Blog de InterEconomía "Presente y Pasado"-Pio Moa (10/1/2014): En una entrevista reciente, el escritor Gregorio Morán informaba de la destrucción de los archivos del Movimiento Nacional franquista. El responsable parece haber sido Martín Villa, sobre cuya peculiar versión de la Transición escribí hace poco en el otro blog. Imagino que en aquellos tiempos muchos temerían por su futuro y tendrían interés en ocultar sus biografías. Desde entonces las transformaciones autobiográficas se han convertido en un verdadero deporte entre gran número de nuestros hombres y mujeres públicos, intelectuales, etc. En todo caso, la destrucción de un archivo de esta importancia constituye una fechoría delictiva de mucha gravedad.
Según Morán, las fichas del Movimiento debían incluir las de los confidentes, chivatos e infiltrados en los partidos y grupos antifranquistas. Yo creo que no es así, excepto si acaso con las del Servicio de Información de la Falange, el cual tuvo cierta relevancia en la lucha contra el maquis de los años 40, pero después debió de quedar poco o nada activo.En todo caso es también una pérdida importante. Para mi novela Sonaron gritos y golpes a la puerta pregunté a algunas personas que pensé podrían estar enteradas, pero no lo estaban. Pero la información importante sobre confidentes e infiltrados debía constar en los archivos de la policía política, la BPS (Brigada Político-Social). Con toda seguridad, cuando el PSOE llegó al poder, en 1982, dedicaría buena atención a investigar esos archivos. Y lo que encontró no debió de parecerle muy satisfactorio, porque de pronto salieron voces de la izquierda pidiendo la destrucción de las fichas, arguyendo... ¡su carácter antidemocrático! Es decir, no mostraban mucha seguridad en la gloria que los informes policiales podrían atribuirles por haber militado en el antifranquismo. Un caso conocido por otros medios es el de un confidente socialista que, al mando de la UGT, llegó a convertirse en “el amo de Asturias” después de Franco, y creo que también en senador. Debió de ser un caso entre muchos. La lucha antifranquista –no toda ella-- tuvo mucho de farsa, una farsa multiplicada hoy por mil en cantidad y calidad (calidad de sórdida).
Por entonces quedé solo denunciando el propósito destructor y las falacias justificativas. Y a día de hoy sigo sin saber el destino de aquellos arhivos, de valor obvio para aclarar bastantes aspectos de la historia del franquismo y la transición. La posible confirmación de su destrucción también arrojaría mucha luz sobre la categoría --o calaña-- de nuestros gobernantes e historiadores. Como, en otro sentido, el expolio del archivo de Salamanca. Pues, repito, ningún otro historiador, que yo sepa, ha protestado o querido indagar sobre dichos archivos de la policía política.
A decir verdad, no me merecen mucho respeto personas abiertamente partidarias de desplazar al español de la cultura superior, sustituyéndolo por el inglés. El argumento principal en ese sentido es que la imposición del inglés "es un hecho", "ocurre en todas partes" y "no puede hacerse resistencia". Tales exprtesiones solo demuestran un total desprecio por la propia cultura y una disposición a arrimarse a quienes creen destinados a vencer. En todos los niveles, esto se ha producido mil veces a lo largo de la historia, la penúltima vez en Europa cuando los nazis ocuparon gran parte de ella , y sus numerosos colaboracionistas argumentaban con afirmaciones parecidas, "había que aceptar la realidad". O, si lo prefieren, cuando Napoleón invadió España y contó con el apoyo de gran parte de la clase alta e intelectual, que por una parte daban por ineluctable el predominio francés (y del francés) por un hecho ineluctable, al que más valía adaptarse, por otra esperaban sacar provecho personal de la nueva situación. Por cierto, con motivo del bicentenario del 2 de mayo salieron por ahí muchos defendiendo a los afrancesados como la voz de la cultura y el progreso. Cuando los musulmanes se impusieron en toda España pasó lo mismo.
Pero, en fin, puede argumentarse que la del inglés no es una invasión armada, sino pacífica. El efecto final es el mismo: el desplazamiento de nuestro idioma, y no solo como lengua de alta cultura, sino en todos los planos, con un espanglish cada vez peor. Pues el inglés resulta ser también la lengua de la publicidad, de las finanzas, de la canción popular --ya hay presiones para ir a Eurovisión con canciones en inglés, lengua ya usada, mejor o peor, por diversos grupos españoles-- etc. Los políticos procuran que en la escuela se aprenda el inglés, no como lengua extranjera (según se hace en Finlandia, por ejemplo), sino como cooficial de hecho, con el prestigio de ser la "lengua superior", la de la cultura, de aquellos asuntos fundamentales para los que el español, en definitiva, no vale según los anglómanos. No me parece casual que salgan a colación de vez en cuando los casos de Holanda y Escandinavia, cuyas lenguas locales ya tienen el status de lenguas supeditadas al inglés, domésticas sin más. Porque, se insiste, se trata de países cultos y económicamente muy productivos.
Insisto, bajo esa palabrería solo hay el más profundo desprecio por el propio idioma y por la cultura española, a la que buscan activamente arrinconar como residuo de un pasado que --no abierta pero sí tácitamente-- se percibe desdeñable o hasta oprobioso. Una manifestación más del páramo cultural y de una extendidísima hispanofobia.
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Muchas gracias al padre Fortea por su apoyo a mi blog anterior. Solo matizar que mis libros se han vendido mucho más que los de esos otros historiadores de medio pelo, cuya mediocridad no les impide detentar cátedras y tener acceso a los medios. Pero la crisis, unida al progresivo descenso de mi acceso a los medios --creo que soy la persona más vetada en ellos--, ha hecho bajar las ventas espectacularmente, y así, hoy ya no estoy en el grupo privilegiado de los escritories que viven de su trabajo como tales.
Por otra parte, los libros de historia no son, en general, los que conforman la opinión. Por bueno que sea, un libro de historia no puede competir ni de lejos con series de televisión tipo Cuéntame, Amar en tiempos revueltos, novelillas como El tiempo entre costuras y similares. Ahí, el cotarro permanece enteramente en manos de la izquierda y separatistas. Una posibilidad de disputarles ese campo podría haber sido mi novela Sonaron gritos y golpes a la puerta, pero el boicot en los medios le ha impedido despegar (compárese con la atención concedida, en medios de la propia derecha, no digamos de la izquierda, a basuras como el libro de Pilar Eyre sobre Franco). Hay que tener en cuenta, también, que la sensibilidad literaria y artística de la derecha no es mejor que la de la izquierda. Es, incluso, bastante peor: por algo todo ese terreno está copado por los "progresistas".