jueves, 21 de mayo de 2020

*Recordando a Calvo Sotelo: «La última vez que un comunista amenazó a un líder de la oposición, éste acabó asesinado». Y provocó la guerra fraticida

«Buenos días, España» avisa a Abascal y Ayuso 
recordando a Calvo Sotelo
20 mayo 2020
«La última vez que un comunista amenazó a un líder
 de la oposición, este acabó asesinado»
Cadáver de Calvo Sotelo

Pablo Iglesias no quiere que «gente de derechas» se concentre en la puerta de su chalé de Galapagar y amenaza con que que los próximos escraches pueden ser enfrente «del apartamento de Ayuso, de la casa de los Espinosa de los Monteros o de la de Abascal». Incluso, de la vivienda de algunos periodistas. El Ministerio del Interior ha reforzado en los últimos días la seguridad de su chalé en Galapagar con varias patrullas de la Guardia Civil después de que las caceroladas se trasladaran hasta la puerta de su casa, que cuenta con protección permanente.

Anoche el dispositivo estuvo formado por al menos ocho vehículos y un buen número de agentes, que cortaron las calles adyacentes al chalé de los «marqueses de Galapagar». Opositar a la Guardia Civil para terminar vigilando el casoplón de la pareja política más detestada por los españoles. ¿El honor? Ni se divisa.

El programa «Buenos días España», de Radio Cadena Española, se mostró muy crítico con el despliegue de la Guardia Civil para evitar que los vecinos de Galapagar protesten pacíficamente a las puertas del chalé de los comunistas.

El líder de Podemos ha pasado de presumir de vivir en un piso de protección oficial en Vallecas, argumento que también utilizó para atacar a quienes Podemos denomina ‘casta’, a residir ahora en un chalé de más de 2.000 metros de parcela situado en una de las zonas más exclusivas de la Comunidad de Madrid. Ocioso es decir, por ser de sobra conocido, que tanto Pablo Iglesias como su pareja no han tenido nunca otra forma saneada de vida que la lograda a través de la actividad política.


Ahora los dos viven en un suntuoso chalé y al derroche de su coste hay que sumar el de la vigilancia permanente de la Guardia Civil -una pareja en turnos de ocho horas- en el exterior de su vivienda, en la urbanización de La Navata. Curioso que estos dos sinvergüenzas, siempre refractarios a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, ahora no les hagan asco a la protección que reciben de algunos de sus agentes.

La Guardia Civil ha sido siempre un colectivo de españoles de bien que fue concebida para servir al pueblo español, no a dos políticos miserables que disponen de sobrados medios económicos para costearse una vigilancia permanente. Sería interminable la lista de cosas que requerirían de la profesionalidad de los agentes de la Guardia Civil antes que la encomendada frente al casoplón de Iglesias y Montero. Resulta infamante que quien ha logrado acceder al Instituto Armado luego de miles de horas de estudio y esfuerzo, termine ocupándose de vigilar la intimidad de una de las parejas más aborrecidas de España. Muchas alforjas para tan corto viaje.

«Esa institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante»
Aunque el honor como divisa no luce igual de resplandeciente que antes, en la entrada de los casas-cuarteles de la Guardia Civil que aún siguen en pie, es nuestro deber recordar algunos hechos que la hipocresía políticamente imperante aconsejaría silenciar:

Al ser preguntado por la Guardia Civil en la Escuela de Verano de Podemos en 2014, Pablo Iglesias soltó la siguiente perla: «El servicio de orden no está solamente para repeler una agresión fascista, está para defenderse de la Guardia Civil cuando vengan a desalojarnos” y abundó “si nos pegan no vamos a ir al Juzgado, a un cuartel de la Guardia Civil… esa institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante. Nosotros hacemos política masculina, con cojones”.

Y otra perla para la colección: «Supongo que muchos de vosotros sabréis perfectamente fabricar cócteles Molotov, de los que incendian y explotan, sabréis hacer barricadas, que hay que correr en dirección prohibida de la policía (..) Os estaréis entrenando porque se avecina una crisis terminal del capitalismo y tendremos que estar preparados para tomar las armas».

Y concluyó su “hazaña” Pablo Iglesias recordando cómo asistía con casco a las manifestaciones en la sede del PP. Una grabación, insistimos, que en Podemos han tratado de eliminar a toda costa.

La Guardia Civil no puede dar protección ni un día más a quien hace cuatro años defendió la violencia contra sus miembros. Algún alto mando de la Guardia Civil que no haya perdido el honor ni la decencia debería plantarse ante el ministro Marlaska y preguntarle por qué no es el servicio de orden de Podemos el que libera a Iglesias del humillante trance de tener que ser protegido día y noche por «esa institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante».

Pese a que Podemos intentó borrar todo rastro de este audio pero las redes lograron rescatarlo (escuchar al final del texto).

Es también necesario recordar el apoyo de Podemos a grupos e individuos significados por sus ataques a la Guardia Civil, como la foto que se hizo Pablo Iglesias con los salvajes agresores de tres guardias civiles en Alsasua.

