El “asunto Gabaldón”
¿La masonería infiltrada en la cúpula del Régimen?
20 AGOSTO 2019
Como en la entrevista que le hicimos al Coronel Manrique, se cita el "Asunto Gabaldón", publicamos hoy un trabajo al respecto del Coronel:
1.- Cúmulo de coincidencias.
La noche del sábado 29 de julio de 1939, en la carretera de Extremadura a la altura de Talavera de la Reina (Toledo), fue asesinado el Comandante de la Guardia Civil D. Eugenio Isaac Gabaldón Irurzun; junto a él fue también asesinada su hija Mª del Pilar y el conductor del coche oficial en el que viajaban, soldado D. José Luis Díez Madrigal (23 años).
Isaac Gabaldón era natural de Pamplona, y astaba casado con Mauela Velasco Santamaría, con quien había tenido siete hijos: Manuel que fue Alférez Provisonal, Alfredo que había sido fusilado por los rojos en julio de 1936, Luis que llegaría a Gral. de División del Ejércitro del Aire, Mª del Pilar de 17 años, otra niña de 12 años, un niño de nueve con parálisis y otra niña de 18 meses.
Gabaldón era miembro del Servicio de Información y Policía Militar (SIMP) del Ejército del Centro (Madrid) –dicha unidad durante la guerra había pertenecido a la División Reforzada de Madrid, luego 14ª División, mandada por el Coronel Carroquino y antes 4ª/74ª, inicialmente mandada por el Coronel Yagüe en abril de 1937–; Gabaldón estaba encargado de la persecución de terroristas (“guerrilleros”), infiltrados y masones.
Hay que tener en cuenta que apenas habían pasado cuatro meses desde la total derrota del ejército rojo (EPR) y que la mayoría de sus miembros estaban en campos de prisioneros o cumpliendo el servicio militar en zona nacional. Sus asesinos confesos, detenidos dos días después, resultaron ser miembros de las comunistas Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), recientemente liberados de un campo de concentración militar, alguno de ellos gracias a poco claras influencias, que actuaron provistos de uniformes militares nacionales y que no realizaron más acciones que aquel “casual” crimen (Gutiérrez Mellado: Así se entrega una victoria, de Luis F. Villamea; Fuerza Nueva Editorial, Madrid, 1996).
Según se desprende del primer Consejo de Guerra que se instruyó sobre el crimen, una vez liberado Madrid, y días antes de su asesinato, el propio Gabaldón le había dicho a su hijo en su casa de Madrid: “no enciendas la luz… mira aquella ventana … me están espiando … debes saber que estoy en una misión muy peligrosa … con ayuda de mi secretario hemos organizado toda la información sobre la Masonería en España … Franco está muy interesado del avance de nuestro trabajo”.
Poco después del asesinato de Gabaldón la casa de la calle Doctor Esquerdo, donde se hallaba el Archivo de Logias organizado por Gabaldón, sería asaltada desapareciendo toda la documentación que en ella había depositada sin que nunca más se supiera de ella.
El ayudante de Gabaldón, el falangista Jacinto Alcántara, que había tenido contactos anteriores con la masonería, encontró la muerte un día después (según Eugenio Vegas Latapié en sus Memorias Políticas 1938-1942).
El día 18 de agosto de 1939, Antonio Pérez Asperilla, falangista y confidente muy cercano de Gabaldón, sería asesinado en el Retiro madrileño por su novia, Amelia Treviño. El Consejo de Guerra Sumarísimo 44.846 (Archivo Militar de la Defensa) recoge que esta señorita y su padre, Manuel Treviño Villa, pertenecían a la Masonería Teosófica (logia francesa “Le Droit Humain”) y que fue él quien dio la orden de ejecución. En la investigación, en la que figuran incluso informes periciales psiquiátricos del por entonces Teniente Coronel Antonio Vallejo Nájera (luego famoso psiquiatra), también consta que tal persona había dicho al inspector de policía que realizó el registro de su casa: “debe estar usted muy bien respaldado, porque en estas cosas peligra algunas veces la vida”. Padre e hija, condenados por aquel crimen fueron ajusticiados el 17 de diciembre de 1939. El mismo Franco escribió (La Masonería, J. Boor, Pag. 119 -crímenes de las logias-) que el padre de la asesina era masón y que la joven, también masona, confesó su crimen.
