lunes, 4 de enero de 2021

*Encíclica LUMEN FIDEI de Papa Francisco. Satanás contra la unidad e integridad de la Fe. Nueva Era y Herejías Gnósticas

Encíclica LUMEN FIDEI de Papa Francisco 
Herejías Gnósticas y Nueva ERA
Santiago Clavijo
4 ENE 2021
Satanás contra la unidad e integridad de la Fe

(Encíclica LUMEN FIDEI) 

47. La unidad de la Iglesia, en el tiempo y en el espacio, está ligada a la unidad de la fe: « Un solo cuerpo y un solo espíritu […] una sola fe » (Ef 4,4-5). Hoy puede parecer posible una unión entre los hombres en una tarea común, en el compartir los mismos sentimientos o la misma suerte, en una meta común. Pero resulta muy difícil concebir una unidad en la misma verdad. Nos da la impresión de que una unión de este tipo se opone a la libertad de pensamiento y a la autonomía del sujeto. En cambio, la experiencia del amor nos dice que precisamente en el amor es posible tener una visión común, que amando aprendemos a ver la realidad con los ojos del otro, y que eso no nos empobrece, sino que enriquece nuestra mirada. El amor verdadero, a medida del amor divino, exige la verdad y, en la mirada común de la verdad, que es Jesucristo, adquiere firmeza y profundidad. En esto consiste también el gozo de creer, en la unidad de visión en un solo cuerpo y en un solo espíritu. En este sentido San León Magno decía: « Si la fe no es una, no es fe »[40].

¿Cuál es el secreto de esta unidad? La fe es « una », en primer lugar, por la unidad del Dios conocido y confesado. Todos los artículos de la fe se refieren a él, son vías para conocer su ser y su actuar, y por eso forman una unidad superior a cualquier otra que podamos construir con nuestro pensamiento, la unidad que nos enriquece, porque se nos comunica y nos hace « uno ».

La fe es una, además, porque se dirige al único Señor, a la vida de Jesús, a su historia concreta que comparte con nosotros. San Ireneo de Lyon ha clarificado este punto contra los herejes gnósticos. Éstos distinguían dos tipos de fe, una fe ruda, la fe de los simples, imperfecta, que no iba más allá de la carne de Cristo y de la contemplación de sus misterios; y otro tipo de fe, más profundo y perfecto, la fe verdadera, reservada a un pequeño círculo de iniciados, que se eleva con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida, más allá de la carne de Cristo. Ante este planteamiento, que sigue teniendo su atractivo y sus defensores también en nuestros días, san Ireneo defiende que la fe es una sola, porque pasa siempre por el punto concreto de la encarnación, sin superar nunca la carne y la historia de Cristo, ya que Dios se ha querido revelar plenamente en ella. Y, por eso, no hay diferencia entre la fe de « aquel que destaca por su elocuencia » y de « quien es más débil en la palabra », entre quien es superior y quien tiene menos capacidad: ni el primero puede ampliar la fe, ni el segundo reducirla[41].

Por último, la fe es una porque es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo espíritu. En la comunión del único sujeto que es la Iglesia, recibimos una mirada común. Confesando la misma fe, nos apoyamos sobre la misma roca, somos transformados por el mismo Espíritu de amor, irradiamos una única luz y tenemos una única mirada para penetrar la realidad.

48. Dado que la fe es una sola, debe ser confesada en toda su pureza e integridad. Precisamente porque todos los artículos de la fe forman una unidad, negar uno de ellos, aunque sea de los que parecen menos importantes, produce un daño a la totalidad. Cada época puede encontrar algunos puntos de la fe más fáciles o difíciles de aceptar: por eso es importante vigilar para que se transmita todo el depósito de la fe (cf. 1 Tm 6,20), para que se insista oportunamente en todos los aspectos de la confesión de fe. En efecto, puesto que la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia, quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Los Padres han descrito la fe como un cuerpo, el cuerpo de la verdad, que tiene diversos miembros, en analogía con el Cuerpo de Cristo y con su prolongación en la Iglesia[42]. La integridad de la fe también se ha relacionado con la imagen de la Iglesia virgen, con su fidelidad al amor esponsal a Cristo: menoscabar la fe significa menoscabar la comunión con el Señor[43]

La unidad de la fe es, por tanto, la de un organismo vivo, como bien ha explicado el beato John Henry Newman, que ponía entre las notas características para asegurar la continuidad de la doctrina en el tiempo, su capacidad de asimilar todo lo que encuentra[44], purificándolo y llevándolo a su mejor expresión. La fe se muestra así universal, católica, porque su luz crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia.

