jueves, 17 de marzo de 2016

Nueva York: La Catedral de San Patricio enfrentada por Atlas y Prometeo del Rockefeller Center (2143)

MASONERÍA-ILLUMINATI y Rosacruces
Rockefeller Center: 
Monumento a Prometeo-Lucifer
que entregó el Fuego-Luz-Sabiduría de los dioses 
a los hombres para que se liberaran y dominaran la tierra 
(Píldora nº 1900 de 30/7/2015)
LA ATLÁNTIDA GLOBAL Y SUS SÍMBOLOS
Jorge Latorre Izquierdo (4/3/2012): El Rockefeller Center es uno de los lugares simbólicos más densos del planeta, aunque muy pocos entre sus millones de visitantes se paren a reflexionar sobre lo que significan estas imágenes. Se trata de una simbología relacionada con la historia reciente del capitalismo global, cuyas consecuencias estamos ahora sufriendo.
El mito de la Atlántida, resurgida del océano para volver a desafiar a los dioses mediante la ilusión del conocimiento humano sin límites, el poder de la técnica y el dinero, y el individualismo como motor del mundo.
Es una simbología relacionada en parte con España. Según la mitología griega, Hércules en su viaje a la Península Ibérica se atrevió a robar la fruta sagrada que cuidaban las Hespérides, hijas de Atlas, fundador de la Atlántida, cumpliendo así la profecía sobre el fin de ese reino de titanes.
Un relieve del Museo de Olimpia muestra maravillosamente este episodio. Hércules sujeta el cosmos ayudado por la diosa Atenea, que le pone un almohadón en la espalda, mientras el mismo Átlas le trae las frutas de las Hespérides. Es una versión muy peculiar del mito -pues Átlas coopera en su propia destrucción- que sitúa en España, Hesperia, ese jardín prohibido.
Durante cincuenta años de su vida, el profesor Schulten efectuó investigaciones históricas y arqueológicas en la Península Ibérica en búsqueda de la Atlántida, y los últimos hallazgos parecen apoyar su hipótesis de que el reino andaluz de Tartessos, desaparecido en el siglo VI antes de Cristo, coincidía con la descripción que nos dejó Platón en el Timeo:
“(…) Sabios reyes habían formado en esta Atlántida una vasta y maravillosa potencia que dominaba toda aquella tierra además de otras muchas islas, y algunas comarcas del continente, apoderándose de todas, desde Libia al Egipto, y de Europa hasta Tirrenia (…) Empero sobrevinieron diluvios y terremotos, y en un solo día y en una sola noche fatal, todos aquellos guerreros fueron tragados por la tierra abierta. Desapareció la Atlántida y he aquí por qué aun hoy no se puede recorrer y explorar aquel mar, encontrando la navegación un escollo en el fangoso lodo que dejó la tierra al abismarse”.
El nombre del océano Atlántico viene de este supuesto reino hundido, que los cartógrafos del Renacimiento situaban entre América y Europa. Jacint Verdaguer recoge en su famoso poemario La Atlántida que la búsqueda de ese mítico continente originó la aventura de Colón hacia el Atlántico e, indirectamente, el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Desde entonces, la Atlántida se asocia con América, y así lo describe el catalán José María Sert en los frescos de Titanes que pintó para decorar el vestíbulo principal del Rockefeller Center de Nueva York.
Este mismo artista fue encargado por Manuel de Falla, para pintar los decorados de la cantata escenificada Atlántida, que aunque nunca llegó a estrenarse por culpa de la Guerra Civil, es la gran ópera española, escrita sobre todo en catalán, pues está inspirada en los poemas épicos de Verdaguer, salvo la salve marinera final, que se canta en castellano.
 La Atlántida narra la lucha entre los dioses y los titanes hijos de Atlas, una lucha que recuerda bastante a la narración de la lucha entre los ángeles y los demonios, que fueron finalmente vencidos y arrojados al infierno. También la Atlántida fue destruida y hundida en el océano según los viejos mitos griegos.
Por eso, el relato de la Atlántida, como el del Génesis sobre el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal en el Paraíso terrenal, simboliza la ambición sin límites del ser humano, y también el origen mismo de la civilización tal como hoy la conocemos, basada en el saber por experiencia, en la ciencia.
