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viernes, 14 de junio de 2019

¿Europa dividida en el Voto de los Católicos? En temas como Ambientalismo, Crítica al mercado capitalista o Tercermundismo, aunque no en temas 'no negociables' como Vida o Familia

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Europa al Voto
También la Iglesia debe decidir su futuro
1-junio-2019
INFOVATICANA
Hoy, domingo 26 de mayo, se cierran las votaciones para elegir el parlamento de la Unión Europea. Pero, ¿qué está pasando entre la Iglesia Católica y Europa? En el continente que durante siglos ha sido el corazón de la fe cristiana, una gran parte de sus habitantes parece no estar ya interesada en esta fe. Y, viceversa, la Iglesia católica, guiada por un papa argentino, parece interesarse cada vez menos en Europa y dirige su mirada, sobre todo, a América Latina, África y Asia.

De este doble "desinterés" parte el análisis que Sergio Belardinelli firma junto a Angelo Panebianco en un ensayo que ha salido en vísperas de las elecciones. Ambos enseñan en la universidad de Bolonia: Panebianco, ciencias políticas, y Belardinelli sociología de los procesos culturales. El primero es laico, el segundo católico, protagonista de ese "Proyecto cultural" que llevó a cabo la Iglesia italiana en los años en que fue liderada por el cardenal Camillo Ruini.

Ambos comparten la idea según la cual la civilización liberal es "el don más importante de la Europa moderna al mundo" y, al mismo tiempo, "el fruto maduro de la tradición cristiana". Sin embargo, mientras Panebianco desarrolla su análisis bajo el perfil geopolítico, Belardinelli lo hace bajo el cultural y religioso y titula su ensayo: "La Iglesia católica y Europa". Y nos ofrece reflexiones que afectan en pleno al presente y al futuro de la Iglesia.

Uno de los pensadores a los que hace referencia Belardinelli es el filósofo judío Leo Strauss (1899-1973), con su tesis del inflexible antagonismo entre Jerusalén y Atenas, entre el polo de la revelación y la fe y el polo de la filosofía y la razón. Antagonismo que, sin embargo, también para él es "el secreto de la vitalidad de Occidente".

Sin embargo, el drama de la Europa actual –escribe Belardinelli– es que este antagonismo entre Jerusalén y Atenas se ha apagado: “Europa abandonando a la Iglesia, y la Iglesia abandonando a Europa, representan de manera paradigmática el vaciamiento de la 'vitalidad' de ambas ciudades”. Además, la Iglesia, con su actual magisterio, "parece respaldar gran parte de los estereotipos responsables de la crisis de la propia Europa".

Belardinelli pone este ejemplo:
"Admitamos que el magisterio de los pontífices precedentes al papa Francisco estuviera demasiado centrado en los denominados temas 'no negociables' como vida y familia. ¿Estamos seguros de que el hecho de privilegiar ahora otros temas, como el ambientalismo, la crítica al mercado capitalista o el tercermundismo, sea un paso adelante? […] Tengo la impresión de que la denuncia de las causas de estos males que hace hoy en día la Iglesia es 'demasiado humana'. Es como si, al señalar con el dedo el mercado y el liberalismo como los principales responsables -acusaciones que, además, son bastante opinables-, se edulcorase la tremenda y trágica gravedad del mal que se denuncia. La consecuencia es que el impulso profético de la denuncia se debilita precisamente por el hecho de parecer demasiado unido a las lógicas del mundo, demasiado político y demasiado poco escatológico".

Según Belardinelli, hoy la Chiesa "da a menudo la impresión de caer en ese moralismo, bastante de moda, en la base del cual parece que hay una especie de incapacidad de distinguir entre religión, moral y política", cuya diferenciación es, en cambio, una de las conquistas más importantes de la civilización europea.

Y pone este otro ejemplo:
"Cuando la Iglesia católica se hace portadora de un mensaje de acogida para salvaguardar la dignidad de cada hombre, prescindiendo de su pertenencia religiosa o cultural, implícitamente está defendiendo la mejor identidad de Europa. Pero el hecho de que lo haga sin tener en cuenta las consecuencias que un flujo migratorio descontrolado podría tener sobre los países europeos, indica una falta de realismo político ciertamente preocupante, […] que no está compensado por ninguna otra parte, ni por las instituciones europeas, ni por los estados nacionales. […] Europa parece ser un continente a la deriva, que se olvida de sí mismo, precisamente en el momento en el que en la escena geopolítica hay un protagonista para el cual el pluralismo y la libertad no son algo que hay que dar por descontado: el islam. Son islámicos los países de los que proceden la mayor parte de los desesperados que llaman a nuestra puerta; es de matriz islámica el terrorismo que en estos años ha ensangrentando las principales capitales europeas; son islámicos los países que no toleran la presencia de Israel en el mundo árabe; en pocas palabras, es el islam el que hace de catalizador de los principales problemas de nuestro tiempo”.

