viernes, 16 de febrero de 2024

Contradicciones de la partitocracia. Por Gonzalo Fdez. de la Mora

Contradicciones de la partitocracia
Por Gonzalo Fdez. de la Mora
 16/02/2024

Conclusiones

Hay partido y gobernantes partiditas con niveles éticos diferentes, y hay partitocracias a las que se ha frenado en su espontáneo proceso evolutivo. No se trata aquí de regímenes concretos, sino de un modelo dinámico y genérico.
Una democracia es una oligarquía donde la mayoría de los votantes tiene, de vez en cuando, la posibilidad de derrocar al Gobierno.

El criterio de la mayoría no permite adoptar decisiones públicas razonables.
El voto mayoritario de una masa no se identifica con lo justo, y más bien, tiende a contradecirlo.
La realidad de las democracias no se corresponde con postulados ideológicos, sino que los contradice.
La legitimidad de origen es formalista mientras que la legitimidad de ejercicio es sustantiva.
Democratismo y liberalismo no son dinamismos convergentes.
Una partitocracia es una oligarquía en que los partidos monopolizan la representación política. Las partitocracias tienden a eliminar a los políticos independientes, a depauperar a la clase política, aa expoliar al electorado, a degradar la moral social, al reduccionismo ético, a la instrumentalización del parlamentario, a la devaluación intelectual, política, fiscal y legislativa de las cámaras, a la irresponsabilidad del Gobierno, a la politización de la Administración, y a la subordinación del poder judicial al ejecutivo, lo que implica la destrucción del Estado de Derecho. La partitocracia, en suma, tiende a contradecir en la práctica los ideales que preconiza; es la especie de democracia de pronóstico más negativo cuando se la deja entregada a su dinamismo propio.
La reaparición del corporativismo inherente a los pactos interconfederales está en contradicción con la pretensión partitocrática de monopolizar la representación política.

Rectificaciones

Las contradicciones lógicas e ideológicas que pone de manifiesto la crítica interna del modelo democrático sólo pueden resolverse con la simple renuncia a los postulados, es decir, reconociendo que las diferentes especies de oligarquía arbitrada periódicamente por la mayoría de los votantes n o responden ni a un principio de racionalidad ni a un imperativo ético, y admitiendo que se trata de una regla arbitraria cuya conveniencia dependerá de su probada adecuación a las circunstancias para mantener un orden social con un nivel de justicia y prosperidad a la altura del tiempo. Basta, pues ,archivar la aún reiterada predicación de que quien no crea en la partitocracia como dogma matemático y moral está en pecado.

Admitido el carácter puramente discrecional y mediático del modelo, toda la cuestión se reduce a revisar la variante partitocrática para ir eliminando lo que la experiencia demuestra que contradice los fines para los que se constituye el Estado.

Que gobierne el pueblo no es deseable; pero sobre todo, no es posible. Que los gobernados participen excepcionalmente en la adopción de decisiones políticas , y periódicamente en elecciones para deponer sin violencia a una oligarquía gobernante es factible y deseable para reducir los riesgos de tiranía o de revolución. Pero uno de los sistemas claramente inadecuados para acercarse al bien común es la partitocracia por los motivos ya descritos. No creo que fuese operativo retomar a un modelo como la oligarquía arbitrada por un monarca de supuesto derecho divino. Tampoco es suficientemente racional el recurso al sorteo, al que tanto acudían los griegos antiguos. Pero pienso que, por insuficiente nivel de racionalización media, aún no es factible una autoselección inmanente de la clase política como se realiza la de la comunidad científica.es decir, la logoarquía o Estado de la razón.

Hay que partir de lo existente. Dentro de la oligarquía arbitrada por la mayoría de los votantes caben especies y tipos tan arbitrarios como la partitocracia; pero más adaptados a la realidad y a los objetivos de la Humanidad. Podría empezarse introduciendo correctivos en la partitocracia para que, en vez de continuar avanzando hacia zonas de peligro, rectificara el rumbo. Algunas sociedades ya lo están haciendo.

Y como en los instrumentos lo que interesa es su precisión operativa, todo lo que sea debatir la configuración de ese formidable instrumento que es el Estado sólo tiene sentido práctico si se desciende a dimensiones relativamente pequeñas. En los regímenes partitocráticos más degenerativos podrían introducirse, por ejemplo, algunos correctivos sin que el orden de enumeración implique prioridad cronológica o valorativa.

