sábado, 31 de agosto de 2019

No he venido a traer PAZ sino ESPADA dice el Evangelio (Mateo 10,34). La Ciudad de Dios de San Agustín afirma la noción católica de la historia universal como un conflicto metafísico entre Dios y el Demonio: Enrique VIII y Calvino, los masones enciclopedistas, las revoluciones masónicas anticlericales y el Comunismo, el marxismo cultural y la Escuela de Frankfurt, el secularismo actual, el feminismo, el abortismo, el movimiento homosexual, etc.

La Espada que Cristo nos trajo
Evangelio del 18 de Agosto 
 20/8/2019
El Evangelio del domingo 18 de agosto de 2019 es especialmente significativo desde el punto de vista teológico. El Evangelio trata sobre la famosa frase de Cristo ¨No he venido a traer paz sino espada¨. Así nos dice Mateo 10:34-36: «No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia”.

El profundo significado de esto es que Cristo nos esta diciendo lo que es la historia universal. La esencia de la historia y la política universal. Es la misma doctrina de lucha y guerra permanente entre el Bien y el Mal que la Iglesia proclama. El Bien es la Iglesia fundada por Cristo en Jerusalén en el año 33 y todos los que directa o indirectamente la ayudan y auxilian, y el Mal todo aquel que directa o indirectamente se opone y la ataca a ella.

Esa es la misma doctrina que nos repite San Agustín en su obra maestra La Ciudad de Dios, la misma que nos repite Bossuet en su Discurso de Historia Universal, la misma que nos repite Donoso Cortes en su Ensayo y la misma que nos repite el Segundo Concilio Vaticano en Gaudium et Spes.

Por eso el error tan terrible y garrafal de los ingenuos que piensan que puede haber ¨paz¨ y ¨armonía¨ entre los hombres en este mundo. De ahí el gran engaño de los ingenuos que creen que entre los hombres y pueblos puede haber una especie de paraíso terrenal lleno de paz y amor, sin guerras ni conflictos. Es una gran estafa por una sencilla razón: Dios existe y hay mucha gente que sigue a Dios, y el diablo también existe y hay muchísima gente que sigue al diablo. Y mientras Dios exista y halla gente con Él, y mientras el Demonio exista y halla gente que siga al desgraciado, no puede haber ni paz ni armonía, ni convivencia ni paraíso terrenal en este mundo. Punto.
Y sí, puede haber momentos puntuales de cordialidad o treguas temporales. Alemania firmó un tratado de no agresión con el archicriminal Stalin. El masón Truman saludaba al mismo Stalin, Trump le estrecha la mano al Kim en Corea, y el Papa puede visitar la Nicaragua Sandinista, etc, etc. Si todo eso puede suceder y mucho mas, pero lo critico es que eso es algo puntal, una anomalía, una tregua temporal o por lo menos superflua. Y si, yo también me puedo tomar una cerveza con un Podemita o saludar y darle la mano a un activista homosexual o pro abortista. Si eso se puede por simple protocolo y cordialidad. Pero eso no quita ni cambia el hecho esencial: hay una guerra Civil Universal entre los que siguen a Dios y los que siguen al Diablo, o como San Agustín decía entre las dos ciudades, que durara hasta el fin del mundo, hasta la segunda venida. Soñar con un mundo paradisíaco, de paz y amor, es una tonteria que va contra la verdad que el mismo Cristo nos advirtió: No he venido a traer Paz sino ESPADA.

Las circunstancias históricas, de tiempo y lugar cambian y se modifican. Las guerras de religión del siglo XVI cesaron (excepto en la mente de algún calenturiento en Irlanda del Norte o algún fanático en Hispanoamérica) para luchar juntos por le Ley Moral Natural Objetiva. Si no hubiese habido una victoria del archicriminal Stalin no hubiese habido una conversión milagrosa en Rusia. Si un país pequeño, pobre y atrasado pero católico no hubiese descubierto a América, la Iglesia no hubiese podido recuperar en un nuevo continente el terreno perdido en el viejo por el protestantismo. Si Santa Juana no hubiese expulsado a los ingleses de Francia, el Anglicanismo se hubiese hecho con el continente europeo, si no hubiese habido imperio romano con sus caminos no hubiese habido expansión del cristianismo con los Apóstoles, etc., etc. Cambios y modificación, motivos y razones de la Divina Providencia, pero siempre el mismo punto: la guerra entre el Bien y el Mal.

Según la interpretación universalmente reconocida que es la misma presentada por Bossuet en Discurso sobre la Historia Universal, y sobre todo según la letra textual del documento Gaudium et Spes del Segundo Concilio Vaticano, podemos decir que la Ciudad de Dios de San Agustín afirma la noción católica de la historia universal como un conflicto metafísico entre Dios y el Demonio. En este conflicto, Dios mueve (por intervención divina/divina providencia) a los gobiernos, movimientos políticos/ideológicos, y fuerzas militares alineados (o mejor alineados) con la Iglesia (la Ciudad de Dios) para que se opongan por todos los medios –incluido el militar –a los gobiernos, movimientos políticos/ideológicos, y fuerzas militares alineados con el Demonio (la Ciudad Satanás).
Jacobo Bossuet
Esta guerra metafísica en principio pero que se traduce en una real y física que ocurre en el mundo real es de larguísima duración: miles de años hasta el fin del mundo. En Discours sur l’histoire universelle o Discurso de Historia Universal (1681) el obispo Jacobo Benigno Bossuet nos da una segunda edición o continuación de la Ciudad de Dios de San Agustín. En esta obra Bossuet continúa la línea de San Agustín y ofrece una actualización de la historia universal según la Ciudad de Dios señalando las fuerzas que estaban con la Iglesia (la Ciudad de Dios) y las que estaban con Satanás (la Ciudad de Satanás) en su época.

