Los censores católicos en la Edad de Oro de Hollywood:
un éxito de influencia a un coste muy alto
4 junio 2021
Hubo un tiempo en el que la industria cinematográfica de Hollywood decidió someterse a un código moral para facilitar la comercialización de sus productos. En la elaboración y aplicación de dicho código tuvieron una parte decisiva varios católicos.
Fue un éxito de influencia social en un país como Estados Unidos, culturalmente protestante, y en un ámbito de fuerte presencia judía. Pero ¿fue beneficioso a largo plazo? Christopher Shannon, miembro del Departamento de Historia del Christendom College de Virginia (Estados Unidos), ofrece una consideración al respecto en un artículo publicado en Catholic World Report (los ladillos son de ReL):
Lecciones de la censura católica durante la Edad de Oro de Hollywood
El domingo 25 de abril, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas celebró su 93ª edición de los Óscar. A punto de cumplir cien años, y en su afán por mantener la actualidad, solo consiguió demostrar su edad. Mientras en el pasado los espectadores acababan cansados por la duración de la ceremonia, los espectadores que hayan decidido ver esta edición tal vez solo hayan acabado agotados al ver el esfuerzo realizado para recuperar la magia que la noche de los Óscar tenía antaño en la imaginación del público estadounidense.
Consenso cultural
A mediados del siglo XX, Hollywood era el cuentacuentos de Estados Unidos. Las experiencias unificadoras de la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y la prosperidad de la posguerra se entendieron, en su mayoría, gracias a las historias contadas en las películas de Hollywood; en palabras del historiador Robert Sklar, la cultura estadounidense de ese periodo estaba "hecha de cine".
Y también fue, de manera significativa, católica. La capacidad de Hollywood para hablar, al mismo tiempo, a Estados Unidos y en nombre de Estados Unidos reflejaba su afirmación de un consenso cultural enraizado en un consenso moral articulado, protegido por los sacerdotes y laicos católicos que ayudaron a dar forma al censor interno de Hollywood, la Production Code Administration [la Administración del Código de Producción, PCA sus siglas en inglés], creada en 1934.
El papel de los censores católicos en la Edad de Oro de Hollywood es tanto una historia de éxito del poder del activismo católico, como una historia que advierte sobre la reducción de la cultura a moralismo.
Por qué los católicos
El ascenso de Hollywood a la posición de defensor de la moral estadounidense no era en absoluto inevitable. El cine era una nueva forma de entretenimiento y la propia novedad sugería una amenaza potencial para la tradición. Puede que Thomas Edison reclamara las patentes de gran parte de la primera tecnología cinematográfica, pero el cine como medio de entretenimiento creció lejos del entorno cultural anglo-protestante del "mago de Menlo Park".
La cultura de los primeros años del cine se formó en el contexto de la ciudad de los inmigrantes; como ha subrayado el historiador Neal Gabler, los empresarios que crearon Hollywood eran, en su inmensa mayoría, judíos estadounidenses.
Los católicos eran idóneos para mediar entre estos dos mundos: suficientemente cristianos para relacionarse con los protestantes y suficientemente étnicos para relacionarse con los judíos. Cuando Al Smith, el ex gobernador del estado de Nueva York, irlandés y católico, se presentó como candidato a la presidencia en 1928, los enemigos protestantes trataron de cuestionar su moralidad personal relacionando su religión y su origen étnico con Hollywood: un portavoz del Ku Klux Klan acusó a Smith de "conseguir el voto de la banda cinematográfica judía-jesuita que quiere que las películas de sexo y los programas dominicales acuñen millones mediante la corrupción de la juventud". Si las acusaciones de corromper a la juventud eran un poco extremas, el KKK era, al menos, bastante preciso en su interpretación del perfil étnico-religioso de Hollywood.
La inquietud moral
La preocupación por la influencia moral perjudicial que podía tener el cine estuvo presente en la creación de la industria cinematográfica. Si el Hollywood de los inicios convirtió a Mary Pickford en "la novia de América", también tuvo a Gloria Swanson como representación de la femme fatale de Estados Unidos.
