Hoy me he levantado con el corazón repleto de alegría … Es el regalo que me traigo de una peregrinación de Medjugorje, en donde la Santísima Vírgen me colma de gracias que no merezco. Vuelvo sin tener miedo a nada: a los problemas, a los disgustos, a las críticas permanentes de aquellos que no me aman, al “qué dirán”…
HACE DIEZ años la Santísima Virgen me concedió en Medjugorje la enorme gracia de mi conversión. Desde entonces el camino ha sido a la vez maravilloso y empinado. Pero he perseverado, enamorada profundamente de Cristo y de sus enseñanzas, contra viento y marea. Desde entonces “Por Él y con Él”, es mi lema.
Durante estos diez años he soñado con poder estar presente en alguna de las apariciones. ¡El Señor no me lo permitía y esto me producía mucho desconsuelo! Me preguntaba por qué yo, que he llevado tantas personas a través de mis libros a Medjugorje, no era capaz de disfrutar nunca de este precioso regalo, mientras que todas ellas me contaban que lograban estar en alguna. “Vaya”, pensaba, “¿y por qué yo no?”
En esta peregrinación, el vidente Iván ha tenido la delicadeza de avisar a los peregrinos de que la aparición sería a las diez de la noche en el monte. Con cuánta ilusión subí. ¡Por fin estaría presente en un momento tan especial y tan esperado por mí! Pero cuando llegamos no veíamos apenas el suelo (aunque el cielo estaba estrellado, no había luna). Una gran multitud de peregrinos me obligó a estar alejada del lugar de la Cruz Azul, lugar donde Nuestra Preciosa Madre se aparecería. ¡Ni siquiera podía ver al vidente! y así, espachurrada entre mucha gente, esperé con impaciencia el momento.
Por fin sucedió … Pero nada vi. ¡Tantos años soñando con estar presente y ahora ni siquiera sentía nada! Bajé del monte confusa y pensativa. ¡Me tropecé con un sacerdote a quien yo había convencido para peregrinar que me dijo, lleno de alegría, que había estado junto al vidente y había presenciado cómo entraba en éxtasis! “Vaya hombre…”,pensé “¡Está claro que la Santísima Vírgen no quiere que disfrute de un momento tan del Cielo!” Enfurruñada seguí mi camino hacia mi pensión… y entonces ocurrió. Y sucedió como siempre me hace saber las cosas el Señor: sin ver nada, sin captar físicamente nada.
Y así, sin esperarlo ni pedirlo me invadió de pronto un gozo infinito acompañado de un entendimiento clave que hasta ahora no había sido capaz de entender. La información, clara y perfecta fue ésta: “No hace falta estar cerca de ningún vidente… sólo hace falta estar a los pies del Sagrario. Es ahí donde sucede precisamente lo mismo que en todas estas apariciones, es decir, la presencia viva, la presencia vibrante y real de todo un Cielo. Delante del Sagrario está el Señor, la santísima Virgen, todos los santos y los ángeles en permanente adoración”. Ya está, estas fueron las palabras que me retumbaron por dentro, que me hicieron estremecer hasta lo más profundo de mi ser. Comencé a tener ganas de gritar, de bailar de alegría:
¡¿Cómo había estado tan ciega?! ¡Todos estos años soñando con estar en una de las apariciones de los videntes y resulta que las apariciones las tenía vivas en cada Sagrario de mi ciudad! Llegué a la pensión exultante y tan feliz que pensé que no lo resistiría. Ahora llevo dentro de mí el convencimiento profundo de la real presencia de mi Dios vivo en el Sagrario.
¡¡Nunca me va a abandonar ya esa realidad!! Esa noche no pude dormir … Estaba feliz, como la novia que se casa al día siguiente y espera impaciente la llegada del alba. En cuanto salió el primer rayo de sol ya quería enredar en el monte, en la iglesia, donde fuera con tal de estar cerca de mi Jesús, para no apartarme de Él jamás, ni un milímetro.
María Vallejo Nágera