos, que no nos admitían. Increíble: 150 exorcistas procedentes de los cinco continentes, sacerdotes nombrados por sus obispos de conformidad con las normas del derecho canónico, que exigen sacerdotes de oración, de ciencia y de buena fama –es decir, la flor y nata del clero–, sacerdotes que piden participar en una audiencia pública del Papa y se les echa a patadas. Monseñor Nicolò me dijo: «Naturalmente, le prometo que le enviaré enseguida la carta en la que se se explican los motivos». Han pasado cinco años y todavía estoy esperando la susodicha carta.

Desde luego, no fue Juan Pablo II quien nos excluyó. Pero que a 150 sacerdotes se les prohíba participar en una audiencia pública del Papa en la Plaza de San Pedro explica la clase de obstáculos a los que tienen que hacer frente los exorcistas dentro de su propia Iglesia, lo mal vistos que están por tantas autoridades eclesiásticas.

-Usted combate diariamente con el demonio. ¿Cuál es el mayor éxito de Satanás?
-AMORTH: Que consigue hacer creer que no existe. Y casi lo ha conseguido. Incluso dentro de la Iglesia. Tenemos un clero y un episcopado que han dejado de creer en el demonio, en los exorcismos, en los males extraordinarios que puede acarrear el diablo, y ni siquiera en el poder que ha concedido Jesús de expulsar a los demonios.

Desde hace tres siglos, la Iglesia Latina –al contrario de la ortodoxa y de varias confesiones protestantes– ha abandonado casi completamente el ministerio del exorcismo. Al no practicar los exorcismos, al no estudiarlos y no haberlos visto nunca, el clero ya no cree en ellos. Pero tampoco cree ni siquiera en el diablo. Tenemos episcopados enteros contrarios a los exorcismos. Hay países sin un solo exorcista, como Alemania, Suiza, España y Portugal. Una carencia espantosa.

-No ha nombrado a Francia. ¿Allí la situación es diferente?
-AMORTH: Hay un libro escrito por el más conocido exorcista francés, Isidoro Froc, titulado Los Exorcistas, quiénes son y qué hacen. El volumen, traducido al italiano por la editorial Piemme, fue encargado por la Conferencia Episcopal francesa. En ninguna parte del libro se dice que los exorcistas, en algunos casos, hacen exorcismos. El autor ha declarado repetidamente a la televisión francesa que nunca había hecho exorcismos y que nunca los hará. De un centenar de exorcistas franceses, sólo cinco creen en el demonio y hacen exorcismos, todos los demás mandan al psiquiatra a la gente que se dirige a ellos. Y los obispos son las primeras víctimas de esta situación de la Iglesia católica, de la que está desapareciendo la creencia en la existencia del demonio. Antes de que saliera este nuevo Ritual, el episcopado alemán escribió una carta al Cardenal Ratzinger en la que afirmaba que no era necesario ningún nuevo Ritual, porque había qu dejar de hacer exorcismos.

-¿Son los obispos quienes tienen que nombrar a los exorcistas?
-AMORTH: Sí. Cuando un sacerdote es nombrado obispo, se encuentra con un artículo del Código de Derecho Canónico, que le autoriza completamente a nombrar exorcistas. Lo mínimo que se le puede pedir a un obispo es que haya asistido por lo menos a un exorcismo, dado que debe tomar una decisión tan importante. Por desgracia, esto no ocurre casi nunca. Pero si a un obispo le llega una petición seria de exorcismo –es decir, que no le la hace ningún chiflado- y no actúa en consecuencia, comete pecado mortal. Será responsable de todos los terribles sufrimientos de esa persona, que a veces duran años o toda una vida, cuando podría haberlos evitado.

-¿Está diciendo que la mayor parte de los obispos de la Iglesia católica está en pecado mortal?
-AMORTH: Cuando yo era niño mi viejo párroco me enseñaba que los sacramentos son ocho: el octavo es la ignorancia. El octavo sacramento salva a más gente que los otro siete juntos. Para cometer pecado mortal la materia ha de ser grave, pero también es necesario el pleno conocimiento y el deliberado consentimiento. Esta omisión de ayuda por parte de muchos obispos es materia grave. Pero estos obispos son ignorantes: no hay, pues, pleno conocimiento y deliberado consentimiento.

