Píldoras Anti-Masonería

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martes, 4 de octubre de 2022

*Masones, Conspiradores del "Nuevo Orden Mundial", Agentes de la "Nueva Era", Herejes y otros siervos de Satanás (666)

**Constitución Masónica de 1978.
Causa de la ruina moral y económica de España.
Cardenal de Toledo ante el Referéndum

Oración de León XIII a San Miguel contra Satanás
Gnosticismo y "NEW AGE": P.Manuel Guerra
Masonería Invisible: P.Manuel Guerra


ÍNDICE GENERAL
1  Gnósticos y Mahometanos
11  Simón de Samaria
12  Arrianos y Concilio de Nicea
13  Hipatia de Alejandría
14  Mahoma
15  Califas de Córdoba y Almanzor
16  Saladino y Conquista de Jerusalén
17  Cátaros-Albigenses
18  Humanistas del Renacimiento Italiano
19  Mahometanos Otomanos y Lepanto
2   Protestantes y Racionalistas
21  Lutero
22  Enrique VIII y los Anglicanos
23  Calvino
24  Guillermo de Orange
25  Peregrinos del "May Flowers"
26  Cromwell y los Puritanos
27  Descartes y los Racionalistas
28  Pascal y los Jansenistas
29  Newton y los Esotéricos
3  Masones y Paramasones
31 Anderson
32  Casa Real Británica 
33  Iluminados de Baviera
34  Enciclopedistas: Voltaire y Rousseau
35  Jacobinos Revolución: Mirabeau y Robespierre
36  Independencia USA: Franklin y Washington
37  Imperialismo Francés: Napoleón y José Bonaparte
38  Hispanoamericana: Bolívar y Sanmartín 
39  Riego, Mendizabal, Prim y Amadeo de Saboya
 4  Conspiradores 
"Nuevo Orden Mundial"
41 Estratega: Albert Pike
42  Financieros: Rhodes, Rothschild, Rockefeller 
43  Presidentes USA: Lincoln, McKinley, Wilson, 
Roosevelt, Truman, Johnson, Bush, Obama
44  Revolucionarios Italianos: Garibaldi y Mazzini
45  Genocidas: Lenin, Stalin, Hitler, Mao, Carrillo
46  Españoles del siglo XX
47  Mejicanos: Presidentes del PRI (Guerra Cristera)
48  Darwin, Freud, Kant, Hegel, Marx, Nietsche
49  Teósofos, Feministas, LGTB, Abortistas: 
Bravasky, Simone de Beauvoir, Sänger, Kinsey
51 Supermillonarios: Rockefeller, Gates, Soros
52 Russell, Sartre, Marcuse, Teillard, Böff , Küng
53 Giner de los Ríos (Institución Libre de Enseñanza) 
y Ferrer-Guardia (Escuela Moderna de Barcelona)
54 Laboristas "London School of London" 
y Neosocialistas "Escuela de Frankfurt" 
55 Club Bilderberg: Bernardo de Holanda, Kisinger, 
Brzezinski, Sofía de Grecia, Polanco, Cebrián
56 Socialistas: Pablo Iglesias, Largo Caballero, Negrín, 
Felipe González, Brand, Mitterand, Craxi, Zapatero 
57 Nacionalistas: Arana, Arzallus, Álvarez Emparanza (ETA) 
y Prat de la Riva, Companys, Pujol, Mas
58 Escritores: Wells, Huxley, Asimov, 
Paulo Coelho, Umberto Eco, Dan Brown 
59 Banqueros: Mario Conde...
1  Gnósticos y Mahometanos
11  Simón de Samaria
12  Arrianos y Concilio de Nicea
13  Hipatia de Alejandría
14  Mahoma
15  Califas de Córdoba y Almanzor
16  Saladino y Conquista de Jerusalén
17  Cátaros-Albigenses
18  Humanistas del Renacimiento italiano
19  Sultanes Otomanos y Lepanto

11 Simón de Samaría
Hechos de los Apóstoles (18, 9-24)
9 Pero había allí un hombre llamado Simón, que antes había practicado la brujería y que había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por una persona importante
10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, lo escuchaban atentamente y decían: «Éste es a quien llaman “el gran poder de Dios”.»
11 Y le hacían caso, porque con su brujería los había engañado durante mucho tiempo
12 Pero cuando creyeron en la buena noticia que Felipe les anunciaba acerca del reino de Dios y de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron
13 Y el mismo Simón creyó y se bautizó, y comenzó a acompañar a Felipe, admirado de los grandes milagros y señales que veía
14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén supieron que los de Samaria habían aceptado el mensaje de Dios, mandaron allá a Pedro y a Juan
15 Al llegar, oraron por los creyentes de Samaria, para que recibieran el Espíritu Santo
16 Porque todavía no había venido el Espíritu Santo sobre ninguno de ellos; solamente se habían bautizado en el nombre del Señor Jesús
17 Entonces Pedro y Juan les impusieron las manos, y así recibieron el Espíritu Santo
18 Simón, al ver que el Espíritu Santo venía cuando los apóstoles imponían las manos a la gente, les ofreció dinero
19 y les dijo: Denme también a mí ese poder, para que aquel a quien yo le imponga las manos reciba igualmente el Espíritu Santo
20 Entonces Pedro le contestó: ¡Que tu dinero se condene contigo, porque has pensado comprar con dinero lo que es un don de Dios!
21 Tú no tienes ningún derecho a recibirlo, porque delante de Dios tu corazón no es recto
22 Abandona esta maldad tuya, y ruega a Dios, para ver si te perdona el haber pensado así
23 Porque veo que estás lleno de amargura y que la maldad te tiene preso.
24 Simón contestó: Oren ustedes al Señor por mí, para que no me pase nada de esto que me han dicho.
12 Hipatia de Alejandría
Maestra Neo-Platónica
Filósofa y maestra neoplatónica griega, destacó en matemáticas y astronomía, cabeza de la Escuela neoplatónica de Plotino en Alejandría a comienzos del siglo V. Educó a aristócratas cristianos y paganos que ocuparon altos cargos, entre los que sobresalen el obispo Sinesio de Cirene, Hesiquio de Alejandría y Orestes, prefecto de Roma en Egipto en el momento de su muerte.
Hija y discípula del astrónomo Teón, Hipatia es la primera mujer matemática de la que se tiene conocimiento seguro. Hipatia murió linchada por una turba de cristianos a causa de las matanzas de los herejes "gnósticos" que predicaban un sincretismo de paganismo, neoplatonismo y arrianismo.
Es necesario recordar que la mayoría de los obispos cristianos habían seguido a Arrio, el primer gran anticristo de la historia. Que los bárbaros germánicos se habían hecho arrianos, casi dominaban ya el imperio y Alarico saqueaba Roma (410).
La figura de Hipatia se ha convertido en un verdadero mito: desde la época de la Ilustración masónica se la presenta como a una «mártir de la ciencia» y símbolo del fin del pensamiento clásico ante el avance del Cristianismo. Por su parte, los movimientos feministas la han reivindicado como paradigma de mujer liberada, aunque estuvo casada con otro filósofo y se mantuvo virgen.
Referencias contemporáneas:
-Carl Sagan, en el capítulo 13 de su serie Cosmos: Un viaje personal (1980) trataba la muerte de Hipatia y la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Según Sagan «En el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, su nombre olvidado».
-En 1996 María Dzielska, catedrática de Historia Antigua en la Universidad Jagellónica de Cracovia, publicó una extensa biografía, Hipatia de Alejandría, intentando establecer la verdad de los hechos narrados por las fuentes y el mito construido en torno a ellos, que en su opinión mezcla la realidad histórica con la más grosera falsedad.
-En 1997, el escritor español José María Menéndez López recreó brevemente su vida en el relato corto Hipatia (Matemática, astrónoma, física y filósofa de pro), que forma parte de Apócrifos.
-Baudolino, protagonista de la novela homónima de Umberto Eco (2000), encontró una sociedad aislada de mujeres parecidas a sátiros, todas las cuales se llamaban Hipatia.
-Hypatia es el nombre de una mentenave (la computadora de una nave espacial), construida a semejanza de la Hipatia real, en "The boy who would live forever" (2004), una novela de la serie Heechee, de Frederik Pohl.
-Ágora, película escrita y dirigida por Alejandro Amenábar, trata de la vida de Hipatia, sobre un esclavo de Hipatia que se enamora de ésta y sobre las revueltas religiosas en Alejandría. Hipatia es interpretada por Rachel Weisz; la película se estrenó el 9 de octubre de 2009.
-El jardín de Hipatia (2009), de Olalla García, es una novela histórica centrada en los últimos años de vida de Hipatia. El protagonista es Atanasio de Cirene, un alumno de la filósofa que se ve involucrado en las turbulentas luchas de poder que conmocionaron Alejandría y provocaron una oleada de tumultos en las calles.
13 Arrianos y Concilio de Nicea
Arrio excomulgado (año 319)
Es la primera entre las disputas doctrinarias que perturbaron a los Cristianos después de que Constantino hubo reconocido a la Iglesia en A.D. 313, y origen de muchas otras durante tres siglos, el Arrianismo ocupa un gran lugar en la historia eclesiástica. No es una forma moderna de descreimiento, y por tanto parecerá extraña a los ojos modernos. Pero comprenderemos mejor su significado si la calificamos como un intento Oriental para racionalizar el credo despojándolo del misterio en lo concerniente a la relación de Cristo hacia Dios. En el Nuevo Testamento y en la enseñanza de la Iglesia, Jesús de Nazaret aparece como el Hijo de Dios. Este nombre tomo Él para Él Mismo (Mateo 11:27; Juan 10:36), mientras el Cuarto Evangelio manifiesta de Él, el ser la Palabra (Logos), Quien en el principio estuvo con Dios y fue Dios, por Quien fueron hechas todas las cosas.

