martes, 1 de abril de 2014

"La Tesis Prohibida", trilogía: Novela histórica (1936-2013) sobre la Conspiración liberal-masónica contra España +"La desmemoria" de Pilar Urbano": Nuevas revelaciones sobre la implicación del rey en el 23-F (1307)

Blas Piñar Pinedo 2011
Blas Piñar Pinedo 2012
Blas Piñar Pinedo 2014

Sinopsis de la trilogia "La tesis prohibida": Poco antes de fallecer, un profesor de Historia relata a su hijo las claves de su Tesis Doctoral, que nunca pudo ver la luz. Al parecer, los detalles de un asesinato múltiple ocurrido en el verano de 1939 en la carretera del oeste demuestran la conexión entre aquél crimen y el asesinato del Presidente Carrero Blanco en 1973 (*), que marca la reciente Historia de España. Pero el profesor fue amenazado de muerte y su Tesis desapareció. Siguiendo los descubrimientos del padre, su hijo explica de una forma radicalmente novedosa otros casos ya conocidos, como el asesinato de Fernando Herrero Tejedor, Fiscal del Supremo en 1975 (**), el Golpe de Estado de  23-F de 1981 (***), el intento contra el Jefe de la Oposición en 1995, la extraña muerte de un locutor de radio en 1998, los atentados de 11-M de 2004,...


Leer aquí las primeras páginas de "LA TESIS PROHIBIDA":

29 DE JULIO DE 1939
EL MUERTO DE LA CARRETERA DEL OESTE

Al amanecer del 31 de julio de 1939, después de una noche sofocante en el paraje conocido como “Las jaras”, cerca de la localidad de Oropesa, el agente Pedro Abascal, del Servicio de Información Militar, avisaba mediante potentes gritos que rompían el silencio hasta entonces solo alterado por el zumbido de algún moscardón veraniego, al resto de la unidad encargada de la misión encomendada hacía ya casi veinticuatro horas:

-¡Aquí, aquí! ¡Vamos! ¡Aquí están! ¡Aquí!

Se refería, con cierta angustia y casi sin fuerzas para gritar por el agotamiento, a los tres cuerpos que pertenecían a las personas cuya desaparición se había denunciado en la madrugada del día anterior y que llevaban toda la noche buscando. Allí estaban tendidos los tres cadáveres, sobre restos de paja reseca y parecían medio escondidos entre unas jaras y bajo una majestuosa encina típica de la zona. Los cuerpos que estaban buscando y acababan de encontrar pertenecían al Policía Militar Isaías Galdón, a su hija María Isabel, y al del chófer del Ejército Nacional Matías Cuadrado. Ni rastro del coche. Tampoco restos de equipaje o maletas. Allí yacían los cuerpos con sus heridas de muerte. El de María Isabel aparecía semidesnudo, con la ropa arrancada indicando la terrible vejación que podría haber sufrido…

El resto de los hombres de la unidad formada por seis en total, acudieron de forma inmediata, y observaron la escena con espanto. Los primeros rayos de sol terminaban con el poco aire fresco que se había podido respirar aquella noche. Los agentes, dejando aparte sus linternas ya apagadas, se esforzaron para tapar con respeto cada cuerpo con sus propias chaquetas del típico color verde militar y trasladarlos aprisa a la furgoneta del ejército que los llevaría de forma inmediata al Instituto Anatómico Forense de Madrid.

Según el informe oficial emitido a las pocas horas, Isaías Galdón había fallecido de varios tiros, tres en la cabeza y siete en el pecho. Su hija había sufrido una salvaje violación que sugería que en aquella siniestra acción habían participado varios criminales y presentaba un par heridas de balas que debían haber penetrado por la espalda. El chófer presentaba sólo un tiro en la nuca. Posiblemente -concluía el documento- habían muerto entre las 21 y las 23 horas del 29 de julio.

Sobre la una de la madrugada, la esposa de Galdón había denunciado a la Policía Nacional que su marido no había regresando a casa como esperaba. Inmediatamente, el Servicio de Información Militar recibía la inquietante noticia y ordenaba su investigación, movilizando a un equipo especial. Desde el final de la Guerra, el SIM –embrión de los Servicios Secretos del régimen- tenía orden de controlar e investigar cualquier tipo de incidente por poco sospechoso que fuera.