Todos los símbolos del Rockefeller Center siguen una estética griega que ha quedado un tanto adulterada para adaptarse al gusto popular del momento: El Art Decó, símbolo por excelencia del capitalismo americano. De hecho, este complejo de rascacielos y plazas fue construido entre 1930 y 1939 por John D. Rockefeller, Jr., al que debe su nombre, uno de los grandes magnates y pioneros de la economía de mercado actual.
Se trata del primer conjunto urbanístico diseñado ex profeso en Manhattan, con diecinueve edificios que ocupan una superficie de 89,000 m2, entre las Avenidas Sexta y Quinta, y las calles 48 y 51, justo en frente de la catedral católica de Nueva York, la famosa San Patricio.
Junto con la figura dorada de Prometeo y el Zodiaco, que está situada en la plaza interior, en frente del vestíbulo principal que decorara Sert, la escultura más característica del complejo Rockefeller Center es la de Atlas sosteniendo el universo.
Atlas, según la mitología griega, fue condenado por Zeus a soportar sobre sus hombros los pilares que mantenían la tierra separada de los cielos. La escultura del Rockefeller Center en Nueva York fue realizada en 1936 por Lee Lawrie y Rene Chambellan. En ella, el eje norte-sur del gran orbe de bronce apunta a la Estrella Polar, y en uno de sus anillos se encuentran representadas las 12 constelaciones por las que pasa el Sol a lo largo de un año (visto desde la Tierra). Sobre los hombros de Atlas también puede observarse una especie de viga curvada con los símbolos tradicionales de Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, y Neptuno.
Prometeo está relacionado con esta misma tradición mitológica: era un titán, hijo de Atlas, que desafió a los dioses robando el fuego sagrado del Olimpo para entregárselo a los hombres.
Por esta causa, Prometeo es castigado a un tormento eterno, encadenado en los montes del Cáucaso, mientras que un ave rapaz le devora las vísceras. Todavía es uno de los héroes nacionales de Georgia, aunque según la mitología fue liberado por Hércules, para enfrentarse después a los dioses del Olimpo junto al resto de los hijos de Atlas. Una de las últimas versiones soviéticas de Don Quijote, la de Rezo Chkheidze, mezcla este mito con el del caballero de la triste figura.
Mary Shelley titula Frankenstein o el Moderno Prometeo a su famoso relato que dio origen al mito del cinematográfico monstruo sin nombre propio. Según ella, el moderno prometeo es Víctor Frankenstein, el científico que desafía las leyes del bien y del mal y por tanto se enfrenta al castigo de la naturaleza, que es inexorable. El monstruo creado por su ambición se rebela contra él.
Películas como Blade Runner de Ridley Scott (que estrena próximamente una película titulada Prometheus) continúan esta lectura sapiencial, de carácter preventivo. Para los fundadores del Rockefeller Center, sin embargo, este mito no era una advertencia sino un modelo a imitar, pues simboliza las ambiciones de transformar el mundo propias del momento, en este caso mediante la economía global del gran capitalismo. De hecho, en el muro de granito que hace de fondo a la escultura puede leerse una frase tomada de Esquilo:
“Prometheus, teacher in every art, brought the fire that hath proved to mortals a means to mighty ends.”
Los grandes prohombres del capitalismo americano, como los videntes de la revolución socialista y los líderes de los partidos nazis o fascistas del momento, querían emparentarse con la raza de titanes semidioses que dirigen los destinos de los hombres en el dominio del mundo.
El Prometeo del Rockefeller Center comparte con el Atlas una estética figurativa grandilocuente que tiene muchos puntos en común con en el -mal llamado- realismo socialista o los idealismos fascistas más o menos raciales.
Sirvan estos conocidos ejemplos del taller del escultor favorito de Hitler, Arno Breker, en concreto su versión de Prometeo, o una de las muchas esculturas que recoge el Museo de monumentos soviéticos de Budapest.
Pero no sólo es una coincidencia formal: en el Rockefeller Center, tanto las esculturas que lo decoran como los relieves e inscripciones hacen referencia a un tema muy propio del periodo de entreguerras: la fe en el poder de una humanidad autónoma, liberada de la esclavitud de un Dios que se reserva el privilegio de decidir lo que está bien o mal.
Es la base de un humanismo ateo que ha alimentado las utopías más destructoras de la historia. Parece cumplirse lo que afirma De Lubac sobre los que desean construir un cielo en la tierra, que acaban produciendo, sin quererlo, un infierno: “No es verdad, como se dice en ocasiones, que el hombre no puede organizar el mundo de espaldas a Dios. Lo que sí es verdad es que el hombre, si prescinde de Dios, lo único que puede organizar es un mundo contra el hombre” (De Lubac. The Drama of Atheist Humanism, Ignatius Pres, San Francisco, 1995, p.14. Edición francesa en 1944).