Una doctrina similar es establecida por San Pablo, en sus indudablemente genuinas Epístolas a los Efesios, Colosences y Filipenses. Es reiterada en las Cartas de Ignacio, y explica la observación de Plinio al mencionar que los Cristianos cantan en sus asambleas un himno a Cristo como Dios. Pero la cuestión de cómo estaba el Hijo relacionado al Padre (Él mismo reconocido totalmente como la Suprema Deidad), dio lugar, entre los años A.D. 60 y 200, a una cantidad de sistemas Teosóficos, llamados generalmente Gnosticismo, que tuvo por sus autores a Basilides, Valentino, Tatian, y otros especulativos Griegos. Aunque todos ellos visitaron Roma, no tuvieron seguidores en Occidente, el que permaneció libre de controversias de una naturaleza abstracta, y fue fiel al credo de su bautismo. Los centros intelectuales eran principalmente Alejandría y Antioquía, Egipcios y Sirios, y la especulación se llevó a cabo en Griego.
La Iglesia Romana sostuvo firmemente la tradición. Bajo esas circunstancias, cuando las escuelas Gnósticas habían muerto con sus “conjugaciones” de los poderes Divinos, y “emanaciones” del Supremo inconocible Dios (el “Profundo” y el “Silencio”) toda especulación fue convertida en la forma de una pregunta tocante a la “semejanza” del Hijo con Su Padre y la “identidad” de Su Esencia.
Los Católicos han siempre sostenido que Cristo fue verdaderamente el Hijo y verdaderamente Dios. Ellos lo adoran a El con honores divinos; ellos nunca consentirían en separar a Él, en idea o realidad, del Padre, cuya Palabra, Razón, Mente, Él era, y en Cuyo Corazón Él mora desde la eternidad. Pero los términos técnicos de la doctrina no estaban completamente definidos; y aún en Griego palabras como esencia (ousia), sustancia (hypostasis), naturaleza (phisis), persona (hiposopon) conllevaban una variedad de significados arrastrados desde las sectas de filósofos pre-Cristianos, lo que no podía sino implicar malos entendidos hasta que fueran aclaradas.
La adaptación del vocabulario empleado por Platón y Aristóteles a la verdad Cristiana fue cuestión de tiempo; no podía ser hecha en un día; y cuando fue llevado a cabo para el Griego tuvo que ser encarado para el Latín, a lo que no se prestaba rápidamente por necesarias aunque sutiles diferencias. Las disputas debían florecer aún entre los ortodoxos todos los cuales sostenían una única fe, era inevitable. Y de todas estas discusiones tomarían ventaja los racionalistas para sustituir el antiguo credo por sus propias invenciones. El sentido en que todos avanzaron fue el siguiente: negar que en ningún verdadero sentido Dios podía tener un Hijo; como concisamente los expresó Mahoma mas tarde, “Dios no engendra, ni es engendrado” (Corán, 112).
Hemos aprendido a llamar a esa negación Unitarismo. Fue alcance esencial de la oposición Arriana a lo que los Cristianos habían siempre creído. Pero el Arriano, aunque no venía directamente del Gnóstico, seguía una línea argumental y enseñaba una visión que el Gnóstico había hecho familiar. Describía al Hijo como segundo, o Dios inferior ubicado entre medio de la Primera Causa y las criaturas; como Él Mismo creado de la nada, aún como creando todas las otras cosas; como existente antes de los mundos de las edades; y como ataviado con todas las perfecciones divinas excepto aquella que era su sustento y fundamento. Sólo Dios era sin-principio, no creado; el Hijo era creado, y alguna vez no había existido. Ya que todo lo creado debe comenzar a ser. Tal es la genuina doctrina de Arrio. Usando términos Griegos, niega que el Hijo es una sola esencia, naturaleza o sustancia con Dios; Él no es consustancial (homoousios) con el Padre, y por lo tanto no es como Él, o igual en dignidad, o coetáneo, o dentro de la esfera real de Deidad.
El Logos al cual San Juan exalta es un atributo, Razón, perteneciente a la Divina naturaleza, no una persona distinta de otra, y por lo tanto es un Hijo meramente como una representación idiomática. Estas consecuencias reposan sobre el principio que Arrio mantiene en su carta a Eusebio de Nicomedia, que el Hijo “no es parte del Ingenerado”. De allí que los sectarios arrianos que razonaban lógicamente eran del estilo de Anomoeans: decían que el Hijo era “distinto” del Padre. Y definían a Dios como simplemente el Increado. Ellos son asimismo calificados como los Exucontianos (ex ouk onton), porque sostenían que la creación del Hijo había sido hecha de la nada.
Pero una opinión tan distinta de la tradición encontró poco apoyo; requería suavizarla o paliarla, aún a costa de la lógica; y la escuela que suplantó al Arrianismo desde el comienzo afirmó la semejanza, ya sea sin adjuntos, o en todas las cosas, o en sustancia, del Hijo al Padre, mientras continuaban negando Su co-igual dignidad y co-eterna existencia. Estos hombres de la Vía Media, eran llamados Semi-Arrianos. Se aproximaban, en estricto razonamiento, al extremo herético; pero muchos de ellos sostenían la fe ortodoxa, aunque inconsistentemente; sus dificultades rondaban sobre el idioma o el prejuicio local, y en no pequeño número se sometieron a la larga, a la enseñanza Católica. Los Semi-Arrianos intentaron por años inventar un acuerdo entre opiniones irreconciliables, y sus cambiantes credos, concilios tumultuosos y mundanas divisas nos dicen cuan mezclada y moteada era la multitud reunida bajo su bandera. El punto que debe recordarse es que, mientras que ellos afirmaban que la Palabra de Dios era perdurable, lo imaginaban a Él como habiéndose convertido en el Hijo para crear los mundos y redimir la humanidad.
Entre los escritores ante-Nicenos, puede detectarse una cierta ambigüedad, excepto la escuela de Alejandría, en lo tocante a este ultimo encabezado de doctrina. Mientras los maestros Católicos sostenían la Monarquía. viz. que existía un solo Dios; y la Trinidad, que este Único Absoluto existía en tres diferentes subsistencias; y la Circuminession. que Padre, Palabra, y Espíritu no podían ser separados, en acto o idea, uno de otro; sin embargo se dejó una puerta abierta para la discusión relativa al término “Hijo”, y el período de su “generación” (gennesis). Cinco Padres ante Nicenos son especialmente citados: Atenágoras, Tatian, Teófilo de Antioquía, Hipólito y Novatian, cuyo lenguaje parece involucrar una noción peculiar de la Filiación, como si Ella no se convirtiera en ser o no se perfeccionara, hasta los albores de la creación. A estos pueden agregárseles Tertuliano y Metodio. El cardenal Newman sostuvo que sus opiniones, como se encuentra claramente en Tertuliano, del Hijo existiendo después de la Palabra, está conectado como un antecedente con el Arrianismo. Petavio interpreta las mismas expresiones en un sentido reprensible; pero el Obispo Anglicano Bull los defiende como ortodoxos, no sin dificultad. Aún si es metafórico, tal lenguaje podría albergar injustos disputantes; pero no somos responsables por los deslices de los maestros que fallan en percibir todas las consecuencias de las verdades doctrinarias realmente sostenidas por ellos. Roma y Alejandría se mantuvieron distantes de estas dudosas teorizaciones.
El mismo Orígenes, cuyas imprudentes especulaciones fueron cargadas con la culpa del Arrianismo, y que empleó términos como “el segundo Dios”en lo concerniente al Logos, que nunca fueron adoptados por la Iglesia – este mismo Orígenes enseñó la eterna Filiación de la Palabra, y no era un Semi-Arriano. Para él el Logos, el Hijo, y Jesús de Nazaret era una eterna Divina Persona, engendro del Padre, y, de esta forma, “subordinado” a la fuente de su ser. El proviene de Dios como la Palabra creativa, y por tanto es un Agente ministerial, o, desde un punto de vista diferente, es el Primer-nacido de la creación. Dionisio de Alejandría (260) fue hasta denunciado en Roma por llamar al Hijo como una obra o criatura de Dios; pero se explicó ante el papa sobre principios ortodoxos, y confesó el Credo Homousiano.
HISTORIA del ARRIANISMO
Pablo de Samosata, quien fue contemporáneo con Dionisio, y Obispo de Antioquía, puede ser juzgado el verdadero antecesor de aquellas herejías que relegaban a Cristo mas allá de la esfera Divina, sea cuales fueren los epítetos de deidad que le concedieran a Él. El hombre Jesús, dice Pablo, fue distinto del Logos, y, en el posterior lenguaje de Milton, por mérito fue hecho el Hijo de Dios. El Supremo es uno en Persona y en Esencia. Tres concilios mantenidos en Antioquía (264-268, o 269) condenaron y excomulgaron al Samosateno. Pero estos Padres no aceptarían la fórmula Homousiana, temiendo que fuera tomado como significando una sustancia material o abstracta, de acuerdo con la costumbre de las filosofías paganas. Asociado con Pablo, y por años separado de la comunión Católica, encontramos al bien conocido Luciano, quien escribió la Septuaginta y se convirtió al final en mártir. La escuela de Antioquía obtuvo su inspiración de este erudito hombre. Eusebio el historiador, Eusebio de Nicomedia y Arrio mismo, todos cayeron bajo la influencia de Luciano. Por tanto, no debemos mirar a Egipto y sus enseñanzas místicas, sino a Siria, donde floreció Aristóteles con su lógica y su tendencia al Racionalismo para ver el hogar de una aberración que de haber finalmente triunfado, se hubiera anticipado al Islam, reduciendo al Hijo Eterno a la categoría de profeta, y consiguientemente deshaciendo la revelación Cristiana.
BIOGRAFÍA de ARRIO
Arrio, un Libio por descendencia, se crió en Antioquía y fue compañero de escuela de Eusebio, luego Obispo de Nicomedia, tomó parte (306) del oscuro cisma Meletiano, fue hecho presbítero de la iglesia llamada “Baucalis”, en Alejandría, y se opuso a los Sabelios, comprometidos ellos mismos a una visión de la Trinidad que negaba toda real distinción en el Supremo. Epifanio describe al hereje como alto, grave y ganador; no se ha sostenido ninguna calumnia sobre su carácter moral; pero hay alguna posibilidad de que diferencias personales hayan llevado a su disputa con el patriarca Alejandro a quien, en sínodo público, acusó de enseñar que el Hijo era idéntico al Padre (319). Las reales circunstancias de esta disputa son oscuras; pero Alejandro condenó a Arrio en una gran asamblea, y este último encontró un refugio con Eusebio, el historiador de la Iglesia, en Cesárea. Motivos políticos o partidarios amargaron el conflicto. Muchos obispos de Asia Menor y Siria tomaron la defensa de su “compañero Lucianista”, como no dudaba en llamarse a sí mismo Arrio. Sínodos en Palestina y Bitinia se opusieron a los sínodos en Egipto. Durante varios años la disputa fue furiosa; pero cuando, por su derrota a Licinio (324), Constantino se convirtió en amo del mundo Romano, se determinó a la restauración del orden eclesiástico en el Oriente, como en Occidente ya había emprendido el aplastamiento de los Donatistas en el Concilio de Arles.
Arrio, en una carta al prelado Nicomedio, había rechazado la fe Católica. Pero Constantino, aleccionado por este hombre de mente mundana, envió de Nicomedia a Alejandro una carta famosa, en la cual trató la controversia como una disputa vana acerca de palabras y agrandada por la bendición de la paz. El emperador, deberíamos recordarlo, era solamente un catecúmeno, imperfectamente familiarizado con lo Griegos, mucho más incompetente en teología, y aún así ambicioso de ejercer sobre la Iglesia Católica un dominio parecido al que, como Potifex Maximus, ejerció sobre el culto pagano. De esta concepción Bizantina (rotulada en términos modernos como Erastianismo) debemos derivar las calamidades que durante muchos siglos marcaron el desarrollo del dogma Cristiano. Alejandro no podía permitir el paso en un tema de tan vital importancia. Arrio y sus seguidores no cederían. Un concilio fue, por tanto, convocado en Nicea, Bitinia, el que ha sido siempre considerado como el primero ecuménico, y que sesionó desde mediados de Junio de 325.
PRIMER CONCILIO DE NICEA
Comúnmente se dice que presidió Hosio de Córdoba. El papa San Silvestre, estuvo representado por sus delegados, y asistieron 318 Padres, casi todos del Oriente. Desafortunadamente, las actas del concilio no se preservaron. El emperador, que estuvo presente, prestó una religiosa deferencia a una reunión que desplegaba la autoridad de la enseñanza Cristiana de un modo tan remarcable. Desde un principio fue evidente que Arrio no contaba con un gran número de los patronos entre los obispos. Alejandro fue acompañado por su joven diácono, el siempre memorable Atanasio quien se involucró en una discusión con el propio hereje, y desde ese momento se convirtió en el líder de los Católicos durante casi cincuenta años.
Los Padres apelaron a la tradición contra los innovadores, y fueron apasionadamente ortodoxos; mientras tanto se recibió una carta de Eusebio de Nicomedia, declarando abiertamente que él nunca admitiría que Cristo era una sola sustancia con Dios. Este reconocimiento sugirió unos medios de discriminación entre los verdaderos creyentes y todos aquellos que, bajo ese pretexto, no sostenían la Fe recibida. Eusebio de Cesárea escribió un credo en nombre del partido de los Arrianos en el cual todo término de honor y dignidad, excepto la unidad de la sustancia, fue atribuida a Nuestro Señor. Claramente, entonces, ninguna otra prueba salvo la Homoousiana probaría una coincidencia para las sutiles ambigüedades de lenguaje que, como siempre, fueron agudamente adoptados por los disidentes del pensamiento de la Iglesia. Había sido descubierta una fórmula que serviría como comprobación, aunque no simple de encontrar en las Escrituras, sin embargo resumiendo la doctrina de San Juan, San Pablo y el propio Cristo, “Yo y el Padre somos uno”. La herejía, como San Ambrosio destaca, había construido desde su propia vaina un arma para cortar su cabeza. La “consubstancialidad” fue aceptada, solamente trece obispos disintieron, y estos fueron rápidamente reducidos a siete. Hosio redactó la declaración conciliar, al que fueron anexados anatemas contra aquellos que afirmaran que el Hijo alguna vez no había existido, y que por tanto Él fue engendrado, Él no había existido, o que Él había sido hecho de la nada, o que Él era de una substancia o esencia diferente del Padre, o era creado o variable.
Todos los obispos hicieron esta declaración excepto seis, de los cuales cuatro a la larga se retractaron. Eusebio de Nicomedia retiró su oposición a los términos de Nicea, pero no firmaría la condena de Arrio. El emperador consideraba la herejía como rebelión, por lo que la alternativa propuesta por él fue suscripción o destierro; y, en el terreno político, el Obispo de Nicomedia fue exiliado no mucho después del concilio, involucrando a Arrio en su ruina. El hereje y sus seguidores soportaron su sentencia en Iliria. Pero estos incidentes, que podría parecer que cerraría el capítulo, probaron el comienzo de conflictos, y llevaron a los más complicados procedimientos de los que hayamos leído en el siglo cuarto.
Mientras el credo Arriano plano era defendido por pocos, aquellos prelados políticos alineados con Eusebio llevaban a cabo una doble lucha contra el término “consustancial”, y su campeón Atanasio. Este, el mas grade de los Padres Orientales había sucedido a Alejandro en el patriarcado Egipcio (326). No tenía más que treinta años de edad; pero sus escritos publicados, anteriores al Concilio, desplegaban, en pensamiento y precisión, una maestría de los asuntos involucrados que ningún maestro Católico podía sobrepasar. Su vida inmaculada, temperamento considerado y lealtad a sus amigos lo hacía de ningún modo fácil de atacar. Pero las artimañas de Eusebio, quien en 328 recobró el favor de Constantino, estaba secundado por las intrigas Asiáticas, y comenzó un período de reacción Arriana. Eustatio de Antioquía fue depuesto bajo el cargo de Sabelianismo (331), y el Emperador envió su mandato de que Atanasio debía recibir de regreso a Arrio en comunión. El santo se rehusó firmemente.
En 325 el hereje fue absuelto por dos concilios, en Tiro y Jerusalén, el primero de los cuales depuso a Atanasio basado en falsos y vergonzosos fundamentos de mala conducta personal. Fue exiliado a Trier y su estadía de dieciocho meses en esos lugares cimentó más estrechamente a Alejandría con Roma y el Occidente Católico. Mientras tanto, Constanza, la hermana del Emperador, había recomendado a Arrio, al que pensaba era un hombre injuriado, a la indulgencia de Constantino. Sus quedas palabras lo afectaron, llamó al Libio, le extrajo una solemne adhesión a la fe de Nicena, y ordenó a Alejandro, Obispo de la Ciudad Imperial, darle la Comunión en su propia iglesia (336). Arrio triunfó abiertamente; pero mientras andaba pavoneándose, la tarde anterior al día en que iba a tener lugar este acontecimiento, murió de un repentino desorden, al que los Católicos no pueden dejar de atribuir a un juicio de los cielos, debido a las oraciones de los obispos. Su muerte, sin embargo, no detuvo la plaga. Constantino entonces no favoreció más que a Arrianos; fue bautizado en sus últimos momentos por el artero prelado de Nicomedia; y heredó a sus tres hijos (337) un imperio desgarrado por disensiones a las que su ignorancia y debilidad habían agravado.
Constancio, quien nominalmente gobernaba el Oriente, era un títere de su emperatriz y de los ministros del palacio. Obedeció a la facción de Eusebio; su director espiritual, Valens, Obispo de Mursa, hizo lo que estuvo a su alcance para infectar Italia y el Occidente con dogmas Arrianos. El término “como en sustancia”, Homoiousion, que había sido empleada meramente para librarse de la fórmula Nicena, se convirtió en lema. Pero tantos como catorce concilios, llevados a cabo entre 341 y 360, en los cuales encontraron expresión todos los matices de los subterfugios herejes, son testigos de la necesidad y eficacia de la comprobación Católica con los que todos fueron rechazados. Alrededor de 340, una reunión Alejandrina había defendido su arzobispo en una epístola al Papa Julio.
A la muerte de Constantino, y por la influencia del hijo de ese emperador y su homónimo, fue restaurado a su pueblo. Pero el joven príncipe falleció, y en 341 el celebrado Concilio Antioque de la Dedicación degradó a Atanasio por segunda vez, y este buscó entonces refugio en Roma. Pasó allí tres años. Gibbon cita y adopta “una juiciosa observación” de Wetstein que merece ser recordada siempre. Desde el siglo cuarto en adelante, destaca el especialista Alemán, cuando las Iglesias Orientales estaban casi igualmente divididas en elocuencia y habilidad entre los sectores contendientes, el partido que buscaba ganar, hizo su aparición en el Vaticano, cultivó la majestad Papal, conquistó y estableció el credo ortodoxo por la ayuda de los obispos Latinos. Es por eso que Atanasio fue a Roma. Un extraño, Gregorio, usurpó su lugar. El Concilio Romano proclamó su inocencia.
En 343, Constancio, quien reinaba sobre el Occidente desde Iliria hasta Bretaña, convocó a los obispos a reunirse en Sardica en Pannonia. Noventa y cuatro prelados Latinos, setenta Griegos u Orientales, comenzaron los debates; pero no pudieron llegar a término y los Asiáticos se retiraron, manteniendo una sesión separada y hostil en Filipopolis en Tracia. Se ha dicho justamente que el Concilio de Sardica revela los primeros síntomas de la discordia que, mas adelante, produjo el triste cisma de Oriente y Occidente. Pero para los Latinos esta reunión, que admitió las apelaciones al Papa Julio, o a la Iglesia Romana, pareció un epílogo que completó la legislación Nicena, y a estos efectos fue citado por Inocencio I en su correspondencia con los obispos de África.
Habiendo vencido sobre Constancio, quien calurosamente aceptó su causa, el invencible Atanasio recibió de su soberano Oriental y Semi-Arriano tres cartas ordenándole y, a la larga suplicándole su retorno a Alejandría (349). El obispo faccioso, Ursacio y Vales, se retractaron de sus cargos contra él en manos del Papa Julio; y mientras viajaba al hogar, a través de Tracia, Asia Menor y Siria, la multitud de prelados de la corte le hicieron abjecto homenaje. Estos hombres viraban con cada viento. Algunos, como Eusebio de Cesárea, sostenían una doctrina Platonizante que no dejarían, auque declinaron la blasfemia Arriana. Pero muchos eran servidores de los tiempos, indiferentes al dogma. Y un nuevo partido había surgido, los estrictos y píos Homoiousianos, ni amigos de Atanasio, ni dispuestos a suscribir los términos de Nicena, pero aún así lentamente desplazándose más cerca del verdadero credo y finalmente aceptándolo.
En los concilios que entonces siguieron, estos buenos hombres jugaron su parte. Sin embargo, cuando Constancio murió (350), y su Semi-Arriano hermano fue dejado supremo, la persecución de Atanasio se redobló en violencia. Mediante una serie de intrigas los obispos Occidentales fueron persuadidos a removerlo a Arles, Milán, Aiminum. Fue con relación a este último concilio (359) que San Jerónimo escribió, “el mundo entero gemía y se maravillaba de encontrarse Arriano”. Porque los obispos Latinos fueron conducidos mediante amenazas y chicanas a firmar concesiones que en ningún momento representaban sus genuinas opiniones.
Los concilios fueron tan frecuentes que sus fechas son todavía materia de controversia. Asuntos personales enmascaraban la importancia dogmática de la lucha que se había desarrollado por treinta años. El Papa del momento, Liberio, bravo al principio, indudablemente ortodoxo, pero arrancado de su sede y exiliado a la lóbrega soledad de Tracia, firmó un credo, en tono Semi Arriano (compilado principalmente de uno de Sirmium), Atanasio renunció, pero tomó una postura contra la así llamada “Homoeana” fórmula de Ariminum. El nuevo partido fue liderado por Acacio de Cesarea, un clérigo aspirante que sostenía que él, y no San Cyrilo de Jerusalén, era el metropolitano sobre Palestina. Los Homoeanos, un tipo de Protestantes, no emplearían términos que no fuesen encontrados en las Escrituras, y por tanto evadían firmar la “Consubstancial”. Un más extremo conjunto, los “Anomoeanos”, seguían a Aetio, fueron dirigidos por Eunomio, sostuvieron encuentros en Antioquía y Sirmiun, declararon al Hijo como “distinto” del Padre, y se hicieron poderosos dentro del palacio en los últimos años de Constancio. Jorge de Capadocia persiguió a los Católicos Alejandrinos.
Atanasio se retiró al desierto entre los solitarios. Hosio había sido obligado mediante torturas a suscribir el credo de moda. Cuando murió el vacilante emperador (361), Julián, conocido como el Apóstata sufrió lo mismo para volver a sus hogares a quienes habían sido exiliados debido a la religión. Una importante reunión, presidida por Atanasio en 362, en Alejandría, unió a los ortodoxos Semi Arrianos con él mismo y el Occidente. Cuatro años después cincuenta y nueve prelados Macedonios,i.e., hasta entonces anti Nicena, prestaron sumisión al Papa Liberio. Pero el Emperador Valens, un feroz hereje, todavía ponía devastación a la Iglesia.
Sin embargo, la larga batalla estaba entonces tornándose decididamente en favor de la tradición Católica. Los obispos Occidentales, como Hilario de Poitiers y Eusebio de Vercellae desterrados al Asia por sostener la fe Nicena, estaban actuando al unísono con San Basilio, los dos San Gregorio [de Nyssa y de Nazianzus], y los reconciliados Semi Arrianos. Como movimiento intelectual la herejía había perdido su fuerza. Teodosio, un Español y Católico, gobernaba el Imperio entero. Atanasio murió en 373; pero su causa triunfó en Constantinopla, prolongadamente una ciudad Arriana, primero por la prédica de San Gregorio Nazianzeno, luego en el Segundo Concilio General (381), cuya apertura presidió Meletio de Antioquía. Este santo varón había sido apartado de los campeones Nicenos durante el largo cisma; pero hizo la paz con Atanasio, y entonces, en compañía de San Cirilo de Jerusalén, representó una influencia moderada que ganó el momento. No aparecieron diputados del Occidente. Meletio murió casi inmediatamente. San Gregorio Nazianeno, quien tomó su lugar, muy pronto renunció.
San Gregorio de Nyssa redactó un credo encarnando al de Nicena, pero no es el que es cantado en la Misa, este último se dice que se debe a San Epifanio y la Iglesia de Jerusalén. El Concilio se convirtió en ecuménico mediante la aceptación del Papa y de los siempre ortodoxos Occidentales. Desde este momento el Arrianismo en todas sus formas perdió su lugar dentro del Imperio. Sus desarrollos entre los bárbaros fueron más políticos que doctrinales. Ulfilas (311-388), quien tradujo las Escrituras al Maeso-Gótico, enseñó a los Godos a través del Danubio una teología Homoeana.
Los reyes arios surgieron en España, África, Italia. Gépidas, Hérulos, Vándalos, Alanos y Lombardos recibieron un sistema que eran tan poco capaces de comprender como de defender, y los obispos Católicos, los monjes, la espada de Clovis y la acción del Papado, remediaron esto a comienzos del siglo octavo. En la forma que tomó bajo Arrio, Eusebio de Cesarea y Eunomio, no ha sido nunca revivido. Individuos, entre los que están Milton y Sir Isaac Newton, fueron quizás contaminados con el mismo.
Pero la tendencia Sociniana a partir de las cuales las doctrinas Unitarias han crecido no le debe nada a la escuela de Antioquía o a los concilios opuestos a Nicea. Tampoco ha quedado ningún líder arriano con un carácter de proporciones heroicas en la historia. En toda la historia no hubo sino un solo héroe – el corajudo Atanasio – cuya mente fue igual a los problemas, como su gran espíritu lo fue a las vicisitudes, una cuestión sobre la que el futuro del Cristianismo dependió. (Enciclopedia Católica)
14 Mahoma

