jueves, 18 de noviembre de 2021

***20N: Francisco Franco en el 46 aniversario de su muerte. EL OTRO FRANCO: El Franco intelectual que se pasó la vida leyendo entre batallas y guerras. Por Julio Merino

Francisco Franco en el 46 aniversario de su muerte. 
EL OTRO FRANCO: El Franco intelectual 
que se pasó la vida leyendo entre batallas y guerras
18 NOV 2021

ENTRE LAS «OPINIONES» Y LOS «HECHOS»

«Franco fue un asesino» (esto es una opinión), «Franco ha sido el mejor gobernante que ha tenido España en toda su historia» (esto es otra opinión)... «Franco fue jefe del Estado desde 1939 a 1975» (esto es un hecho).

«Azaña fue un loco que llevó a España al desastre» (esto es una opinión), «Azaña fue el mejor político de su tiempo» (esto es otra opinión)... «Azaña fue el segundo presidente de la II República» (esto es un hecho).

«Alfonso XIII fue el mejor rey que ha tenido España» (esto es una opinión), «Alfonso XIII se cargó la monarquía» (esto es otra opinión)... «Alfonso XIII fue declarado culpable de alta traición y fuera de la ley por la República» (esto es un hecho). Y para que no queden dudas de que esto fue un hecho, reproduzco el texto final que las Cortes Constituyentes aprobaron por mayoría absoluta la noche del 19 al 20 de noviembre (a las 3,30 de la madrugada) y que publicó el Diario de Sesiones al día siguiente:

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“Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue Rey de España, quien ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constitución del Estado ha cometido la más criminal violación del orden jurídico de su país, y, en consecuencia, el Tribunal soberano de la nación declara solemnemente fuera de la Ley a don Alfonso de Barbón Habsburgo y Lorena. Privado de la paz política, cualquier ciudadano español podrá aprehender a su persona, si penetrase en el territorio nacional.

Don Alfonso de Borbón será degradado de todas las dignidades, derechos y títulos que no podrá ostentar legalmente ni dentro ni fuera de España, de los cuales el pueblo español, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado, le declaran decaído, sin que pueda reivindicarlos jamás para él ni para sus sucesores.

De todos los bienes, derechos y acciones de su propiedad que se encuentren en el territorio nacional se incautará en su beneficio el Estado, que dispondrá del uso más conveniente que deba dárseles.

Esta sentencia se aprueba en las Cortes soberanas Constituyentes. Después de sancionadas por el Gobierno provisional de la República será impresa y fijada en todos los Ayuntamientos de España y comunicada a los representantes diplomáticos de todos los países, así como a la Sociedad de Naciones.

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Curiosamente, este texto ha sido silenciado por la mayoría de los historiadores «profesionales».

Pero volviendo al principio, los ejemplos de diferencias entre opiniones y hechos son infinitos y podríamos remontarnos hasta los tiempos de Viriato. Pero, no se trata de eso. Se trata de puntualizar que para entrar en la historia, para escribir de acontecimientos o personajes históricos, hay que hacerlo sabiendo distinguir y separando con bisturí las «opiniones» y los «hechos», porque las primeras, aunque sean honestas, no dejan de ser opiniones, y los segundos, aunque nos duelan, están ahí.

Es verdad que la historia la han escrito siempre los vencedores y que los vencedores también han manipulado los hechos, pero así como las opiniones son versátiles y pueden cambiar de un día para otro, los «hechos» son tercos y tan resistentes como el hierro. Se disfrazan, se embellecen, se blanquean, se ocultan... todo lo que se quiera y, sin embargo, «aunque la mona se vista de seda, mona se queda».

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Y digo todo esto porque estoy cansado de leer «libros de historia» en los que las opiniones se superponen a los hechos hasta, en muchos casos, hacerlos desaparecer. La imparcialidad y la objetividad ya no se llevan, hoy se escribe, incluso, la historia desde posiciones ideológicas y partidistas. Si el que escribe es comunista, Stalin fue un gran gobernante. Si el que escribe es socialista, el GAL no existió. Si el que escribe es de derechas, Aznar tuvo razón en lo de la guerra de Irak... y lo mismo pasa con los medios de comunicación, donde a veces un mismo hecho se presenta de forma totalmente diferente: Rafael Vera fue un gran servidor del Estado o Rafael Vera se aprovechó del Estado para hacerse rico (como finalmente la Justicia así ha determinado).

A eso le llaman, para justificarse, pluralismo, sin darse cuenta de que el pluralismo es bueno en materia de opiniones pero nunca cuando se entra en el campo de los hechos. Los hechos tienen que ser sagrados para todos... y lo que está pasando ahora mismo en España es justo lo contrario. Quizá porque dar una opinión no necesita esfuerzo y, además, confirmar o ratificar un hecho exige una gran labor de investigación. Las opiniones no cuestan nada y se reparten gratuitas por las calles o en los bares. Los hechos cuestan tiempo y dinero.

Pues bien, éste ha sido mi norte al escribir esta obra sobre Franco. Ni fui, ni soy franquista ni antifranquista, eso sí, 35 años de mi vida las pasé bajo el Régimen de Franco, porque yo como tantos españoles más, no pudimos marcharnos al extranjero y menos estudiar en la Sorbona, en Oxford, en Harvard o en Yale. Franco es para mí un personaje más de la historia y como tal pienso que hay que tratarlo. Naturalmente, tengo mi opinión sobre Franco, pero acepto y aplaudo, incluso, que haya otras opiniones, pero no que se desfiguren los hechos contrastados... y un hecho contrastado es que Franco fue uno de los militares más brillantes de la Guerra de Marruecos y un intelectual que, además, en tres ocasiones salvó a la República. Otra cosa sería si se hablase de su participación en el llamado Alzamiento Nacional, en la dirección militar de los denominados «nacionales» durante la Guerra Civil o sus casi cuarenta años como jefe del Estado español.

Para un lector imparcial las cosas deben estar muy claras: las opiniones son libres, pero los hechos son sagrados.”


Pues bien, en esta serie que hoy iniciamos hablaremos de:

La afición por la lectura
Franco y las primeras declaraciones a la prensa
Franco y los episodios nacionales de Galdós
Franco y Unamuno
Franco y Ortega
Franco y Valle-Inclán
Franco y Ganivet
Franco y el “Divino impaciente”

Pero ¿quién te manda
ser mi guardador, Ignacio?
El dolor de tu alma ardiente, Javier.
Me da pena verla arder
sin que dé luz ni calor.
Eres arroyo baldío que
por la peña desierta
va desatado y bravío...
Mientras se despeña el río
se está secando la huerta.

Franco y los Machado
Franco y “el problema militar”
Los artículos y “El diario de una bandera”
Y algunas opiniones sobre Franco

“Y el respeto y el amor por la verdad moral me empujan a confesar que la República española ha constituido un fracaso trágico. Sus hijos son reos de matricidio. No es menos cierto que ya no hay republicanos en uno y otro lado.

Desde el comienzo del movimiento nacionalista, he asentido a él explícitamente y he profesado al general Franco mi adhesión, tan invariable como indefectible. Me enorgullece y honra tener mi dos únicos hijos sirviendo como simples soldados en la primera línea del ejército nacional.

De Franco siempre he tenido la mejor opinión, lo cual vale bien poco, pues la opinión es sobremanera falible, singularmente la mía. Pero he tenido fe en él; y esto vale mucho más. Opinión o no opinión, fe o no fe, parece archievidente que España – Franco y España- esto es, libre, son una cosa misma”

Mañana: Franco y la pasión por la lectura.

Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.