domingo, 6 de diciembre de 2015

*CAMBIO CLIMÁTICO por CO2 y Burbuja financiera de ABENGOA-Energías RENOVABLES: Tecnologías caras y no competitivas que jamás serían rentables sin subvenciones. Contratos llave en mano de plantas desaladoras, energía termosolar y fotovoltaica, combustibles bio-diesel, hidrógeno, cultivos energéticos (2046)

SUMARIO
1. Mentiras de Kioto-1997
2. Cambio Climático
3. Estrategia Masónica
4. Calentamiento Global
5. Fraude Ecologista
6. Cumbre de París-2015
7. Abengoa: Energías Renovables
8. Calentólogos en París
9. Nuevo Dogma: Cambio Climático

 Santiago Clavijo
El “Panel Internacional del Cambio Climático (IPCC)”, fundado en 1988 por la ONU, predice en su IV informe (2007) que la temperatura media de la tierra aumentará entre 1 y 3ºC para el año 2100 y que el nivel del mar subirá entre 55 y 88 centímetros.
Pero, sabemos que en la época de los dinosaurios, una de las más calientes de la historia, la temperatura media alcanzó 22ºC, solamente siete grados más que en la actualidad (15ºC).
En la hipótesis de que nos quedan 70.000 años para alcanzar 22ºC, máximo en este periodo interglaciar, el aumento esperado será de un grado cada milenio.
Los datos reales sobre el clima contradicen a los promotores de Kyoto, porque en 1998 subió solamente una o dos décimas de grado y después se ha estabilizado a pesar del incremento de CO2 en algunas zonas.
Manuel Carreira S.J.

ABORTO, Eugenesia y Nueva Era

4. Calentamiento Global
¿Antropogénico Catastrófico?

5. Fraude Masónico-Ecologista
ESPAÑA no tiene Futuro sin Energía Nuclear

Corrupción Energías Renovables
ACTUALL-Víctor R. Gago (27/11/15): Hay toda una lección, un discreto y valioso acto de justicia poética, en la Cumbre del Clima que comenzará este lunes en París. El brusco desplazamiento del foco, de la ecología a la seguridad, forzado por los últimos ataques terroristas, enseña que los seres humanos, por muy líderes mundiales que sean, ni siquiera pueden elegir sus propios apocalipsis.
Han transcurrido 21 cumbres, a cuál más terminante y mastodóntica, y la Tierra y el Sol no se han conmovido un solo grado centígrado ante los arrogantes ultimatums de la ONU y los mesías del cambio climático. De Al Gore a Obama, de Ban Ki-moon a Bill Gates, de Zapatero a Rajoy –que ya no hace caso de su primo el físico, del que se fio en 2008 cuando le dijo que el calentamiento global no era para tanto, y así le fue en aquellas elecciones–, la “fatal arrogancia” de la que habló Hayek ha asumido que se puede elegir el problema y las soluciones del mundo. Sin embargo, el hiperterrorismo global ha venido a cambiar el problema y a complicar las soluciones.
De nada han servido hasta ahora las regulaciones, los tratados, los subsidios a las energías renovables, la exacción de decenas de miles de millones a los contribuyentes, el centrifugado cultural para que cambiemos de vida y dejemos de desarrollarnos, de comerciar, de inventar, de tener hijos, de encender la luz, de comer según qué cosas, como si todas esas opciones de sociedades hastiadas y ricas estuvieran al alcance de ese otro vasto lado de la humanidad que sueña con satisfacciones algo más elementales, como tener con qué amasar una torta de mijo, aunque sea transgénico, o disponer de agua potable, aunque sea desalándola a gran escala en plantas impulsadas por gas natural y fuel.
Y no es que el cuidado de la “casa común” no sea una cuestión crucial, es solo que, como señala el Papa en la muy franciscana encíclica "Laudato Si", el respeto a la Creación y a la vida humana van de la mano.
No tiene sentido promover los derechos de los animales, como hacen los teólogos del ecologismo, mientras se legisla para extender el aborto o contra la familia y la natalidad. “No es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto”, dice el Santo Padre en esa Encíclica.
Como apunta The Economist en su número de este viernes, con motivo de la Cumbre del Clima en París, la clave para el cuidado del planeta es la innovación radical, y no las regulaciones y los subsidios. El impacto que el hombre haya podido causar en la naturaleza desde la invención de la máquina de vapor en el siglo XVIII, dice el semanario, solo se corregirá con nuevos inventos. Dicho de otro modo: el ser humano es la solución, no el problema.
Fuentes: 
New Scientist, El País, The Wall Street Journal,The Guardian, BBC, ACI Prensa
Comentarios:
María comenta que la reunión de París “no sirve para nada” y cree que la naturaleza tiene su propia ‘agenda’, indiferente a la arrogancia de algunos gobiernos: “el cambio climático es cíclico y creo que la naturaleza seguirá cumpliendo con su ‘agenda’ milenaria”.
Ramón también es escéptico sobre la influencia humana en el clima, y sospecha que el “dogma” de un calentamiento global antropogénico es, ante todo, “un modus vivendi de una serie de personas a las que les va bien y engañan a la mayor parte de la población”. La Tierra ha pasado por cuatro glaciaciones y fases en las que ha aumentado la temperatura, dice Ramón, “y no estaba el hombre contaminando”.
Rodrigo apunta un dato que ilustra el “enorme despliegue propagandístico” en torno al cambio climático: la Cumbre de París, señala, “está financiada por la mayor empresa eléctrica de Europa, Energie de France, propietaria de la mayor red de producción y distribución de energía eléctrica de Europa así como de las centrales NUCLEARES de Francia”.

