jueves, 12 de marzo de 2020

Las «víctimas del franquismo». Una mentira repetida mil veces, sigue y seguirá siendo mentira; otra cosa es que durante algún tiempo parezca verdad

Las «víctimas del franquismo»
Toribio 
 15/02/2020 
Una mentira repetida mil veces… 
sigue y seguirá siendo mentira; 
otra cosa es que durante algún tiempo parezca verdad

Pues eso es lo que está ocurriendo con las cifras de las víctimas de nuestra guerra de 1936-39 –que parece que sólo lo fueron de uno de los bandos– y de las posteriores que se han venido en llamar «víctimas del fraquismo». Décadas después, aparecen listas y listas de supuestos, de pretendidos “desaparecidos”, “víctimas”, “represaliados” y no se sabe ya que apelativo darles, y todos ellos, claro está, a manos siempre de los nacionales, que los otros, los rojos, ya sabemos que nunca hicieron nada reprochable.

Pues bien, detrás de esta campaña de constantes calumnias, difamaciones y mentiras está, por un lado, la rabia y el rencor de los que se tienen por herederos ideológicos de los que perdieron aquella contienda –y más aún de la paz posterior que es lo que más les duele–; por otro, el interés por tapar bajo una espesa capa de olvido sus propios crímenes, o sea, de aquellos de los que, como hemos dicho, se consideran herederos ideológicos; por último, y no en menor medida, y como siempre, ver la posibilidad de meter la mano en la caja común para justificar con el eufemismo de “indemnizaciones”, «homenajes» o «exhumaciones», el latrocinio que no cesa, que no otra cosa saben hacer; también, no cabe duda, distraer al personal del fracaso, cada día más evidente, del régimen del 78 del cual son padres, hijos y ya incluso nietos, y del cual han vivido, viven y quieren seguir viviendo a toda costa.

Para ello, han florecido como los champiñones los supuestos “especialistas” que cada día dan cifras más altas de los famosos “desaparecidos”, “víctimas” y “represaliados”, tanto que son ya materialmente imposibles; pero es que la mentira repetida mil veces tiene esos efectos, y es que llega un punto en que el mentiroso se disloca, pierde la noción y alucina, cayendo al poco en el ridículo.

Para que el lector no se pierda bajo el peso de las mentiras, que es lo único que son, vamos a darles algunas pautas que debe tener siempre en cuenta para no caer en la trampa:
Los “paseos”, o sea, el asesinato en cualquier cuneta, fue invento rojo y práctica común desde el mismo 19 de Julio hasta el 1º de Abril de 1939 en su zona. Ahí sí que están la mayoría de los desaparecidos, pues muchos de ellos, sacados de sus casas, nunca pudieron identificarse.

La zona roja sufrió el terror más inaudito del que las checas, también invento de los rojos –en realidad negra copia e importación de lo practicado por Lenin y Stalin–, fue fenómeno que en la zona nacional no existió ni por asomo, como tampoco los “campos de concentración”, término con el que se quiere buscar una asociación de ideas con lo que ya se imaginan y que pone en evidencia parte de la trama de calumnias actual. Ahí están muchos más de los verdaderamente desaparecidos.

No se puede establecer “una tabla rasa” con el vocablo “víctima”; única forma, claro, de sustentar la mentira. No caigan en la simplificación y obliguen a sus contrarios, que así lo pretendan, a que se mojen y digan qué entienden por «víctimas», que definan dicho término antes de entrar a su trapo, no sea que no haya motivo para ello porque no se debe discutir nunca sobre algo en lo que las partes no coinciden en los términos sobre aquello de lo que se va a tratar.

En la zona nacional al comienzo de la guerra se aplicó, en las provincias que se sublevaron, la legalidad republicana; es decir, en las que la inmensa mayoría de la población se puso voluntariamente de lado nacional porque si no hubiera sido así hubieran quedado de parte roja, o sea, en las que el pueblo español, que lo era, secundó la sublevación.

