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viernes, 18 de diciembre de 2015

HISTORIA de la CREACIÓN y de ESPAÑA (6). HISPANIDAD: María del Pilar y de Guadalupe Emperatriz de la Hispanidad, Defensa de la Hispanidad, Idea de la Hispanidad, Fin del Imperio Español en América, Apóstoles de América, El drama de las Españas, Foro Hispánico Anti-Masónico (1762)

12 Diciembre 1531-Sta. María de Guadalupe
HISTORIA de la CREACIÓN y de ESPAÑA
A mi Familia y Amigos
Fiesta de la Hispanidad-12 de Octubre-Nueva York
Capítulo 6 
HISPANIDAD
SUMARIO
2. Defensa de la Hispanidad (Ramiro de Maeztu)
3. Idea de la Hispanidad (Manuel García Morente)
4. Fin del Imperio Español en América (E. Vegas Latapié)
5. Apóstoles Españoles de América (José María Iraburu)
6. El drama de las Españas es la Fe (Efrén de Pablos)
7. Foro Hispánico AntiMasónico (Santiago Clavijo)
8. CRISTIADA: Mártires de México  (José María Iraburu)
1492: Colón ante los Reyes Católicos-Capitulaciones de Santa Fe
Santiago Clavijo
"Santísima Virgen María, Emperatríz de la Hispanidad" es un ensayo sobre la importancia y conexión de las apariciones de la Virgen del Pilar en la construcción de España y de la Virgen de Guadalupe en la construcción de la Hispanidad, que es el conjunto de naciones que rezamos en español (42% de los 1200 millones de católicos).
La Virgen María prohijó a España para que cumpliera la misión de evangelizar las naciones y defender la Iglesia de Roma, lo que justifica que Juan Pablo II nos denominara “Tierra de María” en su primera visita a España en 1982. El pasado 18 de enero en Filipinas, la nación más católica de Asia gracias a España, Papa Francisco celebró la Eucaristía más multitudinaria de la historia ante más de 6 millones de filipinos.
España recibió la gracia de TRES de las cuatro Apariciones de la Virgen -en 15 siglos- que han sido reconocidas oficialmente por la Iglesia: Virgen del Pílar a Santiago Apóstol (año 40), Virgen del Rosario a Santo Domingo de Guzmán (1208), Virgen del Carmen a San Simón Stock (1246) y Virgen de Guadalupe a San Juan Diego (1531). 
Todo empezó en Éfeso, cuando Santiago recibió la bendición de la Santísima Virgen María al iniciar el viaje para evangelizar Hispania en los confines del continente europeo y continuó con su visita sobre un Pilar en Zaragoza. El icono de la Virgen María, tallado en madera por el evangelista San Lucas, encontrado milagrosamente en la sierra de Guadalupe de los montes de Toledo, relaciona a la Virgen con la fundación del reino católico hispano-visigodo por la conversión del rey arriano Recaredo; y con la protección de Santiago en la Reconquista de España a los infieles seguidores de Mahoma.
Cuando Isabel, la reina católica de Castilla, envió a Colón a descubrir y evangelizar un Nuevo Mundo, le despidió en el Monasterio de Guadalupe donde solía retirarse frecuentemente. Es la conexión de España con la Virgen Guadalupana, negada modernamente por el indigenismo mexicano de obediencia masónica.
Ramiro de Maeztu
En 1934 publica Defensa de la Hispanidad. En ella sintetiza alguno de sus miles de artículos, alguno de Acción Española en su experiencia diplomática, con algún tinte de Mella. Será el vector del discurso exterior ultramarino del régimen de Franco. Maeztu atribuye el concepto de Hispanidad a un sacerdote hispanoargentino, de lengua materna vasca, Zacarías de Vizcarra. Creemos saber de una referencia anterior. Hasta hace poco más de una década, una placa en el santuario de Covadonga recordaba la inauguración de su basílica en 1901 a cargo del obispo Martínez-Vigil. En ella, a la izquierda de la entrada, se recogía una frase en la que estaban las palabras “hogar de la hispanidad”, con el mismo concepto de Civilización hispánica heredera de la Península. Una Tierra Madre que lo es de la España y el Portugal actual, que son sólo hijas, y a veces las más descastadas. Por ello también de Brasil. Hay otra referencia anterior, en marco tan simbólico como la Liga Naval Portuguesa, de Lisboa, en la que Antonio Sardinha enuncia el concepto en 1915. Sardinha había sido republicano, pero se acercó al monarquismo integralista. Publicó La Alianza Peninsular, que no coincide con el iberismo que en sectores republicanos, incluso anarquista, también se defendía. Desde luego influyó en Maeztu en una etapa de corresponsal de El Sol en Portugal. Ya fuese Vizcarra en el Buenos Aires de 1926, esos inmediatos predecesores, o unas referencias más remotas que Giménez Caballero remonta a la Hispal o Hispan, la Sevilla romana, que el cónsul Polion usa para calificar de hispanitatem a Quintiliano en el siglo I. Los humanistas del Renacimiento la usan alguna vez, como Alejo Venegas, un discípulo de Nebrija, y Unamuno, tan cercano a Maeztu, la escribe en 1909.

