- Trump tiene un as en la manga: ordenó marcar las papeletas de voto por correo con una «marca de agua» para diferenciarlas de las fraudulentas.
- Pensilvania inscribió los nombres de más de 21.000 muertos en las listas de votantes.
- El Tribunal Supremo de Estados Unidos ordena a Pensilvania que separe los votos que llegaron después de la jornada electoral.
Un experimento:
imagine que el candidato agraviado es Biden
ESTO NO HA ACABADO
7 noviembre 2020
Hoy les voy a pedir que hagan un sencillo experimento. Quiero que imaginen, pero no se preocupen si su capacidad imaginativa es muy débil, porque, en este caso, se trata de ajustarse a la realidad, a lo que hemos visto, a lo que sabemos que ha pasado, cambiando solo un elemento. No pueden fallar.
Volvamos a la noche electoral. En los siete estados clave, un candidato está arrasando, obteniendo una holgada victoria a medida que el recuento parece demasiado avanzado como para que los resultados puedan dar la vuelta. El pescado parece vendido, son ya las cuatro de la mañana, hora local, y los ciudadanos se van ya a la cama, eufóricos por la victoria o con el amargo regusto de la derrota.
De repente, por razones diferentes, en algunos casos por ninguna razón inteligible, se para el recuento en esos estados clave y, cuando se reanuda horas más tarde, se produce el milagro: los nuevos votos van casi íntegramente -en algunos casos, íntegramente, en un verdadero prodigio de las leyes de la probabilidad- al candidato que iba perdiendo, que ahora empieza a ponerse en cabeza. Les suena, ¿verdad?
Se empieza a dibujar una curva inverosímil, se multiplican las ‘rarezas’, los colegios que tapian con maderas sus ventanales y expulsan a los observadores del partido contrario, la aparición de sacas de votos en contenedores, las confesiones… Y el candidato víctima de este vuelco habla de fraude y pide que se proceda a un recuento, apelando a los tribunales.
Hasta ahí, nada que tenga que imaginar, nada que no haya ocurrido. Todas las televisiones convencionales, todos los diarios, todos los comentaristas favorecidos por el poder en España y en los países de nuestro entorno denuncian que el candidato agraviado es un mal perdedor que quiere ganar con abogados lo que ha perdido en las urnas, le quitan la palabra, le acusan de querer dar un golpe de Estado y se congratulan de la ‘vuelta a la normalidad’.
Bien, vale. Y aquí viene el ejercicio que les propongo: intercambien los nombres. Imaginen que es Biden quien hasta las cuatro de la madrugada ve cómo está ganando cómodamente en los estados disputados, en un triunfo inesperado pero evidente. Estado tras estado, todo es victoria. Y, tras una inexplicable interrupción de unas horas, cuando se vuelve a contar, todos los nuevos votos, o una abrumadora mayoría, son para Trump. Visualícelo.
Ahora, con el corazón en la mano: ¿cree de verdad que la reacción de los medios hubiera sido, no ya igual, sino remotamente parecida? ¿No sería ‘pucherazo’ la palabra que más veríamos y oiríamos estos días? Sin cambiar nada de lo que ha pasado, ni un detalle, solo los personajes. No haré más preguntas, señoría.
Ese es el gran escándalo: la unanimidad de los observadores ante sucesos que denunciarían a gritos si no fuera porque el beneficiado con este fraude masivo es su hombre. Sin más. Lo importante es echar a Trump, el obstáculo para tantos planes, y el cómo ha dejado de importar.
Los seres humanos estamos programados de fábrica para que la unanimidad ajena, repetida, constante, nos lleve a desistir de nuestras opiniones, hasta el punto de hacernos dudar de que hemos visto lo que hemos visto. Estamos hechos así, porque somos seres gregarios. No es de ahora que sabemos lo que quieren los grandes medios -que no son propiedad de las Hermanitas de los Pobres, precisamente, sino de financieros con una enorme influencia-, y verlos negar lo que está delante de nuestros ojos es desconcertante en un primer momento, hasta que empieza a hacernos vacilar. Por eso quiero que se planteen este experimento, porque saben perfectamente que los mismos hechos, idénticos hechos, se contarían del modo exactamente opuesto.
El guion es que Trump quiere ganar en los tribunales lo que ha perdido en las urnas; la verdad es que Biden quiere ganar en el mundo de los medios lo que ha perdido en la voluntad de los americanos. El mundo dará por ganador a Biden porque la CNN y ABC y hasta la Fox; el New York Times y El País, y La Repubblica y Le Monde y los que ustedes quieran van a presentar esa realidad virtual. Pero esto no ha acabado; más bien, está empezando.