A los pocos días, el diario ABC del 2 de agosto, se refería al crimen como un ataque residual de unos asesinos comunistas que acababan de ser vencidos en la Guerra de Liberación. Es más, en una breve nota en sus primeras páginas aseguraba, ya en ése día, que el crimen estaba resuelto y los criminales ya habían sido detenidos y puestos a disposición judicial.

En un juicio sumarísimo se condenaba como ejecutores de los asesinatos a tres individuos de las Juventudes Socialistas. Además, en una terrible represión, se castigaba con ellos a pena de muerte a otras 54 personas vinculadas al bando frente-populista, entre ellas las famosas “Trece Rosas” con la excusa de la autoría intelectual o colaboración con los autores materiales. Habían pasado solo cuatro meses desde el fin de la terrible Guerra Civil y el régimen estaba confirmando su enorme autoridad. El mismo 5 de agosto –una semana después- se ejecutaron las sentencias, fusilando en diversas cárceles a todos los acusados excepto a uno de los tres autores materiales…

La versión oficial de que todo se trataba de un robo o de un conflicto residual de la reciente lucha fratricida fue aceptada con cierta lógica por los simpatizantes del bando nacional. Recién terminada la contienda, para muchos era necesario no tolerar este tipo de incidentes y se aceptaron como normales tales ejecuciones.

Lo curioso es que el bando frentepopulista aceptó también la versión oficial, demasiado simple según confirmaba la noticia aparecida en el diario ABC, utilizando este episodio solo por el interés propagandístico que tenía para acusar al régimen de su terrible represión en la posguerra. Este episodio era un buen ejemplo muy útil para ese fin. La versión que difundieron las izquierdas, y que llega hasta nuestros días, es que la salvaje represión se confirmaba en ejemplos como el que nos ocupa y que mostraba que por un simple robo se podía llegara a fusilar a 56 personas en Madrid…Y se añadía la carga sentimental de que entre esos ajusticiados se encontraban las trece famosas mujeres inocentes…

Aún así, pocos se han planteado qué podía haber realmente detrás de estos hechos que con aquellas inmediatas ejecuciones quisieron darse por investigados del todo. Cuando se conoce que los tres asesinos iban vestidos de uniforme del Ejército Nacional, o que Galdón era el encargado durante la guerra de documentar un Archivo de Logias para que el incipiente régimen autoritario tuviera información directa, clara y precisa, sobre la organización del comunismo y la masonería en España, o que personajes luego poderosos durante la dictadura estuvieron relacionados con los asesinatos, surgen decenas de preguntas…

Un misterio: el muerto de la carretera del oeste. Así se refería a Galdón un importante General en una durísima carta escrita en el año 1981 y dirigida a otro General, miembro del Gobierno en ese mismo año:

“Sabemos quien eres y por eso te desprecio. Pesan sobre tu conciencia numerosos hechos repugnantes, como por ejemplo, el muerto de la carretera del oeste…”

¿Qué significaba esa frase durísima, escrita tantos años después por un General y dedicada a otro General al que parecía acusar del terrible crimen de 1939? Nadie ha querido contarnos la verdad. Cuando se ha intentado investigar sobre este asunto, los hijos de Galdón han pedido que no se enrede con la muerte de su padre. Cuando durante la transición, una revista publicó algunos datos escabrosos del sumario judicial del caso del muerto de la carretera del oeste, almacenados en dos archivadores que constan de más de mil folios, el mismo Jefe de los Servicios Secretos amenazó a su director y a su dueño, un conocido diputado de la derecha tradicional… Cuando un Profesor de Historia intentó abarcar estos hechos y sus consecuencias en la política nacional, fue amenazado en su propio despacho de la Universidad y no pudo nunca concluir su labor.

¿Qué es lo que motivó realmente este crimen? ¿Quién fue el verdadero responsable? O mejor, ¿quiénes fueron los autores intelectuales en realidad? ¿Por qué uno de los tres asesinos se libró de la condena a muerte? ¿Qué información podía tener Galdón? ¿A dónde iba o de dónde venía en ese viaje de trágico final? ¿Por qué, desde el poder, no se permitía que se supiera la verdad? ¿Y por qué en 1981 un General acusó a otro General diciéndole que sobre su conciencia pesaba el muerto de la carretera del oeste?