Por supuesto, en la religiosa América estas ideas se expresan siempre con más mesura y sentido común que en la radical Europa. Y también con más libertad para integrar las diferencias.
Es sintomático que Diego Rivera fuera escogido para pintar los frescos ‘El hombre en el cruce de caminos’ y ‘El hombre controlador del universo’ para el Rockefeller certer; unos murales que finalmente fueron rechazados por incluir un retrato de Lenin y caricaturizar al propio promotor de la obra: una exposición en el MOMA recuerda este evento.
Adorno previno contra la dictadura del capitalismo, que por ser menos evidente, podría ser más peligrosa que los totalitarismos de su tiempo. Es conocido que la eficacia de la propaganda es mayor cuanto más pasa desapercibida. Quizás se deba a esta forma sutil de mostrarse que el capitalismo siga vivo, como la última de las ideologías prometeica del siglo XX.
Evidentemente, para bien o para mal, la ideología que hizo levantar el Rockefeller Center exhibe aún sus símbolos para ser admirados por millones, mientras que los emblemas Nazis, fascistas o soviéticos han sido destruidos o retirados a cementerios de estatuas.
El Atlas de Rockefeller Center es un icono que ha llegado a utilizarse en los sellos postales de EEUU, a pesar de que fue muy polémica su colocación en frente de la iglesia de San Patricio, como si estuviera amenazando a los que salen por su portada principal. Es llamativa esa disposición porque también el contenido, sufriente por la humanidad y con los brazos en cruz, pretende ser un símbolo equiparable al de Jesucristo.
Me parece exagerado pensar que ese mensaje expresaba una ideología siniestra, pero es evidente que San Patricio “molestaba” a los prometeos constructores del Rockefeller Center. Por eso quisieron anular su escala de catedral, ridiculizándola frente a los enormes rascacielos.
Por aquel entonces, en 1936, la catedral católica sólo era una iglesia de las afueras, en una bella avenida que con el tiempo sería principal, pero que todavía no era tan céntrica. Hoy sin embargo está ya en el corazón de Manhattan, quizás la zona más hermosa de la isla de los rascacielos, y por tanto también la más concurrida.
De este modo, como la ostra que trata de anular con su nácar la presencia incómoda de una partícula molesta y crea una preciosa perla alrededor de ella, hoy Rockefeller Center es la causa fundamental de que multitudes visiten cada día la iglesia de San Patricio.
Incluso estéticamente la catedral goticista ha mejorado mucho al combinar la monótona decoración de acantos y crucerías con los mil reflejos y luces contrastadas que recibe de su entorno. Es todo un acontecimiento toparse en medio del espacio urbano más denso y moderno del planeta con una pieza semejante del pasado; un remanso de paz medieval en medio del fascinante bullicio de la gran ciudad moderna.
En este sentido, el Rockefeller Center, con su Atlas encarado contra la catedral de San Patricio, es una muestra evidente de la paradoja de la Cruz: lo que era un símbolo del mal se convierte en la causa de un bien mayor. San Patricio sigue convocando a todos los paseantes, también a los que contemplan esta estatua y no saben nada sobre su origen y significado.
Y para los no creyentes, digamos que, por azar, la obra de arte se hace a sí misma, superando con creces la voluntad de sus artífices. El que los accidentes imprevistos contribuyan el gran relato es algo muy fotográfico -y cinematográfico (Orson Welles solía decir que aquí está el secreto del buen cineasta), siempre y cuando se sepa interpretar este azar, para integrarlo en el relato general. Nueva York lo integra todo en su constante fluir. Por eso Nueva York, no sólo es el centro mundial de la fotografía y del cine, sino también la gran capital de nuestro tiempo, la Metrópolis por excelencia.
Últimamente, como si cumpliera la profecía de Metrópolis de Fritz Lang, la Atlántida que simboliza el Rockefeller Center parece tambalearse de nuevo, y arrastrarnos a todos, Atlas y Prometeo incluidos, a fondo del océano global.
Y no es esto, en mi opinión, porque se esté cumpliendo la profecía de Ayn Rand en su distopía La Rebelión de Atlas (Atlas Shrugged, literalmente “Atlas se encogió de hombros”), del 1957, que vaticina la rebelión de las masas manipuladas por la izquierda populista; es más bien por causa de estas mismas ideas que ella defiende sobre el individualismo capitalista sin cortapisas, que tanto impacto han tenido en América.
