martes, 24 de abril de 2012

El Estado del Bien-Estar es Insostenible (359)

Necesitamos una Sociedad 
más Libre y Responsable
Eugenio Nasarre
 (Nº 782 / 19-IV-2012)
Como modelo de organización de la sociedad, de la política y de las funciones del Estado, la hora de la subsidiariedad, se está abriendo paso, cada vez con mayor fuerza, una verdad elemental: no nos será posible salir de la crisis sin un cambio de actitudes y de mentalidad. Las iniciativas que surgen de la sociedad misma son sumamente beneficiosas para el conjunto social. 


La perplejidad y los temores de la gente obedecen a la toma de conciencia de que el modelo con el que nuestras sociedades se habían instalado en los últimos tiempos está agotado, no da más de sí. Y, además, había generado vicios con consecuencias sociales, a la larga devastadoras. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, en una huida hacia delante, el llamado "Estado de Bienestar" se ha ido convirtiendo en una realidad insostenible.

Protagonismo de la Sociedad
Ahora, nuestra mirada ha de dirigirse a la sociedad misma. Hemos de creer en el protagonismo de la sociedad como fuente de las energías que nos hará recobrar un renovado dinamismo sustentado en la libertad. Y hemos de plantearnos los límites de la acción del Estado, que, entre nosotros, además se ha dotado de unas estructuras de poder exorbitantes, que han pervertido el sano principio de la descentralización.

Con una descentralización de rumbo equivocado, lo que en realidad las Autonomías han ido creando es un modelo de tipo feudal. No es ninguna casualidad que a los líderes territoriales de los partidos políticos se les llamebarones. Y tampoco es casualidad que las políticas que configuran los pilares del Estado de bienestar hayan sido asumidas por las Autonomías.

No estamos sólo ante un problema de gasto, que, desde luego, hay que ajustar. Nos equivocaríamos seriamente si hiciéramos todos los esfuerzos con una mentalidad meramente de contables. Hay que tener un horizonte más amplio y abordar rectificaciones y cambios profundos en nuestro modelo de organización social y política.

Uno de los principios con los que deberíamos contar para impulsar esos cambios es el de subsidiariedad. Sinceramente, creo que ha llegado la hora de aplicar el principio de subsidiariedad como criterio rector de las distintas políticas sociales y económicas.

Siempre he pensado que una de las aportaciones más fecundas y relevantes de la doctrina social de la Iglesia ha sido precisamente el principio de subsidiariedad, en el que se condensa todo un modelo de organización de la sociedad, de la comunidad política y de las funciones del Estado.
Subsidiariedad y libertad

La principal y más importante aplicación del principio de subsidiariedad -«lo que una comunidad menor pueda hacer por sí misma no debe asumirse por una comunidad mayor»- no es, como algunos erróneamente piensan, en el modelo de organización del Estado, sino en las relaciones del Estado con la sociedad. Marca, en este ámbito, un rumbo claro que establece límites a la acción del Estado, así como fórmulas de apoyo y colaboración con las iniciativas que surgen de la sociedad misma.

Un Estado que asume como uno de sus principios rectores el de subsidiariedad, nunca pondrá obstáculos ni trabas a las iniciativas sociales en cualquiera de los campos de actividad económica y social. Todo lo contrario: las estimulará y facilitará las condiciones para que puedan desarrollarse. Esta orientación no debe limitarse al campo estricto de la actividad económica de provisión de bienes productivos, sino que debe aplicarse también en los ámbitos de mayor carácter social, tales como la educación, la sanidad o los servicios sociales. En estos campos, las iniciativas que pueden desplegarse, máxime en las presentes circunstancias, son inmensas y sumamente beneficiosas para el conjunto de la sociedad. Un pensamiento estatalista muy cristalizado entre nosotros recela de que la iniciativa social entre y participe con normalidad en estos ámbitos de actuación, incluso aunque lo haga sin ánimo de lucro. Algún autor impregnado de esta mentalidad ha afirmado que siempre se producirá lucro aun cuando sea sólo ideológico.

Lo que ocurre es que el principio de subsidiariedad está íntimamente vinculado al valor de la libertad. Lo ha subrayado últimamente, con gran vigor, el Santo Padre Benedicto XVI. Aplicando el principio de subsidiariedad, se incrementan los espacios de libertad, la sociedad se hace más pujante y se favorece su pluralismo. Esto es, una sociedad será más fuerte y, por lo tanto, más libre y con mayor capacidad de resistir frente a las tentaciones del poder del Estado, si alberga en su seno entidades intermedias vigorosas que desarrollan su actividad en los distintos sectores de la vida social.
Sociedad libre y responsable

La crisis debe ser ocasión propicia para que, en España, el principio de subsidiariedad despliegue toda su potencialidad. En la última campaña electoral, el partido ganador utilizó el lema Más sociedad, mejor Gobierno. Aquel eslogan tenía un lejano eco de la big society que propugnó Cameron en el Reino Unido. Pero lo que desde luego está claro es que tales propuestas son imposibles de llevarse a la práctica sin tener en cuenta y aplicar elprincipio de subsidiariedad.

Me temo que, sin un decidido impulso en tal dirección, sobre todo removiendo obstáculos y recelos hoy presentes en muchos poderes públicos, nuestros males no tendrán remedio. Porque, a la postre, lo que necesitamos es una sociedad más libre y más responsable.
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