Conspiración judeo-masónico-comunista-internacional, a veces denominada conspiración judeo-masónico-marxista-internacional, contubernio judeo-masónico-comunista, es el nombre que se le da a una supuesta coalición secreta de la que formarían parte los judíos, la masonería y el comunismo; que pretenderían un fin oscuro (de una u otra forma, el dominio del mundo). El término se construye con la adición de la capacidad revolucionaria del comunismo a la tesis del siglo xix de la conspiración judeomasónica o de la fusión de esa tesis con la del siglo xx del judeo-bolchevismo.
En la época contemporánea, esta conspiración es y ha sido ampliamente utilizada como instrumento político por grupos conservadores, ultracatólicos, reaccionarios, supremacistas blancos y fascistas para denunciar tanto a la izquierda como a la derecha política. Muchos críticos han equiparado está teoría con otras conspiraciones como "la no llegada del hombre a la luna", "los iluminaria" y "reptilianos", criticando la falta de contenido, informaciones subjetivas y cuestionamientos a los hechos concretos, suele estar ligada al "terraplanismo" y otras conspiraciones que cuestionan hechos.
Índice
1. Precedentes
2. El Affaire Dreyfus y la Action Française
3. La obsesión de Franco
1. Precedentes
Propaganda alemana de 1935 denunciando la acción de la judeo-masonería en varias revoluciones europeas: Revolución francesa, Revolución rusa de 1905, los Jóvenes Turcos, Revolución del 5 de octubre de 1910, Atentado de Sarajevo, Revolución rusa de 1917, Revolución de Noviembre, República Soviética de Baviera, República Soviética Húngara, Revuelta de julio de 1927, Proclamación de la Segunda República Española.
Desde la Edad Media se puede rastrear la existencia de antisemitismo, vinculado en sociedades sin sistema capitalista desarrollado a un amplio conjunto de prejuicios ideológicos, principalmente al desprecio por las actividades que, independientemente de su función económica, la Iglesia definía como usura (préstamo con interés, pero también el comercio si se obtiene lucro). La única manera socialmente aceptable de ser rico sin sospecha era la renta feudal, accesible solo a los privilegiados, que ciertamente lo eran mucho más que los judíos. En cambio, éstos destacaban en aquéllas, dado que su condición les impedía generalmente el acceso a otro tipo de ocupaciones (aunque algunos de los judíos europeos eran campesinos y realizaban distintos oficios manuales e intelectuales). La manipulación de este prejuicio fue una útil forma de desviar conflictos sociales (el descontento de los no privilegiados en coyunturas críticas) utilizando a los judíos como chivo expiatorio. A ellos se atribuían todo tipo de malas intenciones (originar la peste, secuestrar y matar ritualmente niños y profanar los sacramentos, como en el caso del Santo Niño de La Guardia).1
Pero desde la divulgación de los Protocolos de los Sabios de Sion,2 estas teorías conspirativas se fueron haciendo cada vez más complejas. El hecho de que Karl Marx naciera en una familia de origen judío, junto a la procedencia judía de destacados líderes comunistas, permitió añadir a la conspiración a los movimientos obreros, participantes de su ideología.3
La masonería había sido objeto de condenas papales desde el siglo xviii (véase condenas religiosas de la masonería), y su papel en la gestación de las denominadas revoluciones liberales, sobre todo las de los primeros ciclos (Independencia de los Estados Unidos, Revolución francesa, revoluciones de 1820), era objeto de controversia. Su condición de sociedad secreta excitaba la imaginación, propicia a todo tipo de fantasías en la época romántica.
2. El Affaire Dreyfus y la Action Française
Francia católica conducida por judíos y masones (judeo-masonería), dibujo de Achille Lemot para el periódico Le Pèlerin, 31 de agosto de 1902.
+
A finales del siglo xix, el Caso Dreyfus suscitó en la Tercera República Francesa la división enconada de la opinión pública y los grupos políticos e intelectuales. Particularmente, grupos reaccionarios monárquicos y ultracatólicos como la Action Française (Acción Francesa) de Charles Maurras y otros (véase Historia de la extrema derecha en Francia) comenzaron a estigmatizar como elementos antifranceses a judíos, izquierdistas y masones, presentándolos en connivencia con potencias extranjeras (en ese caso Alemania). Quedó demostrada la capacidad movilizadora de estas ideas en una sociedad industrial, gracias en buena medida a su amplificación y difusión por los medios de comunicación (en ese momento la prensa, a la que se añadirá el cine y la radio en el primer tercio del siglo xx). Fue inmediata la extensión a otros países europeos de argumentos y técnicas políticas y sociales similares, adaptando el enemigo exterior y los rasgos de la personalidad nacional a defender a las circunstancias locales de cada caso.