Más información en: 

NUEVOS DATOS DEL ASESINATO DE GABALDÓN 
(Galdón en la novela)
El verdadero origen de "LA TESIS PROHIBIDA"

En estos primeros días de marzo logré reunirme con una de las nietas y uno de los hijos de Isaac Gabaldón, el llamado muerto de la carretera de Extremadura asesinado en extrañas circunstancias, junto a su hija Pilar y su chófer José Luis Díaz, en la noche del 29 de julio de 1939. Gabaldón era un Guardia Civil, agente del Servicio de Información Militar y encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo cuando le mataron.....Leer más.....






(*). Libertad Digital-M.J.Grech (20/11/2011):...Otra opinión a tener en cuenta, por ser una de las personas más informadas de la época, es la de José Mario Armero, presidente de Europa Press, con trato regular con ministros de la época y habitual en las comidas secretas organizadas por el SECED para, supuestamente, preparar la transición. Tras descartar la "conspiración internacional" y apostar por una operación interna, dice: "La mano ejecutora fue, sin duda alguna, ETA. Pero, ¿quién manipuló a ETA? 

José Luis de Villalonga recoge los testimonios de dos personas cualificadas. Por un lado el rey Juan Carlos y por otro el expresidente del Gobierno, Felipe González. De ambos se hace eco en su epílogo Ernesto Villar (págs 261-267). En cuanto al Rey, es inducido por el propio Villalonga, que le pregunta a bocajarro:

 "¿Se supo por fin quiénes fueron los asesinos de Carrero?". Primera respuesta del Rey: "Pero... ETA, naturalmente. ¿No lo sabías?". Insiste Villalonga: "ETA fue el brazo ejecutor. ¿Pero quién estaba detrás de los vascos?". "No lo sé", responde con el tono de quien se ha planteado cien veces la misma pregunta. Y repite: "No lo sé", a lo que comenta Villalonga: "No dejó de ser un extraño crimen". Y responde el Rey: "Y que lo digas". También prestado a Villalonga en 2004 es el testimonio de Felipe González: "De verdad que sigo sin creerme que aquellos vascos, con sus boinas y su acento podían haber llegado a sus fines sin contar con una ayuda hasta ahora ignorada".

Especialmente significativas son las opiniones del juez Luis de la Torre Arredondo, el fiscal Fernando Herrero Tejedor y Luis González-Mata, ex-espía de Franco. En cuanto al juez, el sumario llegó a sus manos después de que, tras tres años de instrucción, la investigación no avanzase. En 1983 el juez especial se despachó en una entrevista en la revista Interviú en la que cuenta cómo intentó llegar, indagando no sólo de forma oficial, sino también confidencialmente, a los que dieron la orden a ETA de matar a Carrero y a quiénes les pusieron sobre la pista. Con todo ello sacatres conclusiones: que la investigación llegó hasta los autores materiales y "de ahí no pasó", pese a que "había elementos" para hacerlo; que Carrero fue víctima de una lucha interna dentro del franquismo (de la que le llegaron retazos de forma confidencial) que se resume en que su desaparición beneficiaba a muchos; y la última conclusión es que "los inspiradores del atentado han quedado en la sombra" (Villar, págs 240-241).

Fernando Herrero Tejedor, fiscal del Tribunal Supremo y posteriormente ministro secretario general del Movimiento, envió a Franco un informe secreto sobre el magnicidio del que nunca más se supo. Sin embargo, el 17 de septiembre de 1974, el diario ABC se hacía eco de una frase pronunciada por Herrero Tejedor en el discurso de apertura del año judicial: "No sólo ETA es responsable de la muerte de Carrero". Al tiempo que confirmaba la participación de la banda en el magnicidio, dejó caer que "no se descarta la participación de organizaciones distintas a ETA en el asesinato de Carrero Blanco". La repentina, y para algunos misteriosa, muerte de Herrero Tejedor en accidente de tráfico en junio de 1975 sólo nos permite aventurar que el informe jurídico secreto que envió a Franco, al parecer muy extenso y detallado, debía ir en esa línea de no creerse la versión oficial que se estaba dando sobre el atentado.

