El objetivo de los dirigentes del poder invisible es la destrucción de los dos principales baluartes de la civilización occidental: la Iglesia católica, defensora de la ley natural y la Europa de las patrias fundadoras que se oponen a la cesión de soberanía a favor de un poder global, fácilmente controlable por los más ricos e influyentes.
La estrategia principal es la división social mediante la siembra del odio entre: clases (socialismo), sexos (ideología de género), lenguas (separatismo), razas (populismo), culturas (alianza de civilizaciones), científicos (cambio climático), etc.
El instrumento revolucionario para conseguir el “Nuevo orden mundial” es la ingeniería psicológica de manipulación de masas mediante los medios de comunicación controlados por la secta. Nos tienen sumergidos en un deslumbrante espejismo de apariencia democrática cuando la realidad es que los partidos políticos mayoritarios son títeres de un único proyecto mundialista.
Las consecuencias son la reducción de la natalidad, de la educación y del bienestar de todos los pueblos, condiciones necesarias para un gobierno mundial.
Desde el final de la II guerra mundial las élites del supercapitalismo idearon un sistema político de base socialista para blindar sus patrimonios en cualquier circunstancia de guerra o catástrofe. Es la globalización económica y la democracia aparente.