Otro pensador al que hace referencia Belardinelli es el sociólogo y filósofo alemán Niklas Luhmann (1927-1998), del que dice que "tiene muchísima razón" cuando afirma que "si queremos tomar en serio la secularización" es necesario que "religión, política, ciencia, economía, en una palabra, que todos los sistemas sociales se especialicen cada vez más en la propia función". Para la Iglesia católica "esto implica una serie de consecuencias que afectan a su dimensión organizativa, pastoral y, también, teológico-doctrinal".

La Iglesia haría bien, por ejemplo, "en distinguir entre quienes buscan a Dios de quienes buscan una identidad o un aspecto religioso para relanzar su desconfianza respecto a la economía de mercado" o para "producir efectos sociales, políticos o económicos de cualquier tipo".

Escribe Belardinelli:
"La utilidad social de la fe en el Dios de Abraham y de Jesucristo no se discute. Como enseñan los clásicos de la sociología, desde Max Weber a Niklas Luhmann, las principales formas culturales de Occidente –estado de derecho, economía de mercado, ciencia y técnica– tienen en la religión judeo-cristiana sus condiciones de posibilidad. Sin embargo, observándolo bien, hay que reconocer que todas estas ventajas son accesorias: es decir, son ventajas que la fe, sin disminuir en manera alguna su importancia, ha sido capaz de producir simplemente porque ha sido capaz de mantener vivo en la sociedad el sentido de algo que, valiendo por sí mismo, ha ofrecido un surplus, es decir, el sentido de Dios".

De esto se deduce que "la sociedad secular, por muy sorprendente que parezca, tiene la necesidad urgente de que, desde alguna parte, haya alguien que hable de Dios con un lenguaje que no sea demasiado mundano. […] Pero, ¿de qué Dios se debe hablar? Según Pascal es, sin duda alguna, oportuno salir de la perspectiva injusta del 'Dios de los filósofos' para entrar en la del 'Dios de Abraham y de Jesucristo'. Sin embargo, no me parece razonable que este Dios que es amor y misericordia sea concebido como un Dios en conflicto con el 'ser perfectísimo, creador y señor del cielo y de la tierra', como se recitaba en el catecismo. […] Un Dios que no sea omnipotente y no haya creado el mundo no puede ser Dios. Como comprendieron bien Leo Strauss y Joseph Ratzinger, por citar dos nombres relevantes, el mundo tiene sentido sólo porque ha sido creado por Dios. […] Pero para que este Dios vuelva a ser un concepto generador de forma de vidas eclesiales y sociales se necesita, sobre todo, la fe".

Asombra esta referencia al nombre de Ratzinger en pleno discurso sobre un Dios que es, también, el centro de esas "Reflexiones" publicadas en abril por el papa emérito, que trazan su visión de la actual crisis de la Iglesia católica. Pero el "hablar de Dios" de Belardinelli no comporta un alejamiento de la Iglesia del mundo. Más bien al contrario:

"Esto implica una clara conciencia, […] además de la confianza de que sea precisamente lo específico de la religión, es decir el discurso sobre Dios y la fe como su ‘medium’ privilegiado, el que produce ese ‘ruido ambiental’, como lo llama Luhmann, que consigue hacerse oír también en los otros sistemas sociales, obligándoles a tenerlo en cuenta. […] Precisamente porque se especializa en la propia función, que es la de hablar de Dios, renunciando a perseguir directamente fines de tipo político, la religión podría descubrirse políticamente mucho más incisiva y relevante de lo que es en su versión de ‘religión civil’”.

La Iglesia no debe temer este conflictividad, concluye Belardinelli. Porque, como decía Strauss, "precisamente en esta conflictividad está el secreto de la 'vitalidad' de Europa y de la cultura occidental". Mientras que al contrario, "en el cansancio de la política y de la religión está el verdadero problema de la Europa de hoy en día".
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