España, Estados Unidos y la CIA
El factor Franco: Así era la España franquista
según la inteligencia estadounidense
José Antonio Bielsa Arbiol
5/12/2020
El final de la Guerra Civil –con el triunfo de la Cruzada Nacional- no iba a impedir que las primeras actividades secretas operadas en España tuvieran lugar el temprano año de 1943 bajo el brazo de la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos), antecedente de la CIA (Agencia Central de Inteligencia); en palabras del avezado Grimaldos: “Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, España se convierte en un hervidero de espías. Las tramas urdidas por alemanes, soviéticos, británicos y norteamericanos, principalmente, se entrecruzan en un enloquecido mercado de información y contrainformación”.
La devastación de la pasada guerra civil, y la precaria posición neutral de España en el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, pondrán contra las cuerdas al gobierno nacional –en lo que a recepción internacional se refiere-, pese a que dentro del país la aceptación del Caudillo y sus políticas de estabilización fueran máximas entre la población (desgarrada por las cicatrices que dejó el totalitarismo rojo, con su terror como principal divisa); para salir de aquel atolladero, Franco apeló a las bases de la economía cristiana, sostenida e inspirada en la doctrina social de la Iglesia; en sus propias palabras (7 de marzo de 1946): “Para mí el progreso económico tiene tres bases principales: la propiedad particular, indispensable estímulo para el trabajo y la creación de actividades; la iniciativa privada, fuente generadora de riquezas y de multiplicación de bienes, y el capital constituido por la acumulación del ahorro, indispensable para el desarrollo y vida de cualquier clase de empresas. Si se destruyen estos tres principios, como se ha hecho en los países marxistas, se va a un desastre seguro. Y esto es lo que ha sucedido con el marxismo durante estos últimos cincuenta años”.
Las primeras embestidas foráneas no se harán esperar, y el 13 de diciembre de 1946 –por iniciativa del genocida comunista Stalin-, la Asamblea General de la ONU condena a España al ostracismo con su Resolución 39; en consecuencia, los representantes diplomáticos deben abandonar Madrid; entre medias, la erosión de las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética comienza a pasar factura a tan oportunista coalición, y la nueva bipolaridad no tarda en manifestarse: 1947 es el año oficial del inicio de la Guerra Fría, una expresión acuñada por el consejero del presidente Truman, Bernard Baruch, en un discurso pronunciado el 16 de abril (aunque dos años antes ya había sido utilizada por George Orwell en un artículo titulado “Usted y la bomba atómica”).
Por interés de los Estados Unidos, el 4 de noviembre de 1950 –es decir, al mes siguiente de la puesta en circulación del memorándum desclasificado aquí traído- se revoca la recomendación que obstruía el acceso de España a formar parte de los organismos internacionales, así en virtud de la Resolución 386 de la Asamblea General de la ONU. Este cambio de actitud de los norteamericanos con respecto a España se funda en pretextos coyunturales, a saber: la óptima situación geográfica del país y el acusado anticomunismo del gobierno de Franco; dos factores que pueden ser de vital importancia para el bloque occidental.
Siete meses después, en junio de 1951, la administración Truman envía a Madrid al Almirante Forrest Sherman, jefe de operaciones navales estadounidenses. Arrancan así las negociaciones en torno al establecimiento de bases militares norteamericanas en España. El 16 de junio tiene lugar la primera entrevista entre Sherman y el Generalísimo (el Almirante moriría un mes después en Nápoles, el 22 de julio, tras una crisis cardiaca).
Hito importante, el 27 de agosto de 1953 se produce la firma del concordato entre el Estado español y la Santa Sede, con la consagración del carácter confesional de la España del Caudillo y el respaldo de la Iglesia al régimen. Es el sólido catolicismo romano de Franco uno de los aspectos que más va a encocorar a los protestantes norteamericanos, carcomidos muchos de ellos por el espíritu de la logia masónica.
Al mes siguiente se firman, un 23 de septiembre, los llamados Pactos de Madrid, tres acuerdos bilaterales de cooperación entre España y los Estados Unidos. Con esta maniobra, el franquismo queda teóricamente respaldado en la escena internacional tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, anunciándose el final del durísimo aislamiento previo. El tercero y más importante de estos acuerdos va a permitir el inminente establecimiento de cuatro bases militares estadounidenses en suelo español: una naval (Rota) y otras tres aéreas (Morón, Torrejón y Zaragoza).
La Guerra Fría vivirá uno de sus picos más pronunciados el 14 de mayo de 1955, con la firma del Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua –también conocido como Pacto de Varsovia-: diseñado por la Unión Soviética, supone un hipotético fortalecimiento de los países del bloque del Este con el objeto de contrarrestar dos amenazas en curso: la pujanza desestabilizadora de la OTAN y, sobre todo, el rearme de la República Federal Alemana tras la derrota de 1945.
Las hábiles políticas sociales del General Franco, estructuradas en un modelo integral de justicia social –y a su vez apoyadas en el programa equitativo falangista- permitirán el definitivo despegue de España entre las economías más sólidas del globo, como se verá en los próximos lustros.
La culminación de este viraje de salida tendrá su remate el 21 de diciembre de 1959, con la visita del presidente Eisenhower a España, en cuanto obvio espaldarazo definitivo a la España de Franco por el principal hombre del bloque occidental. Otro triunfo que al fin y al cabo ratificaba al Caudillo como modelo integral de estadista, preclaro y visionario en sus determinaciones, capaz de superar las más enrarecidas contingencias; cedamos la palabra al General Vernon Walters: “¿A que no encuentran un solo extranjero –excepto los marxistas- que no reconozcan el patriotismo de Franco y los grandes servicios prestados a España y a los españoles? Acallemos las discrepancias nacionales porque Francisco Franco fue siempre un patriota y un gran español”.