jueves, 10 de septiembre de 2015

DARWIN, Evolución y ADN: ¿Por qué una mosca no es un caballo? (1949)

Why is a Fly not a Horse? 
Dimenticare Darwin, Giuseppe Sermonti
Enrique de Zwart
"¿Por qué una mosca no es un caballo?"
InfoCatólica-Javier Olivera Ravasi (31.08.15): Giuseppe Sermonti es un renombrado genetista italiano, profesor emérito de la Universidad de Perugia. Editor de Rivista di Biologia, una de las publicaciones científicas más antiguas del mundo. En la obra que aquí comentamos Why is a Fly not a Horse? [1] su principal argumento es un renovado aprecio por el organismo como un todo viviente, y cómo su belleza y complejidad crea insuperables problemas para cada nueva permutación de la teoría darwiniana. Permitir que el organismo en su conjunto quede a la sombra del código del ADN es cometer el viejo error de aquellos obnubilados por el árbol que se pierden el bosque.
Sermonti escribe de una manera más conceptual, menos cuantitativa, que Michael Behe –el bioquímico norteamericano cuyas dos [2],[3] obras principales ya hemos comentado aquí y aquí. Pero no por eso es menos agudo. A modo introductorio también es recomendable leer el ensayo del Dr. Baliña.
El evolucionismo darwinista siempre fue un paradigma más que una teoría. Y un paradigma muy maleable ciertamente. Para sus proponentes lo más importante es que sea debido exclusivamente a causas naturales. 
Sermonti nos recuerda, en sintonía con Behe, que hasta ahora todo apunta a que las causas físicas de la evolución son degenerativas o conservadoras. Ninguna de ellas garantiza pasaje de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior. Hay vagas promesas de “progreso” gradual, pero en sentido tautológico y nunca observadas empíricamente.
Si hay una evolución es en el sentido entrópico. Hacia la uniformidad, al decaimiento, como un castillo de arena que, el tiempo y los elementos, degradan irreversiblemente. No se puede desandar lo andado. Entropía significa evolución o transformación, pero en un sentido opuesto al utilizado por los darwinistas. El darwinismo no es otra cosa que la supuesta construcción del castillo de arena a partir de la playa chata, y sin ningún plan a priori.
El mecanismo conjunto de mutaciones al azar y selección natural puede ser usado para explicar cómo las especies sobreviven. Pero es ilógico, y no observado, que tal mecanismo pueda crear vida. Es absurdo ya que tal mecanismo sólo elimina. Adoptarlo como mecanismo de origen es equivalente a explicar “aparición” con “desaparición”. Cada año varias lenguas desaparecen; lo cual no explica el origen de las lenguas.
La selección natural es cierta, aunque un nombre más preciso sería supervivencia diferencial. Nadie la niega. Lo que hace es eliminar lo anormal, lo marginal, y mantener la población dentro de la norma. Este es claramente un rol conservador, estabilizador.
Desde el punto de vista molecular −i.e. variaciones en el texto del ADN− la mutación es un fenómeno degenerativo, un error de copia, un proceso de entropía en el patrimonio genético. A nivel molecular, celular, y de organismo hay muchos mecanismos defensivos contra las mutaciones. De lo contrario el patrimonio genético se degradaría muy rápido. Sus efectos son casi siempre deletéreos. Pretender que las mutaciones al azar son el motor principal, aferrándose al esporádico error afortunado, es un recurso muy pobre. Aparte del pequeño detalle que el tipo de transgresiones necesarias para la evolución darwinista nunca han sido documentadas. El supuesto sendero evolutivo desde la materia inerte, a los organismos unicelulares, pasando por los multicelulares, terminando en los mamíferos no es sino una expresión de deseos. Más aun las teorías corrientes rehúsan explicar hechos concretos de la vida ya que su mayor premisa es que tales hechos son aleatorios, no tienen sentido, ni orden, ni propósito. Leer Más.....
"¿Por qué una mosca no es un caballo?"
Javier Olivera Ravasi
(3/9/2015)
Observando rasgos de especies relacionadas, los anatomistas distinguen entre caracteres “primitivos” y “derivados”. Un rasgo es “primitivo” u “original” cuando es cercano a conformaciones típicas del orden taxonómico[1] en cuestión; similar a sus más arcaicos representantes; y cercano a la conformación embriónica común a todas las especies en cierto orden. Por otro lado un rasgo es “derivado” cuando se ha transformado en comparación con ciertos arquetipos; es funcionalmente diferenciado; y se ha adaptado a una especialización. Leer Más.....

"¿Por qué una mosca no es un caballo?"
Javier Olivera Ravasi
(6/9/2015)
El Dogma cuestionado
Para que las proteínas funcionen bien no solo deben tener la secuencia correcta de aminoácidos, sino también una configuración espacial que las pliega de manera tal que se pueden asociar entre ellas y con otras moléculas. Jacques Monod, premio nobel, fue muy claro: “la información espacial necesaria para especificar la estructura tridimensional de una proteína es inmensamente mayor que la información contenida en la secuencia.”
Muchas proteínas fruto de la ingeniería genética resultaron tener la forma incorrecta, y no funcionaron como se suponía. El llamado mal de la “vaca loca” fue una de las consecuencias. El agente fue una proteína “incorrecta”, proteínas priones.
La herencia genética es transmitida no solo mediante el ADN. La continuidad de proteínas reveló una herencia en paralelo que revoluciona el Dogma Central. La secuencia de aminoácidos en las proteínas no es lo importante, sino su actitud en el espacio.
El misterio más grande de la biología ha sido entender como un huevo se transforma en embrión. En el ser humano esta recóndita morfogénesis ocurre en meras tres semanas cuando emerge la organización espacial del organismo. Los huevos recién fertilizados tienen una polaridad eléctrica. La corriente eléctrica fluye a través del embrión, descargando acá y allá, provocando a las células a moverse, plegarse y convulsionarse, creando nuevos patrones y más flujos y contorsiones. La totalidad dinámica de estas fuerzas vectoriales se conoce como campo morfogenético. En los núcleos de las células inmersas en este minúsculo magma viviente, los genes se activan y desactivan, proveyendo material para estos arcanos hornos. No son los genes quienes producen la forma naciente, sino la forma nesciente que selecciona y recluta los genes para su programa.
Pero lo más interesante de los campos morfogenéticos es que se mantienen y transmiten a sí mismos autónomamente, aparte de las dotes genéticas archivadas en el ADN. Durante el desarrollo ambos sistemas se influyen mutuamente, el campo despertando a los genes, y los genes proveyendo al campo con el material necesario.La gran noticia biológica de fines del siglo XX fue el reconocimiento de este segundo torrente hereditario, paralelo al flujo del ADN.
Hasta ahora ha sido muy difícil descifrar los campos morfogenéticos debido a su naturaleza tridimensional, su turbulencia y su continua transformación. Pero es posible que sea en estos campos donde se guarden los secretos que distinguen una mosca de un caballo. Leer Más.....
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