Pero ya se sabe que Pablo Iglesias es un consumado actor y que tiene una interpretación bastante teatral de los acontecimientos políticos. La clave de su papel teatral es que Pablo Iglesias no es coherente con nada de lo que defiende, y los que en un momento determinado pueden apostar la carta de Iglesias hasta sus últimas consecuencias, sólo creen en un principio, en la única esencia podemita que les interesa: que nunca lleguemos a ninguna estación donde ellos no controlen la taquilla.

Reiteramos nuestro reconocimiento a la Guardia Civil como una de las instituciones vertebradoras de millones de españoles. Pero también estamos obligados a decir que la ruta de los guardias civiles españoles tiene dos llegadas que se unen sin confundirse: España y honor. Y no hay el menor atisbo de honor, ni tampoco de decoro ni de patriotismo, en la denigrante tarea de proteger el chalé de los Ceaucescu españoles del mismo «jarabe democrático» que Iglesias recomendó a sus enemigos políticos.

Por otra parte,el programa que dirige y conduce Santiago Fontenla se tomó muy en serio las amenazas de Iglesias a Abascal y Ayuso. Pablo Iglesias avisó ayer de que si los escraches se multiplicaban «no se sabe dónde pueden acabar» y sugirió que los siguientes objetivos de protestas de ciudadanos en casas de políticos podrían ser Isabel Díaz Ayuso (PP) o Iván Espinosa de los Monteros y Santiago Abascal (Vox).

El asesinato de Calvo Sotelo
Armando Robles, director de AD y colaborador del espacio, recordó que la última vez que un miembro de un gobierno comunista amenazó a un líder de la oposición conservadora, este acabó siendo asesinado.

Se refirió a José Calvo Sotelo, hombre familiar, de talante profundamente religioso y amante de la tradición y el orden, que destacó como uno de los adversarios más tenaces de la República.

Poco antes de su asesinato, pronunció un famoso discurso que pareció anticipar su destino y que, en palabras de su biógrafo Alfonso Bullón de Mendoza, «indudablemente habrá de figurar en todas las antologías parlamentarias». «Es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio», tal y como afirmó ante Dolores Ibarruri, a quien después se atribuyó la autoría de esa misma frase. «Has hablado por última vez», fue la respuesta de la diputada comunista.

La madrugada del 13 de julio, un grupo de oficiales se presentó en su casa en un coche del Gobierno. Calvo Sotelo fue obligado a acompañarles. Antes se despidió de su mujer, sospechando lo que le esperaba. A la mañana siguiente, su cuerpo aparecería en el depósito de cadáveres, muerto a tiros, donde sería identificado a mediodía.

La fina piel de la izquierda
Escrache de Podemos a la ex vicepresidenta del Gobierno 
Soraya Sáenz de Santamaría

En definitiva, y como ha sido editorializado por ABC, la proliferación de protestas callejeras solo delata la piel tan fina que tiene la izquierda cuando las quejas ciudadanas la toman con el PSOE o Podemos. Es lo que tiene la concepción pendular de la democracia: que la ciudadanía, en su hartazgo, ejerce su derecho de protesta como puede y se le permite. La izquierda siempre tuvo una doble vara de medir según la cual las caceroladas contra la derecha eran un justo «jarabe democrático». En cambio, contra ella son actos irresponsables propios de un fascismo destructivo de las libertades. Pronto olvida la izquierda que organizó vergonzosos actos de acoso contra quien consideró oportuno en cada momento. Las imágenes de escraches a Sáenz de Santamaría, Cristina Cifuentes, González Pons, Álvarez de Toledo,

Rosa Díez o Inés Arrimadas siempre fueron una excrecencia contra la democracia. Eran episodios de matonismo y desprecio personal pensados sobre una indecencia ética viciada por el odio. Las videotecas no mienten. Eran amenazas con escupitajos y empujones con los que la izquierda reivindicaba «valores democráticos». Valiente hipocresía. Hoy están en el poder, y cuando otros protestan contra su nefasta gestión, o contra el miedo a un abismo económico, son víctimas inocentes. En su día, el PSOE mendigó apropiarse del 15-M ante la sede del Gobierno madrileño del PP. Y sindicatos afines al PSOE acosaron a la juez Alaya, instructora de los ERE, hasta hacerla enfermar. Respecto a Podemos, sobran los ejemplos de cinismo. Hoy la izquierda reivindica la causa de la «sanidad pública» hasta secuestrarla, como si la derecha odiase a los sanitarios. Su manipulación no tiene límites porque la izquierda es experta en usar la convulsión social para pervertir la democracia.

La ideologización de un virus desde La Moncloa está permitiendo un aumento preocupante del odio social. Está permitiendo que el último adiós a una persona pueda ser convertido en una apología del comunismo y, a la vez, que otra sea identificada en plena calle por portar la bandera nacional. Algo falla en nuestra democracia cuando se usa el enfrentamiento ideológico en la gestión de una pandemia. O más aún, cuando se amenaza a la oposición desde un despacho oficial, como hizo ayer Iglesias contra Díaz Ayuso con un tono chulesco. Por eso es incomprensible que el TC, con su presidente al frente, siga durmiendo el sueño de los justos sin sentar doctrina sobre el derecho de manifestación en el estado de alarma. ¿Qué sentido tiene que una Delegación del Gobierno tenga que consultar a Sanidad sobre una cuestión esencial de derechos, libertades y garantías? No ocurre en ningún país democrático salvo en la «democracia» de Sánchez e Iglesias.

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