lunes, 9 de mayo de 2016

Beatificación de Isabel la Católica: Conquistadora, inquisidora y reina santa. Los 4 estigmas: Conquista de Granada, Los judios marranos o falsos conversos, La inquisición española y La reforma católica y su crítica al Papa. Las 2 cruces: Expulsión de los judíos y Descubrimiento-Conquista de América (2204)

Conquistadora, inquisidora y reina santa (1-8)
Javier Olivera Ravasi (1/3-6/5/2016): Comienzo a publicar aquí, en ocho partes, un largo artículo acerca de la gran Reina Isabel la Católica; el mismo fue publicado como capítulo en el libro “Que no te la cuenten II”, realizado a partir de la bilbiografía más autorizada y, especialmente, de la "Positio canonica" confeccionada para su proceso de Beatificación.
“Cuando las leí (las cartas de Isabel la Católica) (…) hice concepto de que eran tan parecidos estos dos naturales entendimientos y espíritus de la señora Reina y santa Teresa, que me pareció que si la santa hubiera sido Reina, fuera otra Católica doña Isabel; y si esta esclarecida princesa fuese religiosa (…) fuera otra santa Teresa.” (Beato Juan de Palafox y Mendoza).
¿«Santa» Isabel? Bueno, sí…, quizás exagere, pero el apelativo no es del todo incorrecto si bien se ve.
¿Qué «aún la Iglesia no la ha canonizado?». Es verdad pero tampoco lo había hecho con Juan Pablo II cuando todos gritaban ¡santo subito! desde la Plaza San Pedro.
La conquista de Granada (2-8)
Si bien mucho se ha escrito al respecto, nos proponemos aquí resumir esquemáticamente cuanto hemos estudiado acerca de las acusaciones que, normalmente, se hacen contra la virtuosísima esposa del rey Fernando. la conquista y el descubrimiento.