Por último, y para cerrar los testimonios más relevantes recogidos por Ernesto Villar, hay que hablar del exagente de los servicios secretos Luis González-Mata, un testimonio que durante años ha sido denigrado y desacreditado, pero que hoy adquiere más importancia por varios motivos. En primer lugar, por la propia personalidad de González-Mata. En segundo lugar, y más importante, por la referencia que Ricardo de la Cierva hace del mismo, citando una conversación con José María de Areilza.

Empezando por la personalidad de Luis González-Mata, hay que señalar que no era un agente secreto cualquiera. Como explica el coronel del Ejército del aire y oficial de inteligencia Manuel Rey Jimena "era una persona brillantísima y tenía la confianza plena de Carrero Blanco". Carrero y el director general de Seguridad, Eduardo Blanco, le encargaron algunos de los "marrones" más complicados y comprometidos del régimen en los años 40, 50 y 60. Además, y al tiempo que trabajaba para la inteligencia española, lo hizo de forma simultánea o alternativa para los servicios americanos.

Unos meses antes del asesinato de Carrero, González-Mata se desligó de todos los servicios secretos harto de tantas "asquerosas complicidades entre fascistas y comunistas". Para él, un ejemplo de ello sería el propio atentado de Carrero. El exespía sostiene que al menos dos equipos de inteligencia, "uno español y otro extranjero" (que no nombra, pero que es claramente la inteligencia estadounidense) conocían los preparativos de los etarras (unos "desgraciados" que "fueron manipulados", según sus propias palabras) y fueron "corrigiendo" los errores que cometían. Pero va más allá: aportando todo tipo de datos muy concretos, afirma que no sólo corrigieron errores y dejaron hacer, sino que se inmiscuyeron directamente en los propios planes del atentado, señalando que en la madrugada del propio día 20 de diciembre un equipo de americanos penetró en el sótano de la calle Claudio Coello y "deposita dos artefactos envueltos en materia plástica, similares a las minas antitanques, dotados de un sistema de encendido radio-eléctrico". Al día siguiente, dos equipos distintos aprietan el detonador. "Todo hace pensar que, de no haber sido así, la Operación Ogro hubiera fracasado" (Ernesto Villar, págs. 78-83, 108-109, 135-137). Dos equipos y, se supone, dos explosivos distintos se utilizaron en el atentado. Pero sólo podemos suponer, porque no se realizó un análisis oficial del explosivo utilizado.

Es difícil de valorar hasta qué punto lo que cuenta González-Mata es cierto. Su aportación ha sido calificada por algunos de fantasiosa. Sin embargo el historiador Ricardo de la Cierva aportó en su libro ¿Dónde está el sumario de Carrero Blanco? (ARC Editores, 1996) un dato revelador protagonizado por José María de Areilza, conde de Motrico, ministro de Asuntos Exteriores en el primer Gobierno de la Monarquía y uno de los políticos más destacados y mejor relacionado de los años 70. La escena tuvo lugar en la recepción ofrecida por el Rey con motivo de su onomástica el 24 de junio de 1978. En un momento determinado, Areilza se acercó a Ricardo de la Cierva y le preguntó: "¿Has leído el libro de González-Mata? No el primero, Cisne, sino el que acaba de aparecer, que se titula Terrorismo internacional", a lo que De la Cierva contestó que lo tenía, pero aún sin leer. José María de Areilza le dijo: "Pues míralo esta misma noche, porque te puedo garantizar que su versión sobre el atentado de Carrero es la exacta".

