viernes, 27 de enero de 2023

Rusofobia: la última sinrazón de Occidente

Rusofobia: la última sinrazón de Occidente
Por Luis Segura Gómez (profesor de historia)
 27/01/2023

Desde que el pasado 24 de febrero de 2022 el presidente ruso Vladímir Putin ordenara una operación militar especial y la invasión de Ucrania para defender la región del Donbass y «proteger a las personas que han sido objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años», los dirigentes y medios de comunicación occidentales iniciaron una campaña surrealista y denigrante contra Rusia y sus naturales, contra sus símbolos y su historia, contra su cultura y sus valores tradicionales, sin distinguir entre gobierno y población, entre régimen soviético y conservador, entre buenos y malos, entre cristianos ortodoxos y agnósticos recalcitrantes. En definitiva, en 2022 todo ruso viviente ha quedado demonizado.

Este insólito desdén, que nunca se dirigió hacia el pueblo estadounidense cuando los respectivos gobiernos federales decidieron invadir Irak, Líbano o Siria, o cuando la OTAN desató diversas operaciones de fuerza en Bosnia y Yugoslavia, se ha materializado en numerosas noticias penosas y delirantes.

En el último año hemos asistido a una vorágine de hechos divulgados e insufribles insensateces que revelan la falta de equilibrio de las sociedades occidentales, alienadas por la propaganda e incapaces de poner en duda lo que pregonan, a una voz, la prensa, radios y televisiones dominadas por el imperio anglosajón o anglosfera. Así, para echar más leña al fuego y sin justificación alguna, clubes deportivos rusos han sido excluidos de las competiciones europeas. El prestigioso campeonato británico de Wimbledon ha prohibido a los tenistas rusos saltar a sus pistas de hierba. Espectáculos de música y ballet han sido cancelados por toda Europa. Se han bloqueado medios de comunicación en Internet, quemado libros y prohibido cursos sobre literatos rusos, que son autores de talla universal y sus obras patrimonio de todo el mundo; se han derribado estatuas, se ha retirado la bandera de la Federación, y se ha propuesto, en fin, eliminar la ensaladilla rusa.

En conclusión, casi todos los líderes y parte de las sociedades occidentales han perdido la cabeza. Unos por proponer disparates y los demás por seguirles la corriente. Además, se han comportado como hienas, procediendo sin respeto ni medida, hasta el punto de perder la dignidad y la mesura. No cabe duda de que parte de la sociedad occidental está llena de odio. Las personas crueles o de malos instintos, que abundan en las sociedades decadentes y enfermizas, dan fácilmente crédito a cualquier acusación presentada contra el oportuno chivo expiatorio. Hoy es Putin el culpable de todos los males del mundo. Y hay quien se lo cree y lo sostiene con ahínco. ¡Pero no se puede tener una mente más estrecha y misérrima que la de aquellos que, en cuestiones de orden político, nunca disienten de la mayoría!

En definitiva, el pensamiento dominante occidental pretende reprobar a Tolstói, Pushkin y Dostoievski, grandes maestros ya fallecidos, a Anna Netrebko, Sergei Polunin, el Ballet Bolshoi, y hasta el caviar y los diamantes rusos, poniendo en jaque incluso instituciones culturales como el excelente Museo Ruso de Málaga. La magnífica exposición que durante el 2022 pudo verse en la capital de la Costa del Sol, Guerra y la paz en el arte ruso, descubrió al público occidental la calidad de la pintura historicista rusa, con un conjunto de cuadros y autores de primera categoría.


Pero donde choca realmente la anglosfera contra la actual Rusia, de modo mortal e inevitable, es en los principios morales que impregnan ambos mundos: EE. UU., Reino Unido y sus satélites (solo hay que fijarse en las bases militares que tiene USA en Europa), promocionan desde las administraciones e instituciones públicas, y desde la música, películas y series que exportan, enloquecedoras ideologías que están conduciendo a la civilización occidental hacia su ruina absoluta. Por otro lado, la Rusia de Putin, tras la pesadilla comunista de las décadas soviéticas, está restaurando su sociedad en Cristo, con el auxilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa y sus millones de fieles.

Quizá esta oposición entre cosmovisiones explique la animadversión que han desatado contra los rusos, por el simple hecho de ser rusos, los amos de Occidente, herederos espirituales de quienes declararon hace dos mil años no querer que Jesucristo reinase sobre ellos y a los que Jesucristo recordó que tenían por padre al diablo. No se puede entender de otro modo tanto odio y tanta mentira juntos.