lunes, 28 de septiembre de 2020

Juan Manuel de Prada: “Nadie se escandaliza de que hayan dejado morir a los viejos”

Juan Manuel de Prada: “Nadie se escandaliza de que hayan dejado morir a los viejos”
Julio Llorente 
27-9-2020

Bibliotheca Homo Legens publica Cartas del sobrino a su diablo, una nueva obra del escritor Juan Manuel de Prada.

En Cartas del sobrino a su diablo, homenaje explícito y devoto a la magna obra de C.S. Lewis, Juan Manuel de Prada brinda a los lectores un análisis mordaz y sarcástico de la España azotada por el coronavirus. Y lo hace, como el propio título del libro sugiere, cediendo el protagonismo literario a un demonio al que se le ha encomendado la devastación de nuestra patria. En epístolas dirigidas a su tío Escrutopo, Orugario detalla todos los ardides que ha ideado para infligir el mayor daño posible a los españoles, tan tradicionalmente apegados a los designios del Enemigo: el acre enfrentamiento entre el negociado de izquierdas y el de derechas, la transformación de las residencias de ancianos en hórridos morideros, la generalización del teletrabajo, la idolatría de la ciencia o la imposición de las mascarillas en todo contexto.

«Estas Cartas del sobrino a su diablo no pretenden ser una obra apologética, sino una crónica muy punzantemente satírica de la crisis —política, social, económica, también religiosa— desatada (o tal vez sólo desvelada) en España por la plaga coronavírica, con alusiones muy directas a la más estricta actualidad crisis que, desde el primer instante, juzgué una ocasión pintipirada para que el mal se quitase la careta y se exhibiese en todo su acongojante esplendor» (Juan Manuel de Prada).

La verdad y las ideologías

Aun siendo una reflexión original y satírica sobre la actualidad, Cartas del sobrino a su diablo está muy alejada de las superficialidades a las que nos han acostumbrado ciertos columnistas tan divertidos como vanilocuentes. Así, en todo el análisis de Prada subyace un riquísimo poso filosófico y teológico que se manifiesta, imponente, entre cada neologismo y cada exabrupto. Como ejemplo de esto último, obsérvese esta sentencia sobre el papel de la verdad y la justicia en un régimen partitocrático:

«Recuerda, titarraco lindo, que —como advertía la piojosa de Simone Weil— el fin último de la partitocracia es alimentar a las masas de pasiones sectarias y matar en sus almas el sentido de la verdad y la justicia (…) A las hordas partitocráticas, ¡oh titánico tito!, la verdad y la justicia se la refanfinflan; y sólo desean que salga triunfante su facción frente a la contraria, como el forofo futbolero sólo desea que gane su equipo, aunque sea con goles en fuera de juego, falsos penaltis y sobornos al árbitro».


Las residencias de ancianos, esos morideros

Juan Manuel de Prada —o, mejor dicho, el diablillo Orugario— también se detiene en la tragedia de las residencias. Sin embargo, rehúye tanto la simplista interpretación del negociado de derechas (que se limita a despotricar del Gobierno) como la torticera interpretación del negociado de izquierdas (que carga los muertos sobre las espaldas de las comunidades autónomas regidas por el PP) para exponer una más luminosa:

«¿Y sabes por qué, en el fondo, nadie protesta? Por la misma razón por la que tampoco nadie se escandaliza de que hayan dejado morir a los viejos; por la misma razón por la que a nadie importa que los negociados partitocráticos “capitalicen” los muertos. Todas estas impiedades sacrílegas son posibles porque esta chusma arcillosa no quiere saber nada de la muerte; porque sus almas gangrenadas por la apostasía —almas ya propiamente reptilianas— rehúyen confrontarse con las verdades de ultratumba».

España frente a Estados Unidos

En una de las misivas, Orugario compara atinadamente la naturaleza de Estados Unidos —puritana, individualista, artificial— con la de España, que está impregnada de catolicismo:

«Estados Unidos, tan admirado por todos los panolis derechoides del orbe, siempre fue, ¡oh titotálamo chocheante!, un vivero de odios, como corresponde a una nación nacida de un espíritu sectario y puritano que, a la vez que instaura el zurriburri religioso (toda la purrela y porrusalda luteranoide), postula un falso comunitarismo que no es sino individualismo de grupo, reconocimiento entre sí de los que son de la misma secta, raza o bandería. O sea, un patchwork social que acaba, inevitablemente, en delicioso pandemónium, como ocurre siempre con todos los avatares de Babel.

Frente a este ideal puritano y sectario, tan favorable a nuestros intereses, España instauró en aquellas tierras un ideal completamente disolvente de nuestra acción que se resumen de la siguiente manera: el Enemigo había hecho nacer a todos los hombres de una primera pareja; más tarde, había querido que su Hijo se pasease por el mundo en carne mortal, como un descendiente más de aquella primera pareja; y, ya por último, había entregado su poder al Papa, que a su vez se lo había alquilado a los reyes españoles en aquellas regiones del planeta. De lo que se deducía que los habitantes de aquellas regiones eran súbditos del rey español, fieles al Papa e hijos del Enemigo, por ser descendientes todos —como cualquier rey o papa— de aquella primera pareja. Así España hizo realidad la odiosa unidad universal de todos los hombres en torno a una paternidad común, en donde las razas se funden gozosamente. Luego, este ideal español sufrió traiciones, como sucede en cualquier empresa humana, pues algunos conquistadores y encomenderos españoles escucharon nuestros consejos; pero frente a ellos hubo siempre un fraile jopu inspirando a los reyes leyes protectoras de los nativos americanos que fundaron el “derecho de gentes”».

Sobre el autor

Juan Manuel de Prada nació en Baracaldo en 1970, aunque pasó su infancia y adolescencia en Zamora. Con su primer libro, Coños (1995), y los relatos de El silencio del patinador (1995 y ampliado en 2010) sorprendió a la crítica por su poderosa imaginación y su audaz uso del lenguaje. En 1996 debutó en la novela con Las mascaras del héroe, que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa de RNE. En 1997 recibió el Premio Planeta por La tempestad, que fue traducida a una veintena de idiomas. Su novela Las esquinas del aire (2000) y la colección de semblanzas Desgarrados y excéntricos (2001) completan, con la citada Las máscaras del héroe, su «trilogía del fracaso». La vida invisible (2003) recibió el Premio Primavera y el Premio Nacional de Narrativa, y El séptimo velo (2007), se alzó con el Premio Biblioteca Breve. En 2012, tras un largo silencio narrativo, publicó Me hallará la muerte, y en 2014 la monumental Morir bajo tu cielo. Posteriormente, aparecerían El castillo de diamante (2015), galardonada con el Premio de la Crítica de Castilla y León, Mirlo blanco, cisne negro (2016) y Lucía en la noche (2019). Ha obtenido los más prestigiosos reconocimientos del periodismo literario; entre otros, los premios Mariano de Cavia y Julio Camba.