La obra de Bossuet, que es la Divina Providencia como elemento esencial que hace posible la historia de la humanidad, se resume asi: “…esta es la idea de la Providencia que es al mismo tiempo la ley de la historia. Si la destrucción de los imperios en cuanto se abalanzan uno sobre el otro no expresa algún propósito de Dios con respecto a la humanidad, entonces la historia, o lo que llamaríamos por ese nombre, sería solo una cronología caótica en la cual no podríamos ver ningún significado. En ese caso, la suerte o más aun el puro azar, sería la guía de la humanidad; la existencia humana solo sería un mal sueño, una fantasmagoría, cuyo rostro cambiante seria inadecuado para disfrazar el vacío hecho de la nada. En ese caso nos desgastaríamos en ese vacío sin sentido y casi sin causa, con nuestras acciones siendo solo un espectro, y el único resultado de tantos esfuerzos acumulados a través de muchos miles de años, sería la convicción, cada día más clara, de su desperdicio, que sería otro vacío lleno de nada.

¿Y porque, después de todo, los griegos y los romanos? ¿Cuál es el significado de Salamina? ¿Accio? ¿Poitiers? ¿Lepanto? ¿Para que un Cesar y un Carlomagno? Aceptemos sinceramente el hecho, de que a menos que algo Divino mueva la historia, simplemente no hay historia.

Las Naciones como los individuos viven solo manteniendo ininterrumpida la comunicación con Dios y es precisamente esta condición de su existencia lo que conocemos como Providencia. Es esta Providencia la condición que hace posible la historia, así como la estabilidad de las leyes de la naturaleza es la condición esencial para la ciencia….
Fue la Providencia la que hizo al pueblo Judío un pueblo aparte, un pueblo único, un pueblo elegido, que tenía como misión mantener y defender al Dios verdadero a través de los siglos paganos, contra el prestigio de la idolatría que era esencialmente adorar las energías de la naturaleza.
Fue la Providencia la que, por medio del mundo Romano y su extensión pon el mundo conocido, hizo fácil y casi necesario, la conversión de este mundo al cristianismo.
Fue la Providencia, otra vez, la que desarrollo las características del mundo moderno desde el desorden causado por las invasiones bárbaras y reconcilio los dos mundos bajo la única ley de Cristo. Si la acción de la Providencia es manifiesta en algún sitio, ese sitio es la historia de la Cristiandad. ¿Y qué es más natural bajo estas circunstancias que hacer de su historia la demostración de la verdad?”
Este concepto de la historia universal es hoy día doctrina oficial de la Iglesia Católica recientemente expresada en el documento Gaudium et Spes del Segundo Concilio Vaticano: “Cree la Iglesia . . . que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro… Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas… A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. . . El Señor es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones…. Vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: «Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra» (Eph 1,10).”

Mientras la Ciudad de Dios es siempre la Iglesia y esos movimientos, reinos, ejércitos, lideres, generales, o Presidentes, que la apoyan y protegen, la Ciudad de Satanás cambia significativamente con los siglos: el imperio romano pagano, el arrianismo, los bárbaros, la expansión musulmana y la caída de Constantinopla, el humanismo renacentista, Enrique VIII y Calvino, los escritores masones enciclopedistas, las revoluciones masónicas anticlericales de Europa y América, el Comunismo y la Unión Soviética, el marxismo cultural y la Escuela de Frankfurt, el secularismo actual, el feminismo, el abortismo, el movimiento homosexual, Castro o Pablo Iglesias, Kim o Mao, La Sexta o Kamala Harris, etc, etc., etc.
Siempre el punto central es el mismo: Cristo no vino a traer la Paz pero si la Espada. Es nuestro deber, nuestra salvación, luchar, pelear sin cuartel por la Ciudad de Dios. Defender la Verdad contra las Tinieblas, defender la autentica doctrina contra el anatema, ser testigos y gritar la verdad como nos pedía Santa Catalina de Siena. Recordar lo que nos decía el Apóstol (1. Corintios 9:16) ¨¡Ay de mí, si no predico el Evangelio¨.

No solo es nuestro mas terrible deber pero también nuestra salvación. Así nos lo dice Donoso Cortes: “No hay hombre ninguno que, sabiéndolo o ignorándolo, no sea combatiente en este recio combate; ninguno que no tenga una parte activa en la responsabilidad del vencimiento o de la victoria….Toda palabra que se pronuncia, o está inspirada por Dios o inspirada por el mundo…En esta singular milicia todos combatimos por alistamiento forzoso…Y no me digas que no quieres combatir, porque en el instante mismo en que me lo dices estás combatiendo…ni me asegures que permanecerás indiferente, porque me burlaré de ti, como quiera que al pronunciar esa palabra ya tomaste tu partido. No te canses en buscar asilo seguro contra los azares de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puede encontrar descanso, porque sólo allí no hay combate; no presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la eternidad, si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor …¨
Amen
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