Más recientemente, la participación directa de la CIA en el atentado es la que defiende Pilar Urbano en su libro "El precio del trono" (Planeta, 2011), del que el diario El Mundo ofreció una pre-publicación en el suplemento Crónica de su edición del 20 de noviembre de 2011. No obstante, la escritora no aporta en qué fuentes se basa para afirmar que el Seced tomó muestras del cráter que provocó la explosión y se encontraron rastros de explosivo "C4, de uso exclusivo militar y que entonces sólo se producía en EEUU" y no la Goma-2 que los etarras dijeron utilizar y que habían robado en el polvorín de Hernani (Eva Forest, Operación Ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco, Argitaletxe Hiru, 1993). Tampoco, según el juez instructor De la Torre, el túnel era como lo describieron los etarras en la rueda de prensa que dieron en Burdeos reivindicando el atentado, ni como aparece descrito en el libro Operación Ogro. "No se correspondía con el informe de la Policía Judicial en la inspección ocular del subterráneo, hecha el mismo día del asesinato. Con prosa carpintera de atestado, el informe desmentía la versión de ETA. ¿Se trataba de dos túneles distintos? ¿O de un mismo túnel, pero muy reformado? En tal caso, eran dos descripciones del mismo túnel, una hecha ‘antes’ y otra ‘después’. En algún momento, el túnel fue alterado. Y ETA no lo supo".

Recapitulando, es realmente imposible señalar fehacientemente al inductor o inductores del atentado: servicios secretos de un país, de dos, el KGB, la CIA, la masonería, alguna de las familias del régimen, los comunistas... Sobre estos últimos, es indudable que los etarras tuvieron apoyo de la comunista Eva Forest, con un papel muy turbio y pieza clave de todo el engranaje no sólo del atentado contra Carrero sino también del que, nueve meses después, se cometería en la cafetería Rolando de Madrid. Como reconoce Lidia Falcón, una de las detenidas tras la masacre de la cafetería, percibió "indicios de un progresivo y desconcertante trato de favor" hacia Eva Forest por parte de la Policía. Y no sólo eso. Como cuenta Anna Grau, Forest "consiguió evitar no sólo la pena capital sino incluso el ir a juicio. Pasó tres años en la cárcel pero salió inmaculada (...). El misterio más profundo de todos quizá sea este: ¿cómo consigue Eva Forest salir tan bien librada, no ya del atentado de la calle Correo, sino del atentado contra Carrero?" (Anna Grau, De cómo la CIA eliminó a Carrero Blanco y nos metió en Irak, Destino, 2011, pág. 86).

(**). Wikipedia:  Fernando Herrero Tejedor (1920-1975) fue un político español, Ministro-secretario general del Movimiento en el penúltimo gobierno de Franco.  Licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia, ingresó, por oposición, en la carrera Fiscal. Se casa en 1948 con Joaquina Algar Forcada, con la que tuvo seis hijos, entre ellos el periodista Luis Herrero-Tejedor Algar y Fernando Herrero-Tejedor Algar, fiscal del Tribunal Supremo.

Mientras estudiaba Derecho en Valencia, ejerce diversos cargos en el Sindicato Español Universitario (SEU) de adscripción obligatoria durante el franquismo. Finalizada la carrera, fue nombrado Jefe del Servicio de Justicia y Derecho en la provincia de Castellón, para ser nombrado, poco después, subjefe provincial del Movimiento en dicha provincia.

En 1955 fue nombrado gobernador civil de Ávila. Durante el desempeño de este cargo conoce a Adolfo Suárez, a quien convierte en su secretario personal. Al año siguiente es nombrado gobernador civil de Logroño, haciéndose cargo en 1957 de la Delegación Nacional de Provincias de la Secretaria General del Movimiento. En este cargo se mantiene hasta febrero de 1961, fecha en la que es nombrado Vicesecretario General del Movimiento. En septiembre de 1965 y tras diversas luchas políticas con José Solís Ruiz abandona el puesto y es nombrado Fiscal del Tribunal Supremo y, como tal, miembro del Consejo de Estado de España.

Es nombrado. por el general Franco, Secretario General del Movimiento el 4 de marzo de 1975, cargo que desempeña hasta su muerte. Nombra como Vicesecretario a su mano derecha, Adolfo Suárez.

La posición de Herrero Tejedor fue bastante peculiar dentro del régimen, ya que se le tenía por falangista con claras conexiones con el Opus Dei, corrientes de pensamiento que se suponía enfrentadas. Fue considerado desde mediados de los años 60 como un político con futuro para el periodo posterior a la muerte de Franco y se le suponía próximo al entonces Príncipe de España.