Entre la gran empresa y el Capitalismo castizo
Voxpópuli-Jesús Cacho (29/11/15): A finales de 2011, cuando ya era evidente que Mariano Rajoy iba a ser presidente del Gobierno de grado o por fuerza, el consejo de administración de Abengoa, presidido por el ilustre sevillano Felipe Benjumea Llorente, 58, puso manos a la obra. En un abrir y cerrar de ojos decidió fichar a Ricardo Martínez Rico, ex secretario de Estado de Hacienda del segundo Gobierno Aznar y ex socio y amigo personal del futuro ministro de Hacienda del Gobierno Rajoy, Cristóbal Montoro, para, a continuación, despedir a Carlos Sebastián, hermano de Miguel Sebastián, ministro de Industria del Gobierno Zapatero, a quien había colocado en su Consejo en 2005. Martínez Rico entró en Abengoa el 5 de octubre de 2011 como consejero independiente, apenas mes y pico antes de las elecciones generales que darían al PP la mayoría absoluta. Maniobra tan descarada rozando lo obsceno hubiera puesto rojo de vergüenza a más de uno. No a Benjumea ni a sus pares, acostumbrados a tener en el Consejo una amplia representación de los partidos del turno, y a hacerlo como la cosa más natural del mundo.
La anécdota revela con claridad la filosofía empresarial de la familia Benjumea y de Abengoa, empresa empeñada en cumplir con todas las malas prácticas que, 40 años después de la muerte de Franco, arrastran no pocos de los negocios de la “España cañí”, negocios adosados al BOE donde reina ese capitalismo castizo capaz de mezclarlo todo con singular desparpajo: política, finanzas, comisiones, despilfarros, subvenciones, amiguismo, auditores que no auditan… Hoy, la única gran empresa surgida en el páramo industrial andaluz se halla en preconcurso de acreedores, antesala de la suspensión de pagos, con una deuda “oficial” de 8.900 millones (la extraoficial podría más que doblar esa suma) y con una plantilla que supera las 28.000 personas en todo el mundo, de las que 6.871 se encuentran en España. La dimensión real del agujero es aún desconocida. “Dentro del parque empresarial español, esta es la suspensión de pagos más complicada con la que podía toparse España”, asegura el representante de uno de los bancos acreedores.
Es una gran empresa con 700 filiales
La politización del Consejo de Abengoa y las prácticas clientelares antes someramente descritas podrían, sin embargo, conducir a engaño y dar una imagen distorsionada o muy parcial de lo que, en opinión de muchos, es una gran empresa, una empresa con 700 filiales, presente en 25 países, que trabaja con 15 monedas, con una brillante nómina de ingenieros desplegada en áreas punteras de investigación en tecnologías de diverso tipo. Repasando el comportamiento de la acción en Bolsa es posible detectar dos momentos que marcan la deriva de la firma hacia el desastre: noviembre de 2014 y julio de 2014. El primero tiene que ver con el famoso “bono verde”, una emisión cuyo pasivo y la caja procedente de la misma los gestores decidieron no incluir en el cálculo de la deuda corporativa neta. Por el artículo treinta y tres. El 14 de noviembre pasado, la acción cayó en picado más de un 36%, mientras la Agencia Fitch rompía el velo del endeudamiento real de la compañía, resultado de un apalancamiento que supuestamente doblaba el oficialmente admitido en Sevilla. El segundo hito tuvo lugar el 23 de julio de este año, día en que la sociedad, tras otro batacazo en Bolsa cercano al 8%, adelantó la presentación de resultados correspondientes al primer semestre de 2015, asegurando que todo iba sobre ruedas. Dijo más: en modo alguno necesitaba una ampliación de capital. Apenas 10 días después anunciaba una ampliación por importe de 650 millones de euros, sin estar asegurada, ni siquiera discutida, con la banca acreedora, bancos que a la sazón ya eran los auténticos dueños de Abengoa. La confianza se había volatilizado.
