domingo, 14 de febrero de 2016

Tatiana Goricheva: FEMINISTA y líder de la juventud comunista en la URSS. Conversión, Cárcel y Destierro. "Hablar de Dios es peligroso", La ausencia de sentido en un mundo sin Dios. "10 ateos cambian de autobús" (2088)

Feminista y líder de la juventud comunista en la URSS
Su conversión, la cárcel y el destierro
Tatiana Goricheva: Fundadora del primer movimiento feminista ruso nació en Leningrado (actual San Petersburgo) en 1947. Estudió Filosofía y fue educada en el ateísmo oficial del régimen soviético. Tras convertirse al cristianismo, desplegó una intensa actividad intelectual, que provocó su encarcelamiento y posterior expulsión del país. Los párrafos siguientes pertenecen a su libro autobiográfico Hablar de Dios resulta peligroso, publicado por editorial Herder en 1986.
UNA CONVERSIÓN PELIGROSA
- Dígame usted, Tatiana ¿de dónde les viene a usted y a Poresch esa fe en Dios? Porque ustedes han sido educados en una familia soviética normal y sus padres son gente inteligente y atea. No tienen ustedes antecedentes sociales que expliquen su fe. No proceden de la clase noble ni tampoco de los campesinos. Por lo que se refiere a nuestra sociedad en su conjunto, no puede provocar una conciencia religiosa; entre nosotros no se dan las condiciones para ello: no existe la explotación del hombre por el hombre, en todas partes se lleva a cabo una propaganda atea, y todos saben leer y escribir sin que nadie crea ya en fábulas. En lo que aqeuí estamos todos interesados es en saber por qué cree usted en semejante absurdo, siendo como es una persona de formación univeersitaria ¿Por qué cree usted en un absurdo así, como si fuera una viejita que no supiera leer ni escribir?
No era la rimera vez que en la KGB entablaba esa conversación en tales términos. Al principio, yo empezaba por explicarme en la medida en que me era posible e intentaba hacer comprender que nuestra fe no podía deberse a ninguna influencia occidental, que el Dios vivo estaba personalmente en mi alma y que no hay una alegría mayor que esa nueva vida dentro de la Iglesia. No sé si lograba que entendiesen algo. Supongo que no. Esa gente desarrollaba una lucha implacable contra la fe, contra el espíritu, contra aquello que no era accesible a su inteligencia, pero consideraban como la máxima amenaza y el enemigo más peligroso. Eran asesinos, cínicos e inhumanos, y tenían una astucia diabólica. No encontraban explicación materialista para las conversiones al cristianismo, pero eso no les impedía condenar a Wolodia Poresch, un hombre moralmente luminoso, tranquilo y de grandes dotes, a once años de cárcel.
Si alguien me pregunta qué significa para mí el retorno a Dios, qué es lo que esa conversión me ha hecho patente y cómo ha cambiado mi vida, puedo contestarle con toda sencillez y brevedad: lo significa todo. Todo ha cambiado en mí y a mi alrededor. Y, para decirlo con mayor precisión: mi vida empezó sólo después de haber encontrado a Dios. Para las personasque hayan crecido en países occidentales no es fácil de entender. Son personas nacidas en un mundo en el que existen traadiciones y normas, aunque ya no sean totalmente estables. Esas personas han podido desarrollarse de una manera "normal", leyendo los libros que han querido, eligiendo sus amigos y haciendo la carrera que han preferido. Han podido viajar a cualquier país. O han podido retirarse del mundo, bien para cuidar amorosamente de su familia, para encerrarse en un monasterio o para dedicarse a la ciencia, eligiendo para ello su lugar preferido.
Yo he nacido, por el contrario, en un país en el que los valores tradicionales de la cultura, la religión y la moral han sido arrancados de raíz de una manera intencionada y con éxito; yo no vengo de ninguna parte y a ninguna parte voy: he carecido de raíces y he tenido que encaminarme hacia un futuro vacío y absurdo. En mi adolescencia tuve una amiga que se quitó la vida a los quince años, porque no pudo soportar todo lo que la rodeaba. Al morir dejó escrita una nota que decía "soy una persona muy mala", cuando en realidad era una criatura de corazón extraordinariamente puro, que no podía tolerar la mentira y que no pudo mentirse a sí