sábado, 19 de septiembre de 2020

El ‘cisma’ antes del Cisma

El ‘cisma’ antes del Cisma
18-9-2020

En principio, ser periodista católico debería ser lo más fácil del mundo. Después de todo, el buen periodismo consiste en esforzarse por encontrar la verdad de lo que pasa y contarla, y nuestra fe es la verdad y Cristo nos recordó que la verdad nos hace libres.

Esa es la teoría. La práctica es un poco más difícil, porque nuestra Iglesia, al menos la Iglesia Militante, como todos nosotros, vive (también) en el tiempo, y es también una institución confiada a seres falibles y vulnerables a todas las tentaciones y todos los errores.

Por eso hay cosas de las que resulta muy difícil hablar. Por ejemplo, del cisma, un cisma con minúscula, no declarado, pero absolutamente real. Precisamente porque no se declara, porque evitamos cuidadosamente la palabra, porque hacemos verdaderos equilibrismos de lógica y retórica para no ver lo evidente es por lo que no tenemos la terrible sensación de vivir una nueva ruptura de la Iglesia, con todas sus calamitosas consecuencias.

Pero hay dos iglesias, se llamen o no así, y las dos pretenden ser la Iglesia Católica, cada una con su doctrina y sus prácticas, y cada vez se hablan menos entre sí. Sí, una de ellas habla constantemente de ‘tender puentes’, pero son puentes que tiende con los de fuera; y de diálogo, pero a quienes tienen las ‘dudas’ inadecuadas, por muy cardenales que sean, ni siquiera se les responde.

Por ejemplo, el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla ha publicado una extensa carta en la que dice, entre otras muchas y muy provechosas cosas, que “el enemigo se ha hecho presente en el seno de la Iglesia”. No es original: ya Pablo VI dijo en su día que el humo de Satanás se había colado por las rendijas en la Iglesia.

El caso es que a muchos la carta puede parecerles magnífica, la obra de un pastor realmente preocupado por la salvación de sus ovejas, pero a otros, en cambio, se les antoja aborrecible. Es el caso de José Manuel Vidal, director de Religión Digital, que escribe a propósito de la carta desde su cuenta de Twitter: “¡Qué vergüenza de obispo! ¿Quién le regaló la mitra? ¿Cómo es posible que siga pensando así en tiempos de Francisco? ¿A qué se espera para removerlo y enviarlo a un monasterio sin monjes? ¡Y qué daño para la credibilidad eclesial!”.

No es exactamente lo que uno esperaría de tan eximio defensor del ‘pontificado de la misericordia’ -ya hemos observado que suele tratarse de una misericordia selectiva y unidireccional-, pero entendemos a Vidal. Precisamente porque nosotros tenemos reacciones parecidas con algunos prelados que ensalza su portal de información religiosa. Hoy mismo nos ha pasado con una vídeoconferencia sobre la presentación del Concurso Iberoamericano de Cuentos Laudato Si’, una iniciativa apadrinada, entre otros, por el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Carlos Osoro.

Los ejemplos se pueden acumular hasta el infinito. Es la terrible sensación de leer o escuchar a determinados teólogos, sacerdotes, obispos o meros fieles y pensar: “Si esto es católico, yo no soy católico; y si yo soy católico, esto no es católico”. Es más que razonable que, institucionalmente, se hagan llamadas a la unidad en la Iglesia y esfuerzos por evitar el cisma abierto. Pero la ‘teoría de la doble verdad’ no puede mantenerse eternamente, y en algún momento habrá que hablar de esta división tácita que nos está convirtiendo en una iglesia esquizofrénica.