viernes, 22 de febrero de 2013

Canonización de los 800 Mártires de Otranto, víctimas del Islam (1480): Decapitados por los Otomanos invasores de Italia, al rechazar convertirse (761)


Aci / ReL (7/2/13): El próximo lunes 11 de febrero, a las 11:00 a.m. (hora local) en el Palacio Apostólico del Vaticano, se celebrará el Consistorio Ordinario Público para la canonización de ochocientos mártires asesinados en el siglo XVI por los musulmanes del imperio otomano.

Se trata de Antonio Primaldo y sus 800 compañeros. Antonio Primaldo es el único nombre que se transmitió de los ochocientos desconocidos pescadores, artesanos, pastores y agricultores de la pequeña ciudad italiana de Otranto, en la Apulia, cuya sangre, hace cinco siglos, fue esparcida sólo porque eran cristianos, en una incursión del ejército otomano el 29 de julio de 1480. 

Ese día, a primeras horas de la mañana, desde las murallas de Otranto se hizo visible en el horizonte una flota de 90 galeras, 15 mahonas y 48 galeotas, con 18 mil soldados a bordo. La armada era guiada por el bajá Agometh, que estaba a las órdenes de Mahoma II, llamado Fatih, el Conquistador, o sea el sultán que en 1451, apenas a los 21 años, había ascendido a jefe de la tribu de los otomanos. 

En 1453, guiando un ejército de 260 mil turcos, Mahoma II conquistó Bizancio, la "segunda Roma", y desde entonces abrigaba el proyecto de llegar a la Roma primera y transformar la Basílica de San Pedro en establo para sus caballos. 

En junio de 1480 juzgó maduro el tiempo para completar la obra: quitó el asedio a Rodas, defendida con coraje por sus caballeros, y dirigió su flota hacia el mar Adriático. Otranto era –y es– la ciudad más oriental de Italia. La importancia de su puerto le había hecho asumir el papel de puente entre oriente y occidente. 

Circundado por el asedio, el castillo, dentro de cuyas murallas se habían refugiado todos los habitantes del barrio, estaba defendida por solo 400 soldados que no tardaron en abandonar la ciudad, quedando en ella solo sus habitantes. 

Después de quince días de asedio, al amanecer del 12 de agosto, los otomanos concentran el fuego contra uno de los puntos más débiles de las murallas, abren una brecha, irrumpen en las calles, masacran a quien se le ponía a tiro y llegan a la catedral donde se había refugiado buena parte de los habitantes. 

Derriban la puerta y cercan al Arzobispo Stefano, que estaba con los atuendos pontificales y con el crucifijo en la mano. Al ser intimado con no nombrar más a Cristo, ya que desde aquel momento mandaba Mahoma, el Prelado respondió exhortando a los asaltantes a la conversión, y por esto se le cortó la cabeza con una cimitarra. 

Entre aquellos héroes hubo uno de nombre Antonio Primaldo, sastre de profesión, avanzado de edad, quien, en nombre de todos, afirmó: "Todos creemos en Jesucristo, Hijo de Dios, y estamos dispuestos a morir mil veces por Él". Agometh decreta la condena a muerte de todos los 800 prisioneros. 

A la mañana siguiente estos son conducidos con sogas al cuello y con las manos atadas a la espalda a la colina de la Minerva, pocos cientos de metros fuera de la ciudad. 

Repitieron todos la profesión de fe y la generosa respuesta dada antes; por lo que el tirano ordenó que se procediese a la decapitación y, antes que a los otros, fuese cortada la cabeza al viejo Primaldo.

Éste le resultaba muy odioso porque no dejaba de hacer de apóstol entre los suyos, más aún, antes de inclinar la cabeza sobre la roca, afirmaba a sus compañeros que veía el cielo abierto y los ángeles animando; que se mantuvieran fuertes en la fe y que mirasen el cielo ya abierto para recibirlos. 

Dobló la frente, se le cortó la cabeza, pero se dice que el cuerpo se puso de pie: y a pesar de los esfuerzos de los asesinos, permaneció erguido inmóvil, hasta que todos fueron decapitados. 

El prodigio evidentemente estrepitoso habría sido una lección para la salvación de los musulmanes. Un solo verdugo de nombre Berlabei, valerosamente creyó en el milagro y, declarándose en alta voz cristiano, fue empalado. 

Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce un milagro gracias a la intercesión de este grupo de mártires.


Wikipedia: Durante la Edad Moderna, más concretamente en 1480, la ciudad cayó (aunque tan sólo temporalmente) en manos del Imperio Otomano, como consecuencia de la derrota sufrida por los aragoneses ante los turcos en la batalla de Otranto.

El 28 de julio una flota turca al mando de Gedik Ahmed Pachá, que acababa de ser recientemente nombrado jefe del sanjacato de Vlorë, partió del puerto de Vlorë, en la costa albanesa, impulsada por un fuerte viento favorable, aprovechando la oscuridad de la noche para cruzar sin ser advertida el canal de Otranto, de forma que al amanecer la flota se hallaba ante la ciudad de Otranto. Aunque el lugar de destino previsto de la flota turca era inicialmente Brindisi, al darse cuenta del débil estado de las fortificaciones de la ciudad y de las riquezas que atesoraba, los turcos decidieron aprovechar las circunstancias. En teoría, el objetivo buscado por el ataque, que había sido ordenado por el propio sultán Mehmed II, era el de castigar el apoyo que Fernando I de Nápoles prestaba a los caballeros de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, que resistían en Rodas a los ataques turcos

Se enfrentaron así entre 70 y 200 barcos turcos (los números son variables según las fuentes), que transportaban a un ejército formado por entre 18.000 y 100.000 hombres, frente a una reducida guarnición aragonesa de 400 hombres, que se hallaba al mando de Francesco Largo, además de los aproximadamente 6.000 habitantes con que contaba la ciudad por entonces (aunque otras fuentes dan cifras superiores). El 29 de julio tanto la guarnición como los habitantes de la ciudad se vieron obligados a abandonar la misma, incapaces de resistir en sus murallas, para refugiarse en el castillo de Otranto. El 11 de agosto, tras un incensante bombardeo por parte de la artillería, el castillo cayó en manos de los turcos.

