lunes, 12 de enero de 2015

CISMA en la Iglesia Católica: Amor, Verdad y MISERICORDIA-P. Santiago Martín (1677)

P. SANTIAGO MARTIN
CISMA EN LA IGLESIA CATOLICA
Magnificat TV (Mayo 2014)

La posible comunión de divorciados
y el posible cisma en la Iglesia

InfoCatólica (6/12/2013): Se le podrán dar todas las vueltas que se quiera a este asunto, pero va siendo hora de que haya más obispos y cardenales que den un paso al frente y dejen las cosas claras. La idea de que se puede abrir la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar comulguen va en contra de la fe católica. Es decir, no estamos ante una mera cuestión pastoral, sino algo que afecta a la misma esencia de dos sacramentos: el del matrimonio y el de la Eucaristía.
El primero, en cuanto que es indisoluble, no puede ser ninguneado aceptando una segunda unión irregular, a la que Cristo, recordémoslo, llama adulterio. Puede que la palabra adúltero sea hoy políticamente incorrecta. Puede que pastoralmente se opte por rebajar el tono de la descripción de la realidad espiritual de esas personas. Pero Cristo dijo lo que dijo. Ante los ojos de Dios, quien se ha divorciado y vuelve a casarse es un adúltero. Y a quien no le guste que yo lo diga, que le pida explicaciones a nuestro Señor y Salvador, que fue quien usó esa palabra.
Ni que decir tiene que si un adúltero quiere mantener una vida espiritual, la Iglesia no puede rechazarle y dejarle “tirado en la calle". Como madre, debe recibirle, ayudarle, encaminarle hacia la salvación. Pero en esa ayuda no se puede soslayar la verdad. A saber:
¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… (1ª Cor 6,9)
El matrimonio sea tenido por todos en honor; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros. (Heb 13,4)
¿Qué tipo de pastoral sería aquella que deja al pecador en un pecado que es incompatible con la salvación? ¿Me lo puede explicar alguien sea seglar, religioso, diácono, sacerdote, obispo, cardenal o Papa? ¿o quizás vamos a ser más “buenos pastores” que Cristo, que nos recordó aquello de “lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,6? ¿de verdad alguien piensa que el poder para atar y desatar que el Señor dio a su Iglesia consiste en que pueda decir que lo afirmado por Él en relación al matrimonio y el adulterio ya no es válido?
Es claro que en un divorcio no siempre las dos partes tienen la misma culpa. Todos conocen casos en los que el marido o la esposa abandonan al cónyuge para largarse con otra persona. De tal manera que el que ha sufrido la infidelidad se queda solo y, en ocasiones, con toda una vida por delante. Muchos preguntan: ¿acaso ese fiel tiene que sufrir el “castigo” de no poder mantener otra relación sentimental que acabe en matrimonio abierto a la vida? Pues miren ustedes, volvemos a lo dicho por Cristo: No, no puede. Y si lo hace, peca gravemente y se convierte en tan adúltero como el cónyuge que le traicionó primeramente.
Pareciera como si ignoráramos que la gracia de Dios es capaz de mantener a una persona alejada del pecado mortal que lleva a la condenación. Pareciera como sicreyéramos que el Señor no tiene especial misericordia hacia aquellos que han sido abandonados por su marido o su esposa. Pareciera como si pensáramos que a quien necesita gracia sobre gracia para permanecer fiel a Dios, Dios mismo no se la concede. Pareciera como si desecháramos la enseñanza de que nos toca cargar con nuestras respectivas cruces, porque así lo dijo Cristo.
Sin dar detalles que no interesan por el momento a nadie, conozco en primera persona, y por testimonio de hermanos en el Señor, lo que es pasar por una crisis matrimonial fortísima. Sé lo grande que puede ser la tentación de romper con todo y largarse con otra persona. Pero también sé que Dios es un Dios de vivos y no de muertos, y que si dejamos que Él obre en un matrimonio herido e incluso muerto, puede darle vida. Y una vida matrimonial aún mejor y más maravillosa que la que había antes de la crisis. Si los dos cónyuges son verdaderamente cristianos, no hay dificultad que Dios no pueda ayudar a superar. Si, por la razón que sea, has perdido el amor a tu cónyuge, ¿acaso piensas que si pides a Dios que te vuelva a dar amor, Él no te lo dará? ¿No habíamos quedado en que el amor “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera” (1ª Cor 13,7)?. Eso, y no otra cosa, es lo que la Iglesia debe de enseñar, promover y alentar. Pero en caso de que la separación sea irremediable, la solución no es abrir la puerta a que cada cual pueda “rehacer” su vida con otro matrimonio. Porque eso no es rehacer nada, sino montar una farsa basada en el pecado.
El cardenal Burke, como hizo recientemente Mons. Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha sido claro y tajante:
Debe comprenderse que el primer ingrediente, el ingrediente mínimo y esencial en una respuesta pastoral de caridad, es la justicia de la verdad. Sólo puedo amar a alguien desde el respeto a la verdad. En relación con las personas divorciadas en nuevas uniones, la Iglesia tiene que ser misericordiosa, recibirlas y ayudarles a participar en la vida de la Iglesia lo máximo posible; pero no puede faltar a la verdad y pretender que la nueva unión está en orden.