3. La obsesión de Franco
Propaganda anticomunista del Movimiento Blanco ruso, con una caricatura de León Trotsky como un demonio llevando una estrella roja y la mención «Paz y libertad en la Rusia soviética».
Véase también: Franco y los judíos
En particular, en la España de la primera mitad del siglo xx era un lugar común del pensamiento reaccionario referirse a esa conspiración como la responsable de la decadencia española desde, al menos, el tiempo de Felipe II. La Monarquía católica de los Habsburgo sería el enemigo a batir por parte de elementos de muy diversa procedencia, algunos de ellos los judíos sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos y sus descendientes, enriquecidos por la usura, que habrían conectado con los rebeldes holandeses (Guillermo de Orange) y otros enemigos del catolicismo y del Imperio español, que sería su más firme defensor (Luz de Trento, martillo de herejes). Tales habrían sido los responsables del aparato de propaganda antiespañola que se denominó Leyenda Negra. El hecho de que entre los protestantes (Lutero en particular) el antisemitismo sea incluso más fuerte que entre los católicos no parece ser suficiente contradicción para la teoría.4
De ese ambiente intelectual participó Francisco Franco, que manifestaba en sus discursos un odio especial a la masonería, en la que habría intentado ingresar sin conseguirlo.5Otras fuentes también destacan la situación familiar de Franco, hijo de un militar de la Marina Española que no puede continuar esa tradición por culpa de la reducción de efectivos debida a la desaparición del Imperio en el Desastre de 1898. Los vencedores, Estados Unidos (que más tarde serían paradójicamente el principal sostén de Franco) son vistos como una potencia infernal, protectora de toda clase de sectas heréticas, dominada por la avaricia del capitalismo de origen judío (sin extrañarse de la contradicción capitalismo-comunismo) y por los periódicos manipulados por los judíos. El éxito de su hermano Ramón Franco, el aviador que consiguió cruzar el Atlántico, conocido por su ideología progresista y pertenencia a la masonería, habría acentuado en Francisco Franco, según estas fuentes, la sensación de inferioridad. Obligado a conformarse con ingresar en el Ejército de Tierra, logró una brillante carrera en el ejército colonial6 de África.7
La expresión no es una maledicencia de sus enemigos, se recoge también en medios afines al franquismo.[2]. En esa misma página biográfica sobre Franco se reproduce esta interpretación del Desastre del 98, extraída del «Anecdotario» del propio Francisco Franco (bajo el pseudónimo Jaime de Andrade) para el guion de Raza, película dirigida por José Luis Sáez de Heredia:
En Filipinas, el extranjero fomenta perturbaciones. La masonería lo invade todo. En Cuba, los insurrectos tienen protecciones poderosas; las mismas logias, pero una gran nación detrás.
Abandonados el Ejército y la Marina por España; prisioneros de España. Yo he leído en el Estado Mayor del Capitán General de la Isla cartas que destilaban sangre. El Gobierno no quiere aventuras; hay que contemporizar. No se pueden enviar más hombres. La guerra no es popular.
Uno de los oficiales presentes interrumpe: «¿Qué han hecho para que lo sea? ¡Cuánta vergüenza!». Y el jefe de Estado Mayor sentencia: «Al final, sin armas, sin efectivos, sin política exterior, aislados del mundo, tendremos la culpa los militares.