3. Idea de la HISPANIDAD
Asociación de Amigos del Arte-Buenos Aires
(1-2/Junio/1938)
Por cuatro veces en la historia universal ha sido España el centro y eje de los acontecimientos mundiales.
La primera vez fué cuando Roma, la gran civilizadora de pueblos, transcendió los límites de la península itálica y puso las plantas en la ibérica. Entonces España no existía. Existía tan sólo como una realidad geográfica. Pero los habitantes de las altas tierras que se extienden desde el Pirineo hasta los confines del Africa poseían ya, sin duda, algunas de las grandes virtudes que a lo largo de los siglos habían de desenvolver magníficamente; porque los hispánicos opusieron al ingreso y establecimiento de Roma en sus territorios tan tenaz y decidida resistencia, que por inesperada sorprendió y conmovió profundamente [10] a los romanos. Fueron dos siglos de laboriosos esfuerzos –durante los cuales Roma tuvo que enviar a España sus mejores legiones y sus más esclarecidos generales– los que duró la conquista de España por los romanos. Y en realidad cabría decir que no hubo en la contienda vencedores ni vencidos; porque, como de Grecia más tarde, podría afirmarse también de España: que el conquistado conquistó al conquistador. No por la fuerza, sino por la superioridad de una cultura, de una civilización expansiva, fueron domeñados los hispánicos, que consintieron al fin en entrar a formar parte de ese consenso de pueblos que fué el Imperio Romano. Pero entonces los españoles, recibiendo de Roma un cañamazo de cultura y de vida civilizada, devolvieron a Roma, en energías creadoras y en típicas cualidades espirituales, crecidos réditos como pago de los beneficios obtenidos. Los españoles imprimieron su sello peculiar en la orientación histórica y cultural de la vida romana, que se fué hispanizando, por decirlo así, al tiempo que España se latinizaba. De España fueron a Roma hombres, ideas, pensamientos, cualidades vitales y espirituales, que dejaron indelebles huellas en la historia romana –entonces historia [11] del mundo–. No hace falta insistir en detalles. La serie de los emperadores, de los filósofos, de los poetas, de los oradores españoles que marcaron rumbos en la política y en la cultura del Imperio está en la mente de todos. España, en su primer encuentro con un elemento extraño, supo, pues, maravillosamente asimilar lo necesario, conservando, empero, y afirmando la peculiaridad de sus propias esencias populares.
El segundo momento en que España ocupa el centro del escenario de la historia universal fué cuando el mundo árabe, desencadenado en uno de los vendavales más extraordinarios que registra la historia, invade por Occidente Europa, inunda España y amenaza volcarse como catarata sobre todo el resto del continente europeo y aniquilar la cristiandad. Entonces un puñado de españoles conscientes de su alto misión histórica, un puñado de españoles en quienes las virtudes futuras de la raza habíanse ya depurado, fortalecido y acrisolado, oponen a la ola musulmana una resistencia verdaderamente milagrosa. En las montañas de Asturias salvóse la cristiandad y con ella la esencia de la cultura europea. Mas he aquí, entonces, a España, constreñida durante [12] ocho siglos a montar la guardia en el baluarte de Europa, para permitir que el resto de los países europeos vague en paz y tranquilidad a sus menesteres interiores. España, a quien la Providencia confirió la misión de salvar la cultura cristiana europea, asume su destino con plenitud de valor y de humildad; y durante ocho siglos lleva a cabo, a la vez, dos empresas ingentes: la de oponer su cuerpo y su sangre al empujón de los árabes, asegurando así la tranquilidad de Europa, y la de hacerse a sí misma, crearse a sí misma como nación consciente de su unidad y de su destino. La compenetración de esas dos tareas históricas explica muchos de los caracteres más típicos de la hispanidad; porque en la península, durante esos siglos de germinación nacional, la vida ha debido manifestarse y desenvolverse siempre en dos frentes, por decirlo así, en negación de lo ajeno y en simultánea afirmación de lo propio, como repulsa de las formas mentales y espirituales oriundas del mundo árabe y como tenaz mantenimiento de las primordiales condiciones y aspiraciones de la naciente nacionalidad. Por eso el espíritu religioso, cristiano, católico, llega a constituir un elemento esencial de la nacionalidad española. [13] Durante ocho siglos no hay diferencia entre el no ser árabe y el ser cristiano; la negación implica la afirmación, Ia afirmación lleva en si la negación. La nación española, teniendo que forjar su ser, su más propia e intima esencia, en la continua lucha contra una convicción religiosa ajena, contraria, exótica e imposible, hubo de acentuar cada día más amorosamente, en el seno de su profunda intimidad, el sentimiento cristiano de la vida. El cristianismo desde entonces es algo consubstancial con la idea misma de la hispanidad.
