¿Habría aplaudido la izquierda el discurso de Zelenski en el
Congreso si en vez de hablar del bombardeo de Guernica
lo hubiera hecho de la matanza de Paracuellos?
6 abril 2022
AD.- Silvestre Segarra, vicepresidente de Porcelanosa, era anoche la viva imagen del miedo y la desolación. Bastó que Volodímir Zelenski nombrara a la empresa castellonense como una de las que siguen operando en Rusia, para que el pobre Segarra compareciera ante los medios, cejijunto y acobardado, deshaciéndose en explicaciones exculpatorias y reclamando el ‘indulto’ del hombre marioneta encumbrado a la cima del mundo por el verdadero poder globalista en la sombra. Hoy mismo ha viajado hasta Madrid para ponerse a los pies del embajador ucraniano en España y ofrecerle pruebas del servilismo de su empresa hacia el poderoso Zelenski, que al parecer es quien de verdad manda en España.
Por eso lleva razón el embajador de Rusia en Madrid cuando hoy mismo lamentaba que Zelenski pretenda tomar decisiones sobre empresas españolas desde Kiev. Solo un matiz: no pretende tomar decisiones, sencillamente las toma. La marioneta predilecta de Soros goza de mucho poder.
A algunos les parece bien esa injerencia de Zelenski en la soberanía económica de nuestro país. Dicen que es preciso conjugar valores e intereses ante un conflicto como el ucraniano. La ecuación sería aceptable si la excepción no se impusiera casi siempre a la hipócrita norma. Dicho de otro modo: no es moralmente aceptable que una empresa española tenga intereses en Rusia, pero en cambio sí lo es que tenga inversiones en el Reino del sátrapa que ha robado sus tierras a los saharauis en contra de la legalidad internacional. No es aceptable que Porcelanosa tenga presencia en Rusia, pero sí en el reino saudí que alimenta el conflicto bélico en Yemen que ha causado más de 10.200 niños fallecidos o heridos. Si has invertido en Rusia, te expones a que el dedo acusador de Zelenski te muestre el camino al cadalso, pero en cambio se te permite ignorar que 7.000 trabajadores inmigrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka han cubierto de sangre los estadios cataríes que albergarán la Copa del Mundo de fútbol. Sin duda, el nuevo orden mundial que propugna Zelenski ha desorientado la perspectiva moral de nuestras sociedades. Y ya no digamos de nuestros dirigentes.
El arrodillamiento de Porcelanosa ante Zelenski simboliza sobre todo el arrodillamiento de los españoles ante los que promueven la destrucción de sus fundamentos vitales.
Vean sino lo que ocurrió durante la videoconferencia del mandatario globalista ucraniano en el Congreso. Entre los miles de ejemplos de horrores bélicos de los que disponía Zelenski, eligió sin duda el que más convenía a los amos del cotarro. Imagine el lector de lo que hoy se estaría hablando si en vez del bombardeo alemán de Guernica en 1937, Zelenski hubiera echado manos de la matanza de Paracuellos del Jarama para atribular a los representantes políticos que le escuchaban.
Imagine el lector que a Zelenski se le hubiera ocurrido establecer un correlato entre los supuestos asesinados en Bucha a manos de los soldados rusos y los asesinatos masivos organizados en la retaguardia durante la batalla de Madrid, en el transcurso de la guerra civil española, que llevaron a la muerte a un mínimo de dos mil quinientos presos considerados opuestos al bando republicano. ¿Habría aplaudido la bancada de izquierda con el mismo entusiasmo que lo hicieron ayer los acomplejados diputados de la derecha, incluidos los de esa monumental estafa política e ideológica con vocablo latino? ¿Todavía hay españoles ilusos que estén convencidos de que Vox representa otra cosa distinta que más de lo malo conocido? Y lo peor sin embargo es que Abascal desapruebe hoy la referencia a Guernica del líder globalista ucraniano, recurriendo una vez más a los argumentos antes utilizados en AD, sabiendo como sabe que aquí se encuentra la mayor factoría de ideas en favor de las tesis identitarias. Nos preguntamos por qué entonces Abascal aplaudió el discursito de Zelenski, puesto en pie y en arrobada actitud. ¿Oportunista sin vergüenza? No, lo siguiente. En lo concerniente a los asuntos sustanciales en los que no se permite disidencia alguna, todos los representantes de la casta vienen a diferenciarse entre ellos lo que una mano a la otra. En esto, los pocos diputados de izquierda que ayer no se sumaron al coro de palmeros demostraron al menos una cierta ejemplaridad.
La obediencia ideológica y conceptual, cuidadosamente moldeada por los ingenieros sociales, nos recuerda el período soviético. En ese momento, cualquier crítica tenía que encajar obligatoriamente en la ideología marxista-leninista. Todos reconocieron la rectitud de la línea oficial, todos fracasaron en el caparazón del “pensamiento cautivo” ( Czesław Miłosz), todos estaban a favor del Partido Comunista. La disidencia era entonces, bajo el régimen comunista, y sigue siendo hoy, bajo el régimen liberal, una rara avis. Y quienquiera que se arriesgue a desviarse de la línea establecida es considerado como un loco o algo peor aún. La única diferencia es que bajo el comunismo los riesgos para los disidentes eran mucho mayores, mientras que hoy en día la cobardía y la docilidad reemplazan al miedo a la muerte o a la deportación al Gulag.
Lo que el conflicto de Ucrania ha puesto de manifiesto es la imposición de un pensamiento único que obliga a renegar de la Verdad o a reescribirla. El escuchimizado Edmundo Bal, diputado de Ciudadanos, el partido con más vínculos con Soros, ha pedido incluso la dimisión de los pocos diputados que no aplaudieron al mandatario hebreo. Es decir, la imposición del aplauso por decreto. No está mal para que encima el canalla se llame a sí mismo liberal.
El lugar común de la crítica es amplio pero no pasa de los mismos temas: Putin, las atrocidades rusas en Ucrania, los curas pedófilos, los gobiernos que están en contra de los gay y el aborto. Por supuesto, la memoria para según qué temas es corta y nadie se acuerda que Obama, que fue premio Nobel de la Paz, terminó sus ocho años de gobierno con el récord de ser el presidente que más bombas lanzó y que dejó como regalo al mundo la creación del Estado Islámico. O que antes del conflicto bélico, Zelenski era acusado de gobernar Ucrania con los mismos métodos corruptos que decía querer abolir cuando llegó al poder. Hoy en cambio su figura es sagrada. Tan sagrada que hasta empresas como Porcelanosa tienen que plegarse a sus dictados: dime a quién debes obedecer y te diré de quién eres esclavo.