El fondo de esta oscura trama y cúmulo de “coincidencias” era la más que posible infiltración de la masonería entre los mandos del SIMP; la misma aparece en los consejos de guerra que se siguieron, hasta 1950, contra los asesinos y su cómplices (incluidas las hoy conocidas como “13 Rosas Rojas”), y que dieron pié a denuncias concretas contra el Teniente Coronel de Caballería Bonel Huici (en su época de cadete el apellido se escribía “Bonell”; antiguo jefe de la sección de información de la 14ª División de Carroquino), contra el Capitán de Artillería Gutiérrez Mellado –con el tiempo Vicepresidente del Gobierno– y el Capitán Jurídico Arias Navarro (quien había sido secretario personal de Azaña y con el tiempo Presidente del Gobierno) y, no menos llamativamente, contra el primo de Gutiérrez Mellado, el abogado Salvador Mellado de Zulueta, a cuya casa de Villaviciosa de Odón se había acogido aquél en julio de 1936 tras el fracaso del Alzamiento en Madrid; después se incorporó a la “Quinta Columna” madrileña en la que permaneció durante toda la guerra.
Curiosamente también, y como se verá más adelante, el General Carroquino moriría en accidente de automóvil el 23 de septiembre de 1939.
2.- El asesinato de Gabaldón.
El Comandante Gabaldón, de paisano y con su hija, abandonó su domicilio en Talavera de la Reina la tarde del 29 de julio de 1939, para realizar unas gestiones particulares (obras de su casa en Puente del Arzobispo) y, al mismo tiempo, otras de búsqueda de información sobre “terroristas” (¿viaje a Portugal a recoger información sobre la masonería que Oliveira Salazar enviaba reservadamente a Franco?). Tras pasar por Puente del Arzobispo y Oropesa, sobre las 22’30 de la noche, en el trayecto desde este último pueblo a Talavera, el coche en el que viajaban fue detenido por unos individuos y todos sus ocupantes asesinados.
La cosa fue que a unos cuatro kilómetros de Talavera, tres individuos, con uniformes de Teniente, Alférez y Soldado de Ingenieros, después de haber dejado pasar otros coches, solicitaron al del Comandante que les acercara a Talavera. Vencidas las reticencias, inexplicablemente, y apenas recorridos 150 m, les hicieron bajar del coche y los asesinaron, volviendo de inmediato a Madrid.
Curiosamente, a esas horas la Policía Militar de Madrid conocía posiblemente algo de lo que iba a ocurrir, pues tres días antes había detenido al Secretario General de las JSU, y jefe máximo entonces de ella, Sinesio Cabada Guisado (a) Pionero (21 años; anteriormente “responsable militar” del aparato), junto con otros comunistas, en parte gracias a un infiltrado en las JSU llamado Roberto Conesa (con el tiempo famoso “Comisario Conesa” de la Brigada Político Social) y algún que otro delator más. También hay que subrayar que para salir de Madrid, donde la Policía Militar tenía puestos importantes controles –la guerra había acabado hacía poco–, se necesitaban salvoconductos expedidos precisamente por ella, pues aún ni mucho menos se habían traspasado las funciones policíacas al Cuerpo de Policía.
Los autores del asesinato de Gabaldón, que pertenecían al denominado grupo “Los Audaces”, eran Francisco Rivades Cosials (secretario del Sector del PCE), Damián García Mayoral y Saturnino Santamaría Linacero; durante la guerra los dos primeros habían sido oficiales y al terminar la misma todos habían estado internados en campos de prisioneros a la espera de resolver sobre ellos, siendo puestos en libertad con sorprendente rapidez o, como apuntan otras fuentes, fugándose. Concretamente, Francisco Rivades había sido teniente del ejército rojo y mandado la compañía de guerrilleros de la 128 Brigada Mixta; Damián García también había sido oficial y se había escapado de un campo de trabajo; ambos cometieron el crimen vestidos con uniformes nacionales de teniente y alférez, respectivamente (Damián usaba ese uniforme casi a diario, lo que supone que tenía también documentación falsificada); el tercer asesino fue Saturnino Santamaría, uniformado de soldado. Por entonces las Juventudes Socialistas Unificadas estaban intentado reorganizarse bajo la dirección de José Peña (o Pena) Brea (a) El Gordo, quien había sido detenido a finales de mayo por una delación, habiendo facilitado los nombres y otros datos de los demás.