Aún así siempre habrá esperanza, como ya escribió Unamuno, cuando libera a Prometeo de sus cadenas, puesto que ya no tienen sentido sus sufrimientos, una vez que Cristo el Redentor ha venido al mundo y cargado con ellos. De hecho, el Hércules liberador de Prometeo, ha sido visto desde la Edad Media como la prefigura clásica del Mesías cristiano.
Terminamos así como hemos empezado, con Hércules y Átlas en el Jardían de las Hespérides, que supuestamente estaba en España, pero que resucita ahora en el remanso de paz de San Patricio, rodeado por la preciosa perla dorada del Rockefeller Center en esa enorme ostra metropolitana que es Manhattan. ¿Mitología o realidad?.
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El capturó al Dragón, la antigua Serpiente 
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  6. Isabel la Católica. Testamento (1504)
  7. San Juan de la Cruz. Poesías y Romances (1590)
  8. Jaime Balmes. El Criterio (1845)
  9. Cardenal Newman. Perder y Ganar (1847)
  10. Donoso Cortés. Catolicismo, Liberalismo y Socialismo (1851)
  11. Juan de Mariana. Historia general de ESPAÑA (1854)
  12. Pio IX-Syllabus: Recopilatorio de los 80 Errores del siglo (1864)
  13. Marcelino Menéndez Pelayo. Historia Heterodoxos Españoles (1882)
  14. Ana Catalina Emmerick. Visiones y Revelaciones (1880)
  15. León XIII-MASONERÍA (1884)
  16. Juan Vázquez de Mella. Congreso Anti-Masónico de Trento (1898)
  17. Católicos Alerta. Conjuración masónica anticristiana (1910)
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  23. Ramiro de Maeztu. Defensa de la HISPANIDAD (1934)
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  25. G. K. Chesterton. Obras Completas (1936)
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  69. P. José María Iraburu. CRISTIADA y Mártires de México (2013)
  70. P. José Antonio Fortea. Demonología y Exorcismos (2013)
  71. P. Gabriele Amorth. Acciones del Demonio: Masonería, Magia blanca,... (2013) 
  72. Sanguis et Aqua. Nuevo Orden Mundial (2013)
  73. Monseñor Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares. El Nuevo Orden Mundial al servicio del imperialismo transnacional del dinero (2014)
  74. Javier Paredes. Sor Patrocinio, la monja de las llagas, recibe en Madrid la visita de la Virgen del Olvido (2014)
  75. Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián. El Voto Católico (2014)
  76. Michael O’Brien. El Padre Elías en Jerusalén en lucha con el Anticristo (2015)
  77. Pío Moa. Los Mitos del Franquismo (2015)
  78. Hazte Oir. ¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio? (2016)
  79. General Piñar/Coronel Manrique. Ejèrcitos Anulados en la Remodelación "democrática" (2016)
  80. Alberto Bárcena. Iglesia y Masonería (2017)
        (Píldora nº 1 del 6/11/2009)
      Si Amenábar en su película “Ágora” ensalza a los gnósticos del siglo IV será porque está en el ajo de la "Nueva Era", super-herejía y eslabón último de la cadena gnóstica, como denunció Juan Pablo II.
      El primer hereje del gnosticismo fue el mago Simón de Samaria en tiempos de los apóstoles. Desde San Ireneo, obispo de Lyon (siglo II), hasta Clemente XII (1738) y todos los Papas posteriores, el Gnosticismo es considerado como el principal enemigo del Cristianismo. Es la base filosófica y religiosa de la Masonería moderna.
      La "Nueva Era" es una religión sincrética que aglutina religiones orientales, herejías gnósticas e ideologías masónicas. Su objetivo es la destrucción de la Iglesia Católica mediante la sustitución, ya que los seres humanos por ley natural necesitan creer en algo superior y el ateísmo ha fracasado después de dos siglos. Relativismo, Ideología de género y Educación para la ciudadanía son los frutos perversos del Gnosticismo y la Masonería. 
      Una élite plutocrática de ideología masónica totalitaria está al servicio de Satanás. El gran desarrollo de la ciencia y la ingeniería psicosocial ha acelerado el proyecto de Gobierno mundial, documentado desde la carta de Pike a Mazzini (1871), conservada en un museo británico.