InfoCatólica-Eleuterio F. Guzmán (17/10/2014): El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles”(Lumen Gentium, 23). En los siguientes artículos vamos a tratar de comentar la primera Carta Encíclica del Papa Francisco. De título“Lumen fidei” y trata, efectivamente, de la luz de la fe.
María, luz de la fe: Bienaventurada la que ha creído (Lc 1,45)
58. En la parábola del sembrador, san Lucas nos ha dejado estas palabras con las que Jesús explica el significado de la « tierra buena »: « Son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia » (Lc8,15). En el contexto del Evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María. El mismo evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: « Bienaventurada la que ha creído » (Lc 1,45).
En María, Hija de Sión, se cumple la larga historia de fe del Antiguo Testamento, que incluye la historia de tantas mujeres fieles, comenzando por Sara, mujeres que, junto a los patriarcas, fueron testigos del cumplimiento de las promesas de Dios y del surgimiento de la vida nueva. En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres. San Justino mártir, en su Diálogo con Trifón, tiene una hermosa expresión, en la que dice que María, al aceptar el mensaje del Ángel, concibió « fe y alegría »[49]. En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo[50].50 Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado.
59. Podemos decir que en la Bienaventurada Virgen María se realiza eso en lo que antes he insistido, que el creyente está totalmente implicado en su confesión de fe. María está íntimamente asociada, por su unión con Cristo, a lo que creemos. En la concepción virginal de María tenemos un signo claro de la filiación divina de Cristo. El origen eterno de Cristo está en el Padre; él es el Hijo, en sentido total y único; y por eso, es engendrado en el tiempo sin concurso de varón. Siendo Hijo, Jesús puede traer al mundo un nuevo comienzo y una nueva luz, la plenitud del amor fiel de Dios, que se entrega a los hombres. Por otra parte, la verdadera maternidad de María ha asegurado para el Hijo de Dios una verdadera historia humana, una verdadera carne, en la que morirá en la cruz y resucitará de los muertos. María lo acompañará hasta la cruz (cf. Jn 19,25), desde donde su maternidad se extenderá a todos los discípulos de su Hijo (cf. Jn 19,26-27). También estará presente en el Cenáculo, después de la resurrección y de la ascensión, para implorar el don del Espíritu con los apóstoles (cf. Hch 1,14). El movimiento de amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu ha recorrido nuestra historia; Cristo nos atrae a sí para salvarnos (cf. Jn 12,32). En el centro de la fe se encuentra la confesión de Jesús, Hijo de Dios, nacido de mujer, que nos introduce, mediante el don del Espíritu santo, en la filiación adoptiva (cf. Ga 4,4-6).
A lo largo de la visión que hemos aquí traído,sobre la primera Carta Encíclica del Papa Francisco de título “Lumen fidei”, hemos podido ver que el Santo Padre tiene una idea fundamentada acerca del papel que la fe católica juega en la vida del creyente. Muchos aspectos han correspondido comentar porque muchos son los que contienen este documento del Papa.
Pues bien, como es de esperar en un católico, lo último que refiere el Papa Francisco ha de ser considerar el papel de la Virgen María en la fe de su Hijo y, así, en la nuestra. Y con ello termina Lumen fidei.
Sin duda alguna, María, Madre de Jesús y Madre nuestra, tuvo una notable importancia en la transmisión de la fe, en la luz que la fe trajo al mundo cuando nació Jesucristo.
Es bien cierto que, en el papel que corresponde gozar a la joven a la que se apareció el Ángel Gabriel, es propio del mismo ser testigo de la fe que Dios quiso que el mundo tuviera acerca de su existencia y de la vigencia de su Ley y su Palabra Y la Virgen María fue, en tal sentido, un testigo muy cualificado.