Muhammad, Mohammed o Mahomet (La Meca h.575-Medina 632): Profeta árabe, fundador de la religión musulmana. La biografía de Mahoma, de la que se conocen muy pocos datos seguros, nos ha llegado envuelta en la leyenda. Su nombre primitivo fue probablemente Ahmad; nació en una familia pobre de la noble tribu de Quraish (acontecimiento que los musulmanes celebran con la fiesta del Mawlud). A los seis años quedó huérfano y fue recogido por su tío Abú Talib, al que acompañó en sus viajes de comercio.
A los veinticinco años Mahoma se casó con la rica viuda Jadicha, de quien era criado; Jadicha le dio una hija -Fátima-, además de una posición social más desahogada como un comerciante respetado en la ciudad. Conoció -si bien superficialmente- las dos grandes religiones monoteístas de su época a través de las pequeñas comunidades cristiana y judía que habitaban en La Meca y quizá también por sus viajes de negocios. Con tan escasa cultura -pues probablemente era analfabeto- se permitió crear una religión que serviría de base para toda una cultura de difusión universal.
A los cuarenta años Mahoma comenzó a retirarse al desierto y a permanecer días enteros en una cueva del monte Hira, en donde creyó recibir la revelación de Dios -Alá-, que le hablaba a través del arcángel Gabriel y le comunicaba el secreto de la verdadera fe. Animado por Jadicha, comenzó a predicar en su ciudad natal, presentándose como continuador de los grandes profetas monoteístas anteriores, Abraham, Moisés y Jesucristo. Por entonces Mahoma se limitaba a predicar la vuelta a la religión de Abraham.
Mahoma consiguió sus primeros adeptos entre las masas urbanas más pobres, al tiempo que se enemistaba con los ricos. Cuando sus seguidores se hicieron numerosos, las autoridades empezaron a verle como una amenaza contra el orden establecido; se le acusó de impostor y comenzaron las persecuciones. Una parte de sus seguidores huyeron a Abisinia, en donde recibieron la protección delnegus cristiano. Pero las amenazas a la seguridad de Mahoma llegaron hasta tal punto que, después de la muerte de Jadicha y de Abú Talib en el 619, decidió huir a Medina el 16 de julio del año 622. Se considera el momento de esa huida -la Hégira- como fecha fundacional de la era islámica.
En Medina, Mahoma tomó contacto con la comunidad judía, que le rechazó por su errónea interpretación de las Escrituras; comprendió entonces que su predicación no conducía a la religión de Abraham, sino que constituía una nueva fe: de entonces data el cambio de la orientación de la oración, de Jerusalén a La Meca. Combinando la persuasión con la fuerza, Mahoma se fue rodeando de seguidores, que empezaron a practicar las razias contra caravanas y poblaciones del entorno como medio de vida. Estas escaramuzas (Badr, Uhud…), elevadas a la categoría de batallas por la historia oficial, fueron descubriendo a los musulmanes la «guerra santa», el uso de la fuerza para someter y convertir a los infieles.
En Medina, Mahoma se convirtió en un caudillo no sólo religioso, sino también político y militar. Los enfrentamientos entre Medina y La Meca culminaron con la conquista de esta última ciudad por los mahometanos en el 630, fruto de la presión militar, de la negociación política y de convenientes enlaces matrimoniales (Mahoma se casó hasta con doce mujeres, nueve de ellas al mismo tiempo). El santuario de la Kaaba, piedra negra venerada en La Meca, fue inmediatamente consagrado a Alá. Poco antes de morir, Mahoma realizó una peregrinación de Medina a La Meca, que ha servido de modelo para este rito que todo musulmán debe realizar una vez en su vida.
Mahoma fue personalmente el creador de la teología islámica, que quedó reflejada en el Corán, único libro sagrado de los musulmanes; es una colección de sentencias que se suponen inspiradas por Alá y que fueron recogidas en vida del profeta y recopiladas hacia el 650.
En los dos últimos años de la vida de Mahoma el Islam se extendió al resto de Arabia, unificando a las diversas tribus paganas que habitaban aquel territorio. Eran un conjunto de tribus semíticas politeístas, cuyo continuo estado de guerra entre clanes les había impedido hasta entonces tener protagonismo alguno en la historia. A pesar de haber nacido en una región atrasada y marginal del planeta, y de proceder él mismo de un ambiente modesto, Mahoma convirtió a las belicosas tribus árabes en un pueblo unido y las embarcó en una expansión sin precedentes. Al morir Mahoma sin heredero varón, estallaron las disputas por la sucesión, que recayó en el suegro del profeta, Abú Bakr, convertido así en el primer califa o sucesor. (Biografías y Vidas)
15  Califas de Córdoba y Almanzor
Mezquita de Córdoba
CALIFAS de Córdoba
Abderramán III (929-961)
Alhakén II (961-976)
Hisham II (976-1009) y (1010-1013)
Muhammad II (1009)
Sulaiman al-Mustain (1009) y (1013-1016)
Alí ben Hamud al-Nasir (1016- 1018)
Abderramán IV (1018)
Al-Qasim al-Mamun (1018-1021) y (1023)
Yahya al-Muhtal (1021-1023) y (1025-1026)
Abderramán V (1023-1024)
Muhammad III (1024-1025)
Hisham III (1027-1031)