Francisco Franco (bajo el seudónimo de Jaime de Andrade)8
En el ambiente militar se acerca a las publicaciones anticomunistas que se editaban en Francia (por las «ligas» de extrema derecha como Action Française, Solidarité Française o Le Faisceau) y se adhiere en mayo de 1934 a la Entente Internacional contra la Tercera Internacional, con una carta en la que expresa su deseo de «cooperar, en nuestro país, a vuestro gran esfuerzo».9
Su ascenso hasta la jefatura del bando sublevado en la Guerra Civil Española le permitió concentrar la represión en aquellos que percibía como antiespañoles: masones e izquierdistas, rasgos que veía en la totalidad de los defensores de la República. De la obsesión personal de Franco con la masonería queda, como evidencia física, la reconstrucción que ordenó hacer en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca, junto a los papeles incautados, de una sala donde se reprodujera toda la parafernalia decorativa de una logia masónica, acumulando una serie de objetos destinados, directamente, a asustar y producir horror por su excesiva crueldad o dramatismo.10 Se trataba de elementos distorsionados y maniquís vestidos en forma inexistente en la masonería para dar una imagen negativa de la misma tal como quería el franquismo. [3]
Los difíciles años cuarenta, primero con la Segunda Guerra Mundial (en la que quedaron claras tanto las simpatías del régimen franquista por Alemania e Italia como la habilidad de mantener un equilibrio necesario ante los aliados, que desde 1942 se ven como vencedores), y luego con el aislamiento internacional de la posguerra; produjeron unos memorables discursos públicos de Franco, en los que, además de referirse a la pertinaz sequía, se prodigaba en referencias a la «conspiración judeomasónica» como culpable de todos los males de España. No obstante, algunas actuaciones en favor de judíos de origen sefardí durante la guerra (el diplomático Ángel Sanz Briz) permitía al Régimen no presentarse como racista. De hecho, ese extremo fue importante para que el nacionalcatolicismo dominante integrara el discurso de la conspiración sin mayores problemas. La «raza española» no pasará de ser un concepto retórico, que se definía precisamente por la extensión de la fe católica que favoreció el mestizaje en América.
El posterior acercamiento a los Estados Unidos puso en sordina toda esa retórica junto con el resto de referencias fascistas demasiado explícitas, que a pesar de todo no desaparecieron completamente hasta el final del franquismo. En su última intervención publica, en la Plaza de Oriente el 1 de octubre de 1975, ante una manifestación convocada para demostrar el mantenimiento del apoyo popular a su régimen, duramente criticado en el exterior por los últimos fusilamientos, volvió a utilizar el recurso de atribuir el problema a una conspiración masónico-izquierdista de la clase política, en contubernio con la subversión terrorista-comunista en lo social.11
"Ojo que todo lo ve" en los billetes de dólar
Conspiración "Nuevo Orden Mundial"
Santiago Clavijo
La teoría conspirativa del llamado Nuevo Orden Mundial afirma la existencia de un plan diseñado con el fin de imponer un gobierno único - colectivista[cita requerida] , burocrático y controlado por sectores elitistas y plutocráticos - a nivel mundial.
La expresión Nuevo Orden Mundial se ha usado para referirse a un nuevo período de la historia y se pretende, de este modo, que hay pruebas de cambios drásticos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes. El primer uso de esta expresión aparece en el documento de los Catorce Puntos del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson, que hace una llamada, después de la Primera Guerra Mundial, para la creación de la Sociedad de las Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas.
La frase se usó con cierta reserva al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se describían los planes para la creación de las Naciones Unidas y los Acuerdos de Bretton Woods debido a la asociación negativa resultante del fracaso de la Sociedad de Naciones. El uso más amplio y reciente de esta expresión se origina sobre todo con el final de la Guerra Fría. Los presidentes Mijaíl Gorbachov y George H. W. Bush usaron el término para tratar de definir la naturaleza de la posguerra fría y el espíritu de cooperación que se buscaba materializar entre las grandes potencias.
En una referencia a las hostilidades en Irak y Kuwait, la revista Time del 28 de enero de 1991 expresó: “Mientras caían las bombas y se disparaban los misiles, las esperanzas de un nuevo orden mundial cedieron lugar al desorden común”. Añadió: “Nadie debe forjarse ilusiones pensando que el nuevo orden mundial, del que tanto alarde se hace, se ha establecido o está cerca.”
En un informe en la revista The World and I de enero de 1991, un grupo de peritos examinaron “las políticas exteriores que van surgiendo entre las superpotencias y el efecto que probablemente tengan en el nuevo orden mundial”. El editor llegó a esta conclusión: “La historia nos lleva a pensar que en el mejor de los tiempos se puede pasar muy fácilmente de la paz a la guerra. La cooperación internacional, particularmente entre las potencias principales, es crucial para una transición de éxito de la Guerra Fría a un nuevo orden mundial.”