Declarado oficial y legalmente el «Estado de guerra» desde el primer instante –en todas las provincias «nacionales» salió a la calle la correspondiente Compañía del Ejército a leer el bando firmado por la autoridad militar, que además se publicó enseguida para general conocimiento–, quedó establecida la ley marcial y suspendidas legalmente, repetimos, los derechos y garantías constitucionales, por lo que, legalmente otra vez, con la legalidad de la propia II República, todo aquel que se opuso a dicha autoridad militar –desde ese instante la única legal–, fue sometido a consejo de guerra y juicio sumarísimo, fusilándose, claro está, al que lo había hecho con las armas; muchos de ellos incluso sólo fueron condenados a cárcel.

Esa era la ley y la práctica común según las propias leyes de la II República; en zona roja ya veremos que no sucedió así ni por asomo.

Asesinado en una cuneta de la carretera de Toledo sin identificar.
Conforme los nacionales fueron liberando territorios, en aplicación de esa misma ley marcial en vigor, y sobre todo de acuerdo con el derecho internacional para casos de guerra como era el caso, cualquiera que fuera cogido con las armas en la mano podía ser fusilado si, como ocurría en numerosos casos, no pertenecía a ejército regular alguno, como fue lo que ocurrió con las milicias frentepopulistas que fueron, hasta la sovietización de la zona roja con la creación del Ejército Popular o Rojo, la mayoría y tónica general de las fuerzas en armas rojas; aun así sólo se fusilaba a los mandos, comisarios y dirigentes, pues la mayoría de los soldados fueron incorporaron a las unidades nacionales donde dieron su vida por Dios y por España con generosidad y con total y voluntaria entrega.

Otros fueron de inmediato sometidos a consejos de guerra legales al tener responsabilidades en los asesinatos y crímenes execrables que hasta la liberación del territorio por los nacionales se habían cometido, habiendo constancia de dichos juicios.

Así, los fusilamientos realizados por los nacionales durante la guerra fueron todos legales, racionales y justificados, fuera los de aquellos que se oponían con las armas o los de los responsables de crímenes; y mira que los hubo.

Los fusilamientos ilegales fueron los ocurridos en zona roja donde NO se declaró el “estado de guerra” hasta ¡Febrero de 1939!, y ello por cuestiones políticas y propagandísticas –por no erigir a los militares en autoridad única–, donde la turba, la masa, los afiliados al Frente Popular –socialistas del PSOE, comunistas del PCE (hoy IU y Podemos), secesionistas vascongados del PNV, catalanes de ERC, y los hoy desaparecidos anarquistas– se constituyeron en “tribunales populares” revolucionarios carentes de la más mínima legalidad, y ejercieron una “justicia popular” cruel, sectaria, criminal, homicida, sin la más mínima garantía para los encartados.

Después de la guerra los tribunales legales del nuevo Estado español nacido de ella, es decir, del plebiscito armado que fue la contienda 1936-39, dentro de la más estricta legalidad iniciaron la Causa General, con todas las garantías judiciales de cualquier Estado de Derecho, es decir, sobre pruebas, con testigos de cargo y descargo, con fiscal acusador y abogados defensores, dictando sentencias legales y justas; si algunas o muchas, fueron de muerte, es porque así debía ser porque, señoras y señores, Justicia es dar a cada uno lo que se merece, es decir, al bueno el premio y al malo el castigo, y a ambos en proporción a sus actos; claro que hoy, donde todo es “reinserción”, paños calientes, “el peso (pluma) de la ley” y “derechos”, eso no se entiende y… así nos va en un régimen, el del 78, en el que la gente de orden, honrada, la que obedece las leyes, vive atemorizada, y si no vean los casos sangrantes de estas últimas décadas en los que terroristas y asesinos convictos y confesos al poco han vuelto a la calle y muchos en olor de multitudes.