El Califato de Córdoba (en árabe: خلافة قرطبة; Khilāfat Qurṭuba), también llamado Califato Omeya de Córdoba o Califato de Occidente, fue un estado musulmán andalusí proclamado por Abderramán III en 929. El Califato puso fin al emirato independiente instaurado por Abderramán I en 756 y perduró oficialmente hasta el año 1031, en que fue abolido dando lugar a la fragmentación del Estado omeya en multitud de reinos conocidos como taifas. Por otro lado, la del Califato de Córdoba fue la época del máximo esplendor político, cultural y comercial de al-Ándalus.

Los reinados de Abderramán III (929-961) y su hijo Alhakén II (961-976) constituyen el periodo de apogeo del Califato omeya, en el que se consolida el aparato estatal cordobés. Para afianzar el aparato estatal los soberanos recurrieron a oficiales fieles a la dinastía omeya, lo cual configuró una aristocracia palatina de fata'ls (esclavos y libertos de origen europeo), que fue progresivamente aumentando su poder civil y militar, suplantando así a la aristocracia de origen árabe. En el ejército se incrementó especialmente la presencia de contingentes bereberes, debido a la intensa política califal en el Magreb. Abderramán III sometió a los señores feudales, los cuales pagaban tributos o servían en el ejército, contribuyendo al control fiscal del Califato.

Las empresas militares consolidaron el prestigio de los omeyas fuera de al-Ándalus y estaban orientadas a garantizar la seguridad de las rutas comerciales. La política exterior se canalizó en tres direcciones: los reinos cristianos del norte peninsular, el Norte de África y el Mediterráneo.

La fitna comenzó en 1009 con un golpe de Estado que supuso el asesinato de Abderramán Sanchuelo, hijo de Almanzor, la deposición de Hisham II y el ascenso al poder de Muhammad ibn Hisham ibn Abd al-Yabbar, bisnieto de Abderramán III. En el trasfondo se hallaban también problemas como la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos.

A lo largo del conflicto, los diversos contendientes llamaron en su ayuda a los reinos cristianos. Córdoba y sus arrabales fueron saqueados repetidas veces, y sus monumentos, entre ellos el Alcázar y Medina Azahara, destruidos. La capital llegó a trasladarse temporalmente a Málaga. En poco más de veinte años se sucedieron 10 califas distintos (entre ellos Hisham II restaurado), pertenecientes tres de ellos a una dinastía distinta de la omeya, la hammudí.

En medio de un desorden total se independizaron paulatinamente las taifas de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza. El último califa, Hisham III, fue depuesto en 1031, y se proclamó en Córdoba una república. Para entonces todas las coras (provincias) de al-Ándalus que aún no se habían independizado se proclamaron independientes, bajo la regencia de clanes árabes, bereberes o eslavos. La caída del Califato supuso para Córdoba la pérdida definitiva de la hegemonía de al-Ándalus y su ruina como metrópoli.

El apogeo del califato cordobés queda de manifiesto por su capacidad de centralización fiscal, que gestionaba las contribuciones y rentas del país: impuestos territoriales, diezmos, arrendamientos, peajes, impuestos, tasas aduaneras sobre mercancías, así como los derechos percibidos en los mercados sobre joyas, aparejos de navíos, piezas de orfebrería, etc. Asimismo, los cortesanos estaban sometidos a contribución. Administrativamente, el califato dividió su territorio en demarcaciones administrativas y militares, denominadas coras, siguiendo a grandes rasgos la anterior división administrativa del Emirato. La opulencia del califato durante estos años queda reflejada en la palabras del geógrafo Ibn Hawqal:

La abundancia y el desahogo dominan todos los aspectos de la vida; el disfrute de los bienes y los medios para adquirir la opulencia son comunes a los grandes y a los pequeños, pues estos beneficios llegan incluso hasta los obreros y los artesanos, gracias a las imposiciones ligeras, a la condición excelente del país y a la riqueza del soberano; además, este príncipe no hace sentir lo gravoso de las prestaciones y de los tributos.

Para realzar su dignidad y a imitación de otros califas anteriores, Abderramán III edificó su propia ciudad palatina: Medina Azahara. Esta etapa de la presencia islámica en la península Ibérica de mayor esplendor, aunque de corta duración pues en la práctica terminó en el 1009 con la fitna o guerra civil que se desencadenó por el trono entre los partidarios del último califa legítimo, Hisham II, y los sucesores de su primer ministro o hayib Almanzor. No obstante, el Califato siguió existiendo oficialmente hasta el año 1031, en que fue abolido dando lugar a la fragmentación del Estado omeya en multitud de reinos conocidos como taifas.

Durante los primeros años del Califato, la alianza del rey leonés Ramiro II de León con Navarra y el conde Fernán González de Castilla, ocasionaron el desastre del ejército califal en la batalla de Simancas. Pero a la muerte de Ramiro II, Córdoba pudo desarrollar una política de intervención y arbitraje en las querellas internas de leoneses, castellanos y navarros, enviando frecuentemente contingentes armados para hostigar a los reinos cristianos. La influencia del Califato sobre los reinos cristianos del norte llegó a ser tal que entre 951 y 961, los reinos de León, Navarra y Castilla y el condado de Barcelona le rendían tributo.

Las relaciones diplomáticas fueron intensas. A Córdoba llegaron embajadores del conde de Barcelona Borrell, de Sancho Garcés II de Navarra, de Elvira Ramírez de León, de García Fernández de Castilla y el conde Fernando Ansúrez entre otros. Estas relaciones no estuvieron faltas de enfrentamientos bélicos, como el cerco de Gormaz de 975, donde un ejército de cristianos se enfrentó al general Galib.

La política cordobesa en el Magreb fue igualmente intensa, particularmente durante el reinado de Alhakén II. En África, los omeyas se enfrentaron a los fatimíes, que controlaban ciudades como Tahart y Siyilmasa, puntos fundamentales de las rutas comerciales entre el África subsahariana y el Mediterráneo, si bien este enfrentamiento no fue directo entre ambas dinastías. Los omeyas se apoyaron en los zenata y los idrisíes y el Califato fatimí, en los ziríes sinhaya.

Eventos importantes fueron la ocupación de Melilla, Tánger y Ceuta, punto desde el cual se podía evitar el desembarco fatimí en la península. Tras la toma de Melilla en 927, a mediados del siglo X los Omeyas controlaron el triángulo formado por Argel, Siyilmasa y elocéano Atlántico y promovieron revueltas que llegaron a poner en peligro la estabilidad de califato fatimí.

Sin embargo, la situación cambió tras el ascenso de al-Muizz al Califato fatimí. Almería fue saqueada y los territorios africanos bajo autoridad omeya pasaron a ser controlados por los fatimíes, reteniendo los cordobeses sólo Tánger y Ceuta. La entrega del gobierno deIfriqiya a Ibn Manad provocó el enfrentamiento directo que se había intentado evitar anteriormente, si bien Ya'far ibn Ali al-Andalusi logró detener al zirí Ibn Manad.

En el 972 estalló una nueva guerra en el norte de África, provocada en esta ocasión por Ibn Guennun, señor de Arcila, que fue vencido por el general Galib. Esta guerra tuvo como consecuencia el envío de grandes cantidades de dinero y tropas al Magreb y la continua inmigración de bereberes a al-Ándalus.

Política en el Mediterráneo
El Califato mantuvo relaciones con el Imperio bizantino de Constantino VII y emisarios cordobeses estuvieron presentes en Constantinopla. El poder del Califato se extendía también hacia el norte, y hacia el 950 el Sacro Imperio Romano Germánico intercambiaba embajadores con Córdoba, de lo que queda constancia de las protestas por la piratería musulmana practicada desde Fraxinetum y las islas orientales de al-Ándalus. Igualmente, algunos años antes, Hugo de Arlés solicitaba salvoconductos para que sus barcos mercantes pudieran navegar por el Mediterráneo, dando idea por lo tanto del poder marítimo que ostentaba Córdoba. A partir del 942 se establecieron relaciones mercantiles con la República amalfitana y en el mismo año se recibió una embajada de Cerdeña.

La economía del Califato se basó en una considerable capacidad económica -fundamentada en un comercio muy importante-, una industria artesana muy desarrollada y técnicas agrícolas mucho más desarrolladas que en cualquier otra parte de Europa. Basaba su economía en la moneda, cuya acuñación tuvo un papel fundamental en su esplendor financiero. La moneda de oro cordobesa se convirtió en la más importante de la época, siendo probablemente imitada por el Imperio carolingio. Así, el Califato fue la primera economía comercial y urbana de Europa tras la desaparición del Imperio romano.

A la cabeza de la red urbana estaba la capital, Córdoba, la ciudad más importante del Califato, que superaba los 250.000 habitantes en935 y rebasó los 500.000 en 1000 (algunos historiadores aún hablan de 1.000.000 de habitantes, basándose en recientes hallazgos arqueológicos de dimensiones superiores a las esperadas, cumpliendo muchas de las crónicas hasta ahora tenidas por exageradas), siendo durante el siglo X una de las mayores ciudades del mundo y un centro financiero, cultural, artístico y comercial de primer orden.

Otras ciudades importantes fueron Toledo 37.000 habitantes; Almería 27.000 habitantes; Málaga y Granada, ambas con 20.000 habitantes; Zaragoza 17.000 habitantes y Valencia 15.000 habitantes.

Abderramán III, octavo soberano Omeya de la España musulmana y primero de ellos que tomó el título de califa, no sólo hizo de Córdoba el centro neurálgico de un nuevo imperio musulmán en Occidente, sino que la convirtió en la principal ciudad de Europa Occidental, rivalizando a lo largo de un siglo con Bagdad y Constantinopla, las capitales del Califato Abasí y el Imperio bizantino, respectivamente, en poder, prestigio, esplendor y cultura. Según fuentes árabes, bajo su gobierno, la ciudad alcanzó el millón de habitantes, que disponían de mil seiscientas mezquitas, trescientas mil viviendas, ochenta mil tiendas e innumerables baños públicos.