49. Como servicio a la unidad de la fe y a su transmisión íntegra, el Señor ha dado a la Iglesia el don de la sucesión apostólica. Por medio de ella, la continuidad de la memoria de la Iglesia está garantizada y es posible beber con seguridad en la fuente pura de la que mana la fe. Como la Iglesia transmite una fe viva, han de ser personas vivas las que garanticen la conexión con el origen. La fe se basa en la fidelidad de los testigos que han sido elegidos por el Señor para esa misión. Por eso, el Magisterio habla siempre en obediencia a la Palabra originaria sobre la que se basa la fe, y es fiable porque se fía de la Palabra que escucha, custodia y expone[45]. En el discurso de despedida a los ancianos de Éfeso en Mileto, recogido por san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, San Pablo afirma haber cumplido el encargo que el Señor le confió de anunciar « enteramente el plan de Dios » (Hch 20,27). Gracias al Magisterio de la Iglesia nos puede llegar íntegro este plan y, con él, la alegría de poder cumplirlo plenamente.


Si Amenábar en su película “Ágora” defiende a los gnósticos del siglo IV (supongo que también a Prisciliano, obispo herético de Ávila ejecutado por el emperador Máximo) será porque está en el ajo de la "Nueva Era" eslabón último de la cadena gnóstica, como denunció Juan Pablo II (*).
El primer hereje del Gnosticismo fue el mago Simón de Samaria en tiempos de los apóstoles. Desde San Ireneo, obispo de Lyon (siglo II), hasta Clemente XII (1738) y todos los Papas posteriores, el Gnosticismo es considerado como el principal enemigo del cristianismo. Es la base filosófica y religiosa de la Masonería.

La "Nueva ·Era" es una religión sincrética que aglutina religiones orientales, herejías gnósticas e ideologías masónicas. Su objetivo es la destrucción de la Iglesia católica mediante la sustitución, ya que los seres humanos por ley natural necesitan creer en algo superior y el ateísmo ha fracasado después de dos siglos. El relativismo, la ideología de género y la educación para la ciudadanía son los frutos perversos del Gnosticismo y la Masonería. 

Una élite plutocrática de ideología socialmasónica totalitaria está al servicio de Satanás. El gran desarrollo de la ciencia y la ingeniería psicosocial ha acelerado el proyecto de gobierno mundial, documentado desde la carta de Pike a Mazzini (1871) conservada en un museo británico.
(*): Juan Pablo II. "Cruzando el umbral de la Esperanza". Plaza&Janes 1994 (Capítulo 14, página 105):...renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age.


Satanás está en la cúspide del Poder en la sombra, es el capitán general de las fuerzas del Mal que trata de destruir desde hace veinte siglos a la Iglesia de Jesucristo. Mediante el pecado corrompe a los hombres, su estado mayor está formado por herejes, filósofos e ideólogos. A partir del siglo XX los grandes banqueros toman las riendas del poder gracias a la extraordinaria riqueza acumulada con las guerras, monopolios y la especulación financiera. El desarrollo tecnológico y de los medios de comunicación hacen posible el control de las naciones por unos pocos.

El Gnosticismo, inventado por Satanás y adaptado a cada época, es la espina dorsal del pensamiento anti-católico, que estructura las ideologías al servicio del Poder. Lo que apoya la tésis de la Conspiración luciferina contra la Iglesia: “Los supercapitalistas de los miles de billones de dólares tratan de implantar un "Nuevo Orden Mundial", una "Religión única" (New Age) y un "Gobierno supranacional en la sombra”.

