miércoles, 27 de febrero de 2019

Pío Moa: Ley de Memoria Histórica, La democracia procede del franquismo y no de sus enemigos

Conclusiones sobre la Ley de Memoria Histórica (LMH)
Pío Moa 
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Conclusiones: De estos breves resúmenes, que he argumentado y documentado a fondo en varios libros nunca rebatidos, cabe extraer algunas conclusiones:
1. La LMH distorsiona hasta lo inverosímil la realidad histórica con un enfoque propagandístico de tintes marxistas. Así, el Frente Popular habría defendido la democracia, cuando todos los partidos agrupados en o en torno a él fueran golpistas, totalitarios o racistas. La democracia no jugó ningún papel en aquella lucha de los defensores de la unidad nacional de España y la cultura cristiana contra quienes atacaban ambas en nombre de una revolución supuestamente emancipadora y del separatismo. Esto es una evidencia histórica imposible de borrar. En cuanto al marxismo, debe recordarse, ha sido la doctrina comprobadamente más liberticida y sanguinaria del siglo XX, en competencia si acaso con el nacionalsocialismo. Lo cual no le impide conservar un influjo intelectual no desdeñable en algunos países y en partidos como el máximo promotor de la ley de memoria histórica. Para el marxismo, la verdad debe supeditarse al “interés de clase”, presuntamente a favor de los trabajadores, por más que siempre haya reducido a estos, en la práctica, a una condición mísera.
2. La LMH pervierte radicalmente el sentido de la justicia. Equipara como víctimas del franquismo a los numerosos criminales, chekistas, etc. -- abandonados por sus jefes y fusilados en la guerra y posguerra--, con los inocentes que inevitablemente caían en las tensiones emocionales de la época. Por ello no es exagerado hablar de una ley pro chekista. En coherencia con tal aberración, esa ley incluye a los terroristas muertos a consecuencia de sus actos a partir de 1968, el año en que la ETA comenzó a asesinar. Y olvida las numerosas muertes causados por persecuciones, torturas y asesinatos sectarios entre las propias izquierdas.

Por supuesto, también deja de lado a las decenas de miles de víctimas de izquierdas y separatismos, así como al auténtico genocidio contra la Iglesia y la cultura cristiana.
3. Por su concepción e ideología implícita, la LMH supone un ataque frontal a la democracia, pues pretende sentar desde el poder una versión determinada de la historia, algo propio de los regímenes totalitarios y que no ocurrió en el franquismo. Como es propio también, contiene una seria amenaza, con pretextos espurios, a la libertad de investigación e interpretación de la historia. No extrañará que, con el espíritu y la técnica del Gran Hermano totalitario retratado por Orwell, haya dado lugar a campañas para borrar los restos monumentales o de otro tipo de los cuarenta años del régimen de Franco. El caso más sangrante, aunque no el único ni mucho menos, ha sido el ataque al Valle de los Caídos, con acompañamiento de asombrosas falsedades sobre decenas de miles de presos “políticos” trabajando en régimen de “esclavitud”, etc. Tan groseras desvirtuaciones de la realidad indican por sí solas el carácter incivil y antidemocrático de estos ataques al patrimonio histórico-artístico del país. 4. Los promotores de la LMH han sido partidos de izquierda y separatistas que se identifican ideológicamente con los perdedores de la guerra. El contenido esencial de la ley, mal disimulado con retórica sentimental pero sin contenido, es deslegitimar el franquismo. Y, por tanto, lo que procede de él, tal como la actual democracia y la monarquía. Pretende imponer la ruptura que no consiguió en la transición. Está claramente inspirada por un espíritu revanchista que intenta reabrir heridas hace mucho tiempo cerradas para la mayoría de los españoles, y por ello ataca la convivencia en paz, generando odios como los que acabaron hundiendo a la II República. Y ahora, como en los años 30, los políticos, por frivolidad o por sectarismo, no parecen ser conscientes del alcance de sus actos ni sentirse responsables de sus consecuencias.
5. Es muy alarmante el hecho de que las Cortes hayan aprobado una ley radicalmente injusta. Que unos diputados elegidos democráticamente (aunque representan más a las cúpulas de los partidos que a sus votantes) hayan cometido tal acción, demuestra la fragilidad de nuestras instituciones, la posibilidad de que unos políticos, amparados en una legitimidad formal, dicten leyes contrarias al propio sentido de la democracia y de las libertades, invadiendo terrenos que no les corresponden. 6. Por todo ello, la LMH constituye un gravísimo error, perjudicial para la convivencia en libertad y alimentador de otros errores, como la “muerte de Montesquieu”, el terrorismo o la connivencia con él, los separatismos o la corrupción, ante todo la intelectual. Por tanto, la imprescindible regeneración democrática exige la derogación de esa ley en el plazo más corto posible.
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