“Europa” como enemiga de España
24-mayo-2019
Ahora que estamos con las elecciones europeas en el país más europeísta de toda Europa, y también el más ignorante sobre ella, conviene recordar e insistir en algunos puntos que vuelven muy particular nuestra posición con respecto al resto.
El europeísmo español es un resultado de la creencia en que España no tiene problemas, sino que “es un problema”, como decía Ortega y Gasset, que en cuestiones de política e historia no cesó de desbarrar hasta su vuelta a España del exilio, en 1946. El “problema” consistía en que la historia de España era “anormal”, “enferma”, y debía curarse “europeizándose”. Por europeizarse debía entenderse, no meramente atender a la ciencia y otros aspectos positivos en los que España iba atrasada, sino olvidarse de su absurda historia y asimilarse a lo que llamaban Europa, una visión devotamente idealizada de Francia, Inglaterra y Alemania. El resto de Europa no existía para los “europeístas”. Francia había roto la dinámica histórica española con la invasión napoleónica, reduciendo al país a una potencia de tercer orden enfangada en guerras civiles y pronunciamientos. Inglaterra había ayudado muy a fondo a liquidar el Imperio español –rematado luego por Usa), y Alemania nos quedaba muy lejos en casi todos los órdenes.
¿En qué sentido debería España imitarlos? Jamás se aclaró con alguna precisión. Y por lo demás, los tres países modélicos eran lo bastante diferentes entre sí como para que los choques entre ellos originaran las guerras más sangrientas y devastadoras del siglo XX. Pero estas nimiedades no inquietaban a nuestros “europeístas”. Lo importante para ellos era olvidar a España, su historia y su cultura, y asimilarse un ideal nebuloso creado por la simple ignorancia, pero sugestivo para mentes poco deseosas de esfuerzo.
La realidad es que, por una parte, España estaba ya por entonces europeizándose en el sentido de industrializarse e ir formando instituciones científicas, mejorando la instrucción pública y disminuyendo el analfabetismo. El proceso iba lento, desde luego, porque los políticos de la Restauración, con muy contadas excepciones, si destacaban por algo era por su mediocridad. La sociedad avanzaba, solo que los europeístas pensaban en alguna solución mágica, “europea”, que no aclaraban demasiado, por lo cual exigían ardientemente liquidar el régimen liberal de la Restauración –que les pagaba sus sueldos de funcionarios– para sustituirlo por otro que amalgamase a republicanos, socialistas, a ellos mismos e incluso a separatistas. Y ya sabemos que terminaron consiguiéndolo en la II República, tan “europea”, cuyos rasgos y desenlace son bien conocidos.
El lenguaje impresionista, difuso, retórico y ocurrente, tan diríamos magistralmente condensado en la frase de Ortega, “España es el problema y Europa la solución”, ha sido una verdadera plaga del pensamiento político español, y sigue siéndolo. La influencia político-ideológica de la frase orteguiana ha sido inmensa, desde la Falange a los actuales enterados de El País, hasta ha influido en los socialistas, a quienes Ortega consideraba un factor de modernización. El análisis concreto y atenido a los hechos y a una evolución general, apenas se practicaba ni se practica, basta ver cómo se presentan habitualmente el franquismo, la transición y los problemas actuales: mezcla de vaguedades, moralismos baratos y simples embustes.
Para tener algún rigor y lógica, la frase de Ortega tendría que ser: “España tiene problemas y el resto de Europa (que no “Europa”) tiene los suyos”. De ahí podría salir un análisis útil de unos y otros. Vistos en perspectiva, los problemas de España, empeorados por visiones como las orteguianas, abocaron a la guerra civil; y los problemas del resto de Europa, que escapaban a la perspicacia de nuestros “europeístas”, se resolvieron en dos guerras mundiales mucho peores. En la primera de las cuales querían embarcar a España nuestros “europeístas”, para que desempeñásemos el honroso papel de carne de cañón al servicios de unos intereses que ni nos iban ni nos venían. En la segunda de aquellas guerras, afortunadamente no tuvieron ninguna opción.
Esta historia debería llevarnos a reconsiderar toda nuestra actitud respecto a la cuestión de Europa. Porque gran parte de los problemas actuales están profundamente condicionados por ese pasado, que debiera resultarnos tan instructivo.
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