Las mujeres y niños de la ciudad que habían sobrevivido a los bombardeos fueron reducidos a la esclavitud, y se exigió a los hombres que renegasen de la religión cristiana, con lo que se les perdonaría la vida. Al menos 800 (en realidad eran 813)8 se negaron a ello, siendo asesinados.6 3 Particularmente salvaje fue el asesinato del arzobispo de Otranto, Stefano Pendinelli,8 que llegó a ser despedazado. Se conoce a las víctimas de estos hechos como los Beatos mártires de Otranto, conservándose sus reliquias en la catedral. Actualmente son los patronos de la ciudad. El papa Clemente XIV les beatificó en 1771.

Canonización de los mártires de Otranto

El Papa Ratzinger ha decidido canonizar a 800 mártires italianos asesinados por mano islámica el 13 de agosto de 1480 en Otranto porque rechazaron convertirse y renegar de Cristo. “Los beatos mártires de Otranto, Antonio Primaldo y compañeros, murieron por su fidelidad a Cristo, pronto se convertirán en santos”, han anunciando conjuntamente el Vaticano y el arzobispo pugliano, monseñor Donato Negro, después que Benedicto XVI recibiera en audiencia al cardenal Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, autorizando la promulgación del decreto concerniente a un milagro atribuido a la intercesión de los mártires.

En el siglo XVI Otranto fue asediada por los turcos y, después de una larga batalla, cayó bajo el dominio otomano. El comandante de los turcos, Gedik Achmed Pascia, ordenó que todos los hombres sobrevivientes, cerca de 800, desde los 15 años para arriba, fuesen obligados a renegar de la fe cristiana. Antonio Primaldo, un humilde zapatero (si bien otras crónicas relatan que era sastre), en nombre de todos los cristianos prisioneros declaró que ninguno de ellos se convertiría. “Ellos consideraban a Jesucristo como Hijo de Dios y querían mil veces morir antes que renegar de Él y hacerse musulmanes”, cuentan las crónicas llegadas hasta nosotros. Frente a esta respuesta, Achmed Pasciá condenó a muerte a los 800 prisioneros.

Antonio Primaldo y sus compañeros fueron de inmediato reconocidos mártires por la población y cada año la Iglesia local, el 14 de agosto, celebra devotamente su memoria. El 14 de diciembre de 1771 fue emanado el decreto de confirmación del culto “ab immemorabili” tributado a los mártires. Luego cayó el silencio. Sólo en 1988 fue nombrada por el entonces arzobispo de Otranto la comisión histórica para investigar sobre el acontecimiento y en los años 1991-1993 se realizó la investigación diocesana, reconocida válida por la Congregación para las Causas de los Santos con decreto del 27 de mayo de 1994. El 6 de julio de 2007 Benedicto XVI ha aprobado el decreto con el que se reconocía que los Beatos Antonio Primaldo y compañeros habían sido asesinados por su fidelidad a Cristo.

“Nuestra diócesis esperaba este momento desde hace tiempo – escribe monseñor Negro. En una época de crisis profunda, la inminente canonización de nuestros mártires es una fuerte invitación a vivir hasta el fondo el martirio cotidiano, hecho de fidelidad a Cristo y a su Iglesia”. El milagro reconocido (necesario para el decreto) se refiere a la curación de un cáncer de Sor Francesca Levote, monja profesa de las Hermanas Pobres de Santa Clara.

A pesar de la organización de un ejército aragonés para la reconquista de la ciudad, con el apoyo del papa Sixto IV, Otranto siguió en manos turcas hasta el 10 de septiembre de 1481 (otras fuentes dan como fecha el 8 de septiembre), fecha en que Ahmed Pachá aceptó pactar con el duque Alfonso de Calabria una rendición que le permitía regresar a Albania. Tras el abandono de la ciudad por los turcos, la antaño floreciente Otranto había quedado reducida a un montón de ruinas y tan sólo sobrevivían 300 de sus habitantes.

Por otra parte, durante sus correrías por la región los turcos destruyeron también diversos otros lugares próximos a la ciudad, como el cercano monasterio de San Nicola di Casole,3 que reunía una de las más extensas bibliotecas de la Cristiandad occidental, así como un taller para la copia de manuscritos.

En 1484 la ciudad volvió a ser ocupada, en esta ocasión por la República de Venecia, deseosa de controlar completamente uno de los puertos de acceso al mar Adriático, mar cuyo dominio era esencial para su propia seguridad.

Todavía volvió Otranto a ser ocupada nuevamente por un invasor, esta vez procedente de Francia, para posteriormente quedar incorporada a los dominios españoles de Nápoles, como consecuencia de la victoria de la Liga de Cambrai sobre la república de Venecia.