Veamos algunas de las acusaciones que alguna vez hemos leído, incluso de personas «serias»:
—¡Totalitaria! ¡Expulsó a los musulmanes de Granada sin respetar la libertad de conciencia!
—¡Se opuso al Concilio Vaticano II!
—¡Fue una antisemita del siglo XV porque expulsó a los judíos de España!
Segundo estigma: la cuestión de los «marranos»
En tiempos de los visigodos (s. VIII) existía ya desde hacía siglos un gran número de judíos en España. Los hijos de Abraham según la carne, habían llegado en sucesivas oleadas a la península con el correr de los años, donde la convivencia era, con sus más y sus menos, pacífica; pero la invasión musulmana (año 711) cambiaría las cosas.
Fue el pueblo de Israel quien, desde sus dirigentes, no sólo instó a los seguidores de Mahoma, sino que colaboró positivamente en el desembarco de la medialuna en tierras cristianas; la recompensa por tal traición no serían treinta monedas de plata, como antaño recibió un apóstol, sino la obtención de diversos cargos en Granada, Sevilla y Córdoba, tres de las grandes ciudades conquistadas.
Fray Torquemada
Antoniazzo Romano: detalle de pintura en “Santa Maria sopra Minverva" (Roma), donde se ensalza la caridad de Fray Torquemada para con las niñas huérfanas.
Tercer estigma: la inquisición española
Cuando hoy escuchamos hablar de «violación» o «terrorismo», ponemos el grito en el cielo; y está bien. Pero, ¿por qué? Porque sabemos que la vida hay que respetarla desde su concepción y no puede ser quitada a mansalva y sin sentido.
Hay en la actualidad, una escala de valores donde, en su cúspide, se encuentra la vida humana y el confort…; es que toda sociedad la tiene y la Europa de la época de la Cristiandad, la tenía. Existía entonces, la conciencia de otro tipo de vida además de la corpórea; otro tipo de vida más allá de la natural; era la vida sobrenatural, es decir, la vida del alma, tan real como la del cuerpo. Tan importante era entonces su concepción que incluso los estados católicos se preocupaban por ella; era un tiempo donde «la filosofía del Evangelio gobernaba los estados», al decir del Papa León XIII. Y es por este cuidado del alma que existía también el cuidado de la doctrina, de la pureza de la Fe, tipificando su propagación errónea y pertinaz, con el delito deherejía.
Cuarto estigma: la reforma católica
Los Reyes Católicos no sólo se preocuparon de extirpar el error sino también, y sobre todo, de coadyuvar a la reforma y purificación de la Iglesia. Para el logro de semejante proyecto, juzgaron esencial que España pudiera contar con un grupo de excelentes obispos, dotados de lucidez y de coraje, capaces de impulsar la restauración moral de la sociedad. Y así en orden al nombramiento de los mismos, consideraron idóneo el presentar a la Santa Sede sus más ejemplares candidatos. La otra alternativa, es decir, de dejar a la Sede de Roma plena libertad en los nombramientos, resultaba altamente peligrosa, ya que con frecuencia se optaba desde allí por hijos o nietos de Cardenales, o por funcionarios de la Curia Romana que ni siquiera se interesaban por conocer el lugar al que habían sido asignados.
La expulsión de los judíos (6-8)
He aquí el gran drama de Isabel. Desde el último siglo y, especialmente en los últimos años, aquí se encuentra la piedra de toque de la católica reina. Basta con recordar que san Juan Pablo II, intentó su beatificación en las vísperas del V Centenario del descubrimiento de América (1492) pero encontró tal oposición que se vio obligado a suspenderla. Pero ¿de dónde venían las críticas?
Extrañamente a lo que podría pensarse, esta vez provenían, en parte, de la misma Iglesia, como señala Jean Dumont:
Una violenta campaña judía y pro-judía ha logrado de Roma la «suspensión» del proceso de beatificación de Isabel la Católica. Suspensión anunciada por el cardenal Felici, Prefecto de la Congregación romana para la causa, de los santos, el día 28 de marzo de 1991 y, que inmediatamente, ha motivado las felicitaciones (dirigidas el mismo día o el siguiente) de la célebre organización mundial del lobby judío, la Anti-Diffamation League of B’nai Brith. Felicitaciones que fueron recibidas en Roma a partir del día 2 de abril e iban dirigidas a monseñor Cassidy, presidente del Consejo para el ecumenismo, enviadas, por consiguiente, por gentes bien al tanto de lo que se tramaba» (…). El mismo (diario) Le Monde no ha revelado entre los prelados promotores de la «suspensión» del proceso de beatificación religiosa de «la católica» por título de la Iglesia, más que al cardenal Lustiger, que no ha cesado de referirse él mismo a su nacimiento judío (…)[1].
Fue así como, luego de mucha deliberación, llegaron a la decisión final: aquellos judíos que no se convirtiesen y, por ende, se sometiesen a las leyes cristianas, se verían impedidos del derecho de residencia. El decreto sería firmado el 31 de marzo de 1492 y ponía como fecha límite para su cumplimiento, el 1º de julio de ese mismo año. Se alegaba que «persiste y es notorio el daño que se sigue a los cristianos de las conversaciones y comunicaciones que tienen con los judíos, los cuales han demostrado que tratan siempre, por todos los medios y maneras posibles, de pervertir y apartar a los cristianos fieles de nuestra santa fe católica, y atraerlos a su malvada opinión». Por eso, concluían los Reyes, «después de consultar a muchos prelados y nobles y caballeros de nuestros reinos y a otras personas de ciencia, y en nuestro Consejo habiendo deliberado mucho sobre el tema, hemos decidido ordenar a los mencionados judíos, hombres y mujeres, abandonar nuestros reinos y no volver más a ellos».
La Cruz del Descubrimiento (8-8)
La pesada cruz que llevará la Reina a lo largo de la historia, será también la conquista y el descubrimiento; conquista y descubrimiento que serían incompletos si no recordásemos lo que las animó: la evangelización.
Fue esta la «gran hazaña», al decir de Pemán, que España acometió. Fue ese desangrarse del imperio español en estas tierras americanas lo que logró lo inaudito: el trasplante y la pervivencia de lo mejor de Europa. Quizás por esto el Cardenal Aponte Martínez dirá de Isabel al momento de buscar un milagro para lograr beatificarla:¿Qué mayor milagro que la evangelización de América?
Pero los enemigos de la gran reina no han dejado de calumniarla; incluso en esto.
Como bien señala el padre Alfredo Sáenz[1] hablando del descubrimiento de América, es muy probable que la primera impresión que los Reyes se hicieran de Colón fuese la de una persona un tanto desequilibrada, con aires de grandeza y una enorme tenacidad y fantasía. En efecto, el marino genovés daba toda esa impresión cuando allá, por 1486, era preguntado sobre cómo encontraría las tierras del Preste Juan[2]que le ayudaría en la guerra contra el Islam: «Estoy seguro de ello porque Nuestro Señor me ha dicho que las encontraré para propagar la nueva de Su Pasión y Muerte» —decía; o bien: «lo dijo San Agustín»[3].
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Editor-Autor: Santiago Clavijo
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  2. Monseñor Jouin. Protocolos de los sabios de Sión
  3. Jean Lombard. La cara oculta de la Historia Moderna (1979)
  4. Juan Antonio Cervera. La red del Poder (1984)
  5. Martín de Lozano. Nuevo Orden Mundial (1996)
  6. Padre Julio de la Vega. El complejo mundo de las Sectas (2000)
  7. Ricardo de la Cierva. Masonería invisible (2002)
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  11. Padre Juan Claudio Sanahuja. Poder Global y Religión Universal (2010)
  12. Manuel Galiana. Nuevo Orden Mundial, Masonería y Sionismo (2011)
  13. Guillermo Buhigas. Sionismo, iluminados y masonería (2012)
  14. Padre Manuel Guerra. Masonería, Religión y Política (2012)
  15. Padre Alfredo Sáenz. NUEVO ORDEN MUNDIAL (2012)
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  20. Monseñor Juan Claudio Sanahuja. El gran Desafío (2014)
  21. Juan Gutiérrez Delgado. "New Age", la falsa religión (2014)
  22. Jaime Duarte. El engaño "NUEVA ERA" (2014)
  23. Padre José Luis Saavedra. GARABANDAL, mensaje de Esperanza (2015)
  24. Michael O’Brien. El Padre Elías en Jerusalén (2015)