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sábado, 4 de agosto de 2012

Leyenda Negra de la Inquisición Española (480)

Semanario ALBA
"Y dale con la Inquisición"
Fernando Paz
(6 julio 2012)
Es costumbre que algunas personas de relevancia
eche mano de la Edad Media o de la Inquisición 
para ilustrar alguna desgracia propia

Tras siglos de difamación, la Inquisición pasa por un compendio de la maldad, fruto del afán homicida del ser humano. Profundizar en su historia despierta la sospecha de justificación...

Entre 1480 y los comienzos del XVIII, la Inquisición se constituyó como un inapreciable elemento de cohesión de la sociedad española. Su influencia en la unificación territorial y la homogeneización social, avala la consideración de institución política progresista en su época. El surgimiento del Estado, al eliminar la identidad entre pecado y delito, hizo superfluo el Santo Oficio.

En el Antiguo Régimen, el poder civil buscó la justificación moral de la Iglesia para muchas de sus decisiones a lo largo de la historia. La sociedad de su tiempo sentía las herejías como algo semejante al terrorismo. La herejía representaba una intolerable razón para la fractura social y el hereje era como un saboteador de la religión que les unía. En consecuencia, el cuerpo social lo rechazaba en defensa propia.

Los Padres de la Iglesia consideraban primordialmente a los herejes como objeto de evangelización. Suponían la buena intención de los que erraban en su fe y pretendían hallar la verdad. Las palabras de Jesucristo dejaban poco margen a la interpretación, la verdad no podía imponerse si había oportunidad de predicarla mediante el amor y el ejemplo.

La verificación del peligro de las herejías para la Cristiandad obligó a no cerrar los ojos a los efectos más perversos de las desviaciones religiosas. En el siglo IV, cuando el Imperio se convirtió al cristianismo, se terminó por identificar al hereje con el delincuente.

El catolicismo era algo más que un profundo sentimiento, era la razón misma de ser del pueblo español (Aparición de la Virgen a Santiago en Zaragoza en el año 40, miles de mártires y milagros, una Cruzada de 8 siglos contra la invasión del Islam, muchos santos como el papa Dámaso, Isidoro de Sevilla, Domingo de Guzmán, el rey Fernando III de León y Castilla,... la reina Isabel I en proceso de beatificación paralizado por intereses políticos).

El catolicismo era el factor vertebrador de la unidad nacional, política y religiosa (desde la conversión del rey visigodo arriano Recaredo II de Toledo en 589).

El catolicismo era también la razón de la finalización de la Reconquista, de nuestra influencia en Europa y de su extensión por los océanos y continentes del planeta. Y la Inquisición era el brazo jurídico de esa Iglesia que constituía la columna vertebral de la sociedad española.

Las referencias más demagógicas a la Inquisición aluden a las torturas, evitando mencionar el hecho incuestionable de que las torturas formaban parte de los procedimientos usuales de investigación jurídica desde miles de años.

En el siglo IX, la Iglesia prohibió la tortura pero el papa Inocencio IV en el siglo XIII tuvo que restablecerla (a causa de la herejía Albigense de los Cátaros), pero se preocupó de que los procesos de la Inquisición contasen con las máximas garantías de justicia: presencia de un representante del obispo, un secretario judicial, un médico y un verdugo profesional. Los inquisidores, hombres de leyes, eran excépticos en cuanto al poder de la tortura para desvelar la verdad.

La tortura se aplicó sobre menos del 2% de los ajusticiados por el Santo Oficio, cifra inferior a la del ámbito civil. Y jamás se le aplicó a nadie más de una ocasión o durante más de 15 minutos. El uso de la tortura estaba extraordinariamente regulado, de modo que la mayor parte de los terribles tormentos que se usaban en Europa nunca fueron aplicados en España.

El número de víctimas causado por la Inquisición Española está ya bastante consensuado entre 2.000 y 3.000, lo que representa en torno a un 2% del total de procesados. Es una cifra sorprendentemente baja para un periodo de más de trescientos años; más aun si lacomparamois con la caza de brujas que tuvo lugar en la Europa protestantepor las mismas fechas.


En la Edad Moderna, la Inquisición Española ajustició alrededor de un centenar de protestantes, siendo judaizantes la mayoría de los procesados. El periodo más duro fue entre 1480 y 1530, en el que se concentran la mayor parte de los "Autos de Fe", mientras que en el siglo XVIII no pasaron del centenar. Este Tribunal, en su contexto histórico, resiste muy favorablemente cualquier comparación con sus contemporáneos.
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«Las razones de la Inquisición»
 Miguel Ángel García Olmo 
(19.II.MMX)

Angel David Martín Rubio:

En la década de los noventa del pasado siglo, Benzion Netanyahu (historiador y ex político sionista, padre del primer ministro de Israel) publicó un alegato en el que señala el racismo antisemita como origen y motivación fundamental de la Inquisición española. Esta peregrina hipótesis retrotrae el debate historiográfico sobre el Santo Oficio a un estadio anterior al que se había logrado gracias a las más relevantes aportaciones de autores como Domínguez Ortiz, Suárez Fernández o Eliott y lo devuelve a un terreno de interpretación basado en prejuicios ideológicos no tanto en una lectura desapasionada de las fuentes para buscar en ellas la explicación de los hechos del pasado.

