viernes, 24 de abril de 2020

Coronavirus: Experimentos globalistas a gran escala con la excusa de la Pandemia. La Población mundial será sometida a Vigilancia biométrica. Nacionalismo versus Globalización

Experimentos globalistas a gran escala 
con la excusa de la pandemia
23/4/2020
Vigilancia biométrica mundial
Nacionalismo versus Globalización

La pandemia del coronavirus ha supuesto un frenazo en seco del mundo tal y como lo conocíamos hasta ahora. Estamos inmersos en una catástrofe de dimensiones que todavía no alcanzamos a vislumbrar. El futuro que nos espera es la gran incógnita en estos momentos. El historiador israelí Yuval Noah Harari, autor de los fenónemos «Sapiens» y «21 lecciones para el siglo XXI», ha publicado hoy un artículo en el Financial Times en el que perfila inquietantes escenarios posibles en función de las decisiones que las autoridades mundiales adopten. Y todo ello bajo una gran presión social.

Esas decisiones son las que definirán nuestro modo de vida futuro. «Esa es la naturaleza de las emergencias. Aceleran los procesos históricos. Las decisiones que en tiempos normales podrían llevar años de deliberaciones se aprueban en cuestión de horas. Se apresuran a poner en funcionamiento tecnologías en fase de desarrollo y hasta peligrosas porque los riesgos de no hacer nada son mayores. Países enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala», desgrana el autor de «Sapiens».

Las medidas que se están adoptando actualmente se articulan en torno a dos frentes diferentes. El primero tiene que ver con las restricciones de movimiento, y aquí se trata de «decidir entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento de la ciudadanía». El segundo, con las soluciones y aquí hay que optar por «el aislamiento nacionalista o la solidaridad global», explica Harari.

Vigilancia biométrica

De acuerdo con el artículo del Financial Times hay dos formas de frenar la pandemia: «Una de ellas es que el gobierno monitorice a la gente y castigue a quienes incumplen las normas», afirma el escritor, que señala a China como principal ejemplo de la monitorización biométrica, cuyo avance «podría convertir las polémica técnicas informáticas de Cambridge Analytics en un juego de la edad de piedra».

Si esta es la vía elegida, el peligro es que, tras la erradicación del coronavirus, «algunos gobiernos hambrientos de datos podrían argumentar que necesitan mantener la vigilancia biométrica para evitar una segunda oleada, o porque hay una nueva plaga de ébola extendiéndose en Africa central, o porque… lo que ellos quieran. Se ha declarado una gran batalla contra nuestra privacidad en los últimos años. La crisis del coronavirus podría ser un punto de inflexión en esta contienda. Cuando la gente tiene que elegir entre la privacidad y la salud se suele elegir la segunda», señala el autor.

Sin embargo, existe otra posibilidad: «Podemos elegir proteger nuestra salud y frenar la pandemia sin instaurar regímenes de vigilancia totalitaria, dando la fuerza a la ciudadanía. En las últimas semanas algunos de los esfuerzos más exitosos se produjeron en Corea del Sur, Singapur y Taiwán.

Mientras estos países han hecho uso de aplicaciones de rastreo no han renunciado a un uso honesto y de cooperación para mantener a a la sociedad bien informada», explica Harari. La clave radica en la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en los medios. Cuando los ciudadanos confían en que las autoridades públicas les van a contar los hechos científicos que están detrás de las directrices que van a tomar, «hacen lo correctosin que haga falta un Gran Hermano vigilante sobre sus hombros».

«En los próximos días -prosigue-, cada uno de nosotros debe optar por confiar en los datos científicos y los expertos en salud en lugar de teorías de conspiración infundadas y políticos egoístas. Estamos en un momento crucial. Si fallamos a la hora de tomar la decisión correcta estaremos renunciando a nuestras más preciadas libertades pensando que es la única vía para salvaguardar nuestra salud».

Nacionalismo versus globalización


Para el pensador israelí solo la solidaridad global nos llevará a buen puerto porque, tanto la pandemia como la crisis económica que viene, afectarán a todo el mundo. Salir de ésta pasa por un plan global basado en la confianza y cooperación en los distinos países.

Esas premisas hay que aplicarlas en primer lugar en el hecho de compartir la información, porque en eso le llevamos ventaja al virus: «Un coronavirus en China y un coronavirus en los Estados Unidos no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los seres humanos. Pero China puede enseñarle a Estados Unidos muchas lecciones valiosas sobre el coronavirus y cómo lidiar con él. Lo que un médico italiano descubre en Milán por la mañana bien podría salvar vidas en Teherán por la noche».

Además, se necesita un esfuerzo común para la producción y distribución de equipo médico, especialmente los test de detección y los equipamientos de respiración. Lo mismo ocurre con el personal médico: «Los países menos afectados ahora podrían enviar personal médico a las regiones más afectadas del mundo, tanto para ayudarlos en momentos de necesidad como para adquirir una experiencia valiosa. Si más adelante el foco de la epidemia cambia, la ayuda podría comenzar a fluir en la dirección opuesta».

Por último, «la cooperación mundial también es vital en el frente económico. Dada la naturaleza global de la economía y de las cadenas de suministro, si cada gobierno hace lo suyo sin tener en cuenta a los demás, el resultado será el caos y una crisis cada vez más profunda. Necesitamos un plan de acción mundial, y lo necesitamos rápidamente».

«Al parecer, no hay adultos en la habitación. No hay liderazgo global. La Administración estadounidense está más preocupada por la grandeza de América que por la supervivencia de la humanidad», concluye.

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