CorrectivosIndependencia recíproca del poder legislativo y ejecutivo.
Democratización interna y transparencia financiera de los partidos, ambas reguladas por ley, y efectivamente controladas por el poder judicial.
Ruptura del monopolio partitocrático de la representación facilitando las candidaturas independientes, prohibiendo la disciplina de partido, y asegurando el voto secreto en todas las asambleas.
Promoción de otras formas de canalización de la representación política de intereses a través de los cuerpos sociales intermedios –sindicatos, corporaciones, etc.— con un peso no inferior a la representación estrictamente partitocrática.
Recurso frecuente al referéndum en términos redactados clara e imparcialmente por el poder judicial y con una participación mínima determinada para que sea válido.
Selección escalonada de los candidatos a cargos electivos por las bases de los respectivos cuerpos intermedios, sean partidos o corporaciones.
Circunscripciones electorales unipersonales o, al menos, listas abiertas.
Fiscalización escrita anual del patrimonio de los miembros de la clase política, conformada por jueces.
Fijación de límites constitucionales a los poderes hacendísticos del Gobierno prohibiendo, salvo en caso de guerra, los impuestos confiscatorios, la política monetaria inflacionista, y la emisión de aquella deuda pública que no vaya destinada a inversiones rentables capaces de amortizarla en sus plazos.
Exigencia de mayorías de dos tercios para la legislación presupuestaria y fiscal.
Rigurosa normativa urbanística y de contratación por las administraciones públicas.
Constitución de los órganos de selección y promoción e los jueces por el propio poder judicial con preceptiva inmovilidad de los magistrados, salvo a petición propia y según reglamentos estrictos.
Incapacitación vitalicia para el ejercicio de cualquier función pública al que mienta públicamente en materia de su competencia, incumpla un compromiso electoral o incurra, directa o indirectamente, en peculado o tráfico de influencias.

Selección de todos los funcionarios públicos por oposición, y necesidad de que, excepto los electivos, los altos cargos ministeriales sean designados entre funcionarios de los respetivos cuerpos que reúnan ciertas condiciones de antigüedad y méritos, según baremos objetivos.
Tipificación como delitos de toda noticias inductora de error o falsa dala por un medio de comunicación de masas que no sea espontáneamente rectificada de inmediato, e incapacitación vitalicia del responsable para ejercer la función informativa.
Los cargos políticos electivos serán incompatibles con cualquier otra actividad, excepto las no lucrativas y la administración de los bienes propios. Se limitará, según los niveles, el número de reelecciones.
Ningún cargo político será retribuido, aunque podrá disponer, según su rango, de un límite de gastos de representación que habrán de ser documentalmente justificados ante la Inspección de Hacienda, y los datos serán puestos anualmente a disposición del público. Por el Presupuesto del Estado se pagará a esos políticos electivos, hasta un límite máximo, las nóminas que, antes de su elección, percibieran de entidades públicas o privadas donde pasará a la situación de excedentes con derecho a retorno. Quienes no pudieran acreditar sus ingresos anteriores, percibirán el triple de salario mínimo interprofesional, libre de impuestos.
El Estado debe reducir sus actividades a las que no puedan realizar los ciudadanos y los cuerpos sociales intermedios; es el principio de subsidiariedad.

Coda

Cuando una democracia ha ido evolucionando hasta transformarse en una partitocracia resulta muy difícil invertir el proceso y evitar el creciente despotismo partidista. La motivación es obvia: los partidos tienden a incrementar su poder y no a reducirlo. El hombre de partido generoso es excepcional, ya porque no le dejan, ya porque tiene que defenderse de la traición. El monopolio conjunto de la representación política y de unos Presupuestos crecientes es un privilegio al que las oligarquías no renuncian sin fortísima resistencia. Pero esto no significa que la partitocracia sea irreversible; ningún modelo de gobierno lo ha sido. Las partitocracias del periodo de entreguerras entraron en crisis, aunque, luego, se reinstauraron e incluso se radicalizaron. Ahora, las monopartitocracias marxistas están siendo sustituidas por otros sistemas. Es un problema de eficiencia, de intelectuales críticos y no pastueños, y, finalmente, de opinión pública.

El dinamismo degenerativo de una partitocracia sólo se puede rectificar razonando sobre los datos. Como todo.

–oo–

Parte final del estudio que con el mismo título se publicó en Verbo, núm. 291; en versión ampliada en Razón Española núm. 49 (Septiembre 1991) y republicado en Razón Española núm 239-240 (Septiembre-Octubre 2023)

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