martes, 17 de marzo de 2020

¿Qué consecuencias tuvo el Vaticano II? Los obispos progresistas (Alemania, Bélgica, Holanda y gran parte de Francia), influidos por el protestantismo, consiguieron mayoría virtual en todas las Comisiones. La principal figura intelectual del progresismo en la Iglesia fue el jesuita alemán Karl Rahner, Cambio de la Liturgia de la Santa Misa y Comunión en la mano. La democracia liberal quedó como único régimen político viable y deseable para la Iglesia

¿Qué consecuencias tuvo el Concilio Vaticano II? 
Javier Navascués Pérez
2020-3-14
Con frecuencia se habla del Vaticano II muy vagamente
sin saber exactamente lo que se decidió en él

Sin analizar en profundidad las consecuencias teológicas, aunque se intuyan por sus nefastos frutos, vamos a repasar lo que supuso desde el punto de vista histórico con hechos objetivos. Espero que este sencillo resumen les pueda servir para comprender a grandes rasgos lo que pasó en el Concilio y comprender de este modo muchos de los males actuales de la Iglesia.

Enmarcado en el tiempo
El Concilio Vaticano II fue inaugurado por Juan XXIII el 11 de Octubre de 1962 y clausurado por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Se celebraron 4 grandes sesiones de trabajo donde se tomaron decisiones, cuyas consecuencias resultaron tristemente trascendentales para la Iglesia contemporánea.
Las consecuencias del Concilio no pudieron ser más nefastas según reconocía ya el propio Cardenal Ratzinger a principios de los 80. 

Gran división
Desde el principio quedó clara una gran división: Cardenales conservadores y tradicionales por un lado y por el otro, progresistas y liberales. En líneas generales la división seguía al principio, líneas geográficas. 

En aquel momento inicial los episcopados de España, Italia, Iberoamérica y Estados Unidos eran la principal reserva conservadora. Pero su fuerza se veía contrarestada por la llamada Alianza del Rhin, según la denominación periodística, también llamada Alianza Europea, formada por los cardenales de Alemania, Bélgica, Holanda y la mayor parte de Francia, claramente influida por las ideas de aproximación al protestantismo.

Desde el principio quedó claro que el “bando” conservador estaba desorganizado, carecía de líderes claros y no tenía ninguna estrategia de defensa viable. Por contra, la Alianza del Rhin actuó desde el principio de forma decidida y audaz teniendo perfectamente claros sus objetivos de imponer su agenda progresista en la Iglesia. Contaron con el claro apoyo de los Papas Juan XXIII y Pablo VI. El primero de ellos decía: “La vida cristiana no es colección de costumbres antiguas”.

Durante el Concilio se insistió mucho que no era un Concilio Dogmático sino meramente Pastoral y por tanto lo que se decidiese no iba a afectar al dogma.

Así es, pero inmediatamente los mismos progresistas dogmatizaron el Concilio para sus intereses partidistas. La Alianza del Rhin consiguió atraerse a varios obispos españoles, muchos de Iberoamérica y la mayoría de los de Asia y África, lo cual resultó decisivo en su victoria global. Para obtener el apoyo de los cardenales del Tercer Mundo fue especialmente importante la gran ayuda económica a las misiones y obras asistenciales por parte de la Iglesia alemana, muy poderosa económicamente.

La principal figura intelectual del progresismo en la Iglesia fue el jesuita alemán Karl Rahner, presente en el Concilio como perito y cuya influencia fue decisiva en los cardenales progresistas. Su principal discípulo en aquel momento era el Cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI, que años más tarde protagonizaría una notoria evolución hacia posturas más conservadoras y se distanciaría de Rahner.

Los progresistas, gracias al apoyo de Juan XXIII, consiguieron una importante victoria de entrada, logrando la mayoría virtual en todas las Comisiones, con lo cuál la Curia, más conservadora entonces, quedó en clara desventaja.

Una de las mayores victorias del sector progresista
Fue el cambio de la Liturgia de la Santa Misa, para aproximarla al protestantismo, difuminando en cierta medida el concepto de Sacrificio y Transubstanciación. La reforma litúrgica se inició durante el Concilio, pero culminó en el Misal de 1969, cuyo exponente visible más claro fue el cambio del idioma. El latín, lengua de la Iglesia desde tiempos inmemoriales, fue sustituido en la Misa por las lenguas vernáculas. Poco después se aprobaría la comunión en la mano, que rápidamente se convirtió en regla mayoritaria. Incluso Pablo VI, que promovió esta reforma litúrgica, pareció asustarse ante la magnitud de este cambio decisivo, pues retrasó 2 años su entrada en vigor. Pero finalmente el novus ordo quedó establecido.

