sábado, 6 de enero de 2024

Todo sobre los Reyes Magos

Todo sobre los Reyes Magos
Por Juan Cruz 
6/01/2024 


Esta noche pasada han venido los Reyes Magos a todas las casas a dejar regalos a todos aquellos que durante el año pasado fueron… buenos; así, al menos, se les dice a los niños. Noche de gran ilusión. Festividad, la de hoy, que sólo se celebra de forma muy especial en España. Tradición que hay que mantener en contra de la absurda y pagana de Santa Claus.

Pero conviene conocer más en profundidad todo lo que rodea a tan importante fiesta, a ese gesto de tanto calado como fue la adoración de los magos; hecho irrefutable conocido porque muy posiblemente fue la propia Virgen María quien se lo revelara a San Mateo, al haber sido ella testigo privilegiado de tal visita y adoración.

El texto base sobre tal hecho es de San Mateo: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. […] Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén […] Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; […] Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.” (Mateo 2, 1-12).

¿Quiénes vieron?

La opinión más generalizada es que los magos de oriente fueron astrónomos de Media o de Babilonia. La opinión a favor de Media se debe a Herodoto, y la opinión de Babilonia se debe a que los babilonios tenían en el momento del nacimiento de Jesús mucho más desarrollado el estudio de las estrellas que los medos.

Algo que impresiona en el relato bíblico es el uso de la palabra «mago», ya que no hay que imaginar a practicantes de la magia interesándose por una profecía bíblica. La cuestión es que en aquella época tal palabra no se utilizaba sólo para tales personajes, sino que con ella se nombraba también a los astrónomos. Lo anterior es aún más cierto si tenemos en cuenta la expresión “de Oriente”, la cual matiza totalmente el hecho de poder asegurar que los magos eran astrónomos, pues era bien conocido el gran desarrollo que tal disciplina había alcanzado en los países de más al Este de Israel.

Retablo de los Reyes Magos 
 Iglesia de San Ignacio en Rávena (Italia)

Ha habido también cierta inclinación a considerar a los magos como pertenecientes a la clase sacerdotal persa debido a un retablo existente en la Iglesia de San Apolinar (Rávena – Italia) que los muestra vestidos con indumentaria persa. Benedicto XVI en su libro «La infancia de Jesús» toca las diferentes posibilidades al respecto, y se inclina por considerar que no pertenecían a la clase sacerdotal persa, sino que serían astrónomos procedentes de Babilonia. Lo anterior queda también avalado por el hecho de que se conoce que por aquella época circulaban varios relatos por Oriente según los cuales la venida de un libertador judío estaría señalada por las estrellas, por eso, casa perfectamente la idea de que los magos eran astrónomos, desde luego conocedores de tales relatos, por ser los únicos capaces de interpretar signos astronómicos extraordinarios.

Hasta aquí la explicación del por qué magos, pero la expresión reyes no aparece en el Evangelio de Mateo. Su uso inicial lo infirió Tertuliano al interpretar el siguiente texto: «Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones. (Sal 72, 10-11). Por este texto Tertuliano pensó que los magos debieron ser de la realeza. Podemos también deducir que muy posiblemente sólo a personas de cierto nivel educativo y de posición les sería posible dedicarse al estudio de la astronomía. Por ello podemos concluir que si bien no fueran reyes como tales, al menos sí pertenecientes a la realeza o nobleza babilónica.

Respecto a cuántos eran, la opinión más aceptada es que eran tres teniendo en cuenta los regalos que llevaban (oro, incienso y mirra); esta opinión la apoya también Orígenes. Respecto a estos regalos hay una profecía que apoyaría la veracidad del relato bíblico: «Te inundará una multitud de camellos: llegarán los de Madián y Efá, los de Sabá vendrán todos trayendo oro e incienso, y proclamando las alabanzas de Yahvé» (Is 60, 6).

Y en este texto podemos ver también como en Cristo sucede como con Salomón, a quien fue a visitar la Reina de Saba para admirar su sabiduría y llevarle muchos regalos: “Ella quedó maravillada, y dijo al rey: Realmente era verdad lo que me habían dicho de ti y de tu sabiduría. Luego ofreció al rey ciento veinte talentos de oro, perfumes y joyas en gran cantidad” (1 Re 10, 6).

Asimismo, cada uno de los regalos representa algo del misterio de Cristo:

ORO: Simboliza la realeza de Cristo. Cristo es el rey: «Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el TRONO de David, su padre, REINARÁ sobre la casa de Jacob para siempre y su REINO tendrá fin» (Lc 1, 32-33).

INCIENSO: Simboliza la divinidad de Cristo. Los magos no vinieron a adorar solamente a un hombre. Santo Tomás, citando a San Juan Crisóstomo, comenta que “…si los Magos hubieran venido en busca de un rey terrenal, hubieran quedado confusos por haber acometido sin causa el trabajo de un camino tan largo”.

MIRRA: Signo de pasión y sufrimiento, incluso San León Magno lo toma como signo de mortificación: «Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.» (Mc 15, 23). «Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos.» (Jn 19, 39).

Es también en el ya citado mural de la iglesia de San Apolinar donde se encuentra la inscripción con el nombre de los tres reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.

Sarcófago de los Reyes Magos en la catedral de Colonia.

Por último, y según la tradición, después de la resurrección de Jesús, el apóstol Santo Tomás halló a los tres magos cuando evangelizaba en Saba. Allí los bautizó y consagró obispos. Después fueron martirizados en el año 70 y depositados los tres cadáveres en el mismo sarcófago. Los restos fueron llevados a Constantinopla por Santa Elena. Posteriormente, Federico I Barbarroja, en el siglo XII, los trasladó a Colonia, donde hoy reposan. A raíz de lo anterior miles de peregrinos empezaron a llegar a Colonia, lo que propició que en 1248 se iniciara la construcción de su catedral.