Los asesinos fueron detenidos a las 48 horas y fusilados el 5 de agosto, todos menos el Pionero, que fue devuelto del piquete de ejecución a la celda e interrogado por Gutiérrez Mellado, para ser definitivamente fusilado el 15 de septiembre (¡su cadáver sería desenterrado el 21 de noviembre de 1939 por dudas sobre su fusilamiento!). Sobre Gutiérrez Mellado existe una afirmación del conocido periodista Ismael Medina según la cual se aseguraba que Gutiérrez era masón y que había participado, vestido de sargento, en el asesinato de Gabaldón.
Los crímenes de Talavera (Gabaldón, su hija y el conductor) y Madrid (ayudantes de Gabaldón) produjeron una gran alarma y una firme reacción. 56 jóvenes de las JSU, encarcelados en su mayor parte antes de los asesinatos, entre los que se encontraban las hoy conocidas como “Trece Rosas Rojas”, fueron encausados en el Consejo de Guerra nº 30.426, el 3 de agosto, acusados de reorganizar las JSU y el PCE para cometer actos delictivos contra el “orden social y jurídico de la nueva España”, y condenados, la mayoría por “adhesión a la rebelión”, a pena de muerte. En la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, todos fueron fusilados, incluidos los asesinos de Talavera.
3.- Hechos posteriores.
El 15 de septiembre de 1939, viernes, el vehículo oficial en el que viajaban a Badajoz el General Francisco Carroquino y su mujer, junto con su ayudante, el Comandante José Albién Unzué, chocó frontalmente con otro vehículo en las proximidades de San Martín del Valdeiglesias. A consecuencia del accidente fallecieron los tres; la mujer y el comandante inmediatamente. Se cerraba así, de forma tan “casual”, otra posible fuente de testimonios.
El 11 de mayo de 1940 se inició el Procedimiento nº 103.370 (continuación del 37.038), “cumpliendo órdenes de S. E. el Jefe del Estado … (ya que) se acusan irregularidades que exigen un esclarecimiento más completo de los hechos (incluso la desaparición de documentos)”. A él se unió, en 1942, el nº 110.133, en el cual se recogieron testimonios y reconstrucciones de los hechos que permitieron fijar la participación de ¡cuatro! asesinos (y no tres; incluido Emiliano Martínez Blas, quién ¡estaba detenido en Madrid! y por cuya temporal liberación el juez preguntó a Gutiérrez Mellado), apoyados por ¡una camioneta militar! y varios parientes y vecinos del pueblo, los cuales testimoniaron la visita a la casa de un tal “Sanguino” mientras esperaban a sus víctimas (José Fernández Sanguino era médico y, junto con su hijo Manuel, amigo de Damián, sospechándose que eran masones). Con el paso del tiempo algunos de los implicados se desdijeron y las causas terminaron archivándose.
En 1940, el General Yagüe, apoyándose en su enorme prestigio y en su cargo de Ministro del Aire, fue de los que más porfió en que se resolvieran las más que razonables dudas que rodeaban el escandalosísimo caso. Personalmente llamó a su despacho a colaboradores de Gutiérrez Mellado durante su etapa de quinta-columnista en Madrid, entre ellos al Alférez Antonio Rodríguez Huerta, verdadero fundador e impulsor del grupo que acabaría liderando Mellado. Rodríguez Huerta declararía a Villamea en una entrevista: “… el General tenía un gran interés en saber lo que había sucedido para que el Servicio se hubiera ocupado de una manera tan directa en la recuperación de joyas; también le interesaba, lo recuerdo perfectamente, conocer el alcance de las actividades del SIPM en acciones auténticamente espectaculares, y, sin embargo, también en grandes fracasos, por ejemplo, con lo sucedido en Canarias con las valijas de García Atadell, que fueron a parar a un Consulado y de lo más importante nunca más se supo”. Huerta también dijo, en relación con la invalidez de los certificados (de los del SIPM se habían expedido gran profusión y se había podido comprobar que, al ser presentados como justificantes de conductas para la depuración, en algunos casos, no se ajustaban a la realidad de las actuaciones y que, ante la imposibilidad de revisarlos todos, se cursó la orden de no admitirlos bajo ningún concepto): “…expliqué al general lo de mi certificado del SIPM (y) mi sorpresa fue que estaba absolutamente enterado de todo”.