En teoría el que la Misa se celebrara en el idioma de los fieles iba a asegurar la participación de la gente, sobre todo de las nuevas generaciones. En la práctica ocurrió todo lo contrario. Justo a partir del cambio se empezó a desplomar masivamente la asistencia a Misa sobretodo por parte de los jóvenes y la media de edad de los asistentes aumentó espectacularmente.

Otro cambio decisivo aprobado, ocurrió en el terreno de la política….
La constitución Gaudium et Spes, aprobada en la sesión final del Concilio el 7 de diciembre de 1965, establece que el orden político debe fundamentarse en la participación en el Gobierno, mediante elección de los gobernados. Rechaza expresamente las formas totalitarias y las formas dictatoriales. Esto suponía un vuelco fundamental respecto a las tradicionales condenas de la Iglesia al modernismo y al liberalismo. La democracia liberal quedaba establecida como único régimen político viable y deseable para la Iglesia.

Más aún, Gaudium et Spes, eludió específicamente condenar al comunismo como sistema político y filosófico, pese a las protestas de los obispos chinos, víctimas del régimen maoísta, cuyas peticiones en este sentido fueron desoídas. Se cumplió el ignominioso pacto de Metz de 1962, cuya existencia hoy en día nadie niega, por el que Juan XXIII y la Unión Soviética acordaron secretamente que el inminente Concilio no condenaría el comunismo a cambio de la presencia de los obispos ortodoxos rusos como observadores.

Al no condenar el marxismo dio la impresión en la práctica que los únicos regímenes autoritarios condenados eran precisamente los confesionales y antimarxistas (como el del General Franco en España). El efecto práctico de todo esto fue que partes fundamentales de la doctrina tradicional como el Reinado Social de Cristo o la Doctrina Social de la Iglesia quedaron convertidas de hecho en papel mojado. A partir de entonces el parlamento, cual si fuese una voz divina, pasaba a convertirse en la fuente suprema del derecho y de la ley. La Iglesia aunque no estuviera de acuerdo con algunas leyes, se comprometía a acatarlas en última instancia. Los efectos devastadores de esto los vemos hoy en día con la imparable legislación laicista y anticristiana.

Otra importante victoria progresista fue la práctica supresión de la doctrina de Santo Tomás de Aquino en los seminarios. Todo lo establecido en el Concilio de Trento sobre la formación de los seminarios quedó eliminado. El resultado fue una importante bajada de listón para los candidatos al sacerdocio.

Se aprobó la libertad religiosa, un auténtico disparate
Se dieron derechos a las falsas creencias en detrimento de la religión verdadera. Fueron desautorizados los estados confesionalmente católicos como España. Se impulsó el ecumenismo como vía de convivencia entre religiones, aunque en teoría no debían discutirse cuestiones doctrinales. Se levantaron las condenas contra los judíos.

Una última gran victoria progresista
Fue la cuestión de la colegialidad, es decir si el poder efectivo en la Iglesia lo tenían el Papa y la Curia o si lo tenían los obispos y las nuevas conferencias episcopales, siendo el Papa un simplemente moderador del poder episcopal, tal y como defendían los cardenales progresistas. Finalmente tras un intenso debate fue aprobada la propuesta progresista (se dice que Pablo VI al enterarse del resultado de la votación lloró de dolor). El Papa ordenó añadir una “Nota Preliminar” dejando clara la necesidad de la necesidad del consentimiento del Papa en la autoridad colegial.

Esto salvaba en teoría el poder del Papa sobre la Iglesia, pero quedaba claro que ya no sería “absoluto”. En la práctica a partir de entonces los obispos y las conferencias episcopales dominarían el gobierno y la gestión de la Iglesia en cada país, ignorando en ocasiones las directrices vaticanas. Este fenómeno quedó patente en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En 1864 el Papa Pío IX había promulgado la Encíclica Quanta cura y su documento anexo el Syllabus. El Concilio fue radicalmente contra este documento…

En el Syllabus se condenan expresamente 80 propuestas liberales y modernistas concretas.
El Concilio levantó todas estas condenas. Sus consecuencias fueron nefastas:

  • La libertad del pueblo constituye la ley suprema.
  • Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera.
  • La libertad de expresión es un derecho inalienable.
  • Los hombres pueden, dentro de cualquier culto religioso, encontrar el camino de salvación.
  • La Iglesia debe ser separada del Estado y el Estado de la Iglesia.
  • No es necesario que la religión católica tenga carácter oficial.
Si un católico hubiese sido crionizado en 1865, siendo descongelado justo un siglo después, ¿Hubiera podido reconocer a la Iglesia Católica?

Imprime esta entrada