¿Qué vieron?

Esta pregunta ha desvelado a muchos teólogos, historiadores y hasta astrónomos. Se ha buscado en los registros científicos un acontecimiento físico que respalde el relato bíblico según la cronología del mismo. Siempre la hemos llamado Estrella de Belén porque condujo a los reyes magos hasta el lugar donde había nacido el Niño.

La Biblia sólo nos deja la referencia en Mateo sobre este acontecimiento. Cuando indagamos en fuentes astronómicas sobre la posible explicación física de la Estrella de Belén, se tejen varias teorías.

En muchas representaciones artísticas, la Estrella de Belén parece un cometa, con una gran cola fulgurante saliendo de su cabeza. Pero según Aleks Scholz, de la Facultad de Física y Astronomía de la Universidad de St. Andrews (Escocia), hay muchas razones para apartar esa hipótesis. Por un lado, los cometas no se ven como estrellas. El cometa Halley, el candidato más obvio, apareció en el cielo el año 12 a. C., varios años antes de la fecha de nacimiento plausible de Jesús. Además, los cometas eran vistos como heraldos de la perdición, y la llegada de este niño era un acontecimiento alegre.

Otra teoría postula que la Estrella de Belén era en realidad una nueva estrella en el cielo, una nova o una supernova. Originalmente fue idea del famoso astrónomo Johannes Kepler, «…pero lamentablemente no tenemos registros independientes de una supernova brillante en este período. Eso no quiere decir que no sucediera, por supuesto. Hoy observamos estos objetos rutinariamente, pero en ese momento las personas no habrían sabido cómo interpretarlos…», dice el investigador.

Para Scholz, las explicaciones más verosímiles para la Estrella de Belén involucran múltiples planetas situados cerca: una conjunción planetaria. De hecho, se produjeron varios encuentros extraños entre planetas prominentes en el período de tiempo correcto.


En el año 7 a. C., Júpiter y Saturno se encontraron tres veces. Un año después, se unieron a Marte. Lo que siguió fue una fantástica secuencia de conjunciones entre los años 3 y 2 a. C.: Saturno con Mercurio, Saturno con Venus, Venus con Júpiter y Venus con Mercurio. Después, de nuevo Júpiter con Venus, y esta vez se acercaron tanto que pudieron parecer uno solo para el ojo humano.

Entonces Júpiter se detuvo en la constelación de Virgo, visto desde Jerusalén directamente sobre Belén. El investigador cree que se trata de un espectáculo de planetas con una gran importancia astrológica que ocurre en el momento adecuado.

Grant Mathews, profesor de astrofísica y cosmología teórica en el Departamento de Física de la Universidad de Notre Dame’s College of Science, explicaba algo similar hace algunos años. Los magos, como buenos astrónomos, pudieron quedar fascinados por una alineación en la que el Sol, Júpiter, la Luna y Saturno estaban todos en Aries, mientras que Venus se encontraba al lado en Piscis, y Mercurio y Marte en el otro lado en Tauro. Esos astros hablaban de un gobernante con un destino especial nacido en Judea.

Benedicto XVI al respecto, sobre la historicidad de este fenómeno dice en el libro ya citado:

«Pero no se podía dejar de plantear la pregunta sobre si, a pesar de todo, acaso no se hubiera tratado de un fenómeno que se podía determinar y clasificar astronómicamente. Sería un error rechazar a priori esta pregunta remitiéndose a la naturaleza teológica de la historia. Con el surgir de la astronomía moderna, desarrollada también por cristianos creyentes, se ha planteado nuevamente también la cuestión sobre este astro.

Johannes Kepler († 1630) adelantó una solución que sustancialmente proponen también los astrónomos de hoy. Kepler calculó que entre el año 7 y el 6 a. C. —que, como se ha dicho, se considera hoy el año verosímil del nacimiento de Jesús— se produjo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Él mismo había notado una conjunción semejante en 1604, a la cual se había añadido también una supernova. Este término indica una estrella débil o muy lejana en la que se produce una enorme explosión, de manera que desarrolla una intensa luminosidad durante semanas y meses.


Kepler creía que la supernova era una nueva estrella. Opinaba que también la conjunción ocurrida en los tiempos de Jesús debía de estar relacionada con una supernova; intentó explicar así astronómicamente el fenómeno de extraordinaria luminosidad de la estrella de Belén. Puede ser interesante en este contexto que el estudioso Friedrich Wieseler, de Gotinga, haya encontrado al parecer en tablas cronológicas chinas que, en el año 4 a. C., «había aparecido y se había visto durante mucho tiempo una estrella luminosa» (Gnilka, p. 44).

El citado Ferrari d’Occhieppo puso ad acta la teoría de la supernova. Según él, para explicar la estrella de Belén era suficiente la conjunción de Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, y pensaba que podía determinar con precisión la fecha de este fenómeno. Es importante a este respecto que el planeta Júpiter representaba al principal dios babilónico Marduk. Ferrari d’Occhieppo lo resume así: «Júpiter, la estrella de la más alta divinidad de Babilonia, compareció en su apogeo en el momento de su aparición vespertina junto a Saturno, el representante cósmico del pueblo de los judíos» (p. 52). Dejemos los detalles. Los astrónomos de Babilonia — afirma Ferrari d’Occhieppo— podían deducir de este encuentro de planetas un evento de importancia universal, el nacimiento en el país de Judá de un soberano que traería la salvación.»