Un libro recomendado por el Papa
El escritor y sacerdote inglés Robert H. Benson
intuye y describe el espíritu del mundo
y sus consecuencias sobre la fe
En su homilía del pasado 18 de noviembre de 2013, el Papa Francisco añadió un nuevo volumen a su biblioteca. Aún habiendo confiado en varias ocasiones sus propios gustos literarios, El Amo del mundo nunca había entrado en su lista de preferencias personales conocidas. Un libro que, advierte el Papa, “casi como si fuera una profecía, imagina qué sucederá. Este hombre se llamaba Benson, se convirtió al catolicismo e hizo mucho bien. Vio precisamente este espíritu de la mundanidad que nos lleva a la apostasía”.
El amo del mundo
Alex Rosal
Muerto el comunismo, y agonizando sus ideólogos por angustia vital o reloj biológico, ya sólo quedan dos clases de profetas para este mundo nuestro de misses, grandes hermanos y artistas pre-embrionarios de Operación Triunfo: los Francis Fukuyamas de hoy, y el anhelo del «Fin de las ideologías», o eclesiásticos como Robert Hugh Benson, que ya hace un siglo, en 1904, pronosticó el surgimiento de un humanitarismo de tipo totalitario. En su novela fantástica de trama político-religiosa, titulada «El amo del mundo» (Rialp), Benson, hijo del primado de la Iglesia anglicana, y posteriormente convertido al catolicismo, nos transporta a una historia en el que un sacerdote romano lucha contra un régimen «humanitario» que intenta reducir a la Iglesia y al cristianismo a una inocua moral.
La profecía de Benson parece cumplirse en nuestros días, con esas Naciones Unidas de Kofi Annan transformándose en el sherif del mundo, además de ideólogo, dios, gestor, Gran Hermano... en definitiva, «El amo del mundo».
En el futuro régimen humanitarista que nos espera «el catolicismo no es perseguido - dice el filósofo italiano Augusto Del Noce - , sino más bien, absorbido; pero si se cumplen ciertas condiciones, la sección de rito católico puede subsistir en el ecumenismo humanitario». Los humanitaristas ya han dejado claro el mensaje a los católicos: ¿podéis vivir pero recluidos en las sacristías o ayudando a los pobres; no se os ocurra proclamar vuestra verdad!