Hay que tener en cuenta que entre los posibles implicados en el turbio y sangriento asunto había militares muy significados (Teniente Coronel Francisco Bonel Huici, Comandante Cristino Torres García, Capitán Pedro Fernández Amigó, Capitán Gutiérrez Mellado, y algunos más, con los que Gabaldón tenía serias diferencias). Incluso Arias Navarro, entonces jurídico adscrito al servicio de información y policía militar, estuvo ligeramente envuelto en ello. Bonell propuso para la Medalla Militar Individual a Gutiérrez Mellado.
La ¿casualmente coincidente? defenestración poco después de Yagüe prácticamente cerró el “Caso Gabaldón” para siempre.
Que Gutiérrez Mellado, mientras formaba parte de la clandestina quinta columna madrileña durante la guerra pudiera haber sido forzado por el SIM (Servicio de Investigación Militar) frentepopulista a colaborar con él no es una mera entelequia, sobre todo a la vista de sus actuaciones en aquellos momentos y posteriores.
Alexander Orlov
Recordemos que en España actuó un nutrido grupo de políticos y oficiales soviéticos, como el embajador Rosemberg (quien, supuestamente, se entrevistaría de incógnito con Gutiérrez Mellado ya en la posguerra), los “periodistas” soviético Mijail Koltsov y británico Kim Philby, el agregado militar soviético Coronel-General Goriev (General Jan Berzin), y, sobre todo Alexander Orlov, el nominalmente jefe del NKVD en España y fundador del SIM frentepopulista y de las “Checas”, Comandante de la Seguridad del Estado, equivalente a Mayor-General del Ejército. Orlov había sido el inspirador de las matanzas de Paracuellos, el que gestionó la salida de España del “Oro de Moscú” a la URSS y quien torturó y ejecutó al líder del POUM Andrés Nin; a las descaradas imposiciones de Goriev y Orlov respecto al SIM alude Indalecio Prieto en sus memorias. Recordemos también que cuando Orlov desertó a los EE.UU. en 1938, además de sus revelaciones a los norteamericanos, amenazó a Stalin con revelar los nombres de muchos otros agentes soviéticos en Occidente, los cuales se reservó como seguro de vida.
La trascendencia de la muerte de Gabaldón consiste en que, supuestamente, permitió que un núcleo masónico infiltrado en el servicio de información militar, y otros puestos de responsabilidad del nuevo Estado, permanecieran en ellos a la espera de mejores oportunidades en fechas posteriores; como “dormidos”. Es de resaltar que Arias Navarro era el Ministro del Interior cuando sucedió el Magnicidio de Carrero Blanco y Gutiérrez Mellado prácticamente el Jefe del Servicio de Información Militar (el SECED acababa de desgajarse de él) a las órdenes del Jefe del Alto Estado Mayor, General Díez Alegría (hombre muy cercano al entonces príncipe Juan Carlos, por cuya cuenta viajó a Rumanía a entrevistarse con Carrillo). Arias sería inmediatamente ascendido a Presidente de Gobierno y Gutiérrez Mellado a Vicepresidente (después).
Según el famoso y bien documentado periodista Ismael Medina (página Web Del 20D al 11M ya citada), basándose en sus conocimientos y en lo que escribió Calvo Serer, los partidarios de la ruptura con el Régimen y su solución de una Monarquía encarnada en Juan Carlos consideraban a Carrero Blanco un obstáculo a remover; de entre ellos la principal fuerza era la autodenominada “Junta Democrática” (la cual contaba con el apoyo encubierto de don Juan, en pugna con su hijo). En este contexto, Medina dice textualmente que: “los impulsores del atentado contra el Presidente del Gobierno fueron doce políticos, algunos miembros de la Junta Democrática, reunidos en un chalé de Aravaca; uno de éstos (¿el comunista Alfonso Sastre?) trasladó la iniciativa al grupo comunista que preparaba el atentado de la calle del Correo (el cual se cometió después del magnicidio, el 13 de septiembre de 1974, y produjo 12 muertos y 80 heridos); de allí, a través de un joven militante de la Liga Revolucionaria Comunista, se pasó el recado a ETA”.
Respecto al Comandante Cortina, de la Promoción del Rey y famoso porque urdió toda la trama del 23F, era en 1973 jefe del equipo operativo del Servicio Secreto Militar, sospechándose que sus hombres pudieran haber “cubierto” el atentado contra Carrero.