Fernando Herrero falleció en un accidente de automóvil el 12 de junio de 1975 en la localidad abulense de Adanero. El accidente tuvo lugar poco antes de las nueve de la noche cuando el coche oficial en el que viajaba el ministro, un Dodge 3700 GT, chocó contra un camión conducido por Germán Corral Gómez que se saltó un ceda el paso en el cruce de la Nacional VI (km.108) con la Carretera Nacional 403. Fernando Herrero volvía de realizar una visita oficial a Palencia, donde había presidido la inauguración de la Casa provincial del Movimiento en la localidad castellana. El conductor del vehículo oficial, Pablo Fernández Sánchez sufrió heridas de carácter leve, mientras que el conductor del camión resultó ileso (Wikipedia).

(***). Libertad Digital-Emilio Campmany (23.F/2014): La democracia española vive de ficciones. Una de las más notables es la de que el 23-F fue un intento de golpe de Estado planeado por militares franquistas que fue desbaratado por el rey. Hace mucho tiempo que las sospechas que tenían los conspiranoicos de entonces se confirmaron y se sabe que el golpe de Estado se orquestó desde el poder, que en su desencadenamiento tuvo alguna responsabilidad el rey y que quien en realidad lo frustró fue quien lo empezó, elteniente coronel Tejero cuando se negó a que Armada formara el Gobierno de coalición que traía preparado.

Sin embargo, lo que ha revelado ahora Pilar Urbano es mucho más grave. No es que algunos generales exasperados oyeron decir al rey lo que ellos quisieron escuchar pero que en realidad nunca dijo. No es que unos militares monárquicos se lanzaron a dar un golpe convencidos erróneamente de que contaban con el respaldo del rey. No es que malentendieran las quejas y enfados del rey en momentos en que irresponsablemente se desahogó ante sus compañeros de armas. No es que un devoto alto mando se arrogara sin su consentimiento la función de interpretar la auténtica voluntad del soberano. Ni siquiera se trata de que, enterado de lo que estaba ocurriendo, el monarca dejara hacer. Lo que cuenta Pilar Urbano, que lo sabe porque Suárez se lo contó, es que fue el rey quien organizó el golpe de Estado para recuperar parte del poder perdido en la Constitución de 1978.

Sabemos que la autoridad competente, militar por supuesto, que Tejero esperaba que se presentara en el Congreso de los Diputados la noche del 23 de febrero y al que llamaba Elefante Blanco, no era desde luego un general franquista. Pero se nos ha contado que fue Alfonso Armada, un general monárquico, que se subió al carro del golpe en el último momento, tras malinterpretar algunas ambiguas palabras del rey quizá irresponsablemente pronunciadas. Lo que ahora cuenta Pilar Urbano es que Armada actuó siempre a las órdenes del monarca y que el Elefante Blanco era en realidad, no Armada, sino el mismísimo rey.

Pilar Urbano nos está arrancando de los ojos la venda que casi todos nos hemos empeñado en llevar, en esto como en tantas otras cosas, para mostrarnos una cruda realidad que nos negábamos a aceptar. Podría ocurrir que, como dice el editorial de esta casa, fuera mentira. Pero entonces, habría que rebatirlo. Lo que ya no podemos, ni en Zarzuela ni en el resto de España, es mirar para otro lado y hacernos los longuis con eso tan bonito de que siempre será preferible una monarquía a una república. Y ah, que no se me olvide. Felipe González y el PSOE tendrán que dar explicaciones porque, si malo es tener un Jefe del Estado golpista, peor es que lo sea el partido que ha gobernado España la mayor parte del tiempo desde que tuvo lugar la intentona. Esos tampoco pueden irse de rositas.

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"La desmemoria" de Pilar Urbano"
Nuevas revelaciones sobre el 23-F
Según Suárez, el rey gestó la Operación Armada


Libertad Digital (30/3/2014)

(30//3/2014)

El diario El Mundo publica este domingo un avance del nuevo libro de Pilar Urbano: "La gran desmemoria". Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar, donde hace públicas sus conversaciones con Adolfo Suárez y el monarca. La gran revelación que da la periodista es que el Rey, según le confesó el difunto Suárez, fue el "Elefante blanco" del golpe de Estado del 23-F. "Para Suárez, estaba clarísimo que el alma de la Operación Armada era el Rey, que nace en Zarzuela, que Don Juan Carlos es el muñidor para colocar al general Alfonso Armada al frente de un Gobierno de concentración", asegura Urbano.