-¿Pero la fe sigue intacta, es decir, sigue siendo fe católica, si uno no cree en la existencia de Satanás?
-AMORTH: No. Le voy a contar un episodio. Cuando conocí al padre Pellegrino Ernetti, un célebre exorcista que ejerció durante cuarenta años en Venecia, le dije: «Si pudiera hablar con el Papa le diría que conozco demasiados obispos que no creen en el demonio». La tarde siguiente el Padre Ernetti vino a decirme que aquella mañana le había recibido Juan Pablo II. «Santidad», le había dicho, «hay, aquí en Roma un exorcista, el Padre Amorth, que si pudiera hablar con usted le diría que encuentra demasiados obispos que no creen en el demonio». El Papa le respondió secamente: «Quien no cree en el demonio no cree en el Evangelio». Esta es la respuesta que dio él y que yo repito.

-A ver si lo entiendo: ¿la consecuencia es que muchos obispos y sacerdotes no son católicos?
-AMORTH: Digamos que no creen en una verdad evangélica. Así que, si acaso diría que están propagando una herejía. Pero entendámonos: alguien es formalmente hereje si se le acusa de algo y si persiste en su error. Pero nadie, hoy día, por la situación que existe en la Iglesia, acusa a ningún obispo de no creer en el diablo, en las posesiones demoníacas, ni de no nombrar exorcistas porque no cree en el exorcismo. Y sin embargo podría itar un gran número de obispos y cardenales que en cuanto se les ha nombrado para una diócesis, lo primero que han hecho ha sido quitarles a todos los exorcistas la facultad de ejercer. O bien podría hablarle de obispos que afirman abiertamente: «Yo no creo en eso. Son cosas del pasado». ¿Por qué pasa esto? Por desgracia por la perniciosa influencia de ciertos biblistas, y podría citarle muchos nombres ilustres. Nosotros, que tocamos con nuestras propias manos cada día el mundo del más allá, sabemos que ha que, diariamente, estamos en contacto con el mundo del más allá, sabemos que ha metido mano en muchas reformas litúrgicas.



-¿Por ejemplo?
-AMORTH: El Concilio Vaticano II había pedido que se revisaran algunos textos. Desobedeciendo esta orden, lo que se ha querido hacer es rehacerlos completamente, sin pensar que se podían empeorar las cosas en vez de mejorarlas. Muchos ritos se han empeorado por esa manía de querer deshacerse de todo lo que ya había en el pasado para rehacerlo de nuevo, como si la Iglesia hasta el día presente lo único que hubiera hecho fuera embrollar y engañar, y como si sólo hoy dispusiera de grandes genios, de superteólogos, de superbiblistas, de superliturgistas, que saben darle a la Iglesia lo que es más justo. Una patraña: el último Concilio simplemente había pedido que se revisaran los textos, no que se destruyeran. El Ritual Exorcista, por ejemplo: había que corregirlo, no rehacerlo. Había oraciones que cuentan con doce siglos de experiencia. Antes de eliminar oraciones tan antiguas, que han resultado eficaces durante siglos, habría que pensárselo dos veces. Pero nada. Todos los exorcistas, utilizando como prueba las oraciones del nuevo Ritual ad interim, hemos experimentado que son absolutamente ineficaces.

Pero también el rito del bautismo de los niños se ha empeorado. Se le ha dado la vuelta hasta casi eliminar el exorcismo contra Satanás, que siempre ha tenido enorme importancia para la Iglesia, hasta el punto que se le llamaba exorcismo menor. Contra ese nuevo rito incluso llegó a protestar públilcamente Pablo VI. Se ha empeorado el rito del nuevo bendicional. He leído minuciosamente sus 1200 páginas. Pues bien, se han eliminado todas y cada una de las referencias al hecho que el Señor ha de protegernos contra Satanás, y que los ángeles nos protegen del asalto del demonio. Han quitado todas las oraciones que había para la bendición de las casas y las escuelas. Antes había que benedecir y protegerlo todo, pero hoy la protección [de los sacramentales] conra el demonio ya no existe. Tampoco existen ya las defensas y ni siquiera las oraciones contra él. El propio Jesús nos enseñó una oración de liberación en el Padrenuestro: «Líbranos del Maligno. Líbranos de la persona de Satanás». Se tradujo mal: «Líbranos del Mal». Se habla de un mal general, cuyo origen, en el fondo, no se conoce. Sin embargo, el mal contra el que nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a luchar es una persona concreta: Satanás.