La banca terminó pasando por el aro de esa ampliación, no sin antes cortarle la cabeza al señorito Benjumea, forzado a abandonar la presidencia (indemnización de 11,4 millones), mientras la patrimonial Corporación Inversora (57% del capital), donde se agrupan las familias fundadoras –los Abaurre, los Aya, los Solís, además de los Benjumea, naturalmente- pierde el control del grupo. “El problema de Abengoa era la total falta de transparencia que había demostrado la familia Benjumea”, denunciaba la banca. El problema de verdad era que el pequeño taller que en 1941 había abierto en un barrio sevillano el joven Javier Benjumea, 5 años mayor que su hermano Felipe, con un capital de 180.000 pesetas, para reparar motores y máquinas diversas, se había metido de hoz y coz en una brutal expansión internacional financiada a base de crédito bancario, es decir, con recursos ajenos, con deuda, y sin poner sobre la mesa nunca un duro propio porque los rumbosos sevillanos no lo tenían. Endeudarse y seguir endeudándose. Un negocio basado en la confianza, que empieza a resquebrajarse cuando comienzan a surgir las primeras dudas sobre el volumen real de esa deuda, y que explota el día en que un banco extranjero, el más insospechado, se acerca a Sevilla con una reclamación en la mano: “I want my money back”. Tras años de financiar la expansión internacional –y la propia actividad diaria- a base de créditos sindicados contra la garantía de Corporación Inversora, el motor empieza a pararse en cuanto la banca cierra la espita de la financiación. 
Infinidad de proyectos no rentables
Aquella Abengoa iniciática de destornillador y alicates se convertiría en una multinacional de las energías renovables, un gigante con los pies de barro de la financiación ajena y un modelo de negocio que llevaba en su seno el germen del escándalo. La firma sevillana se dedica hoy a vender por el mundo proyectos EPC (acrónimo de Engineering, Procurement and Construction), plantas llave en mano en cuyo contrato se incluye el diseño, los suministros, la construcción, la puesta en marcha, el mantenimiento y la venta final al cliente de plantas de agua (desaladoras), energía termosolar y fotovoltaica, combustibles, hidrógeno, cultivos energéticos, etc. Cada proyecto es desarrollado por una filial ad hoc que es la que diseña, construye, pone en marcha y entrega. Con el margen obtenido con la venta de la planta se cubre el equity aportado por Abengoa a la filial, razón por la cual esa inversión es considerada en Sevilla como “deuda sin recurso” (de la matriz), que solo está obligada a financiar el cash flow de la construcción del EPC. En teoría, claro está, y dando por sentado que se van a cumplir los plazos, se van a obtener los permisos, se van a cobrar las subvenciones, y se va a hacer correctamente los cálculos que sustentan el Project Finance para, al final, hacer efectivo el margen neto necesario como cash del equity. ¿Qué es lo que ha pasado en Abengoa? Que muchos de tales proyectos se han quedado a medio camino o no han encontrado comprador final. El corolario es que esa inversión fallida repercute en el avalista final, que no es otro que Abengoa.