El libro abunda en una teoría una y mil veces apuntada desde que se produjera el golpe de Estado: que el golpe contra Suárez estuvo dirigido por el Rey. De hecho, incide en conclusiones y revelaciones que ya señalaron otros autores como como Luis Herrero en "Los que le llamábamos Adolfo", Jesús Palacios en "El Rey y su secreto!", el propio Alfonso Armada en "Al servicio de la Corona", o Abel Hernández, en "Suárez y el Rey".

Con las aportaciones de Urbano, cobra especial relevancia la frase que le dice Suárez a Luis Herrero y éste recoge en su libro: 

No descarto la posibilidad de que, muy pronto, me toque ir al despacho del Rey para decirle: Majestad, no tiene usted más remedio que abdicar por el bien de España.Lo que hasta ahora era un secreto a voces, la implicación del Rey en el 23-F como muñidor e impulsor de la 'Operación Armada', adquiere una nueva dimensión con el relato, cargado de datos y detalles, de Pilar Urbano. Tal y como ya se había publicado anteriormente desde el segundo semestre de 1980 ya se estaba fraguando una operación para, con una falsa apariencia democrática, echar a Adolfo Suárez del Gobierno y colocar al general Alfonso Armada al frente de un Gobierno de coalición nacional, inspirado en la Grosse Koalitionalemana, con Felipe González de vicepresidente. Armada era íntimo amigo y colaborador del Rey, al que el gobierno de Suárez había enviado lejos de Madrid, a Lérida, junto con otros generales considerados golpistas.

Urbano detalla en su libro el durísimo enfrentamiento que mantiene Suárez con el Rey para defender el régimen constitucional en los meses previos al 23-F. Lo que empieza como un desencuentro, termina en violentas broncas cuando Suárez asume que Alfonso Armada siempre ha actuado al servicio del Rey.

Uno de los dos sobraLa periodista abunda en los choques que tuvieron el Rey y Adolfo Suárez, detallados en el libro. El 10 de enero de 1981, cuando el Rey coge la moto y se presenta en Moncloa. Según su relato, Don Juan Carlos le pide al entonces presidente del Gobierno, que traslade a Armada de Lérida a Madrid, a lo que Suárez se niega porque no quiere "la bicha" cerca. La periodista relata el encuentro como un enfrentamiento casi violento, en el que en un momento dado el Rey coge del codo al presidente Suárez, que se zafa de un tirón. Desde entonces, Pilar Urbano asegura que la relación entre ambos es tensa, porque "uno de los dos sobra".

Según el relato de Urbano, el 22 de enero, Suárez, que no está dispuesto a transigir con la 'Operación Armada', va a Zarzuela y se ve obligado a recordarle al Rey que fue elegido democráticamente con 6.280.000 votos en les elecciones de 1979. La respuesta del Rey:

Tú estás aquí porque te ha puesto el pueblo con no sé cuántos millones de votos... Yo estoy aquí porque me ha puesto la Historia, con setecientos y pico años. Soy sucesor de Franco, sí, pero soy el heredero de 17 reyes de mi propia familia. Discutimos si OTAN sí u OTAN no, si Israel o si Arafat, si Armada es bueno o peligroso. Y como no veo que tú vayas a dar tu brazo a torcer, la cosa está bastante clara: uno de los dos sobra en este país. Uno de los dos está de más. Y, como comprenderás, yo no pienso abdicar.

El rey y la moción de censuraSuárez está dispuesto a dimitir pero quiere, de acuerdo con las reglas de la democracia, disolver las Cortes, convocar elecciones y que sea el pueblo el que decida el nuevo Gobierno. Pero el Rey se opone frontalmente porque eso haría inviable la 'Operación Armada'. Es cuando al Rey se les escapa la posibilidad de la moción de censura, que nadie había planteado, y que sería la fórmula de darle apariencia democrática al golpe de Armada. Suárez ya sabía que estaba en marcha una moción de censura promovida por Alfonso Armada y respaldada por diputados de la UCD, como Herrero de Miñón.