Índice
1. Historia
2. Los dirigentes de la conspiración
3. Planes putativos de los conspiradores
4. Signos y pruebas de la conspiración
1. Historia
Los illuminati -una sociedad secreta fundada en 1776 con el fin de promover ideas de la Ilustración- estuvieron aparentemente involucrados en una conspiración que buscaba reemplazar las monarquías absolutas y la preponderancia de la Iglesia por el "gobierno de la razón",1 que era el objetivo general de la ideología liberal, revolucionaria e igualitaria dominante entre la intelectualidad de la época. Después de que el complot se descubrió, el grupo fue prohibido por el gobierno bávaro (1784) y aparentemente se disolvió en 1785.2
Sin embargo, los documentos relacionados con la conspiración se publicaron, y se alertó así a la nobleza y al clero de Europa, lo que le dio a la conspiración una gran publicidad y llevó a algunos pensadores a sugerir que todavía existía y que su objetivo era derrocar a los gobiernos europeos. Por ejemplo, Edmund Burke (1790) le da alguna credibilidad,3 aunque sin mencionar específicamente cuál sería el grupo responsable,4 y Seth Payson afirma -en 1802- que los illuminati todavía existen.5
Por consiguiente, algunos autores -por ejemplo, Augustin Barruel y John Robison- llegaron incluso a sugerir que los Illuminati estaban detrás de la Revolución Francesa, sugerencia que Jean-Joseph Mounier rechaza en su libro de 1801 On the Influence Attributed to Philosophers, Free-Masons, and to the Illuminati on the Revolution of France ("Sobre la influencia atribuida a filósofos, francmasones e Illuminati respecto a la Revolución Francesa", aún no traducido al español).6
Posteriormente (1903) el servicio secreto ruso de la época publicó el famoso panfleto Los protocolos de los sabios de Sion como una obra de propaganda antirrevolucionaria que incorporó casi textualmente argumentos encontrados en el Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, un ataque -en 1864- del legitimista militante Maurice Joly contra Napoleón III.7
La tesis central de Los Protocolos es que, si se remueven las capas sucesivas que cubren u ocultan las causas de los diversos problemas que afectan el mundo, se encuentra un grupo central que los promueve y organiza con el fin, primero, de destruir los gobiernos y órdenes sociales establecidos, y con el fin último de lograr el dominio. Ese contubernio central es un grupo de judíos, que -según se afirma- controla tanto los sectores financieros como diferentes fuerzas sociales que, a su vez, son los que -desde este punto de vista- provocan desorden y conflicto social: los masones, los comunistas y los anarquistas, entre otros.8
Nora Levin indica que los Protocolos gozaron de gran popularidad y grandes ventas en los años veinte y treinta. Se tradujeron a todos los idiomas de Europa y se vendían ampliamente en los países árabes, en los Estados Unidos e Inglaterra. Pero fue en Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, donde tuvieron su mayor éxito. Allí se utilizaron para explicar todos los desastres que ocurrieron en el país: el armisticio en la guerra, el hambre, la inflación, etc.9
A partir de agosto de 1921, Hitler comenzó a incorporarlos en sus discursos, y se convirtieron en lectura obligatoria en las aulas alemanas después de que los nacionalsocialistas llegaron al poder. En el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, Joseph Goebbels (ministro de propaganda nazi) proclamó: «Los protocolos de los sionistas son tan actuales hoy como lo fueron el día en que fueron publicados por primera vez».10 En palabras de Norman Cohn, esto sirvió a los nazis como «autorización del genocidio».
Posteriormente, en los Estados Unidos, durante el periodo del Peligro Rojo, teóricos estadounidenses de la conspiración -tanto fundamentalistas cristianos como seculares anti-gobierno central- fueron abrazando y promoviendo cada vez más una percepción de la masonería, del liberalismo y de la "conspiración judeo-marxista" como la fuerza directriz de la ideología del "ateísmo estatal", "colectivismo burocrático" y "comunismo internacional".8 (en EE.UU. esos términos generalmente se emplean por esos sectores para referirse a, respectivamente, la Separación Iglesia-Estado; acción gubernamental en asuntos de seguridad social y organismos internacionales, tales como las Naciones Unidas)
Así, por ejemplo, empezando en los 1960, grupos como la John Birch Society y el Liberty Lobby dedicaron muchos de sus ataques a las Naciones Unidas como vehículo para crear "Un Gobierno Mundial", promoviendo una posición de desconfianza y aislacionismo en relación a ese organismo. Adicionalmente, Mary M. Davison, en su The Profound Revolution (1966) trazó el origen de la supuesta conspiración del Nuevo Orden Mundial a la creación del Sistema de Reserva Federal en E.E.U.U por un "grupo de banqueros internacionales" que posteriormente habrían creado el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) en ese país como "gobierno en las sombras". Cabe considerar que en aquellas fechas la frase "grupo de banqueros internacionales" se entendía como referencia a personas tales como David Rockefeller o a la familia Rothschild.