Mary Pickford (izquierda) y Gloria Swanson en los años 20
Independientemente de lo que ocurriera en la pantalla, las salas de cine ofrecían, como mínimo, una oportunidad para que los hombres y las mujeres solteros pasaran horas a solas en la oscuridad.
A pesar del esfuerzo de Hollywood por cultivar una imagen limpia, en los periódicos abundaban las historias de chicas de pueblos pequeños que se trasladaban a California para convertirse en estrellas de cine y acababan convertidas en mujeres deshonradas; para las que se convertían en estrellas, el casting de sofá [favores sexuales a cambio de promoción] era un secreto a voces.
Una serie de escándalos a principios de la década de los años 20, incluida la implicación del popular cómico Fatty Arbuckle en la muerte de una joven estrella en una fiesta salvaje de Hollywood, no hizo más que exacerbar la preocupación por el impacto negativo del cine en la moral estadounidense.
El Código Hays
Temerosos de perder el público familiar que habían cultivado con tanto esmero, los jefes judíos de los estudios contrataron al superprotestante Will Hays -ex director general de Correos y presidente del Comité Nacional Republicano- para que actuara como una especie de zar de la moral. En 1922, los magnates de los estudios nombraron a Hays director de una nueva organización comercial, la Motion Pictures Producers and Distributors of America (MPPDA), que pronto se conocería simplemente como la Oficina de Hays.
La MPPDA debía actuar como censor interno de Hollywood, garantizando que las películas promovieran valores sanos. Completamente fuera de su elemento, sin conocer la industria cinematográfica ni relacionarse con los profesionales del sector, Hays fue un gran fracaso como censor jefe de Hollywood.
Necesidad de un estándar nacional
Y aquí entraron los católicos. Aunque no eran tan prominentes como los judíos que dirigían los estudios, los católicos constituían un número considerable de los trabajadores que formaban parte del personal de la industria cinematográfica, incluidos los empleados en la serie de publicaciones de la industria, que iban desde las revistas especializadas hasta las revistas populares.
Martin Quigley, editor de la influyente publicación comercial Moving Picture World, era uno de esos católicos. Al igual que muchos profesionales de la industria, Quigley temía que el fracaso de la Oficina Hays pudiera causar un daño permanente a la capacidad de Hollywood para dominar el mercado familiar.
Parte del problema radicaba en la falta de una norma uniforme sobre lo que se consideraba una moral "familiar" adecuada. Con demasiada frecuencia, la Oficina Hays evaluaba el contenido moral de las películas solo después de su realización, en respuesta a las objeciones de una desconcertante variedad de juntas de censura estatales, cada una de las cuales tenía normas diferentes sobre lo que hacía que una película fuera "segura" para su visualización.
Los profesionales de Hollywood se dieron cuenta de la necesidad de una norma nacional común y temieron que el gobierno federal interviniera para proporcionarla, imponiendo regulaciones nacionales a la industria cinematográfica. Para salvar el mercado familiar y evitar el control federal, Quigley decidió que Hollywood necesitaba un código único, claro y uniforme que pudiera servir de guía en la producción de películas a fin de garantizar que su contenido moral fuera aceptable para todos los estadounidenses.
El jesuita y los obispos
¿Quién poseía en Hollywood tal sabiduría y visión de la vida moral? Quigley recurrió al padre Daniel J. Lord, S.J., que había trabajado como asesor religioso en la versión muda de Rey de Reyes, dirigida por Cecil B. DeMille en 1927.
Jesús ante Pilatos en "Rey de Reyes"
de Cecil B. DeMille (1927)
En 1930, Lord, con la ayuda de Quigley, redactó la lista de directrices morales que se conocerían como el Código de Producción. La Oficina de Hays demostró ser inepta en la aplicación práctica del Código. En 1934, Joseph Breen, un católico laico que trabajaba en la Oficina Hays, propuso la creación de un nuevo departamento dedicado a hacer cumplir el Código, la antes mencionada Administración del Código de Producción, dirigida nada menos que por el propio Breen.
Junto con estos avances dentro de la industria cinematográfica, los obispos católicos patrocinaron la formación de un grupo laico, la Legión de la Decencia, cuyo objetivo era promover y proteger la "decencia" en las películas y la cultura estadounidense en general. Se animó a los católicos, e incluso a los no católicos, a que se comprometieran personalmente a no ver películas indecentes.