El califa omeya fue también un gran impulsor de la cultura: dotó a Córdoba con cerca de setenta bibliotecas, fundó una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe. Hizo ampliar la Mezquita de Córdoba, reconstruyendo el alminar, y ordenó construir la extraordinaria ciudad palatina de Madina-al-Zahara, de la que hizo su residencia hasta su muerte.

Los aspectos de desarrollo cultural no son menos relevantes tras la llegada al poder del califa Alhakén II a quien se atribuye la fundación de una biblioteca que habría alcanzado los 400.000 volúmenes. Quizás ello provocó la asunción de postulados de la filosofía clásica -tanto griega como latina- por parte de intelectuales de la época como fueron Ibn Masarra, Ibn Tufail, Averroes y el judío Maimónides, aunque los pensadores destacaron, sobre todo, en medicina, matemáticas y astronomía.

Árbol genealógico de la familia Omeya
En azul figura el califa Utman, uno de los 4 califas ortodoxos. En verde, los califas Omeyas de Damasco. En amarillo, los emires omeyas de Córdoba. En naranja, los califas omeyas de Córdoba (nota: Abderramán III fue emir hasta el año 929, en que se proclamó califa). Se incluye el parentesco de los omeyas con el profeta Mahoma, señalado en mayúsculas. (Wikipedia)
Almanzor (Zurbarán)
Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir al-Mansur (Torrox h.938-Medinaceli 1002): Hayib de Córdoba (978-1002). Descendiente de una familia árabe del Yemen establecida en la región de Algeciras desde la conquista musulmana de la península Ibérica, estudió en Córdoba y, durante el califato de al-Hakam II, ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972).

En el 976, la prematura muerte de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan sólo once años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder. Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la madre de éste, Subh, una cautiva vascona que probablemente era su amante.

Dos años más tarde, en el 978, ya tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.

Su primera decisión fue expulsar del ejército califal a la mayor parte de los mercenarios eslavos –los cuales, con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la corte cordobesa– y sustituirlos por unos 20.000 beréberes, reclutados por él mismo en el norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo, emprendió una profunda reestructuración de sus tropas con el propósito de acabar con la organización tribal de éstas, lo que era fuente de continuos conflictos, dispersando en diferentes unidades a los miembros más destacados de cada familia.

Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del norte peninsular. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los ejércitos coligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coimbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y castigó Astorga (997).

La gesta más memorable del caudillo árabe se produjo, sin embargo, el 11 de agosto del 997, cuando destruyó Santiago de Compostela (sólo respetó el sepulcro del apóstol) y obligó a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. Cinco años más tarde, de regreso de una expedición contra San Millán de la Cogolla, cayó enfermo y murió en Medinaceli, el 10 o el 11 de agosto de 1002.

A lo largo de su dilatado mandato, Almanzor tuvo la habilidad política de respetar el aparato califal y mantener intactas algunas de las prerrogativas de Hisam II, lo que no sólo le proporcionó un gran prestigio en vida, sino que también favoreció que, tras su muerte, el califa nombrara hayib a Abd al-Malik, su hijo predilecto, quien también se mostraría como un administrador eficiente y un inteligente jefe militar.

16 Saladino y Conquista de Jerusalén
Batalla de Hattin (1187)
Saladino I (Irak 1138-Damasco 1193) Sultán de Egipto (1171-1193) y de Siria. De origen kurdo, inició su carrera militar junto a su padre Ayyub y su tío Sirkuh, que servían a Nur al-Din, uno de los más importantes jefes militares de Siria. Participó en la expedición de Sirkuh a Egipto, y asumió el mando a la muerte de éste en 1169.

La ocupación del país del Nilo puso fin al período fatimí y sirvió para realzar el prestigio de Saladino dentro de un islam aún traumatizado por la caída de Jerusalén en poder de los cruzados en 1099. A la muerte de Nur al-Din, hasta aquel momento considerado como el gran campeón del islam, Saladino supo maniobrar con destreza para apartar a sus sucesores y afianzarse en el poder en Siria.

Conseguido esto, inició la reunificación de los diferentes estados islámicos de Oriente y organizó para ello un poderoso y disciplinado ejército cuyo núcleo fundamental eran los fiables guerreros turcos y kurdos. Una vez se sintió seguro de sus fuerzas, reavivó la guerra santa y atacó al Estado de los cruzados en Palestina en 1187. Con suma habilidad estratégica, atrajo al principal ejército cruzado, el del rey Guido de Lusignan, a los Cuernos de Hattin, donde lo cercó y aniquiló.

La Yihad: Comienzo y batalla de Hattin
El rey consorte de Jerusalén Guido de Lusignan realizó levas, reuniendo a todas las fuerzas del reino, para defenderse de Saladino. El enfrentamiento final se produjo en 1187, junto a unas colinas llamadas los Cuernos de Hattin. En la batalla los ataques de la caballería ligera y los arqueros sarracenos hicieron que el ejército cruzado se retrasara en su idea de llegar al lago Tiberíades y hubo de acampar en la llanura de Maskana. Finalmente sedientos y sin fuerzas, fueron derrotados por Saladino.

La victoria fue total para Saladino: había destruido casi la totalidad de las fuerzas enemigas, había capturado a los principales caudillos (el rey Guido de Lusignan, Reinaldo de Châtillon, el gran maestre de la Orden del Temple, Gérard de Ridefort...), había capturado o eliminado a la mayoría de los caballeros de las órdenes religiosas (incluyendo a Roger de Moulins, gran maestre del Hospital) y había arrebatado a los cristianos la Vera Cruz, su más preciada reliquia.

Se cuenta la anécdota de como Saladino ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, sediento por la travesía en el desierto. Pero Reinaldo y otros Caballeros Templarios fueron ejecutados por el mismo Saladino.

La Conquista de Jerusalén
Tras su victoria en Hattin, Saladino conquistó fácilmente Galilea y Samaria debido a que las fuerzas cristianas habían sido eliminadas o capturadas en Hattin. Tiberíades, capital del principado de la mujer de Raimundo de Trípoli fue finalmente asediada y tomada. Saladino marchó contra la costa, reduciendo la defensa de Acre y tomando el próspero puerto costero. La vecina Arsuf cayó junto con ella. Nazaret, Séforis, Cesarea y Haifa fueron tomadas una tras otra.

Posteriormente, tomó uno tras otro los puertos de Sidón, Beirut, Biblos,Torón y las tierras de la frontera del Condado de Trípoli con el Reino de Jerusalén. La única excepción fue Tiro, plaza situada en un cabo de fácil defensa que comandada por el Marqués Conrado de Montferrato, noble llegado de visita a unos parientes, que mostró un gran liderazgo y ofreció una resistencia ordenada. Saladino dejó frente a Tiro un ejército y marchó hacia el sur con el objetivo de conquistar Ascalón, plaza vital para la defensa de Egipto, a pesar de que sus emires le instaban a tomar Jerusalén. Saladino liberó al gran maestre del Temple,Gérard de Ridefort, a cambio de las fortalezas templarias de Gaza, Daroum y sus últimos baluartes en Samaria y al rey Guido de Lusignan a cambio de Ascalón, que, sin embargo, se negó inicialmente a rendirse.

Una vez aseguradas las comunicaciones con Egipto puso sitio a Jerusalén. Inicialmente se rechazó toda propuesta de capitulación, pues ningún cristiano quería ceder la ciudad, que consideraban santa al igual que los musulmanes. Saladino se decidió, pues, a tomar la ciudad por la fuerza. En octubre de 1187 la situación de los defensores era ya desesperada, y Balián trató de negociar la rendición. Saladino se negó pues había jurado tomar la ciudad por la fuerza al rechazarse sus ofrecimientos iniciales.

Una vez en posesión de la ciudad entregó los lugares sagrados cristianos a sacerdotes ortodoxos y convirtió las iglesias en mezquitas. Finalmente, Saladino pudo entrar en la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar sagrado para los musulmanes después de La Meca. A partir de esta victoria, las posesiones cruzadas en Tierra Santa, con inclusión de Jerusalén, fueron cayendo una tras otra. La reacción de los cristianos no se hizo esperar y se inició la Tercera Cruzada: un poderoso ejército, mandado por los reyes de Francia e Inglaterra, Felipe Augusto y Ricardo Corazón de León, desembarcó en Acre y sitió la ciudad. Los intentos de Saladino para socorrer Acre fueron infructuosos, y ésta fue tomada por los cristianos en 1191.

17  Cátaros-Albigenses

Los Cátaros eran herejes (llamados albigenses por Albi en el sur de Francia) que aparecieron en el siglo XII. Tenían creencias maniqueas: un dualismo filosófico, en el que hay dos principios, dos dioses creadores: uno bueno y otro malo (kataros = puros, en griego).

Creen que el espíritu fue creado por la deidad buena mientras que la materia, incluso el cuerpo humano, fue creado por la deidad mala (el demonio) el cual tiene dominio sobre ella. Sostenían además que la deidad buena envió a Jesucristo como criatura para liberar nuestras almas del cuerpo. Creen que Jesús es un ángel y que su muerte y resurrección tenían un sentido meramente alegórico. En consecuencia, consideraban que la Iglesia Católica, con su realidad terrena, sus sacramentos y su difusión de la fe en la Encarnación de Cristo, era una herramienta de corrupción. Predicaban contra la Iglesia incluso la atacaban violentamente.

Por su desprecio al cuerpo, los albigenses abogaban contra el matrimonio y practicaban una ascésis excesivamente rigurosa, que llegaba en algunos casos a la muerte por inanición y al llamado suicidio de liberación. Estos eran llamados "perfectos", mientras que los seguidores regulares de la secta eran llamados "creyentes". Muchos de los "creyentes" ayudaban a los "perfectos" en su camino a la tierra del espíritu asesinándolos. No obstante estos extremos, el movimiento llegó a convertirse en una verdadera fuerza política bajo la protección de Pedro II de Aragón y de Raimundo VI de Toulousse.

Negaban el valor de juramentos y el derecho de castigar el mal. Sus ideas socavaban los fundamentos de la sociedad civil, por lo que encontraban oposición tanto de la Iglesia como del Estado. Ya en el siglo XIV los cátaros casi habían desaparecido de Francia, Alemania e Inglaterra y, para el siguiente siglo, de Italia.

La Iglesia condenó la herejía en varios sínodos y concilios. El Papa Inocencio II envió misioneros a los albigenses, incluyendo a los cistercienses, y a Santo Domingo de Guzmán (fundador de la Orden de Predicadores, Dominicos) como su principal vocero. Estos esfuerzos al principio no daban fruto y desembocaron en reacciones violentas. Fue entonces que intervino la Virgen María, apareciéndose a Santo Domingo y enseñando por primera vez el Santo Rosario, oración que llevará a la conversión de muchos. (Historia de la entrega del rosario)

La agresión violenta de los albingenses contra la Iglesia, incluso el asesinato del legado papal Pedro de Castelnau, desembocó en una guerra. En la Batalla de Muret, en 1213, Pedro de Aragón y los albingenses fueron derrotados por Simón de Montfort. En Bélgica, Francia y Alemania continuó la guerra contra ellos, aún contra los deseos del Papa Inocente III. Para el siglo XV habían desaparecido como fuerza política, pero las ideas maniqueas reaparecieron con la reforma protestante.

MATANZA DE LOS CÁTAROS
(EJEMPLO DE MANIPULACIÓN IDEOLÓGICA)
Hace tiempo que vengo diciendo que los católicos, reducidos ya a una minoría (al menos en el plano cultural), deberían seguir el ejemplo de otra minoría, la judía, y crear también ellos una «Liga Anticalumnia», que intervenga en los medios para restablecer las verdades históricas deformadas, sin pretender, por otra parte, ninguna censura ni privilegio, sino sólo la posibilidad de rectificaciones basadas en datos exactos y documentos auténticos.

Tomemos, por ejemplo, el asunto de los cátaros (también llamados albigenses) hoy tan de moda porque gozan de protagonismo en el «El Código da Vinci» y similares y a los que les gustaría revalorizarse, olvidando que eran seguidores de una oscura, feroz y sanguinaria secta de origen asiático.

Paul Sabatier -historiador de la Edad Media e insospechado pastor calvinista- ha escrito: «El papado no ha estado siempre de parte de la reacción y del oscurantismo: cuando desbarató a los cátaros, su victoria fue la de la civilización y la razón». Y otro protestante, radicalmente anticatólico y célebre estudioso de la Inquisición, el americano Henry C. Lea: «Una victoria de los cátaros habría llevado a Europa a los tiempos salvajes primitivos». De la campaña católica contra aquellos sectarios (apoyados por los nobles del Midi -el Mediodía francés- no por motivos religiosos, sino porque querían meter mano a las tierras de la Iglesia), son recordados sobre todo el asedio y la toma de Béziers, en julio de 1209.