La indisolubilidad del vínculo está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio de Mateo, por lo que la Iglesia tiene que respetar y promover la verdad del matrimonio de todos los modos posibles, como la unión indisoluble y abierta a la vida entre un hombre y una mujer. No puede haber cambios en eso.
Algunos han sugerido que nos fijemos en lo que hacen los ortodoxos. Pues bien, los ortodoxos se han separado de la fe cristiana en ese punto tan importante. Han roto con la Biblia y la Tradición. Y ojo, no es que ellos acepten que los divorciados vueltos a casar comulguen. Directamente admiten que se vuelvan a casar. ¿Es eso lo que se propone para la Iglesia Católica? ¿de verdad nos vamos a cargar una doctrina inmutable que procede de las palabras de Cristo? Habiendo tantas cosas buenas entre los ortodoxos -por ejemplo, su sentido de lo sagrado y su respeto por la liturgia-, ¿nos vamos a fijar precisamente en aquello de ellos que supone una ruptura clara con la Revelación?
Mons. Müller lanzó una advertencia en su artículo “La fuerza de la gracia”:
La Iglesia Católica ha defendido la absoluta indisolubilidad del matrimonio también al precio de grandes sacrificios y sufrimientos. El cisma de la «Iglesia de Inglaterra» separada del sucesor de Pedro, tuvo lugar no con motivo de diferencias doctrinales, sino porque el Papa, en obediencia a las palabras de Jesús, no podía ceder a la presión del rey Enrique VIII para disolver su matrimonio.
Es decir, por fidelidad a Cristo la Iglesia sufrió un cisma, ¿y vamos ahora a traicionar a Cristo en nombre de una pastoral supuestamente “misericordiosa?¿en qué cabeza católica puede caber algo así? Es más, ¿en serio alguien cree que no se produciría un cisma enorme en caso de que una parte importante de la Iglesia Católica decidiera que se puede cambiar esa doctrina?
Lo explica el cardenal Burke:
Propagar la idea de que habrá un cambio radical, y de que la Iglesia va a dejar de respetar la indisolubilidad del matrimonio es falso y muy dañino. Un cambio así no está en manos de la Iglesia. La Iglesia debe ser obediente a las palabras de Cristo. Esta situación con algunos obispos en el alto Rin debe ser corregida. Si esa actitud se extiende a otros lugares, estaríamos fallando en la defensa de una verdad fundamental para la fe.
¿Creen ustedes que eso solo lo piensa ese cardenal?, ¿no será más bien que hay centenares de obispos dispuestos a decir lo mismo? En realidad, ¿no es ya un escándalo que estas cosas tengan que ser debatidas? ¿desde cuándo se debate sobre dogmas de fe y doctrinas pertenecientes al depósito de la fe? Porque, y esto es lo segundo, ¿acaso no es doctrina irreformable que no se puede acceder a la Eucaristía en pecado mortal? ¿también vamos a cambiar eso? La Eucaristía no es el premio para los perfectos, pero tampoco puede profanarse abriendo la puerta a que comulguen quienes públicamente llevan una vida de pecado. No conozco a un solo sacerdote que haya negado la comunión a un fiel por temas menores. Sí conozco sacerdotes que permiten que se profane la Eucaristía admitiendo que comulguen personas que todo el mundo sabe que son divorciados y vueltos a casar. Lo primero no debe ser combatido porque casi nunca se plantea. Lo segundo ha de ser arrancado de la praxis pastoral y sacramental a menos que queramos unirnos al espíritu de este mundo que está destrozando la institución familiar.
El resto de la entrevista del cardenal Burke no tiene desperdicio. Son muchos los católicos que necesitaban oír de un pastor de la Iglesia alguna de sus frases. Valga este ejemplo:
Y yo entiendo que puede haber buenos católicos que, durante décadas, han trabajado en defensa de la vida y de la familia, que ahora estén confundidos por lo que les llega de lo que está diciendo el Papa. Por eso creo que les dirigirá una palabra: Debéis continuar con lo que estáis haciendo. Porque eso es lo que él piensa. El Papa está tratando de acercarse a los alejados, pero eso no significa que quiera abandonar las cuestiones pro vida.
Bien estaría que otros pastores hicieran lo mismo. No se puede dejar a millones de hijos de Dios y de la Iglesia en la duda, en el temor, en la sensación de que quienes por pura gracia, en medio de una de las peores crisis -la postconciliar- que ha sufrido la Iglesia en su historia, han sido realmente fieles a todo lo que la Iglesia ha enseñado y defendido durante siglos, son ahora considerados como una especie de fariseos enfermos de un “neopelagianismo autorreferencial y prometeico", que vayan ustedes a saber lo que significa. El que tenga oídos para oír, que oiga: si para acercarse a los alejados se patea a los que están dentro, ni los alejados volverán para quedarse, ni muchos de los de dentro se quedarán.
Exsurge Domine, adjuva nos, et libera nos propter nomen tuum.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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