jueves, 28 de abril de 2016

ESPAÑA ENFERMA: La Raíz de los males que nos aquejan no es de orden político sino religioso y moral. Modernismo (Encíclica PIO X-1907) y Laicidad agresiva disfrazada de Aconfesionalidad (2188)

Sobre las DOCTRINAS de los MODERNISTAS
Luis Fernando Pérez Bustamante 
(InfoCatólica-22/4/2016 y ReL-19/12/2006) 
Como dije hace unos días, estoy repasando el material escrito por mí en los últimos años y que tengo guardado en mi ordenador. El artículo que reproduzco hoy lo escribí a finales de noviembre del año 2004. No era por entonces muy optimista respecto al futuro de la Iglesia en España. Sin embargo, creo que en estos dos años se ha producido tanto la incorporación de jóvenes y prometedores miembros al episcopado español como una buena colección de documentos y cartas pastorales que sin duda han enriquecido el magisterio episcopal en este país. Por no hablar de las movilizaciones de católicos ante determinados proyectos de ley del gobierno radical de Zapatero. Téngase eso en cuenta al leer las siguientes líneas.

El porqué España ya no es católica: Creo que cada vez es más evidente que la raíz de los males que aquejan a nuestro país no es de orden político sino religioso y moral.
La Iglesia Católica (desde los cardenales hasta el último laico), y con ella la sociedad española, ha fracasado estrepitosamente en estas tres últimas décadas a la hora de mantener una serie de valores éticos y morales propios de una sociedad cristiana como elementos de referencia en el comportamiento de la clase política y como factores fundamentales en la creación de la opinión pública. Por supuesto hay mucha más responsabilidad en los pastores del rebaño que en las ovejas, pero los laicos no podemos hacernos los “suecos” como si lo ocurrido en todo este tiempo no fuera con nosotros. Un día nos hemos despertado todos y nos hemos dado cuenta que España ya no es católica, no es cristiana. Las cifras de bautizados, todavía muy grandes, sólo pueden engañar a quienes quieren seguir poniéndose una venda en los ojos.
La clase política de este país no es sino el reflejo de la sociedad. Ya está bien de quejarnos de que sufrimos una persecución, de que los socialistas son muy, pero que muy malos y que tal que cual. Persecución es la que tuvieron los cristianos que eran arrojados a los leones, la que tuvieron nuestros antepasados más cercanos hace algo menos de un siglo o la que sufren hoy en día nuestros hermanos en China y países musulmanes. No, lo que ahora vemos no es la persecución martirial que, según las Escrituras, sería el resultado de vivir piadosamente en Cristo Jesús (2ª Tim 3,12), sino más bien es el fruto de lo que hemos sembrado. No nos persiguen porque somos testigos de Cristo sino porque renunciamos a ser verdadera sal del mundo, echándonos en brazos de una espiritualidad tibia, comodona y casada con lo “políticamente correcto". Por eso tenemos los gobernantes que nos merecemos y si no se produce un cambio radical, que en estos momentos considero milagroso, todavía los tendremos peores en un futuro inmediato. Como dijo hace unos días Alfredo Montovano, subsecretario de Interior del Estado italiano, en una conferencia ante chavales de la Facultad de Humanidades del San Pablo CEU, España está siguiendo exactamente el mismo camino que Holanda, que se ha convertido en el país europeo con una sociedad más desestructurada, xenófoba y hedonista, donde el aborto, la prostitución, el consumo de drogas y la eutanasia incluso de niños está a la orden del día.