Posteriormente, y a partir de la década de 1970, Gary Allen11 sostiene que el término Nuevo Orden Mundial es utilizado por una élite internacional secreta dedicada a la destrucción de todos los gobiernos independientes. Con ese autor el mayor peligro deja de ser la conspiración cripto-comunista y se transforma en la élite globalista que algunos identifican con el atlantismo del Grupo Bilderberg. Muchos de los mismos personajes -como Rockefeller- todavía ocupan un papel central pero no ya como cripto-comunista sino como parte de un grupo plutocrático y elitista,12 grupo que controlaría tanto los gobiernos y sus instituciones -especialmente las policías secretas- como organismos internacionales.
Un papel importante en la generalización de esa percepción fue desempeñado por la trilogía satírica "The Illuminatus", de Robert Anton Wilson13 que, a pesar de ser una parodia de la paranoia de sectores norteamericanos acerca de las conspiraciones secretas14 y de que el propio autor ha dicho en más de una ocasión que no pretende que sea tomada en serio, llegó a tener influencia, probablemente debido a que Wilson busca crear en el lector una fuerte duda acerca de lo que es real y lo que no lo es, elaborando curiosas teorías a partir de una mezcla de hechos históricos con hechos fantásticos, citando autores imaginarios, pero creíbles, con autores reales ya tanto obscuros como conocidos, pero a veces sutilmente fuera de contexto. (Por ejemplo, citas de Isaac Newton acerca de la alquimia y la orden de la Rosacruz que necesitan cuidadosa examinacion para determinar si son correctas y relevantes.)
Esta “popularidad” de la teoría se acrecentó cuando -en 1990, poco después de la caída del Telón de Acero - el entonces presidente de los E.E.U.U, George H. W. Bush, hizo varias referencias al Nuevo Orden Mundial. A pesar de que esas referencias fueron percibidas a nivel internacional como estableciendo -en el contexto político de la fecha- los objetivos de la diplomacia de E.E.U.U - la llamada propuesta de la Pax Americana- muchos las entendieron como una validación de la teoría de la conspiración del NOM.
2. Dirigentes de la conspiración
Para muchos, los conspiradores son simplemente “ellos”, un grupo amorfo que incluye a todos y a cualquier individuo(s) u organismo(s) percibido(s) como poderoso(s).15 Así, los participantes en la conspiración podrían incluir -aparte de los ya mencionados: capitalistas, comunistas, los judíos, illuminati, la nobleza, los banqueros, los magnates, los plutócratas- a grupos tales como los masones,16 grupos infiltrados en la Iglesia católica,1718 los políticos1920 los gobiernos (algunos o todos),2122 la cosa nostra, Fuerzas Armadas, entre otros, lo que se extendería incluso a los medios de comunicación,232425 la Casa Blanca, los ecologistas,26 las Naciones Unidas2728 e incluso (de comprobarse su existencia) los extraterrestres.29
Se afirma también que muchas familias prominentes tales como, por ejemplo, los Rothschild, los Rockefeller, los Morgan, los Kissinger y los DuPont, lo mismo que algunos monarcas europeos, podrían ser importantes miembros, ya que mantienen relaciones entre sí como con figuras de alto poder. Organizaciones internacionales tales como los bancos centrales;30 o el Banco Mundial, el FMI, la Unión Europea y la OTAN son mencionadas como componentes esenciales del NOM.
Por ejemplo, Émile Flourens, Ministro de Asuntos exteriores de Francia, denunció las premisas de la creación de la Sociedad de Naciones (antecesor de las Naciones Unidas) en un libro, señalando las influencías masónicas para crear un gobierno mundial.31 Gary H. Kah considera que los masones son la fuerza que se halla detrás del plan de un gobierno mundial único, el Nuevo Orden Mundial.32
Igualmente, los presidentes y primeros ministros de naciones son incluidos en la conspiración. Y, sin argumentos más claros, también los socialistas o marxistas - Por ejemplo, William F. Jasper, miembro de la John Birch Society, denunció la supuesta pertenencia socialista o marxista de todos los secretarios generales de las Naciones Unidas, membresía que se toma como la participación de una futura dictadura mundial,33 una teoría parecida a las de John Coleman.34
Consecuentemente, los partidarios de esta teoría sugieren que ellos pueden afirmar hasta cierto punto quién forma parte de este grupo. Nadie puede determinar quién "no es" parte del NOM.