Pero además de la sensibilidad católica, esa lucha de ocho siglos contra el peligro musulmán desenvuelve en el alma hispánica un modo de ser peculiar, una acentuación de las virtudes guerreras en la persona individual, unas cualidades típicas que, depuradas en años y siglos de ejercicio real o imaginado, vienen a condensarse en el tipo humano del caballero –tipo que, al finalizar este período, domina en el mundo y da la pauta a las preferencias sociales.
Mas con esto llegamos al tercer gran momento de la historia española: los siglos XVI y XVII. Ya está terminada la secular tarea. [14] Los últimos mahometanos trasponen las fronteras de la península; y al mismo tiempo el diseño psicológico del alma española acaba de redondear su traza inmortal. las energías que durante los ocho siglos de la Reconquista habían ido destilándose han constituido ya la nación española, han forjado ya el ideal hispánico de vida, han pergeñado decisivamente el tipo de hombre español. Ahora la hispanidad, terminada su labor interna, se expande hacia fuera, sale de sus fronteras, toma en sus manos la dirección del curso histórico y durante dos siglos lleva –por decirlo así– la batuta en el concierto de la historia universal. España enseña al mundo, en este período de su hegemonía, las tres ideas básicas en que se funda la vida política moderna. En primer lugar, la idea del Estado nacional, que los Reyes Católicos llevan a realización plena, antes que ninguna otra monarquía de Europa. Justamente la gran tarea de la Reconquista había preparado a España para ser en el mundo moderno la primera nación en donde el Estado, la monarquía y el pueblo se fundieran como unidad política actuante, eliminando la monarquía las fuerzas de todo poder disidente y los últimos vestigios del feudalismo medieval. [15] Cuando en Europa todavía los señores son poderosos contra el rey, ya en España, en la España de los Reyes Católicos, el poder real identificado con el pueblo y constituyendo unidad sólida de Estado, reduce toda oposición y allana toda asperidad de rebeldía. En segundo lugar, España bajo los Reyes Católicos constituye, por vez primera en la historia moderna, el modelo de un ejército nacional, órgano indispensable del nuevo Estado; el cual, en efecto, no sería capaz de realizar su propia esencia política si no dispusiera de una fuerza armada a las órdenes, no del rey como señor, sino del rey como jefe indiscutido del Estado nacional. En tercer lugar los españoles, la nación española, enseñan al mundo de entonces los principios teóricos y la realización práctica de la moderna política «imperialista». Desde los Reyes Católicos hasta Felipe IV, España expande por el orbe su imperio universal, establece su predominio en las partes de Europa, dilata sus posesiones por los nuevos mundos, que sus navegantes descubren, circunda la tierra llevando la cruz y su bandera por las comarcas más remotas conquista y coloniza continentes y construye el imperio más vasto que la historia ha conocido. [16] Y en estas tres esenciales enseñanzas: concepto del Estado nacional monárquico, idea del ejército nacional, expansión imperialista de la política exterior, España, anticipándose a todos los demás pueblos, señala el programa que las demás naciones se propondrán realizar después de ella y en contra de allá. Lo que Inglaterra y Francia, seguidas luego por Alemania e Italia, hanse esforzado por ser y hacer en la tierra es –no se olvide– una idea que España pensó y realizó la primera en la historia del mundo moderno.