La Legión trabajó estrechamente con Breen para asegurarse de que su rigurosa visión de la decencia guiara su juicio en los casos en que las películas parecían sobrepasar los límites del Código oficial de Hollywood. Algunos historiadores expertos en la Academia Cinematográfica como Gregory Black y Thomas Dougherty no han sido generalmente amables con la censura en general, ni con Breen ni la Iglesia católica en particular. Para ellos, como para algunos críticos de la época, todo ese esfuerzo parecía una conspiración católica para controlar la cultura estadounidense.
Un Óscar a la decencia
Para los católicos, la censura cinematográfica era simplemente un caso particular de lo que la Iglesia de la época denominaba Acción Católica. Arraigada en el lema de San Pío X, "restaurar todas las cosas en Cristo", y promovida con firmeza por Pío XI, la Acción Católica preveía un mundo transformado por los católicos laicos que trabajaban, como se decía, "en el ámbito" de todas las instituciones y las organizaciones modernas. Así, los trabajadores que fueran católicos formarían organizaciones laborales católicas, los estudiantes católicos formarían organizaciones estudiantiles católicas, etc.; o, alternativamente, como en el caso de la Legión de la Decencia/PCA, los católicos trabajarían dentro de las instituciones no católicas para restaurarlas en Cristo.
Lord, Quigley, Breen y la Legión de la Decencia lograron imponer su código moral en Hollywood durante los siguientes veinte años. La clase dirigente de Hollywood comprendió que Breen había contribuido a salvar la reputación de la industria en lo que concernía al entretenimiento familiar (y los ingresos de taquilla que se derivaban de esta reputación): cuando Breen se retiró del PCA en 1954, la Academia le concedió un Oscar honorífico por sus esfuerzos.
Entrega de los Oscar de 1954. En el minuto 2:04, el actor Charles Brackett, maestro de ceremonias, explica: "El Motion Picture Production Code es una firme protección contra los autoproclamados grupos de censura salvaje. Por su forma concienzuda, abierta y digna de gestionar una difícil tarea, la Academia concede un premio honorífico al señor Joseph Breen, administrador del Código", quien lo recoge.
El problema del Código de Producción en la perspectiva católica
¿Qué consiguieron esos esfuerzos? Como ejemplo de Acción Católica laica, ¿contribuyeron a acercar Hollywood a Cristo? El Código de Producción era, después de todo, un código moral supuestamente aplicable a personas de todas las creencias o de ninguna. Al igual que los católicos provida de hoy, la Legión de la Decencia afirmaba que no estaba imponiendo su fe particular en Hollywood, sino que defendía un consenso moral accesible a todos los estadounidenses.
Las directrices del código incluían afirmaciones como: "No se producirá ninguna película que rebaje el nivel moral de quienes la vean"; "Se presentarán normas de vida correctas..."; "No se ridiculizará la ley, natural o humana". ¿Cuáles eran exactamente estas normas? ¿Eran esas normas católicas o "neutrales"?
Un ejemplo: Sucedió una noche
En lugar de analizar las particularidades del código tal y como está escrito, intentaré responder a estas preguntas con una película clásica de la época que parecía superar los límites de la moralidad respetable: Sucedió una noche (1934), de Frank Capra.
La película de Capra, que es el estándar de oro del género de la screwball comedy [comedia de enredo], sigue las aventuras en la carretera de Ellie Andrews (Claudette Colbert) y Peter Warne (Clark Gable): ella es una heredera mimada que huye de los esfuerzos de su padre por impedir su matrimonio con un playboy poco recomendable; él, un reportero en busca de una historia de escándalo en la prensa sensacionalista.
El gran dilema moral y el centro de la tensión sexual de la película se produce cuando ambos, a la fuga y escasos de fondos, deben compartir una habitación de motel. Aunque la habitación tiene, convenientemente, dos camas individuales, acuerdan separar el espacio entre ambas con una manta colgada de una cuerda atada de pared a pared de la habitación: las famosas "murallas de Jericó" que separan a los dos adultos no casados y preservan la prohibición del sexo prematrimonial.