Veo ahora en «Il Messaggero» que un divulgador de la Historia como Roberto Gervaso no duda en dar por buena la réplica de Dom Arnaldo Amalrico, abad de Citeaux y «asistente espiritual» de los cruzados, a los barones que le preguntaban qué tenían que hacer con la ciudad conquistada. La respuesta se ha hecho famosa por sus innumerables repetidores: «¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!». A la cual siguió una masacre que, según Gervaso -seguidor, también aquí, de la vulgata corriente-, alcanzó los 40.000 muertos.

El divulgador se halla, por tanto, en sorprendente compañía: hasta un verdadero especialista en el Medievo como Umberto Eco, en su novela «El Nombre de la Rosa» acredita la frase terrible del abad y el desmesurado número de víctimas. Pues bien: se da la casualidad de que poseemos muchas crónicas contemporáneas de la caída de Béziers, pero en ninguna de ellas hay noticia de aquel «matadlos a todos». La realidad es que más de sesenta años después, un monje, Cesáreo de Heisterbach, que vivía en una abadía del Norte de Alemania de la que nunca se había movido, escribió un pastiche fantasioso conocido como «Dialogus Miracolorum». Entre los «milagros» pensó inventar también éste: mientras los cruzados hacían estragos en Béziers (que fray Cesáreo ni siquiera sabía dónde estaba) Dios había «reconocido a los suyos», permitiendo a aquellos que no eran cátaros huir de la matanza.

Es decir, la frase atribuida a don Arnaldo tiene la misma credibilidad que el «Eppur si muove!» que se supone que fue pronunciado por Galileo Galilei ante sus jueces, y que sin embargo fue inventado en Londres en 1757, casi un siglo y medio después, por uno de los padres del periodismo, Giuseppe Baretti.

En realidad, en Béziers, en aquel año de 1209, los católicos deseaban tan poco una matanza que enviaron embajadores a los asediados para que se rindiesen, salvando su vida y sus bienes. Por lo demás, tras un largo periodo de tolerancia, el Papa Inocencio III se había decidido a la guerra sólo cuando los cátaros, el año anterior, asesinaron a su enviado que proponía un acuerdo y una paz. Habían fallado también las tentativas pacíficas de grandes santos como Bernardo y Domingo. También en Béziers, los cátaros replicaron con la violencia de su fanatismo a la oferta de diálogo y negociación: intentaron, de hecho, un ataque sorpresa pero, para su desventura, los primeros con los que se encontraron eran los Ribauds, cuyo nombre ha asumido el significado inquietante que conocemos (en italiano, «delincuente, mercenario»). Eran, de hecho, compañías de mercenarios y aventureros de pésima fama. Esta mesnada de irregulares, no sólo rechazó a los asaltantes, sino que los persiguió hasta el interior de la ciudad. Cuando los comandantes católicos acudieron con las tropas regulares, la masacre ya había comenzado y no hubo modo de frenar aquellos «ribaldos» enfurecidos.

¿Veinte, quizá cuarenta mil muertos? Hubo una matanza, impensable para la mentalidad de entonces y explicable con la exasperación provocada por la crueldad de los cátaros, que no sólo en Béziers, sino desde hacía años perseguían a los católicos. Sólo un cuenta-cuentos tipo Dan Brown puede hablar con ignorancia de una «mansedumbre albigense». El episodio principal tuvo lugar en la iglesia de la Magdalena, en la cual no cabían, abigarradas, más de mil personas. ¿Béziers despoblada y derrocada? No lo parece, dado que la ciudad se organizó poco después para ulteriores resistencias y fue necesario un nuevo asedio. En resumen: un episodio entre tantos otros de manipulación ideológica.

Una Liga Anticalumnia no sólo sería deseable y necesaria para los católicos, sino para dar lugar a un juicio ecuánime y realista sobre el pasado de una Europa forjada durante tantos siglos también por la Iglesia. (Corazones.org-VITTORIO MESSORI)


18  Humanistas 
Renacimiento italiano
Es un movimiento literario, artístico y filosófico. Inicia el antropocentrismo y la vuelta al clasicismo pagano y al gnosticismo neoplatónico, que prepara la llegada del protestantismo. Es la transición de la Edead Media a la Edad Moderna.

El renacimiento italiano comenzó en Toscana, con epicentro en las ciudades de Florencia y Siena. Luego tuvo un importante impacto en Roma, que fue ornamentada con algunos edificios en el estilo antiguo, y después fuertemente reconstruida por los Papas del siglo XVI. La cumbre del movimiento se dió a fines del siglo XV, mientras los invasores extranjeros sumían la región en el caos. Sin embargo, las ideas del renacimiento se difundieron por el resto de Europa, centradas en Fontainebleau, Amberes y Londres.

El renacimiento italiano es bien conocido por sus logros culturales. Esto incluye creaciones literarias con escritores como Petrarca, Castiglione, y Maquiavelo, obras de arte de Miguel Angel y Leonardo da Vinci, y grandes obras de arquitectura, como la Iglesia de Santa María del Fiore en Florencia y la Basílica de San Pedro en Roma.

Al mismo tiempo, los historiadores actuales ven también allí una época de regresión económica y de poco progreso científico, que tuvo su desarrollo principal en la cultura protestante del siglo XVII.

A finales de la edad media, el centro y sur de Italia, que había sido el corazón del Imperio romano, era más pobre que el norte. Roma era una ciudad llena de ruinas, y los estados papales constituían una región pobremente administrada. Nápoles, Sicilia y Cerdeña estaban bajo dominación extranjera. Las principales rutas de comercio con oriente pasaban a través del Imperio bizantino o las tierras árabes, y desde entonces por los puertos de Venecia, Pisa y Génova. Los artículos de lujo comprados en oriente, por ejemplo especias, tintes, ysedas se importaban a estos estados italianos, para luego ser revendidas a toda Europa.

Además, las ciudades-estado del interior se beneficiaban con la rica tierra de cultivo del valle del Po. Desde Francia, Alemania, España y los Países Bajos, a través de rutas terrestres y fluviales, se importaban artículos como lana, trigo y metales preciosos.. De esta forma, aunque el norte de Italia no era más rico en recursos que otras regiones europeas, el nivel de desarrollo estimulado por el comercio le permitió prosperar. Florencia se convirtió en una de las ciudades más ricas del norte italiano, debido principalmente a su producción textil de lanas, bajo la supervisión de su dominante cofradía, el "Arte della lana".

Durante el siglo XIV se produjeron una serie de catástrofes que causaron la recesión de la economía europea. El clima cálido del medioevo iba transformándose en una pequeña edad del hielo. Este cambio climático produjo una significativa declinación de la agricultura, llevando a repetidas hambrunas, exacerbadas por el rápido crecimiento poblacional. La Guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia interrumpió el comercio a través del noroeste Europeo, notoriamente cuando, en 1345, el rey Eduardo III de Inglaterra rechazó sus deudas, produciendo el colapso de los dos más grandes bancos de Florencia, el de los Bardi y el de los Peruzzi. En oriente, la guerra también interrumpió las rutas comerciales, cuando el Imperio otomano comenzó a expandirse por la región. Más devastadora aún fue la Peste negra, que diezmó la población de las densamente pobladas ciudades del norte de Italia entre 1347 y 1351, golpeando posteriormente en varias oportunidades. La población de Florencia, por ejemplo, cayó de 90.000 a 50.000 habitantes. Siguieron amplios desórdenes, incluyendo la revuelta de los trabajadores textiles de Florencia, los "ciompi" en 1378.

Fue durante este período de inestabilidad que vivieron las primeras figuras del renacimiento, como Dante y Petrarca, y cuando se crearon las primeras conmovedoras obras de arte renacentistas, en el primer cuarto del siglo XIV, notablemente en el realismo de Giotto. Paradójicamente, algunos de estos desastres ayudaron a establecer el renacimiento. La peste negra eliminó a un tercio de la población europea, y la nueva y más pequeña población pudo tener más riqueza, estar mejor alimentada, e -incluso - disponer de excedentes de dinero para gastar en artículos de lujo como obras artísticas o de arquitectura. Como el flagelo de la peste bubónica comenzó a declinar a principios del siglo XV, la devastada población de Europa comenzó a crecer nuevamente.

Esta nueva demanda de productos y servicios, y el reducido número de personas capaz de proveerlos, puso a la clase baja en una posición más favorable. Además, esta demanda ayudó al crecimiento de los banqueros, mercaderes, y artesanos hábiles. También la quiebra de los bancos de las familias Bardi y Peruzzi abrió las puertas para el florecimiento de los Médici en Florencia.

El norte de Italia se dividió en un número de ciudades-estado guerreras, de las cuales las más poderosas eran Milán, Florencia, Pisa, Siena, Génova, Ferrara y Venecia. Por otro lado, durante el alto medioevo se dieron largas luchas de supremacía entre las fuerzas del Papado y del Sacro Imperio Romano Germánico, en que cada ciudad se alineaba con una u otra facción, y aún mostraba luchas internas entre los partidarios de ambos bandos.

Desde el siglo XIII, a causa de que los ejércitos se componían mayormente de mercenarios, las ciudades-estado prósperas podían desplegar fuerzas considerables, a pesar de su baja población. En el curso del siglo XV, las ciudades más poderosas anexaron a sus vecinas. Florencia ocupó Pisa en 1406, Venecia invadió Padua y Verona, mientras que el Ducado de Milán anexó áreas circundantes que incluían a Pavia y Parma.
Lorenzo de Médicis
A fines del siglo XIV, la familia dirigente de Florencia eran los Albizzi. Sus principales oponentes eran los Médicis, primero con Juan de Médicis, y luego su hijo Cosme. Los Médicis controlaban el mayor banco de Europa, y un amplio rango de negocios en Florencia y otros lugares. En 1433, los Albizzi manipularon el exilio de Cosme. Al año siguiente, sin embargo, se eligió una Signoria favorable a los Médicis y Cosme pudo retornar. Los Médicis pasaron a ser la familia gobernante, posición que mantendrían por los siguientes tres siglos. La ciudad era una república hasta 1537, fecha que tradicionalmente marca el fin del alto renacimiento en Florencia, pero los instrumentos del gobierno republicano estaban firmemente bajo control de los Médicis y sus aliados.

Cosme de Médicis fue altamente popular entre los ciudadanos, en especial por traer un período de estabilidad y prosperidad a la ciudad. Uno de sus logros más importantes fue negociar la Paz de Lodi con Francesco Sforza, dando punto final a décadas de guerra contra Milán, y estabilizando casi todo el norte de Italia. Cosme fue asímismo un importante mecenas artístico.

En 1469 las riendas del poder pasaron al nieto de Cosme, de veintiún años de edad, Lorenzo, que sería conocido como "Lorenzo el Magnífico". Fue el primero de su familia en ser educado desde edad temprana en la tradición humanística y es reconocido como uno de los más importantes mecenas del renacimiento. Bajo Lorenzo, el gobierno de los Médicis se formalizó a través de la creación de un nuevo Consejo de los Setenta, que él mismo presidía. Las instituciones republicanas continuaron, pero perdieron todo su poder. Lorenzo fue menos exitoso en los negocios que sus antecesores, y el imperio comercial de la familia se fue erosionando lentamente..

Una de las poesías más conocidas de Lorenzo el Magnífico, Quant'e bella giovinezza muestra con fuerza el espíritu renacentista de resaltar y aprovechar el momento actual, en oposición a la promesa futura de una vida eterna, que la filosofía medieval, con base religiosa, promovía como forma de soslayar o soportar las penurias de esta vida.
Leonardo da Vinci (1453-1519)
Venecia, una de las ciudades más ricas debido a su control del mar Mediterráneo, también se convirtió en un centro de la cultura del renacimiento, especialmente en el campo de la arquitectura. Las ciudades más pequeñas copiaron el modelo de mecenazgo, desarrollando sus artes características: Ferrara, Mantua bajo los Gonzaga, Urbino bajo Federico da Montefeltro. En Nápoles el renacimiento se desarrolló bajo el patronazgo de Alfonso I de Aragón, que conquistó enteramente la ciudad en 1443, y protegió a artistas como Francesco Laurana y Antonello da Messina, escritores como el poeta Jacopo Sannazzaro, y al estudioso humanista Angelo Poliziano.