-Está usted en una posición privilegiada: ¿tiene la sensación de que el satanismo se está difundiendo?
-AMORTH: Sí, muchísimo. Cuando disminuye la fe aumenta la superstición. Si utilizo el lenguaje bíblico, digo que se abandona a Dios y nos entregamos a la idolatría; si utilizo un lenguaje moderno, digo que se abandona a Dios para entregarnos al ocultismo. El espantoso descenso de la fe en toda la Europa católica hace que la gente se ponga en manos de magos y cartománticos, mientras proliferan las sectas satánicas. Se hace propaganda del culto al demonio a las masas mediante el rock satánico de personajes como Marilyn Manson, y se les enseña incluso a los niños: hay tebeos que enseñan la magia y el satanismo.

Están muy difundidas las sesiones de espiritismo, en las que se evocan a los muertos para conseguir respuestas. Ahora se enseña a efectuar sesiones de espiritismo con el ordenador, con el teléfono, con el televisor, con la grabadora, pero sobre todo con la escritura automática. Ya ni siquiera se necesita un médium: es un espiritismo del tipo «háztelo tú mismo». Según los sondeos, el 37 por ciento de los estudiantes han hecho alguna vez por lo menos el juego de los papelitos y el vaso, una verdadera sesión de espiritismo. En una escuela a la que me invitaron a hablar, los chicos dijeron que la hacían durante la clase de religión, ante los ojos complacidos del maestro.

-¿Y funcionan?
-AMORTH: No existe distinción entre magia blanca y magia negra. Cuando la magia funciona, siempre es obra del demonio. Todas las formas de ocultismo, como esta huida hacia las religiones de Oriente, con sus sugestiones esotéricas, son puertas abiertas para el demonio. Y el diablo entra, enseguida.

Yo no dudé ni un instante a la hora de decir, cuando lo de la muerte de la monja asesinada en Chiavenna por unas jóvenes, y en el caso de Erika y Omar, los dos chicos de Novi Ligure [Erika, ayudada por su amigo Omar, mató a su madre y a su hermano pequeño, n. de la r.], que el diablo intervino directamente porque esos chicos practicaban el satanismo. La policía luego descubrió, en ambos casos, que los chicos seguían a Satanás, tenían libros satánicos.

-¿Qué hace el demonio para seducir al hombre?
-AMORTH: Su estrategia es monótona. Ya se lo he dicho, y él lo reconoce… Hace creer que el infierno no existe, que el pecado no existe, que se trata sólo de una experiencia más que hay que vivir. Concupiscencia, éxito y poder son las tres grandes pasiones sobre las que insiste Satanás.

-¿Cuántos casos de posesión demoníaca ha encontrado?
-AMORTH: Cuando pasaron de cien dejé de contarlos.

-¿Cien? Pues sí que son. Usted dice en sus libros que los casos de posesión son raros.
-AMORTH: Y lo son, realmente. Muchos exorcistas han encontrado sólo casos de males diabólicos. Pero yo heredé la «clientela» de un exorcista famoso como el Padre Cándido, y por consiguiente, los casos que aún no había resuelto él. Además, los otros exorcistas me mandan a mí los casos más resistentes.

-¿Cuál ha sido el caso más difícil que ha tenido que afrontar?
-AMORTH: Lo estoy «curando» ahora, desde hace dos años. Es la misma chica que fue bendecida –no fue un exorcismo verdadero– por el Papa en octubre en el Vaticano, y que tanto dio que hablar en los periódicos. Sufre las veinticuatro horas del día, con tormentos inimaginables. Ni los médicos, ni los psiquiatras conseguían entender nada. Ella está plenamente lúcida, y es inteligentísima. Es un caso realmente doloroso.