Igualmente confusas -o extensas- son las especulaciones acerca de quienes serían los dirigentes de la supuesta conspiración. Según muchos de los proponentes de la teoría de la conspiración contemporánea, los Illuminati originales siguen existiendo y persiguen aún el cumplimiento de ese nuevo orden. Este grupo aglutinaría a los personajes más influyentes del mundo, los cuales se reúnen cada año en alto secreto en las reuniones del Grupo Bilderberg, guardados en todo momento por miembros de la CIA y el FBI (los Estados Unidos), el MI6 británico o la KGB, entre otros. Entre sus asistentes habituales se encuentran -de nuevo- David Rockefeller y "la familia Rotschild", junto a la Reina de Noruega y los presidentes de corporaciones como General Motors, Pepsi o Chrysler.
Otros grupos que, con alguna popularidad en los Estados Unidos en la actualidad, son percibidos como "líderes" en estos asuntos, se encuentran: “los sionistas”,35363738 “el gobierno”,39 los extraterrestres,40 los grupos plutocráticos,41 el grupo Bilderberg, y, particularmente entre sectores religiosos protestantes, los católicos.4243
Esta última sugerencia ganó una renovada popularidad entre esos sectores, cuando el conocido telepredicador protestante Pat Robertson afirmó, en su difundido libro New World Order (1991), que tanto Wall Street como el Sistema de Reserva Federal, el Council on Foreign Relations, el Grupo Bilderberg y la Comisión Trilateral organizan la conspiración a fin de ayudar al Anticristo.44
3. Planes de los conspiradores
En esta área —más allá del aparente deseo de dominación mundial— parece haber aún más confusión. Las sugerencias van desde la implantación del reino del Anticristo, la cosecha de energía de los seres humanos, etcétera, hasta la mera ambición sin límites y el hecho de mantener a la gran mayoría sometidos y trabajando en provecho de los conspiradores (ver, por ejemplo: Zeitgeist). Sin embargo, cualquiera que sea ese gran objetivo final, seria imprescindible primero imponer un gobierno mundial.
Así, el llamado "proceso de globalización", iniciado a comienzos del siglo XX en todo el planeta, sería una de las múltiples facetas del establecimiento progresivo de este nuevo orden. Y, para lograr ese nuevo orden, los conspiradores buscan mantener al resto tanto en la ignorancia de la conspiración como divididos entre ellos.45 para lo cual fomentan disensiones y conflictos, yendo tan lejos como a implementar actos terroristas a fin de culpar inocentes46 creando así, por un lado, esa división entre las víctimas de la conspiración y, por el otro, una situación que facilita la implementación de medidas coercitivas y dictatoriales. (ver, por ejemplo: Movimiento por la verdad del 11-S y Loose change)
En adición los conspiradores dispondrían -y utilizarían- una serie de programas, actividades y armas secretas, cuyo uso se extendería desde el traspaso secreto de armas convencionales o avanzadas a regímenes u organizaciones que son públicamente presentados como adversarios o enemigos de EEUU, pasando por formas secretas de vigilancia sobre la totalidad de la población, el control mental de la misma4748 y el uso de “controlados” -individuos bajo la influencia de tales técnicas-; la investigación y desarrollo de armas que controlan el clima algunas de las cuales podrían ser de origen extraterrestre4950 y la diseminación de enfermedades tales como el sida.
4. Signos y pruebas de la conspiración
Los defensores de la teoría creen encontrar sus signos dispersos por toda clase de lugares y marcas, por ejemplo, en logos de la industria musical, de corporaciones y organizaciones mundiales; en los murales en el Aeropuerto Internacional de Denver; pentagramas en los planos de la ciudad de Washington D.C. y los signos de la Francmasonería en sus edificios;51 el símbolo de los primeros Illuminati en el Sello de Estados Unidos con las palabras Novus Ordo Seclorum, impreso en los billetes de un dólar desde 1935 por el secretario del Tesoro de Estados Unidos,52 y en el logotipo del Information Awareness Office que fue creado por el Defense Advanced Research Projects Agency, que también lo tiene.