En 1378 el papado había vuelto a Roma, pero la alguna vez ciudad imperial permaneció pobre y casi totalmente en ruinas durante los primeros años el Renacimiento. La gran transformación comenzó bajo el Papa Nicolás V, elegido pontífice en 1447. Inició un dramático esfuerzo de reconstrucción que renovaría gran parte de la ciudad. El estudioso humanista Aeneas Silvius Piccolomini se convirtió en 1458 en Papa bajo el nombre de Pío II. Como el control del papado cayó bajo el control de las ricas familias del norte, como los Médicis y los Borgia, el espíritu del arte y la filosofía del renacimiento dominó al Vaticano. El Papa Sixto IV continuó el trabajo de Nicolás V, ordenando la construcción de la Capilla Sixtina. Los papas también comenzaron a incrementar la normativa secular de los estados papales, lo que llevó a un poder centralizado a través de varios"papas guerreros".
Girolamo Savonarola
El fin del renacimiento resulta tan impreciso como su inicio. Para muchos, la llegada al poder en Florencia del austero monje Girolamo Savonarola en 1497 marca el fin del florecimiento de la ciudad. Para otros, el retorno triunfante de los Médicis representa el comienzo de la etapa artística tardía denominada manierismo. Savonarola alcanza el poder durante un retroceso generalizado contra el secularismo y la indulgencia del renacimiento - su corto gobierno promovió que muchas obras de arte fueran destruidas en la "Hoguera de las vanidades" en el centro de Florencia. Con los Medicis de nuevo en el poder, ahora como grandes duques de Toscana, la contrarreforma en las iglesias continuó. En 1542 se fundó la Inquisición y pocos años después se creó el Index Librorum Prohibitorum, excluyendo un gran conjunto de obras literarias renacentistas.

También resultó importante el fin de la estabilidad, mediante una serie de invasiones extranjeras, conocidas como las Guerras italianas, que continuaron por varias décadas. Comenzaron en 1494 con la invasión francesa que devastó el norte de Italia y puso fin a la independencia de muchas ciudades-estado. Más dañino fue el saqueo de Roma, el 6 de mayo de 1527, a cargo de tropas alemanas y españolas, que interrumpió por dos décadas el rol del papado como el principal mecenas de arte y arquitectura del renacimiento.

Muchos grandes artistas italianos eligieron emigrar. El ejemplo más notable fue Leonardo da Vinci, quien se trasladó a Francia en 1516, pero equipos de artistas menores invitados a transformar el castillo de Fontainebleau, crearon la escuela del mismo nombre, que difundió el estilo del renacimiento italiano en Francia. Desde Fontainebleau los nuevos estilos, transformados por el manierismo, llevaron el renacimiento a Amberes, y de allí a todo el norte de Europa. Las rutas mediterráneas dejaron de ser las principales en el comercio europeo. En 1498 Vasco da Gama alcanzó la India. A partir de ese momento la ruta primaria de artículos de oriente pasó por los puertos atlánticos de Lisboa, Sevilla, Nantes, Bristol y Londres. Tales regiones rápidamente superaron a Italia en riqueza y poder.
Nicolás Maquiavelo
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), hombre arquetípico del renacimiento, autor de El Príncipe. Con la impresión de libros iniciada en Venecia por Aldo Manucio, comenzaron a publicarse en Italiano vernáculo un creciente número de obras, además de los textos griegos y latinos que constituyeron la corriente principal del renacimiento italiano. La fuente de estos libros se expandió más allá de teología hasta las eras pre-cristianas del Imperio romano y la antigua Grecia. No quiere decir esto que no se publicaran trabajos religiosos en este período: La divina comedia del Dante refleja una cosmovisión medieval paradigmática. La cristiandad permaneció como influencia principal para artistas y autores, con los clásicos como segunda temática.

En los inicios del renacimiento italiano, la atención principal estuvo puesta en el estudio y traducción de las obras clásicas del latín y el griego. Los escritores no se contentaron sin embargo con dormir en los laureles de los autores antiguos. Muchos intentaron integrar los métodos y estilos de los antiguos en sus propias obras. Entre los romanos más copiados estaban Cicerón, Horacio, Salustio y Virgilio. Entre los griegos, a Aristóteles, Homero y Platón, aunque en estos casos la influencia directa fue menor, ya que las obras no fueron conocidas en su idioma original hasta ya entrado el siglo XIV.

La literatura y poesía del renacimiento fue también muy influenciada por las ciencias tecnológicas y la filosofía. El humanista Francesco Petrarca, figura clave en el renovado sentido de la investigación, fue también un exitoso poeta que publicó varias importantes obras en tal género.Escribió poesía en latín, entre las que destacan la epopeya de las guerras púnicas y una colección de sonetos de amor titulada "Canzoniere", dedicada a su amor no correspondido, Laura.Fue el escritor de sonetos italianos más famoso, y las traducciones de su obra al inglés por parte de Thomas Wyatt, difundieron la forma literaria en Inglaterra, donde fue empleada por William Shakespeare e innumerables otros poetas.

Giovanni Boccaccio, discípulo de Petrarca, se convirtió en un reconocido escritor por sus propios méritos. Su obra principal, el Decamerón es una colección de 100 cuentos contados por 10 narradores que escaparon a los suburbios de Florencia para escapar de la peste negra durante 10 noches. Ha sido una fuente de inspiración para muchos autores renacentistas, incluyendo a Geoffrey Chaucer y William Shakespeare.

Aparte de la cristiandad, la antigüedad clásica y la erudición, una cuarta influencia sobre la literatura del renacimiento fue sin duda la política. Las obras más famosas del filósofo político Nicolás Maquiavelo fueron su "Historia de Florencia" y "El Príncipe", tan conocido en la sociedad occidental que el término "maquiavélico" es sinónimo del pragmatismo político invocado por el libro. Sin embargo, la mayoría de los expertos argumentan que Maquiavelo en realidad no compartía las tácticas expuestas a veces sarcásticamente en su libro, con lo que "maquiavélico" resulta un término inapropiado. De cualquier forma, El Príncipe, junto con varias otros libros renacentistas, permanece como una influyente obra literaria hasta nuestros días.

Petrarca fue fundador de un nuevo método de estudio, el humanismo renacentista. El humanismo es una filosofía optimista que vé al hombre como un ser sensible y racional, con la habilidad de pensar y decidir por sí mismo.Esto significó una oposición a la visión de la Iglesia católica que presentaba al espíritu como única realidad absoluta, luego transformada en una ideología mística. El humanismo ve al hombre como inherentemente bueno por naturaleza, en contraste con la visión cristiana del pecado original que debe ser redimido. Esto provocó un fuerte debate sobre la naturaleza de la realidad.

Petrarca promovió el estudio de los clásicos latinos y llevaba consigo su copia de Homero aunque sea para encontrar alguien que le enseñara a leer griego. Un paso esencial en la educación humanística fue propuesta por estudiosos como Pico della Mirandola al buscar cantidades de manuscritos olvidados, conocidos sólo por su reputación. Este esfuerzo fue sostenido en gran parte por la riqueza de los patricios italianos, príncipes mercaderes y déspotas, que invirtieron sumas sustanciales en la construcción de bibliotecas. Se puso de moda descubrir el pasado, una búsqueda apasionada que se convirtió en uno de los más altos objetivos sociales..

Cuando se consiguieron las obras griegas, se encontraron los manuscritos, se organizaron bibliotecas y museos, la prensa escrita estaba naciendo. Las obras de la antigüedad fueron traducidas del griego y el latín a los modernos lenguajes de toda Europa, y encontraron una clase media receptiva, como Shakespeare, "con poco latín y menos griego".

Mientras que lo relativo a la filosofía, arte y literatura se desarrolló fuertemente en el renacimiento, la época es usualmente vista como un retroceso en los temas científicos. La admiración por las fuentes clásicas consagró la visión aristotélica y ptolemaica del universo. El humanismo hizo hincapié en que la naturaleza debe ser vista como una creación espiritual no gobernada por leyes matemáticas. Al mismo tiempo los filósofos perdieron mucho de su rigor y las reglas de la lógica deductiva fueron vistas como secundarias en relación a la intuición y la emoción. No sería hasta la difusión del renacimiento por el norte de Europa que reviviría la ciencia, con figuras como Copérnico, Francis Bacon yDescartes.

Escultura y pintura
En pintura, el falso amanecer del realismo de Giotto, sus figuras tridimensionales ocupando un espacio racional, y su interés humanista en expresar la personalidad individual en lugar de los modelos góticos tardíos, fue seguido por un retroceso a las convenciones conservadoras de finales del gótico.

El renacimiento italiano en pintura comenzó en Florencia con los frescos de Masaccio, luego las pìnturas sobre panel y frescos de Piero della Francesca y Paolo Uccello. Todos ellos comenzaron a realzar el realismo de sus trabajos utilizando nuevas técnicas de perspectiva a fin de representar más auténticamente el mundo tridimensional en dos dimensiones. Piero della Francesca escribió tratados sobre perspectiva científica. La creación de espacios creíbles permitió a los artistas mejorar la representación del cuerpo humano sobre paisajes naturales. Las figuras de Massaccio tienen una plasticidad desconocida hasta esa época. Comparadas con el aspecto llano de la pintura gótica, estas obras eran revolucionarias.

A la vuelta del siglo XVI, especialmente en el norte de Italia, los artistas también comenzaron a utilizar nuevas técnicas en la manipulación de la luz y sombra, como en los contrastes evidentes usados en varios retratos de Tiziano, y en el desarrollo del esfumado y el claroscuro por Leonardo da Vinci y Giorgione. Esta época vio también aparecer los primeros temas seculares, no religiosos.

Se ha debatido si el secularismo del Renacimiento, debido a la presencia de algunas pinturas mitológicas no ha sido exagerado por escritores de principios del Siglo XIX. Uno de los principales pintores cuyas obras seculares han llegado a nuestros días es Botticelli, conocido por su profunda religiosidad (fue seguidor de Savonarola) y por su producción general plena de obras de temas religiosos.
Miguel Angel
El David de Miguel Angel es la obra maestra de la escultura renacentista. Al mismo tiempo es un notable arquitecto y pintor, pero se comporta, sobre todo, como escultor.

Los más famosos pintores de esta época son: Leonardo da Vinci, Rafaél, y Miguel Angel. Sus imágenes están entre las más conocidas obras de arte de todo el mundo. La Última cena de Leonardo, la Escuela de Atenas de Rafael o el Cielorraso de la Capilla Sixtina de Miguel Angel, son los ejemplos básicos de este período.

La pintura del alto renacimiento evolucionó hacia el manierismo (1520-1580) especialmente en Florencia. Los artistas manieristas, que conscientemente se rebelaron contra los principios del alto renacimiento, trataron de representar figuras enlongadas en espacios ilógicos. (wikipedia)

19  Sultanes Otomanos y Lepanto
Solimán: El Gran Turco
Solimán II el Magnífico (Trebisonda 1494-Hungría 1566): Sultán que llevó el Imperio Otomano a su apogeo. Sucedió en el Trono a su padre, Selim I, en 1520. Desde entonces emprendió una serie de guerras que, bajo su dirección personal, expandieron el dominio de los turcos en tres direcciones principales: hacia el corazón de la Europa cristiana, en las fronteras del Imperio de los Habsburgo; hacia el imperio persa chiíta en el este; y por el Mediterráneo hacia la destrucción de Roma, sede de la Cristiandad.

Aprovechando que la atención del emperador Carlos V estaba concentrada en el enfrentamiento con Francisco I de Francia, Solimán terció en el conflicto sucesorio de Hungría, apoyando al voivoda de Transilvania Juan Zapolya contra Fernando de Habsburgo: conquistó Belgrado (1521), venció en la batalla de Mohács (1526), tomó Budapest (1529), puso sitio a Viena (1529), se anexionó la mayor parte del territorio húngaro (1547) y sometió al Imperio alemán al pago de un tributo.

Sus ataques contra los «herejes» chiíes de Persia le llevaron a conquistar Tabriz, Bagdad y la mayor parte de Mesopotamia (1534), extendiendo luego sus dominios por las costas de Arabia. En cuanto a la expansión mediterránea, comenzó con la conquista de Rodas (1522), que le proporcionó el control de las rutas comerciales venecianas y genovesas; continuó sometiendo al vasallaje otomano a Argel (1529) y Trípoli (1551), mientras corsarios turcos imponían su ley en el mar: con el apoyo del pirata berberisco Khair-al-Din, conocido como Barbarroja, a quien nombró bey de Argel y almirante de la escuadra otomana, asentó la presencia turca en buena parte de la costa magrebí.

Estos avances hacia Occidente, en el Mediterráneo y en Europa central, continuaron hasta la muerte de Solimán, que le sorprendió durante una nueva campaña en Hungría; el temor con que fue visto en los reinos cristianos este renacimiento del expansionismo musulmán explica la contraofensiva lanzada por el Papado, Venecia y la Monarquía Hispana, que conduciría a la batalla de Lepanto (1571), cuando la gran flota otomana, financiada por banqueros judios sefardíes, se disponía a destruir Roma.

