Por Javier Navascues
16/4/2022
El sábado santo es un día de recogimiento, de luto y de respeto donde la Iglesia nos invita a rezar junto a la tumba esperando la resurrección. Es un día de reflexión y silencio. Es la mejor manera de prepararse para la celebración de la Vigilia Pascual, la madre de todas las Vigilias y punto culminante del Año Litúrgico.
Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual, a la que es muy conveniente asistir, aunque no obligatorio, siempre y cuando vayamos a Misa el domingo de Resurrección. Es costumbre celebrarla a las doce de la noche, con lo que ya realmente entramos en el Domingo.
Dicha celebración tiene tres partes importantes, que terminan con la Liturgia Eucarística:
–Celebración del fuego nuevo, en donde se enciende una hoguera en los alrededores de la Iglesia en torno al Cirio Pascual.
–Liturgia de la Palabra. Ese día se leen nueve lecturas, con diferentes pasajes de la Sagrada Escritura alusivos al misterio que se celebra.
–Liturgia Bautismal. En donde se bautizan los nuevos catecúmenos y en caso de que no los haya se renuevan las promesas del Bautismo.
Desde los primeros siglos del cristianismo es costumbre que se bauticen los nuevos catecúmenos, esto es, los adultos sin bautizar que desean libremente incorporarse a la Iglesia. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día reciben las aguas bautismales y su admisión a la Iglesia.
También era tradición que ese día, los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos de nuevo como miembros de la asamblea. Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y como hemos dicho nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.