domingo, 9 de febrero de 2014

Entrevista al historiador Vicente Cárcel Ortí «Los mártires mueren amando y perdonando a sus verdugos»: una historia en 3.000 páginas. Es uno de los principales expertos en la persecución religiosa en la II República de los años 30 en España (1216)


ReL (29/1/14): El historiador y sacerdote valenciano Vicente Cárcel Ortí es el autor del libro Mártires del siglo XX en España (Editorial BAC). La obra está dividida en dos volúmenes con un total de tres mil páginas e incluye las biografías de los 1.523 mártires del siglo XX en España publicadas por orden de beatificación, los más recientes los 522 que fueron beatificados el pasado 13 de octubre en Tarragona.

La semana pasada tuvo ocasión de presentar en Roma el libro, en el Centro Español de Estudios Eclesiásticos junto a la iglesia de Santa María en Montserrat de los Españoles. 

Además, este lunes 27 de enero se ha conocido la promulgación de un nuevo decreto sobre el martirio de Pedro Asúa Mendía, sacerdote nacido en Vizcaya y asesinado en 1936, por lo que será beatificado. 

ZENIT ha tenido la ocasión de entrevistarle y hablar sobre la vida de estos mártires y sobre la persecución religiosa en aquellos años. 

-¿Se tiene una idea aproximada sobre cuántos fueron en total los mártires en España de aquella época? ¿Y cuántos están en proceso de beatificación?
-Los sacerdotes, religiosos y religiosas muertos entre 1934 y 1939 son cerca de 7.000. Los seglares se calculan en unos 3.000. En total serían unos 10.000, pero no podemos dar cifras exactas, porque de algunos faltan datos precisos y seguros.

Actualmente están abiertos unos 2.000 procesos, pero tampoco te puedo dar la cifra exacta, hasta que la Congregración de las Causas de los Santos no los examine todos, porque a veces son eliminados algunos si no hay pruebas fehacientes de su martirio.

-¿Cómo comenzó su interés por la vida de los mártires del siglo XX en España?
-Porque forman una parte esencial de la historia de España en los años de la Segunda República y de la Guerra civil, ya que el 18 de julio de 1936 no puede entenderse si no se parte del 14 de abril de 1931. Ese día fue autoproclamada una República, sin legitimidad política, que comenzó a actuar contra la Iglesia, a pesar de que el Papa la reconoció inmediatamente y pidió a obispos, sacerdotes y católicos que la acataran lealmente y colaboraran con ella por el bien común.

-¿Cómo es el proceso para llegar a la vida de cada uno de ellos? ¿Qué tipo de documentación debe consultar?
-Es un proceso largo, que ha de estar bien documentado para demostrar que la muerte es infligida por odio a la fe cristiana; una muerte que el mártir acepta por amor a la misma; de modo que no se confunda la persecución religiosa con la represión política, ni se pueda identificar a los mártires con los caídos en el campo de batalla ni con las víctimas de la represión política o sacrificadas por otras causas.

»Yo he trabajado con la Positio super martyrio, que es el volumen o volúmenes que prepara cada postulador, donde están recogidos todos los documentos oficiales y las declaraciones juradas de los testigos sobre la vida y martirio de cada persona. Y además, he visto documentos del Archivo Secreto del Vaticano sobre algunos de ellos y sobre la persecución en general.

-En la biografía de los 1.523 mártires, aparte del hecho de dar su vida por la fe, ¿hay algún rasgo común en sus historias?
- El rasgo común es que ninguno de los mártires estuvo impli­cado en luchas políticas o ideológicas; no empuñaron las armas contra nadie ni las tenían. Fueron hombres y mujeres que brillaron por su coherencia y valentía en la defensa de los valores supremos de la fe cristiana. Ellos fueron portadores de un mensaje de paz, tolerancia, con­cordia y reconciliación nacional frente al odio irracional que mo­vió a las dos Españas enfrentadas.

-¿Hay alguna biografía que le ha marcado más especialmente?
-Podría citar muchos, pero me limitó joven alicantino Francisco de Paula Castelló Aleu, martirizado en Lérida, el 29 septiembre de 1936. Ese mismo día escribió a sus familiares y a su novia. A esta le dijo: “Querida Mariona: Nuestras vidas se unieron y Dios ha querido separarlas. A Él le ofrezco, con toda la intensidad posible, el amor que te profeso, mi amor intenso, puro y sincero. Querría hacerte una carta triste de des­pedida, pero no puedo. Estoy envuelto en ide­as alegres, como un presenti­miento de Gloria. [...]. Una cosa quiero decirte: si puedes, cása­te. Desde el cielo yo bendeciré tu unión y tus hijos. No quiero que llores, no lo quiero. Siéntete orgullosa de mí. Te quiero”. 

»Estas car­tas fueron conocidas por el papa Pío XI, quien comentó: este joven será uno de los primeros mártires de España y mo­delo de los jóvenes de Acción Católica del mundo. Fue ejecutado en las tapias del cemente­rio de Lérida. Contaba 22 años de edad. Enterrado en una fosa común, se arrojó cal sobre su cadáver. Antes de morir dijo: “¡Un momento, por favor! Os perdono a todos. Hasta la eterni­dad. Fue beatificado el 11 de marzo de 2001.

-¿Qué importancia tiene que la Iglesia recuerde y conozca a sus mártires?
-Para la Iglesia los mártires merecen un culto de amor y de par­ticipación con el que son venerados en esta vida los santos, cuyo corazón sabemos que está dispuesto al martirio como testimonio de la verdad del Evangelio. Culto que se ofrece, en definitiva, a Dios porque los coronó de gloria.

-¿Y en el caso concreto de España?
- Los mártires del siglo XX en España fueron personas de la misma fibra espiritual que la de los mártires de los primeros siglos y los de todas las épocas. Fueron cristianos que, llegada la hora de la verdad, prefirieron morir a traicionar su fe. Si a los perseguidores les mueve en su actuación una motivación política, de una u otra índole, en el corazón de los mártires lo que existe es siempre un amor más fuerte que la muerte. Los mártires mueren a causa del odio objetivo que sus verdugos tienen a la fe católica que ellos profesan y mueren amando y perdonando a sus verdugos.

-¿Cuándo y por qué comenzó esta persecución religiosa en España?
- La persecución comenzó mucho antes de la Guerra Civil y no fue consecuencia de un posicionamiento previo de la Iglesia que, sólo a partir de julio de 1937, apoyó abiertamente a uno de los bandos de la contienda porque en el otro había dejado de existir y se seguía asesinando a los eclesiásticos y a los católicos practicantes. 

»La persecución comenzó de forma solapada en mayo de 1931 con la quema de iglesias y conventos, siguió con una legislación sectaria y discriminatoria y con la revolución de Asturias en 1934 (con 34 mártires, 10 de ellos canonizados); y acabó con la masacre de sacerdotes, religiosos y católicos entre 1936 y 1939. Por ello, cae por su peso la tesis de cuantos, todavía a estas alturas, siguen insistiendo en que la persecución religiosa fue la respuesta anticlerical a la sublevación militar.