Los turcos recuerdan a Solimán como un gran legislador (autor del código general conocido como Kanuname), poeta y constructor de edificios y obras públicas. En este último aspecto, convirtió a Estambul en la ciudad más grande y monumental de Europa en el siglo XVI.

2 Protestantes y Racionalistas
21 Lutero
22 Enrique VIII y los Anglicanos
23 Calvino
24 Príncipe de Orange
25 Peregrinos del "May Flowers"
26 Cromwell y los Puritanos
27 Descartes y los Racionalistas
28 Pascal y los Jansenistas
29 Newton y los Esotéricos
21 Lutero
Lutero desafía a la Iglesia de Roma (1517)
En el término protestantismo se engloban una denominaciones cristianas y sectas que tuvieron su punto de partida con Martín Lutero de Alemania en 1517. Comenzó Lutero por negar las indulgencias, luego la autoridad del Papa, y por último terminó cayendo en toda clase de errores. (Protestantismo y Sectas)
Lutero, el gran hereje (P. José María Iraburu)
La tesis de que la decadencia moral de la Iglesia, bajo los Papas renacentistas, había llegado a un extremo intolerable, y que Lutero encabezó a los «protestantes» contra esta situación, exigiendo una «reforma», es falsa y ningún historiador actual es capaz de sostenerla.
Actualidad de Lutero. El próximo 31 de octubre se cumplirá un nuevo aniversario de las 95 tesis clavadas en 1517 por Lutero en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Son varias las publicaciones recientes sobre Lutero, en las que se le muestra como enamorado de la Biblia y difusor de la misma en el pueblo, reformador de una Iglesia romana corrompida en su tiempo, etc. Parece, pues, oportuno hacer algunas verificaciones.
No fue reformador de costumbres, sino de doctrinas.– La tesis de que la decadencia moral de la Iglesia, bajo los Papas renacentistas, había llegado a un extremo intolerable, y que Lutero encabezó a los «protestantes» contra esta situación, exigiendo una «reforma», es falsa y ningún historiador actual es capaz de sostenerla. Entre otras razones, porque el mismo Lutero desecha esa interpretación de su obra en numerosas declaraciones explícitas. «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías». Y años después insiste en ello: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. Efectivamente, «bellum est Luthero cum prava doctrina, cum impiis dogmatis» (Melanchton).
Reformador de la doctrina católica.– Lutero, efectivamente, combatió con todas sus fuerzas contra la doctrina de la Iglesia Católica. Para empezar, arrasó con la Biblia, ya que dejándola a merced de el libre examen, cambió la infalible y única Palabra divina por una variedad innumerable y contradictoria de falibles palabras humanas. Se llevó por delante la sucesión apostólica, el sacerdocio ministerial, los Obispos y sacerdotes, la doctrina de Padres y Concilios. Eliminó la Eucaristía, en cuanto sacrificio de la redención. Destruyó la devoción y el culto a la Santísima Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, la función benéfica de la ley eclesiástica. Dejó en uno y medio los siete sacramentos. Afirmó, partiendo de la corrupción total del hombre por el pecado original, que «la razón es la grandísima puta del diablo, una puta comida por la sarna y la lepra» (etc., así cinco líneas más). Y por la misma causa, y con igual apasionamiento, negó la libertad del hombre (1525, De servo arbitrio), estimando que «lo más seguro y religioso» sería que el mismo término «libre arbitrio» desapareciera del lenguaje. Como lógica consecuencia, negó también la necesidad de las buenas obras para la salvación. En fin, con sus «respuestas correctas», según escribe un autor de hoy, destruyó prácticamente todo el Cristianismo, destrozando de paso la Cristiandad.
Pensamiento esquizoide.– Une la Iglesia Católica razón y fe, entendiendo la teología como «ratio fide illustrata» (Vaticano I). Une la Biblia con la Tradición y el Magisterio apostólico (Vaticano II, Dei Verbum 10). Une la gracia con la acción libre de la voluntad humana. Et et.
El pensamiento de Lutero, por el contrario, es esquizoide: Vel vel. Considerando que “la razón es la grandísima puta del diablo”, concluye: sola fides. Convencido de que la mente y la conciencia del cristiano están por encima de Padres, Papas y Concilios, dictamina: sola Scriptura. Afirmando que el hombre no es libre, y que no son necesarias las buenas obras para la salvación, declara: sola gratia.
El mayor insultador del Reino.– Lutero escribe que “toda la Iglesia del papa es una Iglesia de putas y hermafroditas”, y que el mismo papa es “un loco furioso, un falsificador de la historia, un mentiroso, un blasfemo”, un cerdo, un burro, etc., y que todos los actos pontificios están “sellados con la mierda del diablo, y escritos con los pedos del asno-papa”. Podrían llenarse innumerables páginas con frases semejantes o peores.
Los teólogos católicos del tiempo de Lutero rechazaron sus tesis, ganándose de su parte los calificativos previsibles. La Facultad de París es “la sinagoga condenada del diablo, la más abominable ramera intelectual que ha vivido bajo el sol”. Y los teólogos de Lovaina, por su parte, son “asnos groseros, puercos malditos, panzas de blasfemias, cochinos epicúreos, herejes e idólatras, caldo maldito del infierno”. No es de extrañar que, pensando así, rechazara Lutero la proposición que le hizo Carlos V en Worms para que discutiera sus doctrinas con los más prestigiosos teólogos católicos. ¿A quién puede interesarle discutir con cerdos endemoniados?
Por lo demás, los insultos de Lutero tenían una extensión universal: las mujeres alemanas, por ejemplo, eran unas «marranas desvergonzadas»; los campesinos y burgueses, «unos ebrios, entregados a todos los vicios»; y de los estudiantes decía que «apenas había de cada mil uno o dos recomendables».
El perfecto hereje.– «Yo, el doctor Lutero, indigno evangelista de nuestro Señor Jesucristo, os aseguro que ni el Emperador romano [...], ni el papa, ni los cardenales, ni los obispos, ni los santurrones, ni los príncipes, ni los caballeros podrán nada contra estos artículos, a pesar del mundo entero y de todos los diablos [...] Soy yo quien lo afirmo, yo, el doctor Martín Lutero, hablando en nombre del Espíritu Santo». «No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse».
Duro con los pobres, débil con los poderosos.– Con ocasión del levantamiento de los campesinos, que exigían, primero por las buenas y luego por las malas, lo que estimaban que eran sus derechos, escribe Lutero una durísima invectiva Contra las hordas rapaces y homicidas de los campesinos (1525). «Al sedicioso hay que abatirlo, estrangularlo y matarlo privada o públicamente, pues nada hay más venenoso, perjudicial y diabólico que un promotor de sediciones, de igual manera que hay que matar a un perro rabioso, porque, si no acabas con él, acabará él contigo y con todo el país».
Muy suave fue, en cambio, Lutero con los poderosos príncipes alemanes, a fin de ganar su favor. Cuando, por ejemplo, Felipe de Hessen, gran landgrave, casado con Catalina, de la que tenía siete hijos, exigió la aprobación de un matrimonio adicional con una señorita de la nobleza sajona, obtuvo la licencia de Lutero y Melanchton, a condición de que la concesión se mantuviera secreta. Se acudió en este caso de poligamia, consumada en 1540, al precedente de los antiguos Patriarcas judíos.
Espantado de su propia obra.– Los resultados de la predicación de Lutero fueron devastadores en la moral del pueblo, y él mismo lo reconoce. «Desde que la tiranía del papa ha terminado para nosotros, todos desprecian la doctrina pura y saludable. No tenemos ya aspecto de hombres, sino de verdaderos brutos, una especie bestial». De sus seguidores afirmaba que «son siete veces peores que antes. Después de predicar nuestra doctrina, los hombres se entregaron al robo, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda clase de vicios. Expulsamos un demonio [el papado] y vinieron siete peores».
A Zwinglio le escribe espantado: «Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones: una abominación que inspira lástima [...] Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran». Y aún preveía desastres mayores. Un día le confiaba a su amigo Melanchton: «¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo». Así fue. Y así ha sido en progresión acelerada, hasta llegar a la gran apostasía actual de las antiguas naciones católicas.
22  Enrique VIII y los Anglicanos
Esposas de Enrique VIII
Ana B y Catalina H: decapitadas
Enrique VIII Tudor, rey de Inglaterra, pidió al Papa Clemente VIII la anulación del matrimonio con su legítima esposa, Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. El Papa rehusó basado en el mandato de Cristo: "Lo que Dios unió, no lo separe el hombre" (Mc 10,9). El rey, obstinado en su propósito de divorcio, forzó la separación de la iglesia en Inglaterra de la comunión con Roma en el año 1534. Se declaró a si mismo como único y supremo jefe de la iglesia inglesa. Antes de su ascenso al poder, hablar de la iglesia anglicana era como hablar de la iglesia francesa o española. Es decir, se refería a la Iglesia Católica situada en aquel país, en comunión con el Papa.
Razón de la ruptura: el Papa se negó a concederle a Enrique VIII el divorcio que pedía. El rey respondió ordenando cuatro estatutos contra el Papa y, en noviembre de 1534, se auto-proclama "Cabeza Suprema de la Iglesia de Inglaterra" tras promulgar la ley "The Act of Supremacy". Dicha ley le permitió exigir a sus súbditos un juramento afirmando que el Papa no tenía jurisdicción en Inglaterra. El ministerio de predicar y de administrar los sacramentos se le dejaba al clero, pero los poderes de jurisdicción eclesiástica quedaban en manos del rey.
Los obispos fueron forzados a someterse al rey. El obispo John Fisher prefirió el martirio antes de romper la unidad de la Iglesia. Casi todos los demás obispos cedieron ante el rey. En adelante los obispos fueron elegidos por el rey y permanecían bajo su autoridad aun en las cosas espirituales. Los que permanecieron fieles a su fe católica fueron feroñmente perseguidos, produciéndose numerosos mártires, uno de los mas famosos, el gran amigo de San Juan Fisher (Santo Tomás Moro).
1535: Lord Canciller Tomás Moro
Decapitado por su amigo Enrique VIII
La reina María revocó el "Act of Supremacy" pero fue luego restaurado por la reina Isabel. En 1640, cuando el Arzobispo Laud trató de introducir algunos cánones de reforma para lograr la independencia espiritual de la iglesia, la Casa de los Comunes, indignada, pasó una resolución unánime declarando que el clero no tenía poder para hacer ningún canon ni constituciones de cualquier tipo en materias de doctrina, disciplina u otra índole, sin el consentimiento del Parlamento. (Resolución, 16 de diciembre de 1640).
Hasta el 1833, la corona ejerció la jurisdicción sobre la iglesia por medio de la Corte de los Delegados. En ese año se abolió la corte y se transfirió el poder a al Consejo del Rey. Los estatutos (2 y 3 William IV, xcii) expresamente manifiestan que sus decisiones son finales. Este tribunal no profesa, teóricamente, decidir sobre artículos de fe pero la historia demuestra que de hecho sí lo hace. En 1850, por ejemplo, el señor Gorham rechazó la doctrina de la regeneración bautismal. A pesar de la objeción de su obispo la corona defendió su propuesta.
En 1904 se asignó una comisión real para investigar las quejas contra la disciplina eclesiástica; y en julio de 1906 se publicó un informe declarando que nunca se habían observado uniformemente las leyes de culto público y recomendando la formación de una corte que, mientras ejerciera jurisdicción real, debería aceptar la autoridad episcopal en cuestiones de doctrina o liturgia.
Fuera de Inglaterra y Gales, el anglicanismo moderno es independiente del estado. Pero aún en esos países, el gobierno de la iglesia no está sólo en manos del episcopado. Conducen sínodos en los que los laicos tienen gran poder para cambiar la doctrina.
Doctrina
La Iglesia Anglicana es la Iglesia de Inglaterra y las iglesias que de ella se han desprendido, como por ejemplo, la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos. El anglicanismo se encuentra principalmente en Inglaterra y en territorios que estuvieron bajo la bandera inglesa.
Sus miembros son cristianos y creen que la Iglesia de Inglaterra es una verdadera rama de la Iglesia Católica de Cristo. Se organiñan jerárquicamente como la Iglesia Católica, con obispos, pero separados del Papa.
La Iglesia Anglicana se considera libre de la autoridad "extranjera" (del Papa). En cambio tienen como "Gobernador Supremo de la Iglesia" al rey (o reina) de Inglaterra y a él (ella) pertenece "el gobierno de todos los estados, sea civil o eclesiástico, en todas las causas". La Iglesia está por lo tanto sometida al poder del estado. Reconocen las Sagradas Escrituras como Palabra de Dios, según está contenida en la "versión autorizada", que para ellos es la "King James" (Rey Santiago). Se refiere a la revisión que se hizo bajo el rey James I.
Continuará SI DIOS QUIERE

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