La enumeración cronológica de las principales doctrinas de la era cristiana demuestra que la “cadena gnóstica” no es una paranoia de “conspiranoicos”:
  • Las herejías de los primeros siglos, especialmente el arrianismo, tuvieron en la Biblioteca de Alejandría (capital intelectual del oriente mediterráneo) el crisol de la gnosis antigua: fusión de judaísmo, zoroastrismo, neoplatonismo y cristianismo. 
  • La teocracia imperialista del falso profeta Mahoma (siglo VII) es también una religión sincrética de base gnóstica.
  • La herejía cátara-albigense (siglo XIII) revive el gnosticismo unido a ciertas corrupciones platónicas, primacía homosexual y colectivismo comunista. 
  • -El humanismo neoplatónico de la Academia florentina (siglo XV) es un gnosticismo paganizante, el elemento decisivo de la Modernidad que llega a nuestros días. 
  • La herejía protestante (siglo XVI) es una rebeldía antropocéntrica de base humanista y raíces gnósticas, herméticas y neoplatónicas.
  • El racionalismo cartesiano (siglo XVII) conecta la gnosis antigua con la moderna, abrió los caminos del subjetivismo y del idealismo.
  • La masonería es gnosis, según W. Hannah, el más importante tratadista sobre el secreto masónico. En 1717 se funda la Gran logia de Inglaterra y se proclaman las Constituciones masónicas de Anderson.
  • El gnosticismo maniqueo de los Iluminados de Baviera está presente en los ambientes enciclopedistas prerrevolucionarios de Francia y se incorporó a la masonería por medio de Mirabeau, el fundador del club de los Jacobinos. La corriente moderna de los “iluminados” dará origen a la “New Age”, denunciada por Juan Pablo II. 
  • El enciclopedismo francés que pretendió monopolizar la Ilustración, está emparentado con el gnosticismo moderno, base de la masonería especulativa. Voltaire perteneció a la famosa logia masónica de París las “Nueve Hermanas”, fue el mayor enemigo de los Jesuitas, de la Iglesia y del Dios único.
  • El espíritu revolucionario hegeliano, marxista y anarquista es la versión secularizada del ascetismo gnóstico. Rebrotó en la rebelión juvenil de 1968 y en los teóricos radicales del nuevo socialismo presuntamente democrático, cuyo miembro más influyente es H. Marcuse de la Escuela de Frankfurt, que pretende la liberación como resultado de la destrucción de todo tipo de orden. 
  • La gnosis moderna tiene su origen en Kant, el gran filósofo que declara a Dios incognoscible para la razón pura. El influjo gnóstico está presente en la gran literatura francesa del siglo XIX: Zola, Baudelaire y sobre todo Víctor Hugo, relacionado con el satanismo, objeto predilecto de la Gnósis. 
  • Nietzsche es el gran autor de la teoría de la muerte de Dios que tiene raigambre gnóstica. La teología de la liberación sigue a Nietzsche, Marx y a la escuela neosocialista de Frankfurt. El hombre moderno está sometido a la metodología gnóstica que predica la liberación como paso a lo universal, lo colectivo y lo general, por renuncia a la existencia individual e indiferencia al destino personal. 
  • Isaac Asimov que ha extasiado a los aficionados de la ciencia-ficción con la tetralogía de la "Fundación" y su protagonista el profeta Seldon, inventor de la psico-historia, es un gnóstico en versión judía; su planeta hipercolectivo Gaia es una concepción altamente gnóstica. 
  • Umberto Eco en “El péndulo de Foucault” pretende realizar la historia del esoterismo pero es realmente una exaltación del gnosticismo. Los gnósticos están entre nosotros, hay una permanente infiltración en la filosofía, en la literatura, en el cine y sobre todo en las secciones culturales de los medios de comunicación. Es el proyecto de Satán desde la fundación de la Iglesia hasta el "Juicio final "(Apocalípsis).
RELACIONADO
  • Ricardo de la Cierva. Las puertas del infierno (2006) 
  • Juan Pablo II. Cruzando el umbral de la esperanza (1994)
  • E. Couvert. La gnósis universal (1989) 
  • A. del Noce. Violencia y secularización de la gnósis (1980)