Por último, la cuarta ocasión en que España ocupa el centro y constituye el eje de la historia universal es la coyuntura actual, la que estamos viviendo en nuestros días. España se ha encontrado de pronto con que el destino histórico le señalaba una misión de transcendental importancia: la de dilucidar, la de demostrar experimentalmente la imposibilidad de que una teoría, por apoyada que esté en fuerzas materiales, prevalezca sobre la realidad histórica de la nacionalidad. Las necesidades políticas de un Estado extranjero y las obligaciones ideológicas de una teoría social exótica determinaron que desde 1931 España fuese invadida, sin previa declaración de guerra, [17] por un ejército invisible, pero bien organizado, bien mandado y abundantemente provisto de las más crueles armas. La Internacional comunista de Moscú resolvió ocupar España, apoderarse de España, destruir la nacionalidad española, borrar del mundo la hispanidad y convertir el viejísimo solar de tanta gloria y tan fecunda vida en una provincia de la Unión Soviética. De esta manera el comunismo internacional pensaba conseguir dos fines esenciales: instaurar su doctrina en un viejo pueblo culto de Occidente y atenazar la Europa central entre Rusia por un lado y España soviética por el otro, creando, al mismo tiempo, a las puertas mismas de Francia una base eficaz para la próxima acometida a la nacionalidad francesa. Este plan, cuya base principal era la sovietización –la deshispanización– de España, es el que ha convertido a la nación española hoy en el centro o eje de la historia universal. Porque las circunstancias en que se ha procurado la ejecución de ese plan son tales, que su éxito o su fracaso habría de decidir un punto capital para la historia futura del mundo: el de si es posible o no que la teoría política y social del comunismo prevalezca sobre la realidad vital de las nacionalidades y deshaga [18] –más o menos lentamente– la división de la humanidad en naciones. Y así, de pronto, el problema de España ha quedado elevado a la categoría de un verdadero experimento crucial de la historia. Este experimento histórico ha sido, empero, concluyente. Iniciado en 1931, he aquí que durante los siete años fatídicos las ruinas se han ido amontonando sobre España, los cadáveres se han ido hacinando en piras gigantescas. Pero los vesánicos esfuerzos de los «sin patria» se han estrellado, al fin, ante la secular voluntad de una nación que no quiere morir asesinada. Al cabo de siete años de esfuerzos formidables, el fracaso del comunismo internacional es patente. Sobre las ruinas humeantes que los ejércitos comunistas dejan atrás en su fuga, ondea victoriosa la bandera nacional; y la nacionalidad hispana se siente hay más fuerte, más vigorosa, más decisiva que nunca. España acaba, pues, de demostrar al mundo que ninguna teoría, por armada que esté de recursos, puede destruir la nacionalidad, base indispensable de toda vida colectiva humana. España ha asumido estoicamente el papel de víctima ejemplar en el laboratorio de la historia y ha dado [19] en su propia carne y con su propia sangre una inolvidable lección al mundo, una lección que ojalá, en efecto, no sea olvidada jamás.
Simbolización del estilo españolEl caballero CristianoPaladínGrandeza contra mezquindadArrojo contra timidezAltivez contra servilismoMás pálpito que cálculoPersonalidadCulto al honorIdea de la muerteVida privada y vida públicaReligiosidad del caballeroImpaciencia de eternidad
Decíamos ayer que la nación no es ninguna cosa material de las que hay en la naturaleza. No es una raza, ni una sangre. No es un territorio, ni un idioma. Tampoco, como creen algunos pensadores modernos, puede definirse como la adhesión a un determinado pasado o a un determinado futuro. La nación, por el contrario, es algo que comprende por igual el pasado, el presente y el futuro; está por encima del tiempo; está por encima de las cosas materiales, naturales; por encima de los hechos y de los actos que realizamos. La nación es el estilo común a una infinidad de momentos en el tiempo, a una infinidad de cosas materiales, a una infinidad de hechos y de actos, cuyo conjunto constituye la historia, la cultura, la producción de todo un pueblo. La nación española es, pues, el estilo de vida que ostentan todos los españoles y todo lo español, en los actos, en los hechos, en las cosas, en el [60] pensamiento, en las producciones, en las creaciones, en las resoluciones históricas.

Eugenio Vegas Latapié
"Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos"
(Rubén Darío)

José María Iraburu
A través de algunas de las biografías de los misioneros Hispanos de América se trasluce la Gesta que supuso el Descubrimiento, Conquista y Colonización de las Indias Occidentales, que incorpora a la Civilización Cristiana, a través de la Evangelización, un Nuevo Mundo. Cómo, en las Españas de ultramar (provincias o vireinatos), se produce una auténtica inculturación de Cristianismo, y el descubrimiento y encuentro entre españoles y americanos pero también entre los propios americanos.
SUMARIO
6. El drama de las Españas es la Fe 
Efrén de Pablos
7. Foro Hispánico AntiMasónico 
Santiago Clavijo


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