En este sentido, habrá incluso ingenuos nostálgicos de tiempos pasados que puedan pensar que ha sido el régimen democrático quien ha traído todo esto. No es así. Esto lo ha traído la dejación que la Iglesia ha hecho de su función de Madre y Maestra. Se convirtió en una Madre que ha malcriado a sus hijos permitiéndoles toda clase de caprichos y aceptando que recibieran enseñanzas corruptas por parte de un clero desastrosamente formado, junto con un laicado más preocupado por vivir una espiritualidad puramente pelagiana en la que la acción social y asistencial ha sido idolatrada dejando a un lado la vida espiritual, sacramental y piadosa. Y mientras eso no cambie, no habrá nada que hacer. Esta generación a la que pertenecemos es la que, hasta ahora, ha conseguido lo que nadie consiguió en siglos y siglos: arrancar a Cristo del alma de España. O lo que es lo mismo, matar a España. Porque España, o es cristiana o no es. Se nos pedirá cuentas por ello si es que demostramos ser incapaces de revertir el camino que hemos emprendido. Cualquiera que me lea dirá que exagero y que generalizo demasiado. Es posible. Toda generalización suele ser injusta y estoy seguro que durante todo este tiempo han habido muy buenos cristianos. Pero casi estoy por decir que son la excepción que ha confirmado la regla de un pueblo que lleva demasiado tiempo rondando la apostasía cual bufón traidor a su Rey que canta alegremente sin reparar en que va camino del cadalso.

Lo peor de este drama es que ya se nos avisó. Cuanto más leo a los Papas de finales del XIX y la primera mitad del XX más convencido estoy que en toda la historia de la Iglesia no ha habido una sucesión de papas proféticos tan seguidos. O sea, han habido grandes papas en siglos pasados pero jamás una sucesión tan continuada de Vicarios de Cristo que hayan acertado con exactitud milimétrica lo que habría de ocurrir en el mundo en las décadas posteriores. Por ejemplo, León XIII profetizó sobre lo que ocurriría si la Alta Crítica bíblica, surgida en el seno del protestantismo liberal, llegaba a triunfar… y ocurrió. Pío XI advirtió de la desgracia a que nos llevaba el alejamiento de Cristo tanto de los individuos como de las naciones, laicidad agresiva disfrazada de aconfesionalidad. Y ahí tenemos delante de nuestras narices el cumplimiento de lo que aquel Papa nos adelantó.

Ante el entreguismo hacia lo peor del modernismo que buena parte de los pastores de la Iglesia han practicado durante décadas, secundados por un mundo seglar adormecido ante las luces de la falsa libertad que se disfraza de tolerancia, la Iglesia se encuentra en estos momentos con las manos atadas. Cómo de mal andaremos que parece que apenas nos conformamos con que nos dejen ser una voz válida a la hora de opinar sobre determinados temas. Cuando se aceptó la separación entre Iglesia y Estado, no parece que se pusiera cuidado en evitar aquello que denunció Pío XI, a saber, que “se niega a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad”, y ahora nos encontramos que se niega a esa misma Iglesia no ya el derecho de enseñar, dar leyes y dirigir, sino de abrir siquiera la boca.

Una Iglesia que durante décadas ni siquiera ha sabido o querido enseñar toda la verdad a sus hijos, ocultando o diluyendo doctrinas que han sido fundamentales para su fe durante siglos, ¿pretende que le presten atención aquellos que trabajan para que todo aquello que huela a cristianismo sea borrado de España y de Europa? ¡¡ JE!!

El día en que la inmensa mayoría de los obispos y curas vuelvan a predicar masivamente sobre la santidad de Dios que se compadece del pecador pero aborrece el pecado, sobre el purgatorio, sobre el infierno, sobre la comunión de los santos, sobre la necesidad de sanar y alimentar el alma continuamente con los sacramentos de la confesión y la Eucaristía, sobre la Iglesia Católica como columna y baluarte de la verdad, etc, etc…. ese día habremos dado el primer paso para volver a ser lo que nunca debimos haber dejado de ser. Mientras eso no ocurra, todo lo que hagamos no será sino fuegos de artifico, lloriqueo lastimoso de quienes están dispuestos a dialogar con quien ha demostrado no querer el diálogo. Seremos cual nuevos Boabdiles y lloraremos como tibios aquello que no supimos defender como cristianos, como hijos del Rey de Reyes, como soldados de Cristo.

Alguna luz asoma en el presente que me hace ser relativamente optimista ante el futuro a medio y largo plazo, pero creo que todavía nos queda mucho invierno por pasar. El necesario para que aquellos que nos llevaron a la situación actual sean ya sólo una pesadilla en la historia de la Iglesia Católica en España y en el mundo. Dios nos dé salud y vida para ver una nueva primavera.

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Editor-Autor: Santiago Clavijo
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