El Rey se niega en redondo a firmar el decreto de disolución de las Cortes, pese a que es una competencia que la Constitución atribuye en exclusiva al jefe de Gobierno. La discusión alcanza tal grado de violencia que el perro del Rey - un pastor alemán llamado Larky- se arrojó sobre Suárez.

La pistola de los generalesEl 23 de enero, justo un mes antes del golpe, el Rey interrumpe una cacería porque se presentan en Zarzuela cuatro tenientes generales y un almirante: Elícegui, Merry Gordon, Milans del Bosch y Campano López, de las regiones de Zaragoza, Sevilla, Valencia y Valladolid. El Rey llama a Suárez para que acuda a Zarzuela y es ahí cuando se produce uno de los episodios más escalofriantes de los que relata Pilar Urbano. El Rey dice a Suárez "realmente estos que hay dentro quieren verte a ti" y le deja con los militares. Así lo relata la periodista:

Milans dice a Suárez que por el bien de España debe dimitir ya, cuanto antes. Y es cuando Suárez pide al luego golpista que le dé una razón para ello. En ese momento, Pedro Merry Gordon saca del bolsillo de su guerrera una pistola Star 9mm, se la pone en la palma de la mano izquierda y mostrándola dice al presidente: '¿Le parece bien a usted esta razón? '. El Rey, en la escalera, le advierte: '¿Te das cuenta de hasta dónde me estás haciendo llegar?'. Y le reitera que la solución para evitar el golpe militar pasa por un cambio de Gobierno.

Suárez, al Rey: "Nos la mas metido doblada"Pero el enfrentamiento más duro vendría el día después del 23-F. Para entonces Suárez ya está absolutamente convencido de que el rey estaba detrás de la Operación Armada y le dice que quiere revocar su dimisión. "Nos la has metido doblada" le dice el presidente al Rey "alentando a Armada y a tantos otros, jaleándoles, dándoles la razón en sus críticas, diciéndoles lo que querían oír de boca del Rey, tú mismo alimentaste el malestar militar", le dice. Según la autora del libro, el Rey contestó: "De qué me hablas. ¿Me estás amenazando, so cabrón? ¿Todavía no te has enterado de que ha sido a tí a quien han dado el golpe? Políticamente estás muerto", le dice.

Calvo Sotelo y el golpe del Cesid: Urbano también relata como Calvo Sotelo convence al Rey para ser él quien sustituya a Suárez, dándole una salida 'constitucional' a la 'Operación Armada'.

Según la periodista es el comandante Cortina, de acuerdo con Armada, quien desde el CESID (actual CNI) pone en marcha el 23-F tal y como lo conocemos, la entrada de Tejero en el Congreso y el secuestro de los diputados durante toda la noche. Para que luego apareciera Armada como el "salvador" de los diputados.

La metedura de pata del Rey y el "Elefante blanco"Además, respecto a la cuestión de 'El Elefante blanco', Urbano recuerda que fue el propio Rey quien "metió la pata en el libro de Vilallonga (una biografía del Rey, basada en varias conversaciones con el protagonista), cuando dijo que él 'sabía, desde el primer momento, quién era el Elefante Blanco'. Suárez también dijo que 'sólo dos personas saben quién era el Elefante Blanco, y yo soy una'. Si Suárez lo sabía, y desde luego él no lo era, y el Rey también lo sabía, según él mismo le dijo a Vilallonga, y está en la edición francesa y en la inglesa. Ergo... Después, en la versión española eso se corrigió, porque se hubiese tenido que reabrir el sumario del 23-F". Y lo que es todavía mas grave, Urbano señala que las conversaciones entre el Rey y Armada la noche del 23-F desaparecieron del sumario del caso. "No aparece en las actas, como si se hubiera pasado un típex: en lugar del Rey aparece Sabino", dice Urbano.

Por otro lado, el diario El Mundo aclara en el editorial que no asume "íntegramente" lo expuesto por Urbano: "El Mundo no asume en su integridad las afirmaciones de la periodista, ya que algunas de ellas pueden poner en cuestión la lealtad constitucional del jefe del Estado", señalan. No obstante, defiende su publicación: "Sin embargo, consideramos que su relato supone una contribución relevante al conocimiento de un periodo oscuro que ahora hemos revivido tras la muerte del hombre que, junto al Rey, hizo posible la instauración de una democracia en España.

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