Quizá por eso mismo, la sugerencia del dirigente sionista ha tenido una inmensa y acrítica repercusión internacional en un mundo que rehúye los análisis complejos de la realidad y prefiere concebir la historia como una proyección hacia atrás de nuestras peculiares fobias, siendo una de las más características de ellas, la cristianofobia. De ahí el éxito que tiene todo aquello que se utiliza para denigrar al cristianismo de ayer pensando en combatir al cristianismo del presente, al modo de Amenábar en su imaginaria Ágora. Otros, desde las filas de la misma Iglesia prefieren romper con cualquier fidelidad o vínculo emocional hacia el pasado para subrayar que la Iglesia de nuestros días sería el resultado de la metamorfosis que convierte a una institución antaño oscurantista e intolerante en vanguardia de una nueva civilización sincretista y ecuménica.



Entre las pocas, pero muy autorizadas voces, que se han distanciado de la tesis sostenida por Netanyahu, se encuentra el autor de Las razones de la Inquisición española (Una respuesta a la Leyenda Negra). Miguel Ángel García Olmo es doctor en Antropología y licenciado en Derecho y Filología Clásica. Como ensayista suele abordar cuestiones humanísticas de actualidad desde perspectivas multidisciplinares y como traductor está especializado en latín eclesiástico. Además de sus otras publicaciones y cursos impartidos, en la actualidad enseña Filosofía del Derecho en la Universidad y Latín y Cultura Clásica en secundaria y bachillerato.

Comienza el autor preguntándose, lúcidamente: «¿Realmente necesitan de reivindicación sentida o dolida aquellos desdichados que sufrieron injustamente hace siglos, pero que llevan otros tantos siendo rehabilitados por filósofos, historiadores, novelistas y ahora hasta por la misma Iglesia? Y esto en un mundo como el contemporáneo plagado de horrores, en el que hay miles de damnificados por sistemas, injusticias y conflictos tremendamente crueles y a veces olvidados; o en la España democrática en la que las víctimas de nuestro terrorismo o de nuestra intolerancia han de señalarse y hacerse visibles a diario para no quedar arrumbados y preteridos» (p.15).

En este contexto irrumpe el profesor Netanyahu con Los orígenes de la Inquisición (Nueva York, 1995): «prácticamente no hay historia de la Inquisición ni obra que verse sobre algún aspecto del judaísmo español que no recoja la obligada referencia a sus planteamientos. Por lo que respecta al ámbito de la cultura española no puede dejar de señalarse que las posturas de Netanyahu han saltado a los medios de comunicación social, llegando éstos a servir de soporte mediático a tensos debates más propios de congresos especializados o de revistas científicas» (p.17). En contraste con tanto entusiasta acrítico, el gran académico español Antonio Domínguez Ortiz califica de aberrantes unas conclusiones como las de Netanyahu que vinculan la Inquisición a una maquinaria política justificada por razones religiosas, producto de unos odios sociales y racistas que los reyes utilizaron en su provecho

Para desentrañar el problema comienza García Olmo explicando la trayectoria seguida por los judíos españoles en los reinos cristianos medievales para llegar al debate fundamental: el del criptojudaísmo. «En efecto, dilucidar hasta qué punto es cierta la convicción de que los conversos españoles de los siglos XV y XVI judaizaban —argumento sostenido no sólo por los promotores de la Inquisición y buena parte del pueblo, sino también por diversas escuelas de historiadores contemporáneos, con mayor rotundidad si son judíos—, se ha convertido en piedra de toque del avance de toda investigación posterior» (p.35). Los autores (incluso judíos) que afirman la realidad judaizante otorgan amplio crédito a la razón religiosa que desde el principio dio el sistema inquisitorial de su propia existencia, por el contrario, quienes —desconfiando de las fuentes— niegan o minimizan la sustantividad del criptojudaísmo no ven en la Inquisición otra cosa que designios lucrativos o racistas.

A lo largo de una serie de páginas de densa argumentación y convincente soporte documental, procede Miguel Ángel García Olmo a analizar cuestiones como el propio origen del Santo Oficio entendido a la luz de las fuentes y la limpieza de sangre para llegar a una serie de ponderadas conclusiones en las que queda establecida la existencia de un criptojudaísmo minoritario pero preocupante y la actitud ambigua de los judíos hacia los que habían abandonado su religión: La Inquisición es caracterizada como un tribunal de la fe moderado en su represión y la América hispana como el lugar de aplicación de unos principios basados en los derechos humanos y donde se estrellaron las pretensiones estrechas ligadas a la defensa de la pureza de sangre: «Lejos de instaurar una sociedad guiada por directrices de segregación racial y de exaltación del modelo etnocéntrico, los españoles ‘inventaron’ la sociedad del Nuevo Mundo y en ella pusieron en práctica con considerable éxito la teoría de los derechos humanos que fueron alumbrando entre paso hacia adelante y hacia atrás» (p.279)

El autor de esta obra, que recomendamos a nuestros lectores, afirma que: «el único camino posible de hallar coherencia a la historia de la Inquisición española consiste en olvidar las cíclicas y multiformes teorías conspirativas que se han ido formulando desde el siglo XIX hasta hoy, y volver a leer los textos, testimonios y documentos históricos sin suspicacias ni imágenes preconcebidas(p.277). Un criterio con el que coincidimos plenamente y que, aplicado también a otros campos del estudio de nuestro pasado, hará que los españoles dejemos de colaborar a nuestro propio descrédito colectivo e individual.

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