El caso de los “maquis” es de lo más esclarecedor, pues como terroristas que eran o murieron perseguidos por las fuerzas del orden o fueron sentenciados a muerte por sus execrables crímenes con todas las garantías judiciales habidas y por haber; pues entonces la ley, gracias a Dios, contemplaba la pena de muerte, como hoy lo sigue haciendo en muchos países “democráticos” sin que por ello nadie les señale con el dedo; otra cosa es que se esté a favor o en contra de tal pena, pero eso es otra historia, otro debate y otra discusión.

Criminalizando aquello, los que hoy lo hacen no parecen darse cuenta de que, si cambia este régimen y llega otro, por ejemplo, de la mano de los podemitas, los asesinos de ETA, por las mismas, podrían ser considerados algún día «víctimas de la Democracia» y tener derecho a indemnizaciones por haber sido “represaliados” por haber “luchado por la libertad” de las provincias vascongadas, etc. Los que hoy tanto calumnian no se dan ni cuenta de que están sentando las bases para que un día les sienten a ellos en el banquillo.

Lo que tampoco puede hacer nunca un régimen político es ni condenar ni anular lo hecho por otro, es decir, erigirse con el derecho y la autoridad de juzgar el pasado, de reescribir la Historia, primero porque no es su función ni tiene para ello legalidad ni legitimidad alguna, segundo, porque sienta las bases para que el siguiente lo haga con él; pues bien, eso es lo que se ha hecho y sigue haciéndose en España en los últimos cuarenta años reiteradamente.

Cadáver de mujer hallado en la cuneta de la carretera del Este sin identificar
Si hubo abusos en la zona nacional, que seguro que sí, aunque ínfimos, son sólo achacables a sus autores directos, no a un régimen o sistema que puso todos los medios a su alcance para que todo fluyera dentro de la más estricta legalidad y con todas las garantías judiciales posibles y también, cómo no y como siempre, a la condición humana que impide que todo sea perfecto –¿no hay también abusos e injusticas en este régimen del 78?–; estamos ante un nuevo caso de ver la paja en el ojo ajeno y no querer ver, o mejor aún querer ocultar, la viga en el propio.

Sobre las pretendidas cifras de las «víctimas del franquismo» que oyen ustedes, no tienen garantía alguna, están elaboradas desde el sectarismo y la propaganda, no dicen los criterios con los que las han elaborado, ni con qué documentos o datos fiables y contrastables que podamos ver y comprobar, por lo que no valen ni el papel en el que están escritas. Hemos incluso asistido a actos bochornosos e indignantes como el de la comisión de memoria histórica de Madrid donde se han insertado en esas listas a chequistas repugnantes para hacerles pasar por «represalidos», teniendo los sesudos miembros de dicha comisión que dar marcha atrás en todo.

Las guerras son siempre duras y crueles, pero a veces necesarias, y en ellas, a excepción de casos puntuales, se dirimen en el campo del honor, en el campo de batalla las diferencias cuando se han agotado las otras formas posibles; eso es así y lo será hasta el fin de la Humanidad.
Si se ven las sentencias del franquismo, las mismas son ejemplo de ecuanimidad y moderación para lo que había ocurrido, casos hay a miles que lo demuestran; si se ve la cantidad de condonaciones de penas de muerte igual; si las múltiples amnistías lo mismo; si el sistema de redención de penas por el trabajo todavía más. Lo que no se puede pretender es que aquellos que tanto habían sufrido a manos de la revolución marxista no obtuvieran la tan anhelada justicia que cualquiera de nosotros hubiéramos exigido en sus mismas circunstancias y lo que no puede hacer ningún régimen es lo que hace el actual del 78, que es no hacer justicia y haberse convertido, por ello, en un Estado de impunidad y no de Derecho.

La cosa es que vivimos tiempos en los que como todo es relativo, como todo es negociable, como todo es opinable, todo se tergiversa. Vivimos en un absurdo y suicida buenismo cuyos efectos destructivos son cada día más evidentes. Vivimos en un sistema, en un régimen, carente de autoridad, que todo lo consiente, por lo que a río tan revuelto ganancia de pescadores, siendo éstos los de siempre, o sea, los que viven de saltarse la ley y las normas sabedores de que nada, o muy poco, se les va a exigir.

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