La práctica totalidad de los contratos EPC de venta de agua, biodiésel, energía solar, cultivos, etc., llevan aparejada la existencia de subvenciones, puesto que en caso contrario no son rentables ni haciendo juegos malabares con el Project Finance. Se trata de tecnologías caras y no competitivas -el agua de desaladora es muy cara y no digamos ya la energía termosolar-, por lo que resulta inevitable contar con una empresa pública o mixta dispuesta a comprar la planta a precio convenido –a mercado jamás serían rentables-, asunto que abre las puertas al lobby, al politiqueo, al soborno y, en suma, a la corrupción. Abre paso al Consejo de Administración de Abengoa. Abre paso a la presencia del rey emérito en la firma sevillana. Fue Juan Carlos I quien en 1994 hizo a Javier Benjumea Puigcerver, padre de Javier y Felipe, I marqués de la Puebla de Cazalla, y fueron sus hijos los que, supuestamente, dieron al Monarca acceso al capital social de Abengoa a través de persona física o jurídica interpuesta (en el Consejo se ha sentado el fallecido Carlos de Borbón-Dos Sicilias, y se ha sentado también Alberto Aza, ex jefe de la Casa de S.M el Rey). La labor de engrase del Rey emérito resultó esencial en la expansión en Estados Unidos y en el entusiasmo demostrado por Barack Obama –el asesor presidencial, Juan Verde, figura hoy en el Consejo de Abengoa- al respecto. La sevillana es una de las 15 compañías que más subvenciones han recibido en USA. Juan Carlos I asistió incluso a ese momento de gloria –un señorito sevillano no lo gasta menos- que para Felipe Benjumea supuso tocar la campanita de Wall Street, idea que, dados los gatuperios financieros que arrastra, solo se le puede ocurrir a un soberbio o a un idiota. En aquel viaje, al Monarca no se le ocurrió cosa mejor que encerrarse con el consejo de redacción del New York Times. La encerrona acabó con un artículo en el diario donde se cifraba la fortuna del rey de España en 2.600 millones de dólares. Cuentan que, con motivo de su abdicación, el Monarca hizo líquidar el año pasado su participación en Abengoa. Necesitaba liquidez.
La abdicación de Juan Carlos I es uno más de los pedriscos que últimamente han caído sobre el tejado de los Benjumea, porque ya no puede llamar a los bancos para pedirles que sigan poniendo pasta en Abengoa y, si lo hace, ya no surte los mismos efectos. Ya no hay fuste. Y resulta que Felipe VI no es bizcochable. La desgracia mayor, con todo, fue la perentoria necesidad con la que el Gobierno Rajoy –reconocimiento explícito para Alberto Nadal, secretario de Estado de Industria- se topó nada más llegar a Moncloa de poner coto al despilfarro de las subvenciones a las renovables (¡los huertos solares llegaron a convertirse en España en el gran negocio de la banca privada!). El hachazo, con todo, fue mucho menos pronunciado en la energía térmica que en la eólica, un contrasentido que las malas lenguas atribuyen a la presencia de Martínez Rico (Equipo Económico) en el consejo de Abengoa. El pinchado de la burbuja de las subvenciones vino a significar, en definitiva, el principio del fin de la bola de nieve en que se había convertido Abengoa, tan alegremente cebada por los bancos.
Los responsables son legión
¡Tela marinera lo de la banca!, dispuesta –a pesar de las presiones y requerimientos de capital de Basilea- a darle hilo a la cometa, dinero sobre dinero, viendo con pavor cómo aumentaban cada día las necesidades de financiación de la sevillana sin que nadie se atreviera a parar la rueda, cual ciclistas condenados a seguir dando pedales hacia el precipicio. “Es que la compañía genera mucho negocio bancario; es que el Santander, con un riesgo de 1.500 millones, le gana 70 todos los años, y a ver quién es el guapo que se atreve a cerrar ese grifo según se ha puesto hoy el negocio”, asegura un banquero implicado en el lío. Los responsables son muchos. Empezando por