lunes, 27 de abril de 2020

Marina Abramovic, artista en satánicas performances.No es que las élites jugueteen con el satanismo: es ARTE, estúpido inculto

Marina Abramovic, artista en performances satánicas
Candela Sande
7/11/2016
Cruda realidad / No es que las élites jugueteen 
con el satanismo: es ARTE, estúpido
Horror, sangre, excrementos, Lado oscuro… 
todo esto es arte. Como también es arte meterse 
con la Iglesia y burlarse de Cristo. 
Si se tratara de Mahoma, no sería Arte 
sino islamofobia y xenofobia, 
y el supuesto artista iría a los tribunales.

Los grandes medios de comunicación norteamericanos (iba a añadir «pro Hillary», pero no quiero resultar redundante) se echaron unas risas a costa de #SpiritCooking, la idea que había calado entre esos paletos de la América profunda según la cual el jefe de campaña de Clinton, John Podestá, participaba en ritos satánicos.

En España ha destacado Pablo Pardo en El Mundo escribiendo el más despectivo e irónico de los textos sobre la ‘noticia’, básicamente reírse de lo profundamente estúpidos que son los votantes de Trump. Ah, estos pocos sofisticados palurdos, que no entienden el Arte, con mayúsculas, de Marina Abramovic, amiga de Podestá, con quien participó, sí, en curiosas ‘performances’ artístico-gastronómicas en las que comen de un cadáver simulado platos elaborados con orina y semen.

Pero vamos por orden. En uno de los miles de correos filtrados por Wikileaks, la ‘performance’ Marina Abramovic invita a John Podesta y a su hermano Tony a una cena un tanto especial:
«Querido Tony, no sabes cómo espero la próxima cena de Cocina de Espíritus (‘Spirit Cooking’) en mi casa. ¿Crees que podrás hacerme saber si va a unirse tu hermano? Todo mi amor, Marina».

El lector que tenga estómago puede entender en qué consiste la Cocina de Espíritus con un vídeo de la propia Marina. Las recetas aparecen pintadas con sangre en las paredes. La primera es: «Mezcla leche materna fresca con leche de esperma fresco; bébelo en noches de terremotos». Las demás son por el estilo, la mayoría relacionados con el sexo.

Pero, recuerde, es arte. No sea paleto y reveréncielo.
Se ha puesto de moda lo macabro, lo oscuro, lo siniestro y lo feo, con guiños al satanismo más evidente. Puede consultar el libro de cocina de Abramovic en la web del Museo de Arte Moderno (MoMA). Es decir, es Arte. No lo olvide.

Es, claro, el arte de nuestras élites que, como puede verse en eso que vierten diariamente sobre la chusma y que se conoce como ‘cultura popular’, da vueltas cada vez más alrededor de lo macabro, lo oscuro, lo siniestro y lo feo, con guiños al satanismo más evidente. Es, en fin, lo que le gusta a nuestros superiores y, por tanto, los miembros del vulgo debemos admirar obedientemente.

Si van a Wikipedia y consultan la entrada sobre Abramovic, allí aparece como «artista de performance», es decir, que hace cosas más o menos raras en público que a ni una sola persona entre un millón parecería remotamente artística si no se lo advierten previamente.

En ningún momento pretende crear belleza -esa obsoleta definición de arte-, sino escandalizar y «transgredir», ya saben, como con las formas presuntamente consagradas con que Abel Azcona formaba mensajes contra la Iglesia, o el crucifijo sumergido en orina de Andrés Serrano, tan elogiado en su día en el New York Times.

Pero, cuidado, es Arte. No me sea vulgar.
Hay un odio obsesivo contra todo lo cristiano, sí, pero sabemos que es arte porque el objeto de burla y ofensa es Cristo; si se tratara, digamos, de Mahoma, no sería Arte sino islamofobia y xenofobia, y el supuesto artista iría a los tribunales si se salva de una ‘yijad’ privada.
Tampoco sería Arte si el objeto de la ofensa fuera cualquiera de los grupos o ideas protegidos por la Iglesia Única de la Laicidad Progresista.

Wikipedia dice de Abramovic que es «pionera en una nueva noción de identidad que entraña la participación del observador y que se centra en el dolor, la sangre y los límites físicos del cuerpo».
Suena divertido, ¿verdad? Una juerga. El lector poco informado podrá pensar que está ante actos sadomasoquistas, pero se equivoca porque, como no nos cansamos de repetir, es Arte.

No lo olvide, que es fácil.
¿Que Abramovic lleva como colgante uno de los más usuales símbolos satánicos, una cruz invertida? Arte. ¿Que su obra está lleno de los pentagramas que usan los satanistas en sus conciliábulos? Arte.
¿Que su cuenta en Twitter lleva el número 666, en Número de la Bestia en el Apocalipsis? Arte, caramba, Arte. Abramovic también organiza cenas que simulan actos de canibalismo, con réplicas ‘comestibles’ de seres humanos recién sacrificados, y no veo qué podría haber más artístico.

La plebe no acabó de entender que era Arte y de doblar la rodilla como es su obligación, sino que, en demasiados casos, le repugnó todo el asunto.
Para nuestros sofisticados colegas de los grandes medios, es todo tan inocente y juguetón, tan evidentemente Arte, que por una vez estuvieron tentados -¡Moloc les libre!- de alimentar un mal pensamiento contra Clinton y concluir que todo era una trampa para que cayeran en ella los burdos trumpistas y se pusieran en ridículo.

Y sí, cayeron en la trampa. Pero con un resultado no exactamente del gusto de la élite. La plebe no acabó de entender que era Arte y de doblar la rodilla como es su obligación, sino que, en demasiados casos, le repugnó todo el asunto. Por alguna extraña razón que solo el populacho parece entender, a muchos les pareció una marranada comer platos compuestos con semen. Por algún incomprensible motivo, no pocos negros -esos votantes ‘naturales’ de Hillary- profundamente religiosos se han sentido ofendidos por toda esa parafernalia pseudodiabólica.

No acaban de encontrarle la gracia, los muy incultos. 
Ni el Arte.

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