Discurso de Putin. La hija bastarda de Europa
Por Pío Moa
4/10/2022
El reciente discurso de Putin merece un análisis detenido por su enorme contenido ideológico y programático más allá de la determinación, bastante justificable aunque veremos si realizable, de anexionarse el Donbás. Al respecto, si Putin triunfa en su designio, la OTAN, su verdadera antagonista, quedará mucho más tocada que en Afganistán, y las grietas semiocultas entre Usa y la UE, así como dentro de la UE, se ampliarán hasta extremos quizá de ruina; y si Rusia sale derrotada, se abrirá por el este un enorme vacío político y estratégico muy difícil de controlar.
Y por ahora la estrategia de provocaciones de la OTAN, arrastrando a la UE, está empujando a Rusia a la esfera de influencia china, en la que difícilmente podrá tener un papel protagonista. Este punto tiene el mayor interés, porque Putin ha abierto una brecha, al parecer definitiva, entre Occidente y el proyecto euroasiático que promueve. Pero el hecho histórico es que, aunque Rusia se proclame “euroasiática”, lo es solo geográficamente. Culturalmente es mucho más europea que asiática; más aún, su cultura es parte muy importante de la cultura occidental. ¿Puede renunciar Rusia a ello, guiada por un despecho todo lo justificado que se quiera? Europa, ha protestado el ministro de Putin Serguey Lavrof, considera a Rusia como “hija bastarda” a la que niega sus derechos. Si para Rusia sería suicida renunciar a su carácter muy principalmente europeo, para Europa no lo sería menos seguir tratando a Rusia como “hija bastarda”.
El carácter europeo de Rusia no desapareció, como algunos creen, con el comunismo. El comunismo marxista es un pensamiento y práctica plena y exclusivamente europeos. Su brutal tiranía fue aplicada en la URSS con sistematicidad que podríamos asimilar al influjo alemán. Y cabe recordar que, si consideramos al nazismo como la tiranía más criminal, fue precisamente la URSS la que principalmente la derrotó, una paradójica deuda de gratitud de la Europa occidental con un régimen totalitario ideado y promovido por pensadores y agitadores políticos europeos.
No solo Rusia, también España ha sido tratada como “hija bastarda”: inquisitorial, genocida, pobre y retrógrada, etc., y por ello ajena a lo “propiamente europeo”, que por lo visto habría sido la tolerancia, la libertad, el progreso, la prosperidad y demás. Esa visión permanece con gran fuerza en Europa y ha sido asumida por lo peor, y por desgracia más abundante, de la intelectualidad y la política españolas. España solo es aceptada en la UE y la OTAN en condición de satélite y lacaya, a lo que están muy dispuestos los gobiernos españoles. En eso difiere de Rusia, país orgulloso y soberano, con todos sus riesgos.
No obstante, hay enorme diferencia histórica entre las dos naciones. España no solo es una de las más antiguas de Europa. Rusia realmente se europeizó a partir de Pedro el Grande, siendo hasta entonces un país en extremo rezagado, semibárbaro y en extremo autocrático. En Hegemonía española he tratado la diferencia entre las diferentes interpretaciones del origen divino del poder en Rusia, teorizada por Iván el Terrible; en España, expuesta por la Escuela de Salamanca; y en el resto de Europa, donde las monarquías, sin llegar al grado de autocracia de Rusia, eran mucho más despóticas que la española de los Austrias, siendo esta diferencia una de las causas de la hegemonía hispana. Esta es una cuestión que la historiografía no ha tratado prácticamente nunca, que yo sepa, o la ha tratado exactamente al revés de como fue.
España es también la madre de la Era Europea, que terminó con la II Guerra Mundial y está amenazada de caer definitivamente en ruinas con la de Ucrania. En la que España debería ser neutral, si quedara un mínimo margen de dignidad y aprecio de los intereses nacionales por los actuales políticos españoles. También vivió España una larga decadencia, acentuada desde principios del siglo XIX, siglo en el que, por el contrario, Rusia comenzó a desplegar una extraordinaria cultura y a configurarse como gran potencia. Y en el siglo XX, Rusia cayó en un régimen soviético, que en cambio fue derrotado en España.
Queda, no obstante, esa peculiar semejanza entre los dos países considerados un tanto parias por una ideología europeísta que precisaría más análisis en sus pretensiones ideológicas.
Para piomoa.es