-¿Cómo puede caer uno en las garras del demonio?
-AMORTH: Se puede caer en males extraordinarios enviados por el demonio por cuatro motivos. Bien porque esto sea un bien para la persona (como en el caso de muchos santos), bien por la persistencia en el pecado de manera irreversible, bien por un maleficio que alguien hace a través del demonio, o bien cuando uno se dedica a practicar el ocultismo.

-Durante el exorcismo de los poseídos, ¿qué tipo de fenómenos se manifiestan?
-AMORTH: Recuerdo un campesino analfabeto que durante el exorcismo me hablaba sólo en inglés, por lo que yo necesitaba un intérprete. Hay quien demuestra una fuerza sobrehumana, quien se eleva totalmente del suelo, y ni varias personas consiguen mantenerlo sentado en el sillón. Pero hablamos de presencia demoníaca sólo por el contexto en que se desarrollan.

-¿A usted nunca le ha hecho daño el demonio?
-AMORTH: Cuando el Cardenal Poletti me pidió que me dedicara al exorcismo, me encomendé a la Virgen: «Envuélveme en tu manto, y yo estaré seguro». El demonio me ha amenazado muchas veces, pero nunca me ha hecho daño.

-¿Y no tiene miedo usted del demonio?
-AMORTH: ¿Yo miedo de esa bestia? Es él quien tiene que tener miedo de mí: yo actúo en nombre del Señor del mundo. Y él es sólo el simio de Dios.

-Padre Amorth, el satanismo se difunde cada vez más. El nuevo Ritual hace difícil practicar exorcismos. A los exorcistas se les impide que participen en una audiencia con el Papa en la plaza de San Pedro. Dígame sinceramente: ¿qué es lo que está pasando?
-AMORTH: El humo de Satanás entra en todas partes. ¡En todas partes! Quizá fuimos excluidos de la audiencia del Papa porque tenían miedo de que tantos exorcistas consiguieran expulsar a las legiones de demonios que se han instalado en el Vaticano.

-Esto es una broma, claro.
-AMORTH: Mire, le podrá parecer una broma, pero yo creo que es verdad. No tengo ninguna duda de que el demonio tienta sobre todo a los altos cargos eclesiásticos, como a todos los altos cargos, los políticos y los industriales.

-¿Está diciendo que en ésta, como en todas las guerras, Satanás quiere conquistar a los generales adversarios?
-AMORTH: Es una estrategia victoriosa. Siempre se intenta ponerla en práctica. Sobre todo cuando las defensas del adversario son débiles. Satanás también lo intenta. Pero gracias al cielo el Espíritu Santo gobierna a la Iglesia: «Las puertas del infierno no prevalecerán». A pesar de las defecciones y a pesar de las traiciones, que no deben causar asombro. El primer traidor fue uno de los apóstoles más cercanos a Jesús: Judas Iscariote. Pero, a pesar de esto, la Iglesia sigue su camino. La mantiene en pie el Espíritu Santo, y por lo tanto, los ataques de Satanás sólo pueden conseguir resultados parciales. Naturalmente, el demonio puede ganar batallas parciales, incluso importantes. Pero nunca ganará la guerra.
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En esta entrevista afirma el P. Amorth ciertas verdades fundamentales de la fe y señala algunas realidades de la Iglesia que son normalmente silenciadas. Por eso ciertamente merece este texto ser difundido. Pero también conviene advertir que, tratándose de una entrevista, incurre a veces el P. Amorth en imprecisiones o exageraciones que, espero, no engañarán al lector. Algunas de ellas son respondidas en el artículo P. Fortea responde al P. Amorth: Si hay satanismo en el Vaticano tiene que probarlo. En todo caso, merece la pena señalar que el P. Gabriele Amorth se ha manifestado siempre en total unión con la Iglesia católica, sin que las deficiencias graves que conoce en no pocos de sus miembros lo hayan llevado nunca a un distanciamiento cismático de ella.

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