el propio Felipe Benjumea, que ha dirigido la sociedad como el cortijo familiar (¡el año pasado repartió dividendo, con un par!), con el oscurantismo propio del aristócrata a quien el interés de acreedores y mercados por conocer las entrañas de la sociedad le parece cosa de mala educación; el Benjumea incapaz de saludar a nadie, antipático hasta el oscurantismo, muy alejado de los saraos, cierto, pero siempre presto a colocar a los amigos en los cargos de responsabilidad, gente que a menudo desconoce los más elementales principios teóricos, no ya sus technicalities, de los negocios que regentan. Amigos y familiares. Su mujer, Blanca Porres, 51, una apasionada del golf, figura en la nómina de Abengoa con un contrato de prestación de servicios en el Campus Palmas Altas, sede social de la multinacional en Sevilla. ¿Tarea? Asesorar en los menús de los trabajadores a cambio de 70.000 euros anuales. Ahí está la auditora Deloitte, mirando hacia otro lado como de costumbre. Maravilloso lo de Deloitte. Imbatible Deloitte, presente en todos los charcos empresariales y saliendo de ellos incólume, como el rayo de luz a través del cristal. La banca, los accionistas, los auditores, los órganos de control, la Junta andaluza…
En plena campaña electoral, la presión sobre los poderes públicos para que eviten el desastre parece inevitable
El futuro de Abengoa, si existe, pasa por la suspensión de pagos, con una quita importante, la reordenación de unos negocios y el cierre definitivo de otros, algo inevitable tras el fin de la irracional burbuja de las renovables. Aquellos proyectos individuales que lleven aparejada deuda concreta, deberían pasar directamente al acreedor (caso de la planta Mojave Solar, en California, financiado por el Fbbank de Phoenix, Arizona, hasta con 2.200 millones de dólares). En plena campaña electoral, la presión sobre los poderes públicos para que eviten el desastre parece inevitable. Ninguna presión, de momento, para que los responsables del crack se sienten en el banquillo y acaben en la cárcel, si se lo merecen. Ahí está esa Susana Díaz que ahora vive sin vivir en sí porque no hay familia sevillana que no tenga un primo trabajando en Abengoa, y la señora pide ahora, exige casi a gritos, que hay que salvar la empresa, faltaría más, como meses atrás Núñez Feijóo exigía salvar Pescanova porque era esencial para Galicia, y todo con dinero público, siempre dinero público para tapar vergüenzas privadas, y a ninguno se le ocurre abogar por separar lo público de lo privado, separar empresa privada y Presupuestos públicos, exigir responsabilidades a los reguladores (¡Ay, CNMV del alma!) que no regulan, y acabar de una vez por todas con el españolísimo capitalismo de amiguetes.

Razones para no creer lo del Cambio Climático
¿Cuál es la traducción en dinero del discurso medio-ambientalista 
de los supuestos defensores del Planeta? 
¿Por qué cientos de políticos de todo el mundo agitan desde París 
la bandera de un cataclismo de alcance planetario? 
¿Y qué pinta la Iglesia en esta inmensa teatralización?


9. Nuevo Dogma: Cambio Climático
Combo de ideología racista y de extrema izquierda
Elitistas que buscan un control de la población y grupos de extrema izquierda de tendencia marxista-leninista se han juntado para imponer en la agenda mundial la nueva religión del cambio climático.
Javier Lozano (3/12/15): El cambio climático se ha convertido en uno de los “grandes dogmas” que no puede ser cuestionado. Y es que esta nueva religión mundial de lo políticamente correcto ha sido asumida por gobiernos y organizaciones. 

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