Como dijo Ricardo de la Cierva: “Una organización terrorista iba a ejecutarlo; alguien con mucho poder lo supo y dejó hacer; alguien con mucha información lo supo y lo ocultó deliberadamente; alguien, quizá el mismo que lo supo y lo ocultó, iluminó a los terroristas; otros se encargaron de protegerlos evitando que pudieran ser descubiertos (…) ironía trágica: los dos grandes enemigos (de España) que Carrero señalaba en su “testamento”, el comunismo y la masonería (que hoy llamaríamos mundialismo) serían … el inspirador probable y el inspirador posible de su asesinato… La sombra de la masonería no estuvo lejos de los cuatro magnicidios anteriores (Prim en 1871, Cánovas en 1897, Canalejas en 1912 y Dato en 1921); la duquesa de Carrero pensó, desde el primer momento, que su esposo había muerto por su hostilidad a la masonería”.
La CIA puso a Suárez sobre la mesa un informe que aseguraba que tanto Gutiérrez Mellado como “la Díaz de Ribera” –la hija bastarda de Serrano Suñer– eran de la KGB. Gutiérrez Mellado no ha sido identificado nunca de forma fehaciente como agente soviético y las primeras sospechas firmes sobre sus fidelidades no datan del caso de la señorita Díez de Rivera, se remontan a comienzos de la décadas de los sesenta cuando el desertor soviético Anatoliy Golitsyn alertó de la presencia de agentes soviéticos situados en altos niveles del franquismo.
Post scriptum
Los Consejos de Guerra relativos al Comandante Gabaldón que afectabán a Gutiérrez Mellado.
Puell de la Villa dice en su obra: “En el Archivo Histórico Nacional, Sección de la Guerra Civil, que guarda los fondos del antiguo Servicio de Recuperación de Documentos, creado en Salamanca durante la contienda, se conserva una voluminosa carpeta que engloba varios procedimientos judiciales, incoados desde 1939 a 1941, contra diversos agentes del SIPM, entre ellos Gutiérrez Mellado; en la misma, bajo el título general Auditoria de Guerra de la 1ª Región Militar, Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 102.862 (incoado para esclarecer el paradero de los ficheros masónicos), aparecen cinco conjuntos documentales diferentes que ofrecen amplia información sobre las actividades de la Policía Militar en este periodo (AHN, SGC, carpeta 102.862, doc. 1º, fol. 94)”. Estos procesos son los relativos al simulacro de fusilamiento y posteriores declaraciones de “El Pionero” (caso Gabaldón; iniciado en agosto de 1939), a la posible protección que daba Bonel a masones (diciembre de 1939) y a la implicación en esa protección por parte de Gutiérrez Mellado (mayo de 1940), y a la falsedad documental del certificado de “comisión de servicio” del viaje de Gabaldón (1941).
Como consecuencia de los escándalos relativos al SIPM, el General Varela ordenó su disolución en diciembre de 1939, y por la ley de 15 de marzo de 1940 los servicios de policía, orden y vigilancia, adscritos a las Fuerzas Armadas, pasaron a pertenecer al Cuerpo de la Guardia Civil.
Los diversos consejos de Guerra que han visto el asesinato del Comandante Gabaldón han sido las Diligencias Previas 110.133, unidas a la Causa nº 37.038 (1939, 1942) contra Sinesio Cavada y 11 más, y el Legajo 3.157; el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 49/1940 (contra Sanguino y otros); otro igual nº 55047/1946 (Legajo 4.584, sobre las JSU); otro similar nº 1241/39-46; el Sumario 30.426/1942 (Legajo 1087); y, finalmente, el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia 103.370 (1944), iniciado “de orden de SE. El Generalísimo” y que recoge la declaración de Gutiérrez Mellado en las páginas 61 a 69). Están en el Archivo Histórico de la Defensa.
Gutiérrez Mellado, quien había sido seleccionado “a dedo” para el primer y extraordinario curso de Estado Mayor que se hizo en posguerra (¡sin examen previo!), a pesar de no haber disparado un tiro en la contienda y “no tener frente”, fue expulsado del mismo por estos motivos … para volver a ser readmitido después. Desde luego contaba con algo más que inteligencia y “baraka”.
Publicado el 24 enero 2018 https://lacruzylaespada.com/3793-2/
José María Manrique (Burgos, 1949), coronel de artillería retirado (1968, 2005 reserva por edad). En la forzada situación de reserva por edad a los 56 años fue escribiendo la historia española y universal especialmente del S. XIX en adelante, así como la metahistoria.