misma. Aquella muchacha se quitó la vida porque descubrió que no vivía como hubiera debido y porque de alguna manera había que romper el vacío que a uno le rodeaba y encontrar la luz. Pero ella no encontró ese camino. Mi amiga era una persona demasiado profunda y extraordinariamente consciente para su edad, y comprendió que también ella tenía en todo una responsabilidad y una culpa. Hoy, a los veinte años de su muerte, yo puedo expresarlo en un lenguaje cristiano: mi amiga había descubierto su condición de pecadora. Había descubierto una verdad fundamental: que el hombre es débil e imperfecto; pero no descubrió la otra verdad, aún más importante: que Dios puede salvar al hombre, arrancarlo de su condición de caído y sacarlo de las tinieblas más impenetrables. De esa esperanza nadie le había dicho nada y murió oprimida por la deseperación.
Personalmente no podía compararme con mi amiga en sus dotes espirituales. Yo vivía como una bestezuela, acorralada y furiosa, sin erguirme jamás y levantar la cabeza, sin hacer intento alguno por comprender o decir algo. En las redacciones escolares escribía - como era obligado - que amaba a mi patria, a Lenin y a mi madre; pero eso era lisa y llanamente una mentira. Desde mi infancia odié todo lo que me rodeaba: odiaba a las personas con sus minúsculas preocupaciones y angustias; más aún, me repugnaban; odiaba a mis padres, que en nada se diferenciaban de todos los demás y que se habían convertido en mis progenitores por pura casualidad. Oh, sí, yo enloquecía de rabia al pensar que, sin deseo alguno de mi parte y fruto de un momento totalmente absurdo, me habían traído al mundo. Odiaba hasta la naturaleza con su ritmo eternamente repetido y aburrido de verano, otoño, invierno... (continuará).
Fuente:
 "10 ateos cambian de autobús"
José Ramón Ayllón
editorial Palabra
Este es el título de un libro de bolsillo de gran actualidad. José Ramón Ayllón es el autor de ésta obra que nos muestra la conversión de diez personas que destacaron en diferentes áreas de la vida.
La publicidad atea en los autobuses de diversas ciudades del mundo ha inspirado al autor y ha resumido en pocas páginas la vida de diez famosos que descubrieron a Dios después de haber pasado por una época de ateísmo:
Francis Collins
Ernesto Sábato
Fiodor Dostoievski
Tatiana Goricheva 
C.S.Lewis
André Frossard 
Edith Stein
Vittorio Messori
Narciso Yepes 
Gilbert K. Chesterton 
Son los protagonistas del libro. Sus diversas profesiones y los modos diferentes mediante los cuales llegaron a encontrar a Dios en sus vidas nos demuestran que el ser humano lleva en su alma el deseo innato de encontrar sentido a su vida, que la pregunta sobre el propio ser, sobre su fín último y sobre la eternidad es constante en la vida de cualquier persona, sea de la época que sea y tenga la profesión que tenga.
Muchos han sentido la presencia de Dios después de una búsqueda incesante de la verdad, otros lo han descubierto en un momento inesperado, cómo si su conciencia hubiese despertado en un instante, después de muchos años de estar dormida, algunos cuentan que no pensaban ni les preocupaba la existencia de Dios, que vivían totalmente ajenos a él, pero de pronto sintieron en su interior una llamada que les hizo vibrar y se adentraron en el conocimiento del Creador, todos ellos han sentido un amor tan inmenso al Sumo Hacedor que lo han proclamado a los cuatro vientos, porque después de las tinieblas han visto la luz, ellos han podido bajarse del autobús del ateísmo.
Un autobús que les conducía por senderos oscuros y tortuosos, con las luces apagadas, con un calor asfixiante que les ahogaba, la ruta era insegura y tenebrosa, los obstáculos se hacían insalvables, el camino no tenía sentido, no llevaba a ninguna parte, el final del trayecto se intuía lúgubre y sin esperanza. Cuándo cambiaron de autobús su vida se transformó, el nuevo autobús les ha llevado por senderos luminosos llenos de paz y amor, el camino se ha enderezado, la ruta se ha convertido en un alegre caminar, las luces del autobús están siempre encendidas, el final del trayecto enlaza con la verdadera vida, ya no hay temor. Dios está a su lado.

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