Clark Gable establece las "murallas de Jericó"
para pasar la noche en la habitación de Claudette Colbert
Aunque los estudios Columbia estrenaron la película antes de que la PCA comenzara a aplicar estrictamente el Código, Capra hizo la película con el Código en mente. Dejando a un lado la moralidad, las murallas sirvieron como un gran recurso cómico y proporcionaron un símbolo concreto de la tensión sexual, fundamental en toda buena comedia romántica desde Shakespeare. La película concluye con los dos esperando la nulidad del precipitado matrimonio de ella con el playboy: cuando esta llega, Peter y Ellie se casan y las Murallas se derrumban en una habitación de motel muy parecida a la que ocuparon cuando estaban huyendo.
La caída de las "murallas de Jericó".
El sexo y la idea de matrimonio
Sucedió una noche es una película entretenida, un ejemplo de lo mejor que produjo Hollywood en su época dorada. Sin embargo, ¿es un ejemplo de la restauración de todas las cosas en Cristo? ¿Cuál es exactamente el mensaje de la película? Con respecto al matrimonio, la película afirma la prohibición del sexo prematrimonial. Pero, ¿es el matrimonio simplemente una licencia para tener sexo?
La película termina donde empieza, en la carretera. Peter y Ellie consuman su amor dentro de los límites de la ley y la moral, pero siguen siendo vagabundos sin una conexión clara con nada que vaya más allá de ellos mismos y el carácter limitado de la ley. Aunque el padre de Ellie aprueba a Peter, su elección de un reportero de clase baja como marido es un rechazo a las expectativas, incluso a las obligaciones, de su entorno social y, también, de su fuga original con el playboy. Ellie y Peter se aman de verdad, pero no mucho más.
Para que esto no parezca un juicio demasiado duro para una comedia ligera, permítanme compararla con una comedia ligera de una época muy anterior, a saber: Como gustéis, de Shakespeare. Mucho antes de que Shakespeare fuera de estudio obligado para los aburridos estudiantes de secundaria, era un entretenimiento popular; era el cine de Hollywood de la era isabelina. En Como gustéis, la historia de amor de Rosalinda y Orlando comienza en un mundo social convulsionado por la lucha de poder en el seno de una familia noble. Huyendo del desorden, Rosalinda y Orlando se encuentran en un lugar mágico al margen de la sociedad dominante, el Bosque de Arden, que abre ciertas posibilidades transgresoras muy parecidas a la carretera de Sucedió una noche.
Sin embargo, las dos historias terminan de forma radicalmente distinta. Al final de Como gustéis, Rosalinda y Orlando se casan en el contexto del restablecimiento del orden social y político más amplio cuya alteración había provocado la huida de ambos al bosque. Solo el melancólico y antisocial Jaques decide permanecer en el bosque.
Una moral católica en una sociedad donde es postiza
Las comedias de enredo de los años 30 y 40 pueden alcanzar el nivel de Shakespeare en términos de arte cómico, pero siempre dentro de un mundo social que, en comparación, es superficial, en el que el amor romántico triunfa como el bien supremo al margen de casi cualquier norma externa. Salvo, por supuesto, la prohibición del sexo prematrimonial.
El amor romántico dentro de los límites de la castidad prematrimonial refleja una visión del matrimonio mucho más secular y victoriana que católica. La fusión de lo victoriano y lo católico fue el gran punto débil de activistas católicos como Daniel Lord y Joseph Breen. En la Edad de Oro de Hollywood, la ausencia de flagrantes afrentas a la moral católica ocultó la ausencia de un mundo social, religioso e incluso político más amplio en el que la moral católica tuviera sentido.
Lo que no previeron
De este modo, los católicos contribuyeron a la promoción de un tipo de individualismo moral que acabaría llevando a muchos a cuestionar esa última prohibición tan fielmente afirmada en el cine clásico de Hollywood.
La censura católica enseñó a Estados Unidos a mirar el entretenimiento comercial como una guía fiable de la moralidad. La decencia victoriana fue buena para el negocio en las décadas de 1930 y 1940. Cuando la televisión lo proporcionó gratuitamente en los años 50, Hollywood dio un paso más. También lo hizo Estados Unidos. Y también lo hicieron muchos católicos estadounidenses.
Traducción de Elena Faccia Serrano.