lunes, 10 de mayo de 2021

***La Iglesia contra FRANCO

La Iglesia contra Franco
Por Toribio 
 7/5/2021 

El concilio Vaticano II –mejor decir el postconcilio con su torticera interpretación y peor praxis de los textos oficiales del mismo– supuso, además del inicio de una profunda crisis en el seno de la Iglesia, que tras décadas no deja de agravarse, el pistoletazo de salida no sólo de su traición a Franco y al Régimen, sino también de su alevosa y premeditada labor en contra de ambos.

Curas «obreros»

Con el Vaticano II (anunciado en 1959 y desarrollado entre 1963 y 1965), llegó para la Iglesia el triunfo del ecumenismo mal interpretado; el aggiornamento o mundanización; el acercamiento al marxismo-leninismo en cualquiera de sus múltiples formas dejándose infiltrar por él e incluso dándole cobijo; el sometimiento al liberalismo bajo forma de «democracia inorgánica» como única fórmula política válida; la práctica de la solidaridad y la filantropía, ambas antítesis de la caridad; preferencia de «los social» por encima de «lo espiritual», curas obreros incluidos; la asunción a ultranza del pacifismo, la no-violencia, el diálogo y… consecuentemente la indefensión; la desacralización del Santo Sacrificio de la Misa y de otros rituales eclesiásticos; la dispersión de los fieles, el abandono de los sacramentos y la permisividad con las malas costumbres que se extendían ya como manchas de aceite, prácticas sexuales anticatólicas incluidas; el abandono de la sotana, primero, y del clériman después, para terminar sorprendiendo a los fieles al ver, finalmente, a su cura de siempre de paisano, el atasco en la puerta de la secularización de sacerdotes y religiosos para volver a la parroquia a continuación para casarse, unos, otros ni siquiera eso porque optaron por el amancebamiento, y hasta la puesta en solfa de los textos bíblicos o el Credo. La conclusión, según Michel Ofray, filósofo ateo y por ello nada sospechoso, «La Iglesia precipitó el movimiento hacia adelante que anunciaba su caída».

En la España aún católica y practicante, en Franco y en la parte mayoritaria aún sana del Régimen, el impacto fue aún mayor que en otras partes del mundo, para qué decir la desolación que cundió en el Caudillo, hijo fidelísimo de la Iglesia. Cuando al poco, incluso se viera que el separatismo vascongado y el terrorismo de ETA nacían en las sacristías, así como el incipiente sindicalismo comunista de CCOO también, el estupor fue ya descomunal. También conforme obispos y curas y religiosos, cada día más en aumento, tiraban ya descaradamente contra Franco y el Régimen, renegando de aquella Cruzada a la que le debían hasta la vida, además de la Fe y que fuera bendecida por la Iglesia. «¡Pobre Iglesia, y pobre España!» (Aniceto de Castro, de Acción Católica)

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Pablo VI

El ascenso al papado de Pablo VI, discípulo de Maritain, cuyo padre había sido diputado democratacristiano –corriente que ya giraba hacia la izquierda para terminar siendo absorbida/destruida por ella– y que cuando era arzobispo de Milán intercedió ante Franco por el terrorista anarquista Jorge Conill sentenciado a muerte por sus crímenes, nada bueno auguraba. En 1969, Pablo VI en un discurso llegaría a comparar la situación de la España de Franco con Vietnam y Nigeria creando una ola de indignación monumental. La designación del ladino cardenal Tarancón como su hombre para España lo iba a demostrar hasta la saciedad.

Pues bien, algunos de los aldabonazos más importantes de la labor de acoso y derribo de la Iglesia contra Franco y el régimen a raíz del vaticano II, fueron los siguientes:


Creación de la editorial Taurus (publicó las obras completas del modernista Pierre Teilhard de Chardin) que amparó a los emergentes curas, filósofos y profesores «progresistas», o sea, marxistas-leninistas, tales como José Mª Díez Alegría (revisionista hasta la negación del derecho natural católico), José Mª González Ruiz (que defendía que el catolicismo era esencialmente materialista), José Luis López Aranguren (fanatico defensor del diálogo entre cristianismo y marxismo), Eduardo García de Enterría y Lorenzo Martín Retortillo, cuya coordinada labor de zapa en la universidad y la juventud en general resultaría demoledora.
Otras editoriales del mismo sesgo que la anteriormente citada serían Alianza, Guadarrama, Península, Triunfo y, sobre todo, Cuadernos para el Diálogo a cuya cabeza se puso la «monja alférez», o sea, el reconocido traidor Joaquín Ruiz-Jiménez.
Discípulos aventajados de los citados, fueron Enrique Iniesta, José Mª Llanos, Miret Magdalena (que tiraba con bala contra la unidad religiosa y defendía la «conciencia personal»), Antonio Aradillas y José Luis Martín Vigil (autor de «Los curas comunistas»).
La llegada a España desde Hispanoamérica de la novedosa, y por lo tanto herética, Teología de la Liberación manifiestamente marxistizada, auténtico lobo con piel de oveja.

Llanos y «La Pasionaria»

El Instituto Fe y Secularidad, de los jesuitas Álvarez Bolado y Gómez Caffarena, cuyo nombre lo decía todo y cuyo objetivo era igualmente el «diálogo» entre catolicismo y marxismo.
El P. José Mª Llanos, a la vanguardia de los «curas obreros» desde el Pozo del Tío Raimundo, comunista declarado con carnet del entonces aún clandestino PCE, seguido de cerca por el P. Francisco García Salve, afiliado a CCOO y, cómo no, al PCE.

El grupo Cristianos por el Socialismo, cuyo nombre les hacía, al menos, libres de engaño en cuanto a su origen y objetivos, fundado por Juan García Nieto, que contaba entre sus más destacados miembros a Alfonso Carlos Comín Ros, dotado de enorme elocuencia y carisma, bien que en dirección más que errada (procedía del carlismo), defensores de un cristianismo manifiestamente marxista y revolucionario.

Los primeros sindicatos marxistas-leninistas clandestinos, tales como la Unión Sindical Obrera, las Comisiones Obreras (CCOO), la Organización Revolucionaria de Trabajadores y las Juventudes Obreras Católicas (JOAC) que tantos quebraderos de cabeza dieron, sorprendentemente en una España en pleno y galopante desarrollo, donde precisamente la clase obrera prosperaba como nunca y estaba protegida como en ningún lugar. Todos incubados y amparados en las sacristías.
El Monasterio de Montserrat se erigió descaradamente en bastión separatista, mientras que los clérigos vascongados, en su mayoría, sustentaban al clandestino PNV marchando igualmente hacia el separatismo y… a la justificación y respaldo del terrorismo.

En 1971, la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes fue todo un escándalo, no sólo por la forma en que se convocó y desarrolló, caracterizándose por la más grosera de las manipulaciones, eso sí, consecuente con su sello de identidad marxista-leninista por excelencia, sino porque llegó a proponerse y votarse una propuesta que rezaba así «Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser ministros de reconciliación en el pueblo dividido por una guerra entre hermanos», repugnante sofisma antihistórico que igualmente apestaba a marxismo-leninismo, que consiguió 123 votos a favor, 113 en contra y 10 nulos, no aprobándose sólo porque hacia falta dos tercios a favor que no consiguió; pero el daño estaba ya hecho.

El Régimen, fiel al Estado de Derecho por él mismo implantado, ajustándose escrupulosamente a la ley, e incluso dulcificándola, intentó combatir la marea de ataques privados y públicos que recibía todos los días desde posiciones pretendidamente católicas, para más inri amparadas por la jerarquía eclesiástica. Hubo multas a curas por homilías incalificables desde todo punto de vista, pero más aún desde el sacerdotal y utilizando el púlpito. Notas de queja y llamadas al orden a obispos. Incluso se erigió en 1967 con el visto bueno de Franco, dolido hasta lo indecible, la «Cárcel Concordataria» para sacerdotes en Zamora para encerrar en ella, y no en las otras, a los curas díscolos que se pasaban de la raya no sólo eclesiásticamente sin que los obispos hicieran valer su autoridad, sino también de la civil y penal.

Sacerdotes vascongados en la cárcel concordataria en 1967

¿Hubo reacciones y quienes dieron la cara combatiendo tanto desvarío? Pues sí, claro. Por ejemplo la editorial Iglesia-Mundo, la Hermandad Sacerdotal fundada en 1969 por el P. Miguel Oltra que fuera capellán de la División Azul, Mons. Guerra Campos, y los intelectuales y políticos Gonzalo Fernández de la Mora, Utrera Molina y Blas Piñar. Pero poco pudieron hacer porque el mal se extendía, como siempre, con una facilidad y rapidez increíbles y porque desde la más alta jerarquía eclesiástica, o sea, desde el Papa y el Vaticano, se saboteaba sistemática y eficazmente su labor, dejándoles huérfanos y solos ante el peligro que solamente ellos veían

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La profanación de la sepultura de Franco contó con la connivencia del Vaticano y la activa colaboración del cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, tamaña afrenta lo dice todo

Con el fallecimiento del Caudillo el desmadre eclesiástico fue ya absoluto, llegando hasta nuestros días en los que podemos ver, palpar y sufrir la desolación espiritual y moral en que se ha sumido España, de la cual tiene mucha culpa, muchísima, la Iglesia que en vez de pastorear a dispersado a las ovejas.

PD-1.- Dicen que cuando Franco tuvo que aceptar por obediencia católica el nuevo concepto de «libertad religiosa», que se cargaba el de confesionalidad del Estado, lloró.

PD-2.- El propio Franco, defensor fiel hasta límites heroicos de la Iglesia, hubo un momento en que, para presionarle